Hace
algún tiempo, en el mismo sitio, el Teatro de Verano de Montevideo,
desde la misma tribuna, pudo observarse algo que parece ser el
inevitable sino de los artistas pop británicos en decadencia: la
tentación de versionarse a sí mismos, con tan mala fortuna que la
caricatura deviene en 'cover', en su acepción más despectiva de
copia sin estilo agregado, sin alma, sin nada más que la corrección
técnica y el oficio.
La
referencia tiene nombre y apellido: el caso emblemático de Johnny
Marr, el ex guitarrista de Smiths, quien se mostró haciendo
canciones de Smiths, sin ninguna sustancia que pudiera alejar la
mueca triste del autor que hace 'covers' de canciones propias, en su
caso extrañando al ex amigo que no estaba ahí, en el mic, pero que
llegó otra noche, el año pasado, y supo dejar al público (casi el
mismo, seguramente) con las ganas de padalear aquellos viejos hits
(hablo de Morrissey, Morrissey, Morrissey, por supuesto, el gran
Morrissey). Se entiende, de lo sucedido con Marr, el estoicismo de
esos cientos de estoicos seguidores de ese algo que falta y que nunca
termina de satisfacer, porque es evidente que la fábrica Smiths está
cerrada y que el guitarrista no tuvo -esa noche- otra opción que
apelar a la entendible pero efímera nostalgia por un precio más o
menos módico, en un set festivalero de hora y media. Una fórmula
perdida en tiempo y contexto.
Algo
similar ocurrió el lunes 15 de marzo con los desechos de la exitosa
fábrica Oasis (motivo central de esta reseña), pero antes vale
recordar que un par de años, y en el mismo escenario del Parque
Rodó, sus enemigos históricos Blur dejaron una imagen gélida y
lavada de lo que alguna vez fue la banda de Albarn & Cia. Y otra vez el mismo
problema, el de tocar sin demasiada convicción, como sin ganas, mostrando una ausencia de energía alarmante. Todo perfectito, pero
suele faltar ese algo, acaso inapresable, que enciende la magia del
recital en vivo. ¿Es un problema del pop, y muy especialmente del
británico? Posiblemente. Porque cuesta imaginarse que falle una
banda como Radiohead, por ejemplo, por citar a otra banda británica de la misma época. Pueden ocurrir ejemplos más
bizarros, esos que superan toda lógica y están fuera de toda regla:
fue lo que pasó en el obsceno, por lo nostálgico y por la
repetición extrema de un mecanismo de museo y arqueología musical,
show de Bauhaus, perdón, de Peter Murphy, que no anduvo con vueltas
para meter al espectador en el demagógico teatro paranoico postpunk,
con una escena tan angustiante y desequilibrada que La Trastienda se convirtió
en un pub londinense del ochentaytres y la misa funcionó de maravillas.
No
debe ser una coincidencia, pero este problema suele aquejar ostensiblemente a las
bandas británicas más pop. Muero por ver a los Suede, quienes
dejaron una obra tan o más intensa que la de Oasis y Blur juntos, pero temo
morir dos veces si hacen un concierto soso, almibarado y
decepcionante, que sería lo más probable. Es el problema del pop
cuando deja de ser, cuando pierde sentido, aunque comparezcan miles y
miles de fanáticos tratando de resucitar algo que ya no respira, que
no significa absolutamente nada. No es necesario seguir agregando
ejemplos, o más bien es el lugar exacto para laudar esta caprichosa
teoría con lo que suele provocar la banda más entrañable de los
ochenta, los mismísimos The Cure, capaces de continuar -sin percatarse
del error- con el ritual y el maquillaje en shows de estadio de más
de tres horas de soberano aburrimiento. Así lo fue en River, hace un
par de años.
Noel
Gallagher tiene, llegado el caso, una banda nueva. Dos discos nuevos
publicados después de pelearse con su hermano Liam y terminar con
Oasis, que vale aclarar que en el 2009 era una banda más que
acabada. Subió con su nuevo grupo, pero tampoco pasó nada. Lo suyo
fue una hora y media de alternar temas nuevos que apenas si compiten
en la segunda división del pop inglés, más cinco o seis 'covers'
de Oasis, incluyendo los himnos más esperados por el público,
"Champagne Supernova", "Wonderwall" y alguna otra
gran canción de las firmadas y cantadas por Noel, esas que le siguen
dando muy buenos réditos como autor. Pero más allá de la
intensidad que puso parte del público, fue como un deja vu
de lo que exhibió Johnny Marr, eso del 'cover', de la canción sin más
asunto que la repetición fuera de tiempo y contexto, con un artista que
muestra no tener muchas ganas de estar ahí, cosa bastante
británica, y que si no fuera por el dinero... bueno, "vicios
materiales", como cantaban los Neoh 23, y no nos vamos a quejar
de esto a esta altura de las cosas, pero inevitablemente todos los caminos conducen a Roma.
La
banda sonó correcta, él canta muy pero muy bien, alguna vez compuso
hermosas canciones con enorme deuda a los Beatles. Pero no alcanza.
Falta Liam (y eso es evidente). Falta, sobre todo, esa cosa que no se sabe bien qué es.
Aburrió. Ya vimos y escuchamos a tantos decadentes, en el Teatro de Verano, y en otros sitios, que no
puedo evitar -para el final de esta reseña- saludar a dos artistas
británicos, pop y noventeros que todavía gozan de buena luz: uno es Liam
Gallagher, quien con Beady Eye supo dar un show más arriesgado y
emocional, más peleador, sin ninguna concesión a los hits del
pasado (aunque más no fuera para que Noel no cobre derechos de autor); el otro es Pulp, la gran banda de Jarvis Cocker, todavía
invicta en Montevideo, pero que supo romper todo en el Luna Park porteño
porque, evidentemente, tienen ese algo más que logra trascender el
tiempo, aun siendo pop, aun siendo británicos.
¿Cuándo
podremos ver a los Arcade Fire? ¿Dentro de quince años, cuando
estén arruinados? O más triste aún... que vengan y pase lo que
pasó con el increíble show de Vampire Weekend, mirado con mala cara
(y mal oído) por ochenteros y noventeros, tan orientales como
conservadores, que esperaban, esa noche, para ver los restos de una
banda que alguna vez se llamó Pixies. Son cosas en las que se piensa cuando se va a un show y la noche está bien linda... pero desde el escenario no pasa absolutamente nada.
((versión ampliada de artículo publicado en CarasyCaretas, 03/2016))
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