¿Cuánta
es la importancia de este tipo de investigaciones interdisciplinarias
y en este caso el hecho de trabajar con el archivo fotográfico de la
comunidad?
Alexandra
Novoa: Es importante por razones vinculadas a la preservación de
la memoria de nuestra ciudad, por el contacto directo con su historia
-nuestra historia- y por la conciencia que adquirimos sobre el
espacio que habitamos. Las fotografías históricas de los lugares
que transitamos a diario y de donde vivimos -en este caso, las
resguardadas en el Centro de Fotografía de Montevideo-, nos permiten
conocer numerosos aspectos de la ciudad de tiempo atrás y las
diferentes etapas que intervinieron en su proceso de configuración.
En el plano urbanístico, nos acercan y ofrecen informaciones sobre
las transformaciones que atravesó la capital hasta lucir tal como
hoy la conocemos. Los edificios que dejaron de existir, la
construcción de importantes obras, las calles que fueron eliminadas
o ampliadas, la habilitación de espacios públicos, el surgimiento y
crecimiento de los barrios, entre otros factores que continúan en
permanente modificación. Nos permiten, además, apreciar las
condiciones de vida de una parte de nuestra sociedad, sus
apariencias, hábitos, costumbres y normas de convivencia.
Posibilitan, asímismo, dimensionar la experiencia pasada para
entender con mayor precisión nuestra actualidad y eventualmente
evaluar qué perspectivas podrían ser las más adecuadas para
nuestra ciudad a futuro.
¿De qué manera se percibe,
desde el campo del urbanismo y de la arquitectura, lo imprescindible
de reflexionar sobre este tipo de grandes obras urbanas?
Alfredo Ghierra: Es un
pensamiento recurrente que tengo: imaginar la época en que
Montevideo se planteaba proyectos de la escala de la Rambla Sur, o el
Estadio, o el Palacio Legislativo, y pensar en el presente y tratar
de entender los motivos por los cuales, hoy día, cualquiera de esos
proyectos serían inviables, no solamente por temas de costos, sino y
fundamentalmente por la imposibilidad de llegar a acuerdos capaces de
darles vía libre. Nos perderíamos en marañas de leyes y comisiones
superpuestas, en burocracias que tienen por tarea fundamental su
propia existencia, chocaríamos contra intereses privados y
corporaciones que intentarían por todos los medios sacar su tajada.
Pero el motivo principal por el cual me temo que la sociedad
montevideana no podría encarar en el presente lo que nuestros
abuelos hicieron rápido y bien hace casi cien años es la total
falta de autoconfianza y la parálisis mental que ni siquiera nos
permite imaginarnos ser capaces de tales proezas. Y la agenda, claro
está, se encuentra ocupada con otros temas. Ni que hablar del
presupuesto de la ciudad, completamente al servicio del
funcionamiento de la propia maquinaria municipal.
¿Cómo se
concretó la obra de la Rambla Sur?
Laura Alemán:
El proyecto de la Rambla Sur es una pieza clave en el arco iniciado
con el llamado Concurso de las Avenidas, convocado en 1911 por el
gobierno batllista: una serie de propuestas que muestra la creciente
incursión estatal en los asuntos urbanos, bajo el pulso reformista.
Pero a diferencia de lo ocurrido en los otros casos, la concreción
es aquí completa y efectiva: en un gesto potente y arriesgado, el
cinturón se impone y borra la arraigada huella de un peculiar sector
urbano. Es una operación osada y violenta, inspirada en ese mismo
afán de purga que el barón de Haussmann impone a la vieja trama
parisina. Un acto de limpieza que conjura el vicio y el desvío; un
gesto moderno deslumbrado por la idea de progreso, que procura
enaltecer la ciudad y erradicar su zona más oscura. Con ella se
disuelve el aire denso de los bares y el perfume intenso de los
prostíbulos; por ella se pierde el encanto umbrío de lo sórdido y
prohibido. Se borra “la úlcera infecta” que rechaza Emilio
Frugoni, el “viejo barrio” que evoca Víctor Soliño.
