Mariano
llega del jardín de infantes y escucha a su hermano Rodrigo tocar el piano que está en el living. El piano había llegado
a Uruguay a través del abuelo Kurt, habiendo pertenecido antes al
bisabuelo, también pianista, en Viena. El recuerdo familiar se
acciona y la secuencia podría continuar algunos años más tarde,
con Mariano adolescente de visita en casa de Rodrigo, la vez que se
llevó de regalo dos joyitas que dicen mucho del camino musical que
años después tomarían ambos: Mateo solo bien se lame
de Eduardo Mateo y el Kind Of Blue de Miles Davis. Una
tercera escena, más reciente, los tiene como protagonistas,
ensayando juntos para compartir por primera vez un escenario. Mariano
Gallardo Pahlen y Rodrigo González Pahlen darán un concierto, por
primera vez juntos, en Tractatus. Lo harán acompañados
de cuatro grandes amigos: Nacho Mateu, Jeremías Di Pólito, Gonzalo
Levin y Francisco Etchenique. Lo que estará sonando en Tractatus,
donde se cruzarán el jazz, el tango y el rock desde la paleta
compartida de la experimentación, tiene que ver con los diversos
viajes musicales de ambos y con celebrar la figura de Kurt, el
abuelo, pianista que combinó su trabajo de compositor y
conferencista con la organización y dirección de conciertos, pero
sobre todo de coros –municipales, radiales, carcelarios–
desarrollando una extensa tarea social y didáctica en Uruguay. La
reunión de los hermanos Pahlen tiene que ver con el presente de
ambos, pero también con las marcas familiares.
***
¿Cómo
se dio el encuentro, la idea de compartir un escenario?
R.G.P.:
Para mí es un sueño tocar con mi hermano al que tanto quiero y
además admiro. Mariano me hablo de la idea de hacer algo juntos y mi
entusiasmo fue inmediato .
M.G.P.:
Es que la música es un elemento central tanto en la vida de Rodrigo
como en la mía. Quise acercarme o acercarnos más. Quise unirnos un
poco más, y el gesto que me salió fue este. Nos une también con
nuestra madre y nuestro abuelo. Lo que haremos es en forma de
concierto o toque, o como quieras llamarlo. Pero en definitiva es una
forma de amor. Y eso está antes que la música.
¿Qué
tipo de diálogo musical se genera entre ustedes? ¿Cómo lo
definirían en palabras?
R.G.P.:
Complicidad, afinidad, unión, sorpresa, historia, amor,
familiaridad. Mariano y yo hemos escuchado lo mismo. Recuerdo que yo
le ponía La consagración de la primavera cuando él tenía 6
años y lo hacía volar como Superman. También tenemos a nuestra
madre, que ha sido una gran influencia para nosotros desde la danza y
el arte, lenguajes con los que hemos crecido desde pequeños, además
de su amor y apoyo incondicional.
M.G.P.:
Creo que hay una comprensión muy amplia de la música del otro. Hay
lugares que los dos conocemos muy de cerca y con lugares me refiero a
un compendio de experiencias y vivencias que compartimos que se
traslucen en los sonidos de la música que creamos juntos.
¿Cuánto
los marcó la infancia, el legado familiar, en el camino musical de
cada uno?
M.G.P.:
Mi familia tiene y tuvo un papel fundamental en el camino artístico
en un sentido más amplio. Yo siempre digo, medio en broma, que soy
como una especie de experimento del cual Rodrigo también forma
parte, en el que desde una muy temprana edad se me introdujo a
muchísimos estímulos del mundo del arte. Mi madre es bailarina y
coreógrafa, y cuando yo era pequeño trabajaba también en teatro.
De niño iba a los ensayos y pasaba mucho tiempo entre los camarines
y las salas de los teatros donde se presentaban. A pesar de no
dedicarse a la música, mi padre toca la guitarra, y es un melómano
impresionante. La colección de discos que hay en casa es enorme y
muy variada y toda esta música siempre estuvo muy ligada al
disfrute; es algo que siempre compartimos. Muchos libros de arte,
muchas exposiciones, mucho cine. De eso se trataban varias de las
conversaciones familiares.
R.G.P.:
Yo diría que la influencia es prácticamente absoluta si no fuese
porque tengo la convicción de que también hay un misterio
espiritual que escapa a las circunstancias familiares. Yendo a lo
obvio, y lo que quizá podemos intentar comprender, diría que la
figura de mi abuelo fue dentro de ese pequeño y frágil sistema
planetario que es el entorno de la infancia, un modelo muy atractivo,
ya que mi enamoramiento con la música fue inmediato y mi abuelo era
como un súper héroe de la música.
Ustedes
han tomado caminos diferentes en sus respectivas historias y
expresiones musicales: Rodrigo en el jazz y el tango, Mariano más en
el formato canción. ¿Qué puentes encuentran a la hora de pensar un
concierto juntos?
M.G.P.:
Creo que lo que está claro es
que con Rodrigo compartimos una gran curiosidad por los temas que nos
interesan. Y creo que esa curiosidad es también la que impulsa la
búsqueda a la hora de componer. Después, recién después, es
posible pensar en la forma en que a cada uno le sale. En mi caso,
cuando voy a componer, las ideas en torno a las estructuras y la
forma de la música resultan ser un poco experimentales y muy
variadas. Aunque no lo hago con el objetivo de experimentar con la
forma o de probar nuevas cosas, sino que lo hago siempre ligado a una
cuestión emocional.
R.G.P.:
A mí me pasó que con el
tiempo aprendí a clasificar la música solo en dos sectores
fundamentales: la buena y la mala. Los estilos son formas que
anteceden la calidad en sí misma de lo que para mí hacen al valor
musical de una obra o canción.
M.G.P.:
En mi caso, encuentro en la expresión musical una fuente de
vitalidad imprescindible. El gusto por la música me llevó a tocar
más de un instrumento y la experiencia de compartir la experiencia
de la vida me llevó a las letras, a decir algo con palabras que me
resultara significativo.
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Hermanos
Pahlen
*
Rodrigo vive desde hace años en Cataluña pero mantiene una fuerte
relación con la escena musical uruguaya. En sus composiciones,
interpretadas por distintas formaciones, es posible encontrar una
fusión de música clásica, jazz, tango y candombe. El año pasado
se presentó en la sala Hugo Balzo junto con los músicos argentinos
Hernán Jacinto y Guillermo Calliero. Ahora está trabajando en un
disco nuevo junto con Ezequiel Giunta y acaba de publicar Urgentango,
en colaboración con Emilio Solla.
* El
camino musical de Mariano puede rastrearse en los grupos Los Niños
Malditos y Lenk. Como guitarrista y tecladista, formó parte del
grupo de rock liśergico Algodón y actualmente es pianista en el
trío del contrabajista Antonino Restuccia y bajista en Mountain
Castles. El menor de los Pahlen está terminando de grabar el disco
solista Los Sueños de los Otros,
que se publicará por el sello discográfico Lenk.
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