A
veces, menos de las que sería conveniente, leemos libros que nos
hacen perder la cabeza, que nos extravían y perturban lo suficiente
como para comprobar que la vida no es más que eso, una deriva más o
menos descontrolada, una colección de aventuras fútiles y dignas de
una mala (o buena) comedia, aunque el matiz dependa exclusivamente
del talento autoirónico de los personajes que representamos. No, no
me fui al carajo, simplemente terminé de leer una novela que se me
hizo inolvidable, que se llama Washed Tombs y
entre otras virtudes tiene la de transcurrir en una ciudad de
Montevideo que se aleja de los paradigmas onettianos y levrerianos; y
es importante no olvidar este punto, porque la ciudad no es solo
escenario, es protagonista principal de la novela de Mercedes
Estramil, por la simple razón de que es en ella donde sucede la
deriva y extravío de Jenny, nombre que deriva de Jennifer, una
newparisina que se erige como la principal narradora, la que en
definitiva hace la catarsis. O algo así. Aunque no sea simplemente
catarsis: es resentimiento, nihilismo, explosión, escape salvaje,
pero también franqueza, valentía y sobre todo la necesidad de
contarlo todo, o por lo menos lo que vaya saliendo mientras ocurren
cosas que no pueden eludirse, y dan cuenta de nuevos extravíos que
imprimen a la novela un implacable tono de road movie en el fin del
mundo, en una Montevideo desaliñada y poco amigable.
Washed
Tombs es el nombre de
una empresa creada por Wanda y Toni -amigas entre sí, no de Jenny-,
que deciden brindar servicios para aliviar duelos. El negocio empieza
a andar, sobre todo en lo que respecta a cuidar las tumbas y llevar
mensajes de los difuntos a los parientes. "La vida no alcanza
para decirlo todo, ya se sabe", escribe Jennifer, quien da
cuenta del éxito de la empresa, sobre todo desde que aparece en
escena su malamado Qingming, que de rey de la chatarra newparisina se
convierte en el engranaje dinámico de Washed Tombs, al ampliar el
rubro con la realización del Concurso Mortuorio Nacional. Todo eso
es pasado, porque innumerables circunstancias, entre traiciones,
infidelidades y el nacimiento de Morgan, hijo de Jenny gestado en el
vientre "de alquiler" de Wanda, ya sucedieron, y el punto
en el que engancha el relato es cuando está todo mal y ha ocurrido
un divorcio (el de Jenny y Quingming), alguna que otra muerte, y
ocurrirá una escena final que Mercedes Estramil deja librada al
morbo (y diversión) del lector.
Washed
Tombs es además una novela de
alto entretenimiento, de humor negrísimo, de brocha gorda, y la
sensación constante de extravío, como ya se dijo. Agrego un dato
más, menor pero que da cuenta de las pequeñas sutilezas de una
novela altamente cuidada en lo formal: la presencia de los omnibuses
rojos, los Coetc, como lugar mítico donde suceden las cosas
importantes de la vida (donde Jenny conoce a Wanda y Toni, donde
Jenny tuvo su primer historia de sexo, etcétera).
En
tiempos literarios como los actuales, contaminados por la moda de la
autoficción, se hace difícil escapar a la tentación de indagar en
la relación entre un autor y el personaje principal de su última
novela. En el caso de Washed Tombs,
esta presunción es en principio irrelevante, de modo que lo indicado
parece ser preguntarle a la autora cómo fue que se lanzó a este
juego, porque en esencia eso es lo que es la novela, más allá de
los simbolismos (o espejos) que puedan dispararse.
"Tenía
en la cabeza tres muertes", dice Estramil, y pasa a detallar que
se trata de la muerte real de sus padres, la muerte real de una
relación y la muerte de la literatura uruguaya, de la que ella
entiende que "va del CTI a la sala común, que luego da un paseo
por la sala de espera, cae en coma, va a la morgue y resucita, aunque
el estado sea laico... Y bueno, quería escribir de todo eso sin
coartarme, como trato de hacer en todas mis novelas. Te puedo decir
que siempre me divierto escribiendo, y me refiero a diversión en el
sentido de delirio controlado, de catarsis estratégica y dolor
gozoso, por ahí va la cosa. En esta sufrí un poco más que en las
anteriores, porque ocupó mucho espacio mi viejo barrio, mis padres:
todo eso está asociado a dolor, por más que lo filtres".
Deriva
montevideana
"Siempre
tuve claro cómo empezaba y más o menos cómo terminaba Washed
Tombs, y sabía que en el
medio Jenny iba a dar tumbos de aquí para allá, sin resolver nada,
presa de sí misma y a la vez fuera de sí. No te puedo decir cómo
lo hice, pero fui dando tumbos con ella. Lo único que me marcaba era
la respiración de cada capítulo, que no los medí pero creo que
andan parejos en extensión. Creo que los viví como estaciones de un
vía crucis ateo, algo así... Y respecto a Montevideo, a Nuevo
París, Verdisol, Cordón, Buceo, Carrasco, qué te puedo decir.
Vivimos en un lugar que podía ser un paraíso, y es un ostentoso
monumento a la mugre, la desarmonía, la negligencia, la ineptitud,
la irrespetuosidad... O elegís no ver, o te salva solo el sarcasmo".
(Mercedes Estramil)
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 10/2017))
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