I. TIJUANA: Un
actor decide jugar fuerte. Decide viajar a una ciudad al norte. Irse
por un tiempo del DF. El plan es representar a otro, ser otro, vivir
la vida de alguien que vive en la frontera, más precisamente en
Tijuana y trabajar en una maquiladora por el salario mínimo. Se hace
llamar por otro nombre. Alquila una pieza. Lleva el registro de las
cosas que le pasan en una pequeña libreta. Siempre le preguntan
quién es, de dónde viene y qué es lo que hace allí, en la
frontera. Trabaja duro. Mira partidos de fútbol amateur, los
domingos, en una cancha de tierra. El cansancio se acumula, el agua
fría, el dolor de espalda es insoportable. Pasan algunas cosas.
Algunas se vuelven relato y otras -dramatizadas- foman parte del
guion de Tijuana, la obra en
la que cuenta lo que vivó en ese límite que lo llevó a ser otro, a
desarrollar una actuación para sobrevivir, a la construcción de la
biografía de un inmigrante en tiempo presente.
Gabino
Rodríguez recompone en la obra Tijuana parte
de lo que vivió esos meses en la frontera (que no llegaron a ser
seis meses por razones físicas y emocionales). En el escenario,
frente a espectadores y curiosos que quieren saber de su
investigación, todo vestigio de actuación desaparece y durante una
hora y media desarrolla una clase maestra sobre algo pasible de ser
llamado teatro documental. Es una experiencia límite, y de hecho,
salva con éxito todos los posibles cuestionamientos éticos (y
estéticos) de su apuesta. No es un juego. Es un grito. Es romper la
barrera entre los otros y nosotros. Es un acto militante pero de una
dureza implacable.
Tijuana
pudo verse en la sala Atahualpa
de El Galpón. Inolvidable. De los impactos escénicos que dejan
huella. En la misma cuerda de teatro documental se vio, hace algunos
años, Mi vida después
de Lola Arias. Fuera de las artes escénicas, los trabajos del
fotógrafo chileno Cristian Ochoa y la escultora uruguaya Nora
Kimelman se suman a las aproximaciones al tema inmigrantes. Lo
documental está presente, también la metáfora. Se suman imágenes
provocadoras.
Una de las fotografías de Cristian Ochoa de la serie "El sueño sudamericano". |
II. EL SUEÑO SUDAMERICANO: Cristian
Ochoa es un fotógrafo chileno que vive en Antofagasta. Se interesó
por los colombianos que llegan al desierto chileno en busca de
oportunidades en la industria minera. El trabajo documental pronto
excedió la fotografía. "Empecé a pensar en mi vida como
migrante interno", dice Ochoa, "a generar empatía, quizás
asociando mi pena por no tener la familia cerca o no poder sentir la
lluvia como lo hacía en el sur del país desde donde provengo.
Buscando esta relación encontré el llamado duelo migratorio,
un concepto en el campo de la psicología que nació en Europa con la
migración africana. Posteriormente empecé a concretar entrevistas a
migrantes en base a los tipos de duelos establecidos en estos
estudios: duelo por la separación de la familia, duelo por la
transformación de la cultura, duelo por la pérdida de la tierra, y
otros, complementando con preguntas acerca de cómo cruzaron la
frontera, episodios de discriminación o racismo que los haya
afectado sueños, cómo ven Chile, cómo lo veían antes de partir.
El sueño sudamericano, tanto
el libro como la exposición, tratan de todo esto".
Las
imágenes tomadas por Ochoa se aproximan con sutileza a lo cotidiano,
a lo privado, a las vivencias de sus retratados. Buscan complementar
los relatos y los testimonios, pero no como ilustración sino
proponiendo relatos propios a partir de una sola composición. Sin
embargo, el fotógrafo cuenta que la 'conexión' le costó un tiempo:
"El colombiano es muy alegre y cercano, pero acá es desconfiado
por cómo se le ha tratado. Esa barrera es difícil de romper. Pero
con el transcurso del tiempo te conocen y se logra la confianza".
El
fotógrafo asegura que la gran importancia de este tipo de proyectos
de arte documental es que "el espectador pueda interiorizarse,
tener opinion con respecto al tema". Y agrega: "Es
necesario informar el trato que damos en Chile a los migrantes...
Tenemos la ley de migración más antigua de Sudamérica y estamos en
proceso de legitimar una nueva ley racista en contra de los
haitianos. A eso se suma que la televisión, los diarios y otros
reproductores de discursos de poder muestran constantemente la peor
cara de la migración, todo por una conveniencia política a la que
hay que darle pelea. Hay que entender que todos somos migrantes, que
a nosotros o a nuestros familiares nos tocará hacerlo en algún
momento. Es la única forma de generar el cambio. Conversar en el
hogar, en la educación pública y privada y en espacios como estos,
en el campo del arte". (Más info en www.cristianochoa.com).
Obra de Nora Kimelman. |
III: MIGRATIUM: Trabajar
el tema de la migración desde las artes visuales es una de las
grandes obsesiones de la artista Nora Kimelman. Entre sus últimos
proyectos, en su mayoría colaborativos, el tema giraba en torno a la
memoria migrante, a los ancestros y las colectividades que poblaron
el Río de la Plata, pero a la hora de concretar una exposición
personal el abordaje se plantea -desde lo simbólico- en una serie de
esculturas de refinada técnica y decisiones conceptuales. "Hace
unos años, yo venía trabajando con las migraciones de nuestros
ancestros, pero ahora estoy totalmente enfocada en las migraciones
que se producen hoy", dice la artista. "Actualmente vivimos
una gran crisis migratoria que afecta a miles y miles de personas.
Hay gente por el mundo desplazándose, recorriendo grandes distancias
en aras de mejorar su situación, sea del orden que sea".
Hay
en las obras que Kimelman muestra en Migratium un
equilibrio entre la fragilidad de los pequeños 'paquetes'
(que simbolizan al cuerpo y los cuerpos de los migrantes, y a sus
pertenencias en el viaje), con lo eterno de los trozos de maderas de
barcos que encuentran nuevas formas de transportes o territorios. Hay
una línea común que acompaña a todas las obras, hasta la
instalación final, casi un grito ahogado, donde se ve un conjunto de
grandes 'paquetes', de mercancías humanas, contra una pared, que no
es más ni menos que la última pared.
Los
materiales que utiliza la artista para la instalación Migratium
son en general maderas antiguas obtenidas de desguazaderos de barcos.
En cuanto a la idea de trabajar con telas teñidas en forma de
paquetes, alude metafóricamente a la representación del migrante.
"Son 'hombres paquete', por lo manipulados y maltratados",
continúa Kimelman. "Ellos son tratados en general de una manera
inhumana y muchísimos pierden su vida antes del viaje o durante el
mismo. Yo los imagino como paquetes, debido a que son maltratados,
manipulados, empujados, atados a circunstancias de explotación,
desmembrados. Son paquetes humanos rechazados por los nacionalismos y
los racismos, detenidos en las fronteras o mal recibidos".
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 10/2018))
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