a veces lo mejor es desaparecer.
por eso la entrevista,
fruto de un par de largas charlas con fernando peña una tarde de agosto del año dos mil siete,
se desvanece en esta versión en plan monólogo autobiográfico.
porque es uno de los tipos más talentosos y seductores que tuve enfrente.
y porque vale la pena,
en las mejores ocasiones, desaparecer, para simplemente disfrutar.
un par de datos: el lugar geográfico fue buenos aires y los testigos fueron rafa, ileana, maría, pampi, tom y mono.
HE MATADO...
al primero que he matado es a mí mismo, a fernando peña. por
suerte, porque si fernando peña hubiese seguido vivo habría sido un
pelotudo. por suerte pude ser famoso y reconocido: no cualquier tonto
llega a ser famoso. y tiene que ser por algo hermoso, no por una
tragedia. esto lo digo, aunque se enojen los chicos del avión de los
andes, aunque se enoje alejandra pradón porque le cosieron la
concha. para mí la fama viene de algo mucho más hermoso. y bueno,
me maté a mí. yo, fernando peña, estaba destinado a ser un tarado.
igual soy un tarado, pero no un tarado como mis padres querían que
yo fuera. pude matar a ese fernando peña y pude ser un globo vacío.
después yo mismo le puse mi nombre, que lleva la letra que yo quise.
CLERICÓ EN LA COSTANERA
la primera parte de la charla fue al
caer la tarde. no daba para empezar hasta que dijo algo de que estaba
escribiendo un libro. un guión. algo sobre las diez personas que
mató... rec. “conmigo no hay off the record”, dijo. bastó entonces una
sola pregunta. un disparador: “¿a quién mataste?”
_A
Fernando Peña lo maté el día que rompí una partida de nacimiento,
cuando tenía trece años... Mi padre era muy amigo de los
montoneros, de los tupamaros y de la policía. Era un tipo genial, un
prostituto social. Y un día me dijo: “tenés que ir a sacarte
el pasaporte”. Me mandaron a un consulado y me metieron en un
avión. Me sacaron el pasaporte en cuatro horas, acá, en Buenos
Aires. Y me dijeron: “no pierdas esta cosa, no pierdas
esta partida de nacimiento”. En esa época la palabra partida
para mí tenía otros colores. Nunca
entendí lo que era una partida. Siempre fui muy jodido. Y
me dio como bronca, porque no me había gustado el traslado a Buenos
Aires. Yo detesto Buenos Aires. Siempre me gustó más Montevideo,
soy uruguayo, nací ahí. Los primeros doce años de la vida son
tremendamente marcadores.
_Siempre
fui un chico rico. Era “el nene Peña”. Me llevaba el chofer, de
casa al British School, en Carrasco. La calle se llamaba Daymán,
esquina Santa Mónica. Y entonces, como decía, agarré la partida de
nacimiento y la rompí. Ese día rompí a Fernando, y me reescribí.
De verdad. Ojo que lo digo ahora, vieja de 45, que estoy entendiendo
toda mi vida. Hace ocho años que estoy entendiendo. Salí
del huevito yo solo, el día que me di cuenta del abandono:
¡me mandaron solo, a Buenos Aires, a sacarme el pasaporte!
_“El
nene Peña, el nene Peña”... chupame la pija, yo quería estar ahí
con mi papá y mi mamá haciendo la cola. No quería todo por un
tubo. Pero viste que uno siempre se queja de lo que no tuvo... Yo con
mis padres no tuve ningún rollo; ellos fueron los que tuvieron rollo
conmigo. Mi papá, en vez
de acabar en la concha de mi madre, se tendría que haber hecho una
buena paja en sus tetas. Estoy convencido de eso.
Igual me convino que él acabara adentro. Pero básicamente es así.
_A
partir de esa partida fui y vine un montón de veces, hasta que
entendí... No es que lo entendí. Me lo contaron. Había un señor
que se llamaba Manini Ríos, un tránsfuga muy amigo de mi papá, y
otros dos señores. Los tres eran muy amigos de mi padre, y eran la
mafia uruguaya connection. Él
era un buen hombre: nunca picaneó ni secuestró a nadie. Al
revés, él trataba de mediar. Como todo bueno, terminó mal. Porque
tenía un corazón, y en la mafia, en los tupamaros y en los
militares, no había corazón, había practicidad. Pero bueno, como
mi papá sembró, y siempre ayudó, lo dejaron tener su familia. De
todo esto me enteré por boca de mi padre, y hay testigos vivos.
