La
patria de un músico suele ser, en muchos casos, la relación íntima
con su instrumento. Luciano Supervielle es inseparable del piano. Se
debía, entre tantos viajes de texturas electrónicas y hiphop, un
momento de “solo piano”. Así nació el proyecto instrumental
pos Rêverie, un disco en el que se entrega a pleno a un
territorio de canciones para piano.
Luciano
Supervielle estampó la firma Piano en su primera aproximación
profesional a la música. Tenía apenas 20 años cuando fue invitado
a formar parte de Plátano Macho, fermental colectivo montevideano de
hiphop en el que pudo meter su touch francés. Hacía poco
tiempo que había llegado de París, ciudad donde nació en 1976,
hijo de exiliados políticos.
La
integración a Plátano fue la carta de presentación de Luciano, con
el disco The Perro Convention, en el que mostró una elegante
identidad musical que lo llevaría a ser convocado a participar, años
después, en el seleccionado Bajofondo. Y sería, inesperado honor,
el primer bajofondero en publicar un disco entero con su firma. Esa
vez, en 2004, eligió el apellido Supervielle y contó con el apoyo
de sus camaradas de tango electrónico para hacer un disco exquisito
que sabe a Piazzolla pero también a otras calles musicales
montevideanas envueltas en hiphop y que devela su oficio pianístico.
El piano
es protagonista de Rêverie, de 2011, un disco de canciones
propias y versiones de temas de Darnauchans, de Renato Russo, de
Charly, de Los Estómagos, para el que Luciano eligió la grabación
en vivo, acompañado por una banda de músicos amigos. Después de
estas “ensoñaciones”, en un borde de pop sofisticado, Luciano
decidió radicalizar la apuesta: el piano solo, con algunas capas de
loops, de ruidos, de baterías, de scratches, pero
esencialmente solo, con aires de concertista y la necesidad de dejar
al instrumento como protagonista absoluto. Y con composiciones
propias, por supuesto, aunque liberadas a improvisaciones y al viaje
siempre emocional de la ejecución.
El
resultado es Suite para piano & Pulso velado, un disco que
se complementa con un libro de partituras y fotografías tomadas por
Federico Rubio, Diego Velazco y Fernanda Montoro, y con un
cortometraje realizado por Agustín Ferrando. Otro audiovisual,
también firmado por Ferrando y publicado en Youtube hace dos años,
anticipaba el proyecto ‘Suite’: una grabación en vivo en un
salón del Palacio Taranco de ‘Sabelo’, la primera pieza que
Supervielle hizo pública, una versión de una composición ya
grabada por Bajofondo. Una guiñada a la performance clásica
y las distintas identidades del músico: Luciano, el piano, un salón
de alta sociedad; discretamente, a su izquierda, puede verse la luz
de una computadora que suma capas de sonido que se vuelven
imprescindibles y nada veladas.
¿De
dónde viene tu relación con el piano? ¿De qué manera marca tu
identidad musical?
El piano
llega a mi vida a los ocho años. Era parte de mis actividades
infantiles, como niño, como un juego. Había empezado mi formación
musical con la guitarra, con una profesora, pero desde que una tía
me regaló el piano y empecé a estudiarlo, se fue transformando en
una relación muy especial. La relación de un músico con su
instrumento es una cosa que se va forjando, que se va construyendo. Y
el piano, para mí, se fue transformando en parte de mi personalidad,
qué sé yo. Yo veo la imagen de un piano, escucho el sonido de un
piano, y para mí significa algo diferente que para otra persona.
Tengo un vínculo personal muy fuerte con el instrumento.
¿Por
qué decidiste hacer un disco que tuviera al piano como protagonista
casi absoluto?
Hace
tiempo que tenía ganas de emprender un proyecto pianístico. Es un
poco como volver a mi adolescencia, que fue la época en que más
estudié, cuando pasaba varias horas por día frente al piano.
Después, por distintas razones, dejé de tener esa disciplina de
estudio y renuncié a la idea de hacer una carrera de concertista. Me
vi más como compositor, dedicándome a hacer mi propia música. Pero
bueno, como te digo, hace un tiempo que tengo ganas de volver a
profundizar un poco en el piano. Y si bien en mis distintos trabajos
musicales afloran distintas influencias, distintas herramientas, a
veces unas más que otras, el piano siempre estuvo ahí. Así que
decidí hacer este proyecto con el piano como protagonista, como
centro de todo. De todos modos, creo que las influencias están ahí,
que el hiphop y mis influencias de la música electrónica aparecen,
también de la música clásica y de la música popular uruguaya, qué
sé yo; todo lo que es mi formación musical aparece, en definitiva,
en este disco, en torno al piano.
Los
discos que has publicado con tu firma son bien diferentes entre sí:
el que hiciste con Bajofondo, Rêverie y ahora Suite. A
primera vista se podría leer como un camino de despojamiento, de
pensar la interpretación como algo performático, inacabado,
alejándote de la precisión de la electrónica. ¿Sentís que hay
algo de eso?
Sí. Pero
también lo que hay, y es una constante en mis discos y en la música
de películas que he hecho, es una necesidad de reinventarme y de
siempre estar ampliando mis posibilidades musicales y lo que tengo
para decir. Quiero dejar claro, eso sí, que hacer un disco centrado
en el piano no quiere decir que esté renunciando a todo lo demás...
Es cierto lo que mencionás, de una suerte de necesidad mía,
personal, que a su vez creo que también es una tendencia, de volver
a esa cosa de tocar en vivo, de la performance, del foco en el
músico tocando en vivo. Eso lo asocio a la crisis de la industria
discográfica, como una de las razones, no la única, pero es
evidente que muchos músicos hoy están dirigiendo su camino a lo que
implica tocar en vivo, al contacto con el público directo. El disco
ha pasado quizá a un segundo lugar. El show en vivo, estar arriba
del escenario, dejarlo todo ahí ha vuelto a ser el foco principal de
los artistas.
¿Qué
otros elementos y conceptos vinculan a tus discos, desde tu mirada y
decisiones creativas?
Una
constante, en mi música, en mis discos, y creo que en este también,
aunque de manera más velada, es la búsqueda del groove, del
hipnotismo, de la repetición, de esa fluidez que está en el ritmo.
El ritmo tiene siempre un rol protagónico y fundamental en mi
música. Obviamente que acá, en este tipo de proyecto, en este disco
en particular, la melodía toma un rol fundamental, quizá más que
en otros discos. Este lo veo como canciones sin palabras, lo que de
repente funciona como otra guiñada a la música clásica, una de las
tantas que hay en el disco. Pero, como te digo, el hiphop siempre
está ahí, es un motor. Ha sido una fuente de inspiración siempre.
Es parte de mi sello personal.
¿Cuánto
tiempo le dedicás al piano en tu vida cotidiana?
Trato de
tocar todos los días, aunque sea una hora. Tengo muy claro que un
concertista necesita tocar por lo menos cuatro o cinco horas por día
y mantener una disciplina casi de entrenamiento de deportista. Como
te decía, hace mucho tiempo que renuncié a ese nivel. De hecho,
como pianista, en este disco estoy rozando mis límites, mis
capacidades técnicas, porque se requiere cierta constancia para
tocar algunas de las piezas.
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