sobre autopsias amorosas


El libro de narrativa de ficción más promocionado de las últimas semanas, en nuestra lengua, como sucede todos los abriles, es el ganador del Premio Alfaguara. Le tocó este año 2019 a un argentino llamado Patricio Pron, un escritor compulsivo y de los 'raros' (entendida la rareza en los grandes catálogos editoriales como un autor que privilegia cierto tono experimental y una voz propia). Una buena noticia. Por lo menos en apariencia. Sin embargo, la sorpresa se instaló entre los primeros lectores, muchos de ellos "fans de Pron" (que los hay, y me cuento entre ellos). El libro acusa algunos problemas que hacen pensar en un inesperado resbalón en su carrera, resultando un texto aparatoso que se promociona como una "autopsia amorosa" y termina siendo fallido (*).
Otro libro que se ha presentado públicamente en estos días de abril, aunque con muy bajo perfil y editado por una editorial indepediente montevideana, la casa Yaugurú, puede ser también catalogado de "autopsia amorosa" y logra efectos opuestos al de Pron. Es un texto decididamente experimental y firmado por un autor también compulsivo: un uruguayo llamado José Arenas que se ha hecho conocer por sus tangos rotos y no pocos textos de resbaladiza ficcionalidad que periódicamente publica en las redes. De hecho, varios fragmentos de la novela Con un hilo de voz, esta "autopsia amorosa" que tiene como punto de partida la noche que el protagonista decide terminar una relación ("Cuando volvimos de su concierto le dije a Nicolás que se fuera, que no quería verlo nunca más"), circularon hace un par de años en Facebook con el hashtag #lanoveladenico.
Con un hilo de voz es un libro que permite algo inusual para una novela y que hace pensar en su caso en una interesante cualidad transgénero. Es un libro que puede, y se aconseja, ser leído en voz alta. Es un libro de alto potencial performático, en un borde poético que lejos de perjudicar la fluidez, hace ganar a la prosa en musicalidad, en ritmos que juegan con tópicos del beatnik pero también del stand-up y de la inmediatez brutal del post de Facebook. La palabra se vuelve física. La literatura se vuelve también física, y esta cualidad se apoya en una afilada capacidad de Arenas para narrar los bordes, el margen, lo cotidiano que generalmente se esconde y no se exhibe.
La "autopsia amorosa" que acomete Arenas en Con un hilo de voz dialoga a distancia con los textos más filosos de Gustavo Escanlar, y se aleja -por suerte- de toda trascendencia literaria (lugar del que siempre Escanlar decía que había que escapar a la hora de escribir novelas con pretensiones de actualidad y ruptura, y en el que puede decirse que cae -como un incauto- el argentino Pron). No es un libro fácil, sobre todo para el autor, porque no hay dudas que se expone, y mucho, y expone mucho dolor en la deriva de sus personajes.
"Vos sabés que cuando estaba por salir casi me arrepiento de que se editara, pero ahora lo estoy queriendo más, por suerte", dice José Arenas sobre esas dudas que tantas veces dan vueltas entre los que arriesgan. Le cuento entonces de mi vivencia como lector, de la posibilidad de leer su libro en voz alta. "Eso que te pasa de las voz no es necesariamente algo buscado, pero yo siempre pienso mis literaturas como una especie de monólogo. En este caso, la idea era la de ser un youtuber, pero escribiendo. Quizá eso tenga que ver. No me siento en la obligación de escribir cosas trascendentes ni grandes temas, pero el lenguaje sin poética a veces me parece hasta vulgar".

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¿Se puede decir que Como un hilo de voz salió de Facebook, de los posts que publicaste con el hashtag #lanoveladenico?
Bueno. En principio nació como un juego, de la decisión de escribir una situación ficcional para ver cómo reaccionaban todos en la red. La mayoría de los que tengo en Facebook son desconocidos, y los conocidos a veces también se marean, así que picó y todos empezaron a caer en la trampa, hasta que al final se fue deslindando lo real de lo ficticio. Por otro lado, yo no soy un autor mega-leído, ni best seller, ni mega requerido por las editoriales. Entonces, vicio de poeta, caigo en la de postear en FB para que me lean. Y aquella historia de #lanoveladenico funcionó, llamó la atención de escritores, editores, público en general que no me conocía y leía religosamente qué pasaba. Como un folletín. Y fue un tiro que me salió por la culata. Una vez me encontraba bardeando a la literatura pop y alguien me dijo que #lanoveladenico era lo más pop que hay en la vuelta. Y tenía razón, y me tuve que callar. Manuel Puig quería publicar Boquitas pintadas como folletín y la editorial no lo dejó. Si hubiera tenido Facebook, podría haberlo hecho.

