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"Lo grabado en una superficie", obra de Garat, Gómez y Viroga. |
¿Qué
miramos cuando miramos? ¿Qué circunstancias están dadas y cuáles
no cuando lo que se mira es un acto escénico, por definición una
narración en tiempo presente de una performance? ¿Qué
reacciones puede tener o no un espectador cuando lo que se le ofrece
para mirar lo interpela, lo desacomoda y la mirada se vuelve
zigzagueante, incómoda, y la ausencia de narración impide la
evasión y la hipnosis agradable del dejarse llevar? ¿Qué sucede
cuando lo que se ofrece para mirar es la desnudez total, no solo de
cuerpos sino de toda subjetividad, y se prescinde del buen gusto y de
la mínima posibilidad de conexiones y de situaciones de empatía?
Puede
entenderse, en el plano teórico, que todo punto de vista es político
y está cargado de nociones y prejuicios que hacen problemático un
'estado cero' necesario para que el desacomodo -en tanto reacción
idealizada- funcione. Puede entenderse que la mirada sea una
construcción y que en ese sentido no resulta fácil dinamitar las
corazas que habitan en el espectador, que al fin de cuentas opera
como testigo, como lector, como creador; es en definitiva el que interpreta y da sentido a toda acción escénica.
Lo
grabado en una superficie
es una puesta en escena que provoca a varias de estas reflexiones y
que logra -en su momento físico-espacio-temporal- un potente 'estado
cero' que pone en conflicto, por largos momentos, la mirada/punto de
vista del espectador. Es una obra que no se mira, que está hecha
para ser experimentada, y que se coloca en las antípodas del espectador
pasivo que se deja 'llenar' por un contenido. Aunque se vea obligado
a permanecer estático, la incomodidad del espectador es máxima.
Este espectáculo es el resultado de una investigación sobre el
cuerpo realizada por tres bailarinas-creadoras: Tamara Gómez, Vera
Garat y Natalia Viroga (las dos primeras están en la escena, junto
con la brasileña Luciana Chieregati). El planteo es simple de
contar. Se reduce a una intro y a tres actos de larga duración e
intensidad, con tres bailarinas siempre en escenario, las tres
involucradas en una misma y obsesiva acción. El territorio está
demarcado por un rectángulo formado por espectadores, en el propio
escenario de la sala, y un segundo nivel de espectadores observa
desde la platea. Las miradas de los espectadores se cruzan, se
espían, zigzaguean. Se vino a mirar, pero mirar y ser mirado se
vuelve acaso insoportable. Y también escuchar, porque al cerrar los
ojos o evadirse, y también por proximidad, se potencia la
fisicalidad sonora de respiraciones, todo tipo de quejidos y
finalmente en los varios minutos de un trío de tambores sin ninguna
voluntad de narración.
Algo
pasa, y muy intenso, en la hora performática de Lo
grabado en una superficie. Paso,
porque es necesario, a la primera persona. A la experiencia de
espectador. A unas breves líneas -en borrador y urgentes- que dieron
pie a un intercambio con las tres creadoras: "De mis centenares
de experiencias como espectador, esta fue una de las más
comprometidas, una de las que tuve mayor angustia de mi condición de
voyeur durante la acción. Estático, quieto, limitados los
movimientos, ahogado por la acción, por las luces fuertes, las
respiraciones cercanas, la presencia de esos tres cuerpos entregados
a una danza explícitamente real, sin concesiones a lo agradable, al
buen gusto, a convenciones políticas sobre ser mujer y sobre las
buenas-maneras-burguesas-patriarcales de la seducción. Parece
haberse trabajado, y duro, en la destrucción de todas estas
convenciones, hacia una desnudez máxima, animalesca y profunda: el
cuerpo sin ropa y sin condicionamientos, entregado a un discurso
político de "ser" en el sentido real: cuerpo como
fisicalidad, cuerpo como materia".
Deconstrucciones
varias
¿Qué
les sugieren esta y otras devoluciones que seguramente habrán tenido
(por cierto muy diversas) del trabajo escénico que presentaron en la
Zavala Muniz?
Lo
primero que se nos ocurre es que en tus palabras se leen aspectos que
hemos estado trabajando insistentemente. Por un lado el cuerpo como
materia, un cuerpo que suda, que vibra, que es carne, es anguloso,
torpe, deseante, oloroso, y muchos aspectos más que en general se
esconden bajo la construcción de lo que un cuerpo de mujer debe ser
o debe mostrar. Por otro lado, la búsqueda de romper con cargas
simbólicas que históricamente se le han atribuido a nuestros
cuerpos, implica un ejercicio de desobjetivación del propio cuerpo.
