Figura de la escena punk de Tijuana
en los ochenta. Cantautora de culto de la movida rock alternativa
mexicana en los noventa. Estrella del pop latino en la nueva década.
Lejos de perderse en las mieles del éxito, Julieta Venegas
parece haber desentrañado el secreto de las grandes canciones: esas
que son simples y directas pero que logran seducir al instante. Hace
muy poco tiempo dio en Punta del Este el último show de una larga
gira de dos años que le cambió la vida. Se quedó con ganas de
visitar Montevideo, de recorrer esas calles que leyó en novelas de
Onetti y acercarse a los territorios sensibles de una de sus poetas
preferidas, la salteña Marosa di Giorgio. Ya habrá tiempo, y ella
lo sabe, para cumplir algunos de sus sueños privados: compartir
escenario con Jorge Drexler y Luciano Supervielle, dos de los tantos
músicos que admira del sur americano. Julieta, tan frágil y
sencilla arriba como abajo del escenario, cuenta en esta extensa
entrevista de qué manera el camino para llegar al éxito se
relaciona con la eterna ilusión de encontrar una identidad personal
y hacer realidad los deseos más simples y auténticos. En
definitiva, una heroína pop que viene de una de las ciudades más
violentas –según cuenta la leyenda- del continente. Simplemente
Julieta.
¿Cómo te lleva la rutina de viajes,
hoteles y recitales fuera de casa que se generó a partir del éxito
de tu último disco?
Bastante
bien. Pero el otro día me desperté y no sabía dónde estaba. Y me
daba cosa preguntar, así que estuve un largo rato en esa sensación
de estar extraviada... Lo que sí se extraña entre tantos viajes es
la comida casera. Me encanta que me lleven a tantos lugares a cenar,
pero llega un momento en que me gustaría estar en casa.
¿Sentiste algo similar en Tokio,
cuando rodaste las escenas del clip ‘Lento’?
No, sabía
bien que estaba en Japón. Imposible confundirse. Allá es otro
planeta... Una de las cosas que me llamó la atención es que la
gente se pare, para cruzar la calle, como si tomaran distancia entre
ellos. Nadie se tocaba ni se miraba. Era como estar en una burbuja.
¡Muy fuerte! Fue increíble.
Perdida en Tokio... y con tu hermana
gemela.
Algo así,
nos sentimos como en la película de Sofia Coppola. Ese fue un viaje
muy extraño, porque además nunca antes habíamos hecho algo
creativo juntas. Ella es fotógrafa –vive en Los Ángeles- y yo
siempre en esto de la música, pero esa vez como que ella vino a mi
mundo... Y nos fuimos a Tokio. Fue una locura; dos días súper
estresantes para hacer un clip de presupuesto cero. Lo más
inquietante fue el hecho de jugar con nuestra imagen, de doblarnos y
jugar a que hacíamos de esos clips que duplican la imagen.
Por lo menos ahorraron en efectos
especiales.
Era la
idea... Y como te decía, como buenas gemelas siempre quisimos
definirnos una de la otra. Siempre fuimos de decir “yo soy esta”,
de buscar una identidad diferente. Y hacer el clip fue una manera de
poder divertirnos con eso... porque siempre hemos tenido como ese
rollo, ¿no? Y entonces fue algo muy fuerte, como para sobrepasarlo.
¿La música fue un camino para
diferenciarte?
Es
probable. Soy la única en casa, de todos mis hermanos, que estudié
música. Empecé de niña tocando piano clásico. Fueron ocho años
de conservatorio, hasta que un amigo me invitó a tocar en su grupo,
y me dijo de tocar el teclado en un grupo. Al tiempo, como no
teníamos vocalista, me dijeron: “¿te animas a cantar algo?”.
Ahí descubrí todo el lado de subir a un escenario, de improvisar,
de cantar. Y también de escribir letras y hacer canciones. El grupo
se llamaba Chantaje.
¿De qué año estamos hablando?
Eso tiene
que haber sido en 1987. Por ahí.
¿Una cosa medio punk?