_Un
día vino Muñoz Barreto, que era el Manini Ríos de acá, de Buenos
Aires, y le dijoa mi papá: “mirá, ¿vos querés a tu
familia?, entonces andate en dos semanas. Te vamos a poner un buque,
una bodega, y te vamos a ayudar a alquilar una casa o a comprarla,
pero andate, porque si no te vamos a tenemos que secuestrar y matar”.
Ésa fue la historia.
Pero quién te quita la
memoria. Yo no sabía eso. Y a mí quién me quita el
pororó salado, el ticholo, la vaquita cuadrada, la monedita, todo lo
que viví del Uruguay. No me lo quita nadie. Es así.
_Nunca
tuve amigos porque soy una persona muy solitaria. No me gusta
relacionarme con la gente. Esto no quiere decir que sea una jodida.
Hablo en femenino porque me encanta, ¿eh?, pero tengo el pito bien
puesto y soy hombre, y no me quiero operar de mujer. Pero me divierte
hablar en femenino. Porque me parece que los sentimientos en
masculino son sosos. Soy
solitario pero no es que sea jodido, es que me molesta la gente.
Pero no porque odie a la gente... Y a la gente, a mis amigos, a mi
entorno, le cuesta mucho entender eso.
_¿Por
qué me fui de casa? Porque un día mi mamá me trató de atar. Y
ella pensó que por el lado de la mensualidad me iba a atrapar. La
típica frase: “esto no es un hotel”. ¡Chupame la pija!
Sí que era un hotel... todo lo que no compré con mi guita, es un
hotel. “¿Vos estás loca de la cabeza, o qué te pasa? Esto es
un hotel, o porque haya salido de tu concha hace que sea un hogar, y
la pija de papá sea el carbón, el fuego, la leña... No, esto es un
hotel. Gracias por la vida, pero yo...”. El
problema es que los padres quieren tener hijos, no personas.
Y yo no soy un hijo. Soy
Fernando. El hijo viene después, no me jodas. Puedo estar
equivocado, pero yo soy yo.
_El
tema es que un día... Se
murió papá, yo me drogaba mucho y recién me empezaban a gustar los
hombres. Un día me fui a Ramos Mejía y me traje un
travesti. Me cogí al travesti en la coupé Taunus, y me fui a
dormir. Y al otro día mi mamá bajó y olió toda esa cosa... había
lentejuelas, plumas. Me despertó, y me dijo: “yo no quiero un
puto en mi casa”. Ese día me fui. Armé las valijas y me fui.
_A
los dieciséis empecé a trabajar, pero a trabajar de verdad. De
noche era prostituto, de día enseñaba inglés. Trabajé
mucho. Porque me aburro si no trabajo. Y
además, porque me gusta vivir bien. Siempre fui muy práctico en un
punto... “¿qué me
gusta? ¿vivir bien?, bueno, para vivir bien hay que trabajar”.
Para mí no es un sacrificio trabajar. Obviamente puteo y digo que me
gustaría tener cuarenta y cinco millones de dólares y rascarme el
higo a cuatro manos, pero también, de verdad, ¿me gustaría eso? Me
parece que me gusta levantarme a las seis, que me ardan los ojos,
quejarme... Es la zanahoria delante del burro.
_En
el año 67, por ahí, era una pulga pensadora. Tenía cuatro años y
siempre estaba solo, por eso que les contaba antes, de que no me
gusta estar con gente. Entonces pensaba y pensaba. Y tenía un jardín
muy grande, ahí en Daymán y Santa Mónica. Andaba por ahí, entre
los eucaliptos, y miraba el cielo. Del
aeropuerto salían aviones, volaban bajo, y yo me decía: “algún
día me gustaría volar”. Y
un día volé. Me costó, porque en la mayoría de las líneas aéreas
te toman únicamente si sos originario del país de la compañía. Y
yo no quería volar Punta del Este-Buenos Aires–Río-San Pablo...
en Pluna. Hasta que un día salió un aviso para Eastern, una
aerolínea norteamericana, y me presenté. Entré
de azafato en el año 86 y me echaron en el 98.
