escritura de la ausencia


La historia que se cuenta a continuación es bastante más compleja que la tentación de simplificarla afirmando que una cosa lleva a la otra. De todos modos, puede constatarse una línea muy fina que conecta la escritura de un cuento en particular -se llama "Tieté" y fue escrito por Gonzalo Baz hace algunos años-, con el desarrollo de varios sellos independientes, autogestionados y reunidos en un conglomerado llamado Colectivo Sancocho. Es una épica al margen de las librerías y de lógicas empresariales. Es una historia en la que Baz es uno de los protagonistas principales y que tiene un posible punto de partida en los años de escritura de los relatos publicados en Animales que vuelven, entre 2013 y 2017, yendo y viniendo entre Montevideo y Sao Paulo.
"Tieté" tuvo su primera versión en papel en #1. Querías frío, acá tenés muñeca, primer libro publicado por Pez en el Hielo, en 2016, carta de presentación no solo de Baz sino también de Dani Olivar, Cyntia Trafi y Hoski. Salieron otros libros por el nuevo sello: del autor argentino Vicente Luy (Vicente habla al pueblo), de la mexicana Zaria Abreu Flores (Rivothriller) y otros dos compilados de autores varios (#2 Ya llamé a la policía y #3 Toda la verdad sobre la organización social de la abejas). Un año después -ya en 2017- se publica el ya citado Animales que vuelven, que reúne varios relatos de Baz, y se expande Pez en el Hielo con libros de Dani Olivar (La poética del riesgo) y Germán di Pierro (Pólvora). Este año 2019 el sello independiente apuesta con Las cosas que quiero no se quieren entre sí, de Claudio Burguez, al tiempo que se muestra como uno de los más activos en la coordinación del colectivo Sancocho (junto con Salvadora Editora, Factor 30, Casa de Balneario y otros sellos y fanzines).
La movida editorial alternativa, correlato de la emergencia de una nueva camada de escritores, sigue creciendo y goza de muy buena salud. Pero volvamos a la escritura de Gonzalo Baz, a los signos que emergen en sus relatos, que es lo que realmente importa. Porque Animales que vuelven es uno de esos libros llamados a oficiar de punto de inflexión, no solamente por su identidad indie de libro artesanal, sino por sus cualidades narrativas y por exhibir un corte generacional que enmarca a Baz entre los autores más representativos de la pos-crisis del 2002. Si los cuentos de Acevedo Kanopa y de Hoski, y la narrativa de Mariana Figueroa, Camila Guillot y José Arenas mostraban señas en común, por territorios emocionales y urbanos compartidos, estos cuentos de Baz se suman y revelan un tono brumoso y esquivo, concentrado en presentar personajes con una gran carga de soledad. Y con una pluma que sabe ir hasta el hueso.

- Animales que vuelven abre con el relato "Los distantes", donde se muestra una ciudad de Montevideo incómoda, inexacta, marcada por la ambivalencia de un personaje que decide irse pero finalmente se queda. Hay otra ciudad, Sao Paulo, que es escenario de otros relatos tuyos. ¿Cuánto tienen que ver esas dos ciudades en tu vida y tu escritura?
- Gonzalo Baz:
Después de publicado el libro me di cuenta de que los cuentos ambientados en Montevideo habían sido escritos en Sao Paulo y que los ambientados en Sao Paulo, en Montevideo. Lo que me impulsó a escribir "Los distantes" era esa sensación de siempre estar por irme de la ciudad donde estaba. ¿Por qué uno se va? ¿Qué es lo que uno deja cuando se va de su ciudad? ¿Qué es lo que se lleva? Estas cuestiones también aparecen en el cuento "Sobre nosotros", ya en la segunda parte del libro. Algo que me interesaba trabajar en todo el libro era la construcción de narrativas a partir de personajes ausentes. Muchas de las historias gravitan en torno a ausencias: el amigo que se va, el vecino, el fantasma.