Estudiamos la luz, el movimiento, la proximidad y los puntos de
vista, intentando generar un territorio coreográfico que ampliara
las lecturas e imaginarios que se pueden desplegar al experimentar la
obra. Es una obra para ser experimentada, vivida. En ese sentido se
cohabita un espacio junto a los espectadores, que a su vez (según en
donde estén sentados) algunos de ellos están siendo observados por
otros espectadores, entonces se da una triangulación de miradas que
quizás desjerarquiza o agrieta el espacio teatral y la relación del
observador y del que es observado. A través de los diferentes
momentos que se proponen en la obra la idea es develar o explicitar
esos cuerpos que somos nosotras, cuerpos ruidosos, fuertes,
deseantes, agujereados, caóticos, que observan y son observados, que
se disponen a complejizar la mirada que se produce sobre ellos.
¿Hasta
dónde llegaron con la desnudez? ¿Qué desafíos investigaron para
que esta desnudez comprometiera e interpelara al público?
La
desnudez en la obra es una parte, no menor, pero una parte de toda
una construcción de corporalidad y movimiento que nos permite, entre
otras cosas, cuestionar el cuerpo de mujer propuesto por el
capitalismo y todos los discursos normativos y patriarcales. En
relación al desnudo, trabajamos partiendo de la base de que hay
muchas maneras de estar desnudas y por lo tanto las implicaciones con
el desnudo podrían disparar posturas muy diversas, desde ahí
nuestra posición con la obra. No pensamos en interpelar al público
directamente, pero eso termina sucediendo naturalmente con algunos
espectadores. Sí hemos pensado mucho la relación con el espectador
y en esto están presentes las decisiones en relación al diseño
espacial y lumínico del trabajo. Quisimos desdibujar la convención
dentro-fuera o centro-periferia, proponer al espectador una
experiencia perceptiva que rompiese la verticalidad de una mirada
distante y que por el contrario asumiera el riesgo de la proximidad.
En relación a las decisiones de iluminación, tuvimos la intención
de poder mostrar el cuerpo en todos sus detalles, sin artificios de
luz que maquillen o aplanen, interpelando, como vos planteás, la
construcción social del buen gusto que responde a una construcción
burguesa de lo que es buen gusto o no.
¿Cuánta
es la importancia de colocar al cuerpo como problema, y como centro,
en un trabajo escénico que está en consonancia con posturas
claramente feministas?
En
los tiempos que corren creemos en la relevancia y en la necesidad de
poner el cuerpo y eso implica una gran responsabilidad en saber desde
qué lugar se lo coloca. La creación con y desde el cuerpo te
permite poner en cuestión y abrir una serie de interrogantes sobre
un montón de aspectos necesarios a ser pensados y activados. Creemos
que la relación con lo que sucede en el contexto sociopolítico ha
permeado el proceso de creación, así como la obra es capaz de
activar cuestionamientos sobre determinadas temáticas. Para nosotras
viene siendo muy importante el Movimiento Feminista, en cuanto
potencia, lucha y en relación a la construcción de la mirada que
habilita en la sociedad. Este trabajo está absolutamente atravesado
por las reivindicaciones de este movimiento, porque nosotras lo
estamos en primer lugar.
Otro
aspecto del último tiempo que empujó esta investigación y
atraviesa el proceso se trata de la situación geopolítica que se
está viviendo en América Latina en general y en los países del Sur
como Argentina y Brasil, con el ascenso de gobiernos de derecha
neoliberales y fascistas, muertes como la de Marielle Franco,
censuras moralistas en los
modos
de expresión y el arte.
¿De
qué manera los cambios políticos en Brasil atraviesan los discursos
de la obra?
Durante
los meses de creación han sucedido, en Brasil, acontecimientos
específicos de censura en relación a presentaciones artísticas con
cuerpos desnudos, hechos que dan cuenta del estado de represión que
los ciudadanos están viviendo. Uno de los acontecimientos más
cercanos y movilizantes, por tratarse de un artista al que conocemos
y respetamos enormemente, se trata de la acusación moralista que
recibió el coreógrafo Wagner Schwartz al presentar su obra La
Bete
inspirada en la obra Bichos
de Lygia Clark, en el Museo de Arte Moderno de Sao Paulo. Por otro
lado, la teórica americana Judith Butler fue recibida en Brasil con
una petición online firmada por casi 400.000 personas manifestando
su rechazo a que difunda sus ideas como la teoría queer o la
ideología de género. Estas son situaciones de la realidad actual
que de alguna manera se filtran en la dirección que el trabajo fue
tomando... Y, entre otras cosas, pasó que en la última etapa del
proceso se sumó al equipo Luciana Chieregati, artista brasileña que
completó el trío que estaría en escena, dejando a una de nosotras
-en tanto codirectoras- trabajando desde afuera.
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