Sí, era
punk, reggae y ska. Una combinación de todo. Chantaje era un grupo
combativo. Y yo como que me adapté a eso. Pero lo que más rescato
de esa época, además de tener una banda con mis amigos, fue que
fueron ellos quienes me empujaron a componer canciones... Porque en
cuanto al estilo y tal, no lo escogí yo, fue el punk quien me
escogió a mí. Todo fue casi sin querer.
Del conservatorio a la escuela
punk.
Sí, la
banda fue para mí la escuela de decir “lo puedes hacer”. En ese
sentido fue crucial, porque desde ahí empecé a enfocarme a escribir
canciones. Y dejé el piano clásico. Claro, mis papás, los pobres,
sufrieron tantísimo.
¿Cuándo aparece el acordeón en tu
vida?
Eso fue
después, ya estando en el DF. Antes de eso Chantaje se convirtió en
Tijuana No.
Me acuerdo de una versión de
‘Spanish bombs’ de los Clash, de Tijuana No. Pero no parece que
sea tu voz...
Es la voz
de Cecilia Bastidas. Yo apenas estuve seis meses con el grupo. O sea,
nada. Aunque llegué a componer una canción: ‘Pobre de ti’.
Porque el proyecto de Tijuana No era trabajar solamente en Baja
California, y cuando empezaron a grabar el primer disco, como yo
tenía planes de irme al DF, les dije: “¿saben qué?, mejor me
salgo ahora y no grabo”. Y entonces Ceci fue la que se quedó
haciendo todo. Y Ceci ahora, las vueltas que da la vida, está
tocando conmigo.
Así que te quedaste sin banda y te
fuiste al DF.
Al
principio, en Ciudad de México, escribí alguna música para teatro.
Me acuerdo que unos amigos de un grupo de teatro me invitaron a hacer
algo con acordeón... y yo no tenía. Y a mí, como que se me
antojaba tener uno. Y nada, un día me cayó un dinero, no sé por
qué, algo habré cobrado, y me dije: “me voy a comprar uno, ya”.
En esos años, por los primeros noventa, traté de armar un grupo, e
incluso llegué a pegar volantes en tiendas de discos. Armé un grupo
que no funcionó. Y ahí me dije: “ya estuvo con grupos”. No
quería saber más nada, y decidí que realmente quería hacer algo
mío... Tenía una caja de ritmos, un piano, y bueno, me pregunté:
“¿qué pasa si combino la caja de ritmos con un acordeón?”.
En esa mezcla está precisamente tu
identidad fronteriza, de mezclar lo popular mexicano con el pop
americano. Y desde las primeras grabaciones, como en el disco Aquí
o en la canción de la película Amores perros, se siente una
fuerte influencia de artistas como Suzanne Vega.
Ese
balance me gustaría encontrarlo. No sé si lo he encontrado, pero en
todo caso con el disco Sí siento que es cuando más lo
encontré... Eres el primero que me dice lo de Suzanne Vega y me
parece genial, porque realmente ella es una artista que cuando empecé
a componer fue como súper importante. Era alguien que yo escuchaba y
me decía: “increíble, escribe sus canciones, ¡y qué bien las
canta!”. ¿Sabes que una vez le abrí un show, en la época de mi
primer disco? Y pude decirle, en camarines: “soy tu fan, tú me
inspiraste para empezar a escribir”. Y ella, que me dice: “¡ay,
qué raro! porque no me sonaste para nada”. Y yo me dije: “agggh,
esta neoyorquina, qué payasa...”. Yo estaba toda emocionada y la
otra con cara de “esto es Nueva York, nena, somos fríos...” No
me fue bien con Suzanne Vega. Bueno, pero a lo que iba es que a mí
siempre me llamaron la atención los compositores. Incluso, la
verdad, debo confesar que hasta Barry Manilow me encantaba, cuando
era chica y tocaba sus canciones al piano. No sé, como que me
llamaba la atención el hecho de que alguien pudiera escribir una
canción. Yo no sabía como hacerlo. Y no me animaba... hasta la
historia con Chantaje.
Los amigos de los tiempos de Chantaje
te llevaron a componer. ¿Sentís que influye en tu arte la gente con
la que te relacionás?
Sí, sí.
Puede ser... ¿Te refieres a parejas? ¿O a mi entorno?