_En
el año 88 me pasa algo horrible. Era un avión muy grande, el L1011.
Éramos doce tripulantes y cuatrocientos pasajeros... cargamos el
avión de combustible, de comida y todo, y el avión sale para atrás.
El piloto dice “tenemos
un problema con el sistema hidráulico y va a subir mantenimiento”.
Abren la puerta, sube mantenimiento, pasan diez, quince, veinte
minutos, y se bajan: todo arreglado... Pero nos vamos otra vez para
atrás. El piloto vuelve a decir “falla
hidráulica”. Sube
mantenimiento, lo vuelven a arreglar, y vuelve para atrás. Así
cuatro veces. Hasta que el capitán dice “no
nos vamos”. Cambiamos
de avión. Llevábamos dos horas y media de retraso. Cuando nos
estábamos trasladando, llaman que se arregló definitivamente el
primer avión. Y cuando estábamos llevando todo de vuelta, me
pregunté: “¿quién
dice que ahora se arregló realmente?”.
Yo no creo en Dios,
menos voy a creer en un mecánico. ¿Por
qué ahora sí? ¿Por qué el tono? Si siempre, las otras veces, fue
“ahora sí”, “ahora sí”. Yo no creo en los tonos, y me decía
“esto no está
arreglado... esto se cae”.
Y la cabeza empezó a mil: “soy
un imbécil, ¿por qué estoy volando en estas vacas de acero?”.
Y ahí lo vi, en tercera persona: no era el avión que yo soñaba,
que era amigo, que un poco era yo. Lo vi como mi enemigo, lo vi
monstruo, y le dije a la jefa de cabina “no
voy”. Me dijo: “no
seas boludo”.... Nada
me cerraba. Igual entré. Me dejé convencer y entré. Ese
día volé mal. A partir de ese momento empecé a hacer voces en el
altoparlante para matar mi miedo...
Nunca pregunté si me
dejaban. No era que yo hiciera imitaciones. No, me metía en que era
otra persona y nadie se daba cuenta de que era yo. Yo era
otra persona.
_Milagros
López. Era una cubana, jefa de cabina. Decía lo mismo que dicen las
azafatas pero con el toque de humor de una persona que vuela desde
hace cuarenta años y está harta. Entonces, en vez de decir con voz
de pendeja que vuela desde hace dos años y no tiene seguridad en las
tetas para decir “señores
pasajeros, permanezcan sentados...”,
decía: “por favor,
siéntense porque después se van a romper la cabeza y nosotros no
les vamos a pagar el cráneo... yo
tengo setenta años y he visto muchos pasajeros con la cabeza cortada
por el apoyabrazos. Siéntense,
porque si no se sientan les canto un bolero”.
Y se reían, y aplaudían. Hasta que se hizo un personaje. Había
pasajeros que querían conocer a Milagros.
_Un
día vienen las chicas y me dicen “Lalo
Mir quiere hablar contigo”.
Yo pensaba que era un jefe de Miami. “No,
es un tipo que tiene un programa de radio a la mañana, y que te
quiere conocer”.
“Díganle que no”.
Yo no quería trabajar en la radio, quería trabajar en teatro. No
le daba pelota. Él tenía
un programa en Chile y hacía Buenos Aires-Santiago muy seguido. Y
yo, como estaba muy enamorado de un chico que vivía en Santiago,
siempre elegía esa ruta. Y claro, cada vez que iba a Chile venía
Lalo y quería hablar con la cubana. Yo era jefe de cabina, trabajaba
en primera clase, y una vez el tipo se mandó, abrió la cortina como
diciendo: “basta,
quiero conocer a esta mujer”.
Hizo así, y yo estaba haciendo la voz. Me mira, me dice: “¿sos
vos?”. Le dije:
“sí, pero shh”. Me
dio una tarjeta, y me dijo: “te
espero mañana en la radio”.
Fui. Hice mi primera
salida de radio y nunca paré. Esas cosas de la vida.
_Yo
abrí la puerta y Lalo me puso el felpudo. Habría entrado con
barro... con la ansiedad que tenía. Y entrar con barro está mal,
embarrás todo, hacés todo mal. Por eso siempre digo que yo abrí la
puerta y Lalo me dijo: “pará,
antes limpiate los pies”.
