la espuma de las horas

Me cuesta, la puta madre, escuchar tu disco nuevo. Es lo primero que se me ocurre escribirle a Martín Rivero, porque lo que me sucedió es que me dieron ganas de escribirle una carta a propósito de las canciones de su bellísimo disco La espuma de las horas. Releo esa primera frase, que no me conforma del todo, pero decido seguir de largo. Sigo entonces escribiendo. Me doy cuenta que devoro tu nuevo disco como canciones sueltas, como unidades dispersas en Youtube. Es que a veces no me acostumbro a un mundo (casi) sin discos físicos. Puedo decir, entre mis primeras impresiones, que soy fan de la canción "Dragones". Ya te imaginarás por qué y es probable que sea muy evidente en mis gustos, así que cuando miro los créditos y leo que aparece Mariano Esaín como productor de esa canción, voy corriendo al disco de ayer, y me doy cuenta que ayer son casi diez años y que también está Mariano en la cocina de las canciones de Estas cosas no son mías; y me doy cuenta también que había tan poca distancia, la puta madre, entre ese primer disco solista tuyo y el disco en inglés de los Astros, y entonces compruebo que toda la historia es una sola: vos con tus miedos a exponerte en plan crooner, vos con tus miedos a sostener "Carmesí" o "Tormentas", canciones geniales pero duras, quebradizas, tan difíciles de interpretar sin salir roto, malherido. Y te entiendo que le escaparas a las canciones que vos mismo escribiste, aunque eso sea imposible, y por eso reincidís en este nuevo disco. Y entiendo también que "esas cosas que no son tuyas" podrían estar en un disco ideal de Daniel Melero, si eso es posible, porque como muchos sabemos Melero hizo varios de los mejores discos que se hayan hecho de música pop en nuestro idioma, y no me refiero precisamente a su participación en Colores santos, a medias con Cerati, sino a otros discos que no voy a nombrar en este texto. Investiguen a Melero. Investiguen en sus discos de los años noventa. Investiguen también, por favor, en los dos discos solistas de Martín Rivero. Descubran, si no lo han hecho, esa habilidad que también tiene Martín para trabajar sobre la melancolía y fotos brumosas, sobre esas cosas que solo se pueden decir en una canción pero no se sabe bien qué es. Algo que perturba, pero inapresable.

La carta que le escribo a Martín deriva a varias impresiones apuradas, y algunas medio absurdas, sobre las diferentes luces y oscuridades que trabajó con los diferentes productores y amigos musicales que decidió invitar para la grabación de La espuma de las horas. Porque las canciones del nuevo disco fueron trabajadas por Esaín, pero también por Luis Angelero ("Al sur"), Ino Guridi ("Shanghai kid"), Guille Berta ("Infinita", y a propósito de "Infinita" siento que puedo apreciar la luz que le sacó Berta, una luz épica, para una sonoridad pop que merece sonar en un atardecer campestre). En fin. Es entonces que vuelvo a escuchar "Dragones", que completa una trilogía perfecta Rivero-Esaín en la adrenalina new order del riff de "Faro", y en ese mágico momento "Kimchi" donde se dejan escuchar esos dos versos perfectos que reclaman al dj que pase una canción para moverse más lento, más lento. Y esa canción, para mí, y es con la idea que cierro la carta que le escribo a Martín, es "Carmesí".

"Tal vez sea mejor, ya no vernos más: es tan doloroso.
Dulce carmesí, esperabas más de mí. Tengo algo que contarte:
no puedo despegar del todo, tantos corazones rotos".


Envío el email a Martín. Y luego ensayo un más que necesario desvío, porque hay más canciones en el mundo, y siento necesario contar que una de ellas me sobresalta y también me hace acordar a Melero. Llego entonces a "Oxxo", escrita e interpretada por Amigovio, nueva identidad de Flavio Lira, cuando alguien me cuenta de un video en el que se vandalizan monopatines eléctricos, y antes de mirarlo tengo claro que es una excelente idea la de hacer un video en el que se vandalizan monopatines eléctricos. En el video se ve a un tipo con una ridícula máscara de pato que patea monopatines eléctricos, y por cierto lo hace con discreta elegancia, mientras acompasa su acción con una cadencia de electropop moroso y repetitivo en la que resuena la Javiera Mena del disco Esquemas juveniles, cruzada, eso sí, con la apatía de Joe Crepúsculo en la manera de cantar.


"Las canciones tristes nunca duermen/ las canciones tristes tienen ojeras/ las canciones tristes siempre te encuentran/ quieren que las escuches aunque no les creas".

La respuesta de Martín no se hace esperar. Dice muchas cosas. Comparto algunos fragmentos que pueden iluminar un poco sobre sus intenciones: "Creo que mis canciones están todas conectadas, que todas tienen un hilo. Supongo que es esa esperanza melancólica. O melancolía esperanzadora. Son canciones que no se sabe bien de qué están hablando, que no están contando una historia lineal. No estoy buscando cantar sobre bares, ni sobre las calles de mi ciudad, ni sobre política, ni nada que tenga que ver con cosas mundanas. Para eso ya está la cotidianidad misma. Mis canciones son un escape, una fantasía. Ahora estamos en un momento de mucha verborragia política y de decir muchas cosas. De decir 'verdades'. Y yo no tengo nada para decir, más bien propongo escuchar".

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