Oktubre es uno
de los discos emblemáticos de los Redonditos de Ricota. Es el
segundo en la obra del grupo platense y según indica la ficha
técnica "todos los temas (fueron) compuestos por
Beilinson-Solari". Hay varias canciones clásicas en ese disco.
"Motor psico" (siempre tengo a mi lado a mi dios). "Preso
en mi ciudad" (ese pop violento que guió el gran estilo
siniestro). "Ya nadie va a escuchar tu remera" (sí, la de "esto es efímero, ahora efímero"). "Semen up" (la veo casi
como un demonio y rasco la alfombra por su amor). Alcanza con tomar
frases de canciones de Oktubre, más
o menos al azar, para
advertir el manejo preciso de una poética que supo jugar con
elegancia varios sentidos simultáneos y se mostró especialmente ambigua,
como si se movieran tramas más o menos secretas para iniciados.
Hay una canción que no
fue nombrada en el párrafo anterior. No importa si es la mejor o no
de Oktubre, pero es la
que el tiempo ha decantado como himno absoluto ricotero, canción
fetiche, canción que lo explica todo, canción que es santo y seña
de una confraternidad musical que une a miles y miles de seguidores
de la obra de los Redondos. Se llama "Ji ji ji" y es la de
"esos chicos son como bombas pequeñitas", la de "los
ojos ciegos bien abiertos", la que refiere en sus líneas
finales al desastre de la central nuclear de Chernóbil y a una tal
Olga Sudorova.
¿Quién es o quién
fue Olga Sudorova? Ese dato perdido, esquivo, más o menos
enigmático, es el que sirve de punto de partida de la novela
Oktubre, escrita por
Carolina Bello con el encargo de arrimar un volumen más a la
colección Discos de Estuario Editora (colección que tiene como
línea editorial la publicación de "libros sobre discos"
de música rioplatense más o menos rock). De hecho, han salido
libros sobre discos de Los Estómagos, El Cuarteto de Nos y La
Trampa, y este es el primero de un grupo musical argentino. Y es
también el primero que puede catalogarse como una novela, pura y
dura, donde convergen la ficción, el retrato de una época, el
ensayo crítico sobre una obra musical y algo aún más valioso:
Oktubre, el texto de
Carolina Bello, es una posible reescritura de una obra musical en
formato literario.
El eslabón perdido
donde se arma la novela es, como se dijo, Olga Sudorova. Ella es más
que un personaje o una trama secreta. Ella es una adolescente
ucraniana, de padre ruso y madre argentina, que vive en Prípiat,
Ucrania, la pujante ciudad construida en paralelo al desarrollo de
Chernóbil. Ella es centro de una trama postpunk, que se juega en el
terreno de un intenso intercambio epistolar que mantiene con un joven
argentino llamado Hernán. La posdictadura argentina se entremezcla
con la era soviética post-Brézhnev, en los primeros atisbos de la
apertura que años después lideraría Mijail Gorbachov. Y en el
centro están las canciones del aún no publicado segundo disco de
los Redondos, el sucesor de Gulp,
el esperadísimo Oktubre,
canciones que Hernán atesora en casetes piratas, entre demos y
versiones en vivo.
¿Cómo llega Olga Sudorova a ser cantada por el Indio
Solari y protagonizar la canción "Ji ji ji"? La respuesta
es sencilla y contiene la demostración de que la ficción puede
alterar o provocar disrupciones en una obra anterior y que se presume
real (o por lo menos verdadera y cerrada en su verdad poética). La
ficción sonora, o sea la canción que advierte que "el montaje
final es muy curioso y es en verdad realmente entretenido",
tiene ahora una ficción novelada que la complementa, que le agrega
otro interesante nivel de sentido. El que lea la novela, a partir de
ahora, no podrá escuchar la canción de los Redonditos como antes.
Se le volverá otra cosa. La escuchará como un homenaje a Olga, de
quien no sabemos nada más desde la última carta que escribió en
Kiev y de su trama secreta. Y está más que bueno ese nuevo nivel de
significación que un libro puede otorgarle a un disco. Gran mérito
de Carolina Bello, y también de los editores, por promover obras que
escapen de lecturas más o menos previsibles.
Un último detalle,
para los que busquen historias 'musicales'. La novela Oktubre
ensaya dos o tres tramas
secretas que aportan y mucho sobre el disco Oktubre.
Carolina Bello llega a fondo, a
través de Olga y Hernán, en el estudio de los textos y climas
sonoros del álbum ricotero, y acierta en incorporar, además de la
historia de los heroicos 'discos' clandestinos impresos en placas de
rayos x y que fueron claves en difundir música prohibida en la Unión
Soviética, la conexión im/posible entre los Redonditos y los
británicos Sad Lovers & Giants, las dos bandas más queridas y
escuchadas por Olga Sudorova en ese terrible y trágico año 1986.
PD: Si desean conocer Prìpiat pueden hacerlo por otra conexión musical: el video de "Life is golden", de la banda británica Suede
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