Me dijo “calma”.
No le estoy quitando mérito, al revés, le estoy sumando. Cualquiera
abre una puerta... tenés que tener fuerza nada más. Pero
Lalo me dio el poder de la sabiduría, de la inteligencia, de
limpiarme los pies, de tener respeto, de decir “sí,
soy un sorete, pero acá hay que respetar y decir buenos días”.
Si él no me ponía el felpudo yo hubiese durado tres meses.
_Los
personajes siempre existieron... desde que yo tenía ocho años. En
vez de jugar a la pelota con los amigos, me divertía jugar a ser
otra persona que no era yo. Por eso siempre digo que a la primera
persona que maté fue a Fernando. Porque a mí no me gusta ser
Fernando, me cuesta mucho ser Fernando. Yo
me doy vergüenza, que no quiere decir que tenga vergüenza de mí.
Es como que me hastío de mí
mismo.
_Si
a mí me dejás acá, solo, me voy a entretener con algo. Miro esta
cuchara y me digo: “¿quién
la fabricará? ¿a ver qué dice acá?”.
Ferinox, China. “¿Quién
será el dueño de Ferinox? ¿será un argentino?”.
Y empiezo a averiguar. Yo
no me aburro nunca, porque todo para mí tiene importancia. Esto,
para mí, no es una simple cuchara: alguien la hizo y la pensó. Todo
está pensado. Todo es una cosa premeditada. Y es así, empiezo a
pensar, y si me dejás solito, acá, soy un mono relojero. Espejos,
espejos, espejos, espejos. Y me veo en el espejo. Me quedó solito
acá y te armo una teoría... No lo tomo como que soy un genio,
simplemente que soy una persona a quien le gusta estar sola.
FERNANDO Y SU DOBLE
unos kilómetros más
al norte. ya es de noche. casa de fernando peña en san isidro. el
segundo tiempo de la charla, mientras se maquilla para las fotos de
rafa. otra vez, una sola pregunta: “¿hubo alguna vez que no te
hayan preguntado sobre ser puto y todo ese rollo?”
_No,
¿sabés que no? Siempre van al mismo lado. Y lo peor es que yo no
puedo lograr explicar que el puto es una marica patética que se
depila, que se esfuerza en trabajar el culo, que es una adoradora de
la poronga. Y yo no soy eso. Yo
soy mucho más que puto: tengo mi panza, mis tetas, mi cabeza, mi
arte. Entonces cuando me
preguntan si soy puto, me queda muy chico. Ojalá fuera ése mi
problema. No, para nada. Eso no es un problema, para nada, y además
ya está demodé. Lo lindo, lo difícil, es juntar afectos eclécticos
que de pronto quedaron en la banquina de la vida y que no podías
volver con el carro para atrás y recogerlos. Eso es lo difícil. Ser
puto es lo más fácil del mundo.
_Siempre
digo que soy un clown
que de pronto tengo una lágrima que sonríe. Y está bueno, me
gusta. A veces me dicen: “vos
no podés ser feliz”...
Y no, yo no sé ser feliz. Si
soy feliz desconfío, y me digo “algo debe estar por venir”.
Entonces, a mí me gusta mucho apagar la luz y decir “qué
feo, mañana va a llover”,
porque si apago la luz pensando “mañana
va a hacer un día genial”,
me voy mal a la cama. Me gusta más desconfiar, “ahora
va a venir Dios y me va a decir: tarada”.
Prefiero irme humilde, bajar el toldo porque se me va a mojar la
bicicleta...
_“Sit
down tragedy”, el
espectáculo que estoy haciendo, nació como una burla a la stand
up comedy.
Son personajes que están sentados y cuentan una historia. Yo escribo
las cosas y después las deformo, porque voy reescribiendo en el
escenario. Y esto, que nació como una obra cómica, como monólogos
cómicos, de pronto me empezó a causar inseguridad. Me pregunté:
“por qué tanta
alegría”. Quién
soy yo para causar tanta alegría. No. Acá tiene que haber una
tragedia. Urgente. Y me
dije: “pero no da,
porque los personajes no lo piden”.