Ambas cosas... Las grabaciones con
Nacho Mastretta en España podrían ser un ejemplo de lo primero.
Me
encantaría publicar un disco con lo que grabamos con Mastretta, ya
que hay más canciones guardadas al estilo de ‘Luna de miel’ y
‘Música de automóvil’. Se me hace que con Nacho hicimos un
click. Fue una cosa de que él, además de ser su novia, me agarró
como su cantante por un tiempo. A mí me encantan las canciones de
Nacho, y parte de la onda de hacer canciones más clásicas y más
directas fue por haber interpretado canciones suyas. Escribe clásico,
no canciones con tres puentes y cinco cosos, que es lo que me salía
a mí, intuitivamente, antes del disco Sí. Mis resultados
eran muy personales y oscuros, pero si alguien quería escuchar mis
canciones tenía que acercarse a mí, hacer un esfuerzo... Lo que me
pasó con Nacho, o al hacer versiones de José José, Juanga o Los
Tigres del Norte, fue encontrar lo bueno de acercarme a los demás
como intérprete. Disfrutar el hecho de comunicarme con los demás.
Esa fue un poco la raíz para hacer Sí.
O sea que tuviste un desencuentro entre tus facetas de compositora e intérprete. ¿Fue así?
Totalmente. Llegó un momento en que como compositora quería hacer
una cosa y como cantante otra. Empecé a preguntarme por qué al
cantar canciones de otra gente disfrutaba tanto y luego cuando
llegaba a lo mío quería hacer otra cosa más rebuscada. Quería
hacer algo más clásico. Así que probé ese camino, a ver qué
pasaba, y como soy curiosa y siempre estoy como dejándome llevar, me
dije: “qué pasa si hago esto que nunca he hecho”. Esa es mi
manera de buscar cosas y de aprender, ¿sabes?
¿Cómo
sentís a la distancia los discos anteriores a Sí?
Aquí es un disco que abarca gran parte de mi vida, porque a
la hora de hacer un primer disco escogí desde las primeras canciones
que había hecho hasta... no sé cuanto, pero sí de bastante tiempo.
Y Bueninvento es de un momento en el que me estaba buscando,
en el que estaba con ganas de expresar musicalidad pero no sabía
mostrar emociones de una manera relajada. Estaba contenida, y eso se
siente en el disco, que es más musical que emotivo.
No te debe haber sido fácil salir
del esquema de Bueninvento.
Es
verdad, fue una experiencia muy dura. Después de Bueninvento,
mi disquera, mis productores, toda la gente con la que había estado
relacionada, como que decían “no sabemos qué hacer contigo”. Y
yo, por otro lado, como que quería que alguien me dijera “ey,
porque no tomas por acá”. Necesitaba alguien que me guiara. Busqué
a Santaolalla y a otra gente, y como que no contestaban las llamadas.
Entonces me dije: “bueno, se ve que soy yo la que va a tener que
tomar la dirección de todo”. Así que las decisiones importantes
para hacer Sí, de con quién trabajar, qué dirección tomar,
todo, las tuve que tomar yo. Y fue un gran riesgo. Eso es también
parte del encanto del disco, porque además es el disco con menos
presupuesto que he hecho.
Y de Santaolalla y el padrinazgo de
los Tacuba, pasás a trabajar con Coti Sorokin como productor...
Fue
increíble. Mi manager sabía que yo estaba con ganas de sentarme a
componer con alguien, y me dice: “pues ve y juntate con Coti”. Y
entonces lo conocí y como que me dio súper buena espina desde el
principio, ¿sabes?... En una semana de trabajo, en España, fue como
que surgió otro compositor. Fue una experiencia maravillosa. Era lo
que andaba buscando para hacer mis nuevas canciones. Y después lo
hicimos todo como en casa, ¿sabes?, con una onda de “ey, vamos a
hacerlo y listo”. Todo lo que ha venido después -el éxito, la
bola de nieve que se generó-, es increíble, porque fue como
realmente lograr lo que estaba buscando.
Al publicarlo hay también otros
riesgos... ¿A quién se le ocurrió lo de que salieras vestida de
novia en la portada?