¿Cómo salió el título Con un hilo de voz? Parece referir a la posibilidad performática que tiene la novela.
Me gusta muchísimo que te haya pasado eso con la voz y la lectura. El asunto es que #lanoveladenico era un hashtag que funcionaba en las redes, y al principio pensé en dejarlo así. Pero a Maca, editor de Yaugurú, no lo convenció, y cuando me lo dijo estuve de acuerdo, porque lo cierto es que la novela de redes es el germen, pero este libro es otra cosa, está corregido, hay más capítulos, el orden es otro. Entonces pensé en otras cosas. Hay un libro de Virginia Feinmann que en ese momento me tenía muy atrapado que se llama Toda clase de cosas posibles, y el espíritu de ese título me gustaba. Entonces pensé en lo íntimo, en la verdadera situación semántica de la novela, la pareja, hablar sobre eso, hablar en la intimidad y salió Con un hilo de voz.

Podría referir también a cierto toque tanguero roto que siempre está en tus textos, a un tango pasado por Escanlar...
Creo que es exactamente eso. Es un libro tanguero roto. De hecho, la esencia del libro es la del tango "Como dos extraños", que ahora que pienso podría haber sido otro título posible. El libro, pop, hip, y toda esa cosa, aún conserva la esencia de lo que escribo que, más allá o más acá, son tangos alargados. Todas mis novelas son tangos y milongas que se me fueron de las manos. Y sí, también hay algo post escanlariano. A mi me pasa algo con Escanlar (y su generación), que me copa mucho su desparpajo, el ir a lo concreto y hablar de la historia de los perdedores. Las historias de héroes, hoy, no tienen asidero. El uruguayo es incapaz de la heroicidad; esto no es Grecia. Pero a su vez, a mucha de esa literatura mcondiana le falta tuco. Esto lo he hablado con autores coetáneos; la generación McOndo nos dio una nueva estética y gama temática riquísima, desatada del realismo mágico. Pero nosotros somos otra generación, y que nos disculpen, pero venimos a matarlos. En el buen sentido, claro.

Primero te expusiste en la experiencia de publicar #lanoveladenico en Facebook, luego te llamaste un tiempo a silencio, ahora publicás el libro en papel y volviste a reincidir con otras escrituras más o menos picantes. ¿Cómo te llevás con las redes?
En las redes soy lo que son las redes. Puro humo. Yo soy un personaje, como lo somos todos. Quizá agarro para otro lado. Está la minita que se autoedita para salir divina en todas las fotos. Está el escritor que se autoedita para quedar como mega-exitoso. Está el pibe que se autoedita para quedar como intelectual. Yo me autoedito para quedar como payaso. Me burlo de todos y especialmente de mí. Si por posteos picantes te referís a que bardeo bastante, es real, pero siempre me meto con gente que está encima. No bardeo compañeros ni colegas, salvo que se metan conmigo. Lo único "serio" que hago ahora es editar partes de una novela inédita que se llama El método de Juana y que es muy experimental; en forma, y tema. Mi literatura viene más violenta. Pero en las redes somos todo mentira. El último premio Alfaguara destacaba que el ganador, Pron, "usaba las redes como temática de un tiempo que no sé qué...", y yo pensé, "claro, a las momias de Alfaguara les parece novedoso", pero hay mil novelas que hablan de eso hoy en día.


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(*) Mañana tendremos otros nombres, de Patricio Pron, es también una "autopsia amorosa", pero en su caso la frialdad, la falta de carne en los personajes, todos ellos despersonalizados al ser nominados con letras, o en los riesgosos y totalizadores Él y Ella de los protagonistas, desconciertan al lector que avanza como puede entre los lugares comunes de una separación anodina como pocas. La cita inicial tomada de la notable Stoner, de John Williams, tal vez explique cierta conexión buscada por Pron. Pero lo anodino en los personajes de esa gran novela norteamericana exige una maestría narrativa y, sobre todo, eludir el camino ensayístico que en todo momento plantea el argentino, en vueltas reflexivas que frenan todo impulso narrativo y atascan una novela que se vuelve torpe, aburrida y anacrónica.

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