Y seguí con la idea de que tenía que haber una tragedia. No se
pueden ir todos felices. Yo necesito que la gente salga a la vereda y
diga “¿quién soy,
dónde estoy?”. Que
salgan turbados. Y sentí que la obra no estaba logrando el puñetazo,
así que empecé a tejer una historia de amor muy sutil, muy triste,
muy patética, bochornosa.
_Mi
motivación no es la convocatoria. No me interesa que vayan
cuatrocientas personas... Es más, un día voy a hacer una función
sin espectadores. Voy a comprar todas las entradas y alquilar dos
cámaras para que tomen la obra desde atrás. Porque me parece que
ése es el logro mayor del actor, el de hacer la obra para él mismo.
Si no hay nadie, es genial. Porque nadie molesta, ni se ríe, ni
llora, ni me pone caritas, ni hay cuerpos de mierda. A
mí el público me molesta. Yo no trabajo para el público sino para
mí, es una gran masturbación. Un
día lo voy a hacer. Una obra sin nadie y a teatro lleno, con
localidades agotadas pero con butacas vacías.
_El
público es muy sorete: no va a ver la obra, va ver al puto de cerca.
Y la obra empieza con un número donde... sucede algo. Yo detengo el
tiempo, y digo “¡ah!,
pensaron que iba a suceder esto”.
Se cagan de risa, como diciendo “es
verdad”. Tienen todo
escrito, ya saben antes de venir lo que iban a venir a ver. Pero como
yo sé eso, porque soy un perverso, detengo la obra, la doy vuelta.
En “Sit Down Tragedy”
les digo “váyanse” y no se van... están tres horas así, hasta
que al final los echo a escupitajos. Y
no se van. Y la obra sigue. Y hacemos el saludo final y la obra
sigue. Y cada vez sigue más. Hasta que un día pienso que voy a
terminar maquillado, comiendo las empanadas en lo de la doña, y le
voy a decir: “señora,
¿usted pensó que pagó poco? ahora vamos a la cama y me los voy a
coger a los dos... a usted y a su esposo”.
_Mi
abuela Bubu fue la que me enseñó teatro... La cosa es
que a mí me gustaba mucho el Vascolet, que acá le decían Toddy.
Entonces, un día yo vine corriendo, mi abuela vivía en un
apartamentito de tres ambientes en la calle Moreno, y le dije: “Bubú,
quiero Vascolet”. “Acá se llama Toddy”, me dijo.
Porque mi abuela era muy respetuosa de la palabra. Y ese día me
dijo: “acá no se llama Vascolet, se llama Toddy; y además yo
no le daría Toddy a un niño que viene corriendo, porque no
comprendo lo que sucede... Tú tienes que venir y decirme ‘abuela
Bubu, ¿sabes una cosa? Me apetería tanto beber una leche Toddy...
Por favor, ¿tú me la puedes preparar?”... Ahí me
captás el ojo, la atención. Eso es lo que mi abuela me enseñó.
Ella fue mi primera profesora. Yo tendría nueve añitos, y pensé:
“mirá vos, tiene razón esta gallega”. Y ahí empecé con
todo mi histrionismo.
_El
actor es político, y el político es actor. lo que pasa es que las
intenciones de los dos son diferentes. El
político quiere ganar dinero, y el actor quiere enseñarle al mundo
que hay algo que se llama amor y humanidad. Por eso el
actor es mucho más histérico que el político, porque cuando el
actor ve que el mundo está yendo mal es capaz de romper todo, porque
lo frustra que el mundo no entienda la bondad. En cambio el político
se va a su casa con toda la plata que robó y no tiene culpa. El
actor tiene culpa.¿Y sabés qué te voy a decir? Colorín colorado,
este cuento se ha acabado.
LES
PRESENTO A MI FAMILIA:
Es
muy lindo llegar a la mitad de la vida y decir “pude ser feliz,
reuní a mis afectos”. A mi sobrino, a mi mucama, a mi novio, a
mis perros... Mono, un caniche. Garufa, que es un
chihuahua que compré hace dos semanas. Después está Teté, que es
una yorkie. Rubia, que es otra caniche. Y dos border collies... Yo
sabía que podía ser todo esto que soy, y no... detesto la palabra.