El que
tuvo la idea fue Ale Ros, el diseñador del disco. Me planteó la
idea y yo insistía en salir como cool, pero hicimos las fotos
y en cuanto las ví, le dije: “por algo sos diseñador y yo me
dedico a cantar”. Me pareció que esas fotos representaban el
espíritu del disco, ¿sabes?, con humor, en el límite de la ironía
y como una cosa clean, medio kitsch. Queríamos mantener un
balance, que se notara que no era en serio pero tal vez sí... Nunca
me puedo resistir, ¿sabes?, a esas ideas a lo mejor extrañas pero
que a mí me suenan.
¿Y el “Sí” de dónde sale...
porque Bueninvento, tu disco anterior, se podría relacionar
con un “No”. Como un juego de opuestos.
Creo que
es por eso. Cuando estaba escribiendo este disco como que realmente
lo que me jalaba era abrir las posibilidades. Siempre había tenido
timidez para hablar de amor, ¿sabes?, todo eso del amor romántico,
y al mismo tiempo empecé instintivamente a rechazar las ideas
negativas, de “no”. Me aburría volver a caer en la costumbre de
un circulito en el que estás hablando siempre de lo mismo. El “sí”
es por eso... Siempre le había escrito al amor desde lo triste y
esta vez me solté el pelo y ya, ahí está. Cuando hablé con Ale,
la primera vez, casi le da el ataque. Pero enseguida empezó con la
idea de la novia y se cerró el concepto.
¿En qué se relaciona ese signo
positivo con tu vida?
En estas
cosas siempre actúo por intuición, así que no mido mucho las
cosas, ni mucho menos por qué me están pasando. Pero sí que hay un
reflejo, porque no sé separar mi desarrollo como persona, como
mujer, con mi desarrollo musical. Entonces, el “sí”
definitivamente fue una manera mía de querer otra cosa, de asumirme
creciendo y abriendo caminos nuevos.
Me gustaría replantearte la primera
pregunta que te hice: ¿te afectó el hecho de estar hace dos años
de gira?
No, me ha
venido súper. Nunca había hecho una gira así, que me llevara a
estar dos años fuera de mi casa. Me ha pasado de todo, imaginate.
Tal vez lo más importante es que descubrí que soy una persona muy
estable. Sí soy desordenada, y de repente me cuesta saber dónde
dejé los zapatos y todo ese rollo, pero me descubrí estable en el
sentido de tener cierta tranquilidad y que no me den crisis por estar
viajando siempre lejos de casa. Como que he sabido cuidarme durante
todo este tiempo y la verdad es que la he llevado súper bien. Ahora
me está costando trabajo terminar, pero también lo estoy
disfrutando, porque sé que cuando llegue a mi casa y esté dos
semanas allí, voy a estar tranquila para entrar otra vez en mi
ritmo.
¿Cuál es tu relación con Tijuana?
Pues
Tijuana es mi ciudad.... Claro, existe una visión mala desde afuera,
de Tijuana, como un lugar sórdido, violento, donde se mata la gente
en la calle. Esa visión es pura leyenda. No es así. Dentro de
México, Tijuana es provincia, un lugar donde la gente es súper
tradicional y vive en sus casas, como en cualquier otro sitio del
mundo. Lo que sí nos hace singulares es que en Tijuana, por ser de
frontera, tenemos una relación muy cotidiana con Estados Unidos. En
el día a día, la gente cruza al super, va al cine, va a ver
conciertos. Cuando vivía allá, iba a la escuela en Tijuana pero
trabajaba en Estados Unidos, por ejemplo. Siempre estuve entre los
dos lados. Mi relación con Tijuana es que es mi ciudad, y cuando me
dieron el Grammy me mandó felicitar el alcalde, y yo me emociono y
mi familia se emociona. Realmente las cosas nunca son como las pintan
desde afuera, ¿sabes? Ahora México está muy violento, sobre todo
en el norte. Eso nos nos tiene a todos preocupados, porque ha crecido
muchísimo la violencia por el narcotráfico. Pero eso no está
pasando en Tijuana... Además, yo pregunto: ¿qué lugar latino no es
peligroso? Todas las ciudades latinas tienen su cuota de que hay que
andarse con cuidado.
((entrevista publicada en revista Freeway, octubre 2005))
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