- Es muy fuerte todo lo que pasa en relación con el 'vecino', con Rodolfo, en el relato "Animales que vuelven", sobre todo esa historia de un espionaje cotidiano y obsesivo que tiene cierto aire depresivo y una estructura fragmentada...
- G.B.:
El personaje de Rodolfo está inspirado en un vecino que tuve cuando vivía en Buceo. Debo haber hablado una sola vez con él en los tres años que viví ahí. Pero sabía todo sobre él, porque lo escuchaba. Capaz que el también sobre mí. Cuando se tomaba unos vinos empezaba a tirar unas máximas buenísimas. El narrador de ese cuento es totalmente neurótico y piensa que todo lo que hace Rodolfo está dirigido hacia él. Ahí empieza la identificación, que, de cierta manera, lo ayuda a sobrellevar una separación y replantearse cuestiones de su pasado.

¿Cuánto hay de vos y de tus amigos, y de tus casas, y de tus ciudades, y de una contemplación obsesiva en estos relatos? En "Los pendejos", por ejemplo, vas a la adolescencia pura y dura, a una historia del 2002, y en el lector queda la sensación de que lo terrible que va a suceder es inevitable. G.B.: La crisis del 2002 es uno de los traumas de mi generación. Y el inicio de un proceso de cierre de lo común. Fue la época en que empezaron a enrejarse todas las casas de mi barrio. Dejaron de existir los muritos donde parábamos y había rejas y milicos por todos lados. En "Los pendejos" se narra un hecho muy jodido que pasa en esa época y que es producto de una clase media golpeada por la crisis. En ese sentido es bastante terrible y así tenía que ser. Pero también hay cierta nostalgia de nuestra niñez y nuestra adolescencia, de estar en la calle y sentirse bien ahí.

- "Cosas sobre fantasmas", el relato que sigue, y que cierra la primera parte, es breve, concentra la tensión de un poema. Después vendrán, en la segunda parte del libro, relatos en los que aparece Sao Paulo, entre ellos "Tieté". ¿Cuánto importan los lugares y los escenarios en tu escritura?
- G.B.: Los cuentos de Animales que vuelven y los textos en que estoy trabajando ahora nacen de un lugar o del recuerdo de un lugar. Después vienen los personajes y la trama. A veces ni si quiera hay trama, son solo los personajes recorriendo esos lugares que, por lo general, son lugares en los que viví. "Tieté" y "Sobre nosotros" se me ocurrieron viviendo en Sao Paulo, pero solo pude escribirlos cuando volví a Montevideo. Como si aquellos lugares que me eran familiares tuvieran que pasar por el filtro de la memoria y la imaginación para poder ser transitados en un cuento. "Sobre nosotros" es casi una crónica de mi vida en Sao Paulo. Me la pasaba caminando por el centro, en bibliotecas y casas de amigos. Me fui a vivir allá a fines del 2013, con mi compañera de esa época, que era brasilera. Me separé en 2015 y en 2016 volví a Montevideo. Cuando publicamos el libro decidí poner una foto de la esquina de mi casa, en el barrio Santa Cecilia, separando las dos partes del libro y la costura justo en el medio, con un hilo rojo como si fuese una cicatriz. Ese tipo de detalles están en todos los libros de Pez en el Hielo. Son cosas que te permite el formato artesanal. En La poética del riesgo, el libro de Dani Olivar, hay un pop-up que es un edificio, porque hay una serie de cuentos que pasan en un edificio, y así en todos los libros ponemos algo que vaya más allá del texto, porque consideramos que el libro tiene muchas más posibilidades.

- Hay una fuerte relación entre tus textos y la forma alternativa de edición. Como si la escritura de "Tieté" y los otros cuentos te hubiera llevado a la necesidad de desarrollar un sello editorial con amigos y encontrarte en el camino con otros que estaban en un camino similar. ¿Lo sentís así?
- G.B.: Claro que sí. De hecho, Pez en el Hielo nace de las ganas de publicar textos nuestros y de amigos que andaban en la vuelta. Y en 2016, cuando se estaba armando una FLIA (Feria del Libro Independiente y Autogestionado), con Dani veníamos con la idea de hacer una publicación, pero como no teníamos un mango para imprenta le pedimos a un amigo que tenía su tallercito de serigrafía en el fondo de su casa que nos hiciera las tapas de los dos primeros libros. Fue así que nos sumamos a organizar la FLIA que se hizo en el Ateneo Heber Nieto y presentamos #1 y Vicente habla al Pueblo. Esa FLIA fue el germen de todo lo que vendría después.

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