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Tres
discos publicados en la década pasada anteceden a Celeste lado A,
resurrección de Danteinferno que confirma que la asociación sónica
entre la guitarra de Pancho Coelho y la bata de Martín Recto sigue
más que saludable. Los desvíos que ambos músicos han
tomado, entre los apuntes solistas de Coelho y su integración a
Buenos Muchachos, o la apuesta decididamente ruidista-experimental de
Recto con el dúo Chino, no han hecho más que consolidarlos como
instrumentistas y sobre todo en la contundencia de sus planes en
conjunto. Para el regreso convocaron al bajista de Hijo Agrio. Muy
buena elección. Y decidieron grabar en una chacra, en un lugar bien
apartado del campo uruguayo, en el departamento de Flores.
Celeste
lado A es un disco que focaliza tres de las claves del sonido de
Danteinferno (el ruido, la crudeza, la hipnosis), parece dejar atrás
posibles escapes hacia el pop o incluso cenizas del 'heavy carolo'
que promulgaban los Pompas, banda que supo tener entre sus
integrantes a Coelho. ¿Qué es lo que se escucha en Celeste lado
A? Un sonido áspero pero al
mismo transparente, con todos los ingredientes bien delineados,
piezas de una máquina solvente y espirituosa. Es un sonido que hace
juego con la foto de portada, con la bruma matinal campera,
pero que puede definirse como un estado de pretormenta, de un domingo
gris en el que parece que todo es igual, pero no, porque las capas
sonoras se suman, a veces aturden y otras veces los ritmos se
descomponen hasta disolverse, o bien entran voces en estado mántrico
y hasta puede pasar que aparezca una guitarra acústica. ¿Qué es lo que
puede pasar en un recital de Danteinferno? Lo que suele pasar en este
tipo de bandas que dignifican la experiencia y el rock como
estado físico. Si el disco puede proyectar “ese ruido que todos
llevamos dentro”, en el vivo todo se juega en el trance y en un
convivio que manejan muy bien otras tantas bandas como Buenos Muchachos, por
ejemplo, o los Hijo Agrio, por poner dos ejemplos cercanos. Lo de
Danteinferno, si hay que precisarlo, apunta a bordes un poco más extremos.
***
Martín
Recto: Lo vivimos con alegría.
Es innegable la conexión musical que existe entre nosotros. Danteinferno sigue teniendo esa frescura y esa vertiginosidad de hace quince años.
Fue fuerte experimentar que en la primera juntada entramos en un
trance creativo del que salieron la mayoría de las bases que a
posteriori conformaron el Celeste
lado A. Creo que también
el desarrollo de cada uno nos ayuda a poder materializar esos estados
con un mayor nivel de conciencia.
Pancho
Coelho: Ahora que está pronto el disco, me doy cuenta que
necesitaba drenar un montón de música en 'modo-danteinferno'. Hay
una predisposición para lo que escribo, canto y toco para la banda.
¿Cuánta
era la necesidad de volver, esta vez en formato trío?
M.R.: Si bien Danteinferno tuvo varios formato (guitarra, bajo y batería, luego solo guitarra y batería, y un periodo de dos guitarras y batería), me interesaba particularmente diseñar el sonido de esta etapa con una base contundente y Pancho volando ahí con su magia arriba, más libre, más psicodélico. Increíblemente la idea funcionó. A Javier lo conocía de Hijo Agrio y ya sentía alta admiración por él. Es un flaco que aparte de manejar un sonido descomunal, puede sostener algo hasta el fin de los días. Es una locomotora.
P.C.: Fue asi. En reuniones con Martín, hace un año atrás, él me convenció de
llamar a Javier (Gerfauo) y de incorporarlo. Resultó un crá.
¿Qué
experiencias de cada uno de ustedes se meten en este nuevo disco?
P.C.:
El nuevo disco chorrea experiencias personales. Se desborda de eso.
En algunas soy muy consciente y en otras habrá que procesarlo con el
tiempo. Con los discos anteriores me ha pasado de entender cosas
mucho tiempo después.
M.R.:
Las nuevas canciones nos representan en lo que somos al momento. La
propuesta ahora es a mi juicio más densa, más directa. Se pueden
reconocer en ellas las búsquedas estéticas en las que cada uno anda.
Son un encuentro con lo que somos ahora cada uno y en relación con
el resto.
¿Cómo
se vincula con el campo, con lo rural, un sonido como el de
Danteinferno, que es esencialmente urbano, por lo menos en el
concepto, ya que se trata de música hipnótica, cruda,
existencialista y ruidista? ¿Por qué decidieron grabar en un campo
de Flores?
M.R.:
El campo es algo realmente
inspirador. Ese lugar, con ese horizonte a lo lejos, con el casco de
estancia con esa madera vibrando. Una delicia, ahí, servida a
nuestra disposición.
P.C.:
La idea es el contraste. Nos fuimos buscando eso: aislarnos y
salirnos del lugar común. A cada uno le pegó diferente, por su
propia experiencia con la ciudad y el campo.
¿Una
historia linda de contar de la grabación?
P.C.:
Mirá, el lugar donde grabamos está rodeado de molinos de viento que
daban un aire extraño, pero la gran sorpresa llegó a la noche,
cuando los molinos se prenden de rojo, en forma intermitente. Al
principio sentí miedo. Después me dio risa. Pero me sacó del
lugar, porque era otro campo, uno más onda Crónicas marcianas,
de Ray Bradbury.
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