O sea, cuando me preguntan por la homosexualidad lo detesto, porque
esto es mucho más. Ser puto es muy fácil, lo difícil es tener todo
esto... gente que se quiere. Es maravilloso. Y
bueno... yo me llamo Fernando y soy mujerona. Qué sé yo.
MONO
Un
día Lanata me pide como favor que haga una nota con Romina Rangel,
para una revista. “Yo no puedo aparecer en una revista que se
llame Pronto, Ahora, Hoy, Cuándo, Cómo, Cuánto”, le dije...
“Yo quiero ser un actor serio, y si hago una nota para esa
cosa... me desbanco. ¿Puedo hacer una nota bizarra?”. “Hacé
lo que quieras”, me dijo. Entonces llamo a Romina y le digo:
“Hago la nota pero quiero cuarenta caniches, pero no cuarenta,
cuarenta... si hay 39, me voy a mi casa; quiero cocaína, mucho
maquillaje y quiero vestuario de puto viejo; y quiero dos taxi-boys
hermosos y que uno quiera venir a mi casa y me lo pueda coger”.
Fue así, literal. Y pusieron todo. Y en un momento, un soretito así
se me empieza a trepar por acá, y yo lo sacaba porque me arruinaba
la foto... estaba todo lleno de caniches. Y era ésta. Y dije: “Ay,
esta perra es para mí, ¿no me la vendés?”... Y ahora, que
empecé un programa en la tele, que va a salir en octubre, que se
llama El otro, Mono va a ser estrella. Ellos pensaron, ¿cuál
es la persona más mediática del país, de la que todo el mundo sabe
todo? Fernando Peña. La idea es que esa persona, o sea yo, se calle
y entreviste al otro... Y ahí puse a Mono en el living. Un
living con cuarenta lámparas antiguas, dos sillones muy barrocos. Y
Mono, que hace la última pregunta. Siempre está Mono: en mis obras
de teatro, en la radio. Mono es una prolongación.
PAMPI
Pampi
es mi última esperanza. Si no puedo reformarlo, renuncio. Pampi es
mi amigo, mi hermano, mi todo... es mi pata. Es la persona con la
cual, en este momento, estoy remando en la vida. Es como un bote. La
gente dice “amante”. No, para mí no es así. Coger puedo coger
con un cuadro... lo importante no es el sexo, lo importante es remar
parejo cada uno. La pareja no es coger, por eso tantos matrimonios
fallan. El tema es poder tener las tareas bien divididas. Y
respetarse. Saber que hasta que no se hable todo... El sexo es lo de
menos. Lo importante es el equilibrio y las tareas repartidas. Es
más: estoy escribiendo una obra de teatro que trata de eso, de que
cada uno se ocupe de lo que tiene que hacer. ¿Sabés? Porque
convivir es como una regata: timonel, levantavelas, alguien que
prepara la comida... Eso es convivir.
TOM
Tom
es mi última gota de sangre. Es exactamente eso. Tom es el más
jovencito de mi rama materna. Es la última gota de sangre de mi
abuela Bubu, de mi tía Cruz, de toda la rama teatral. Después de
Tom, creo que nace un empresario. De verdad. Después tengo otra
rama, de otros primos, en la que no hay muchos artistas, son todos
deportistas o empresarios. Tom no sabe de dónde viene, pero hoy se
está dando cuenta. Viene de una raza muy profunda, de españoles con
castañuelas, de una raza muy intensa. Mendizábal y Calvo. Y está
su hermana Agnès, que también la adoro. Una noche yo estaba en el
teatro y me dijeron “está Agnès”... hice la mejor
función de mi vida. Es lo único que me arranca el llanto. Es así,
los quiero mucho. Y me gusta que Tom hoy esté acá, compartiendo,
porque él sabe que ésta es su casa y que acá puede hacer lo que
quiera. Lo único que quiero es que sea feliz.
MARÍA
María
es mi cuidadora, es como mi ángel. María está siempre. Hace quince
años que está conmigo y es mi cuidadora, que no es poco. María
está en todo. Vive acá y con ella nos emborrachamos, nos peleamos,
nos cuidamos. Ella limpia esta casa como si fuera la de ella. A veces
la tengo que parar. Le digo “basta, María”, y ella sigue,
porque no limpia para mí, la casa es más de ella que mía.
Somos una familia con María, es así. También ha trabajado conmigo
en el teatro.
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