Lo que es
indicativo de que la obra de la Rambla Sur tuvo un alto grado de
polémica en la época...
Laura Alemán:
El reemplazo fue polémico, pero ha sido consagrado por el juicio
inapelable del tiempo: la sustitución ha cancelado una historia pero
ha dado a Montevideo su rostro más genuino. De algún modo, le ha
otorgado lo que pedía. Ha creado un largo balcón hacia el río
infinito. Y ha dotado a la ciudad de su más célebre espacio
público: una cinta de luz que deslumbra por su calidad ambiental y su
nobleza material.
Alexandra
Novoa: En esta línea de revisar cómo incidieron las decisiones
pasadas de cara al presente, pienso que dos de los mayores aciertos
en la creación de la Rambla Sur fueron, en primer lugar, la
apropiación de ese espacio de la costa y su uso como ámbito de
recreación por parte de la población, que era a su vez uno de los
objetivos del proyecto. También la definición de dar vuelta la
ciudad hacia el mar, haciéndola, en palabras de la época, más
“habitable” y favoreciendo su aspecto. Por
su parte, la eliminación del Bajo efectivamente constituyó un
impacto para la época. De allí el famoso tango de Collazo-Soliño,
fechado en 1930, referido a ese sector sur de la costa de la Ciudad
Vieja y Barrio Sur que fue tan afectado durante la construcción de
la Rambla. En el afán por “civilizar” y ordenar la ciudad, se
eliminaron calles y viviendas para darle paso a las obras, y los
pobladores de esa zona debieron abandonarla para trasladarse a
barrios periféricos.
Otro aspecto no menor fue la desaparición de dos playas, la de Patricio y la de Santa Ana...
Otro aspecto no menor fue la desaparición de dos playas, la de Patricio y la de Santa Ana...
Alfredo Ghierra: Mi abuela
Ema siempre contaba que ella nació en un barrio de Montevideo que
hoy ni siquiera existe: quedaba por donde hoy pasa la Rambla Sur, a
la altura del Cementerio Central. Allí se habían instalado
inmigrantes venidos de las Canarias y de Italia, como mis bisabuelos,
y un buen día fueron desalojados para dejar pasar al portentoso
proyecto de granito rosa que pasó por encima, no sólo de ese barrio
sino también de dos ensenadas naturales y que arrasó con el bajo de
Ciudad Vieja y otras muchas construcciones en su camino pétreo. Sin
embargo, en sus cuentos de cómo había sido esa mudanza primaba,
quién sabe si por la distancia temporal que la separaba de aquella
vivencia, un enorme orgullo de haber sido testigo de semejante
cambio. Habla de ese acuerdo en torno al progreso que existía en el
Uruguay de los años 30.
Me toca ser, hoy día, testigo y
denunciante de innumerables sustituciones y demoliciones que están
cambiando el perfil de Montevideo. Me toca ser muy crítico con la
mayoría de estas acciones. ¿Hubiera sido crítico de la Rambla Sur
en el momento de su construcción? Creo que lo que pasó en aquel
momento no tiene parangón con ningún cambio al que haya sido
sometida Montevideo desde aquellos años, y por ende, si hoy se
pensara en una obra de ese calibre, pero sobretodo, de esa calidad,
no estaría despotricando como cuando por un bello palacete del 900
hoy nos devuelven un ejercicio de especulación inmobiliaria barata.
Creo que estaría contento de la rambla Sur en los años treinta como
estaría feliz hoy de ver un tren elevado sobre el cantero central de
Avenida Italia, o un puente que uniera la Ciudad Vieja con el Cerro,
o una vía rápida sobre el arco de agua de Pocitos para resolver el
atasco de tránsito, o la transformación de la bahía en un espacio
de la ciudad y no solamente del puerto.
¿Qué debates son necesarios,
en el presente, sobre la rambla montevideana y sobre otros espacios
públicos de la ciudad? Se está hablando, por ejemplo, de la
instalación de la terminal de Buquebús, de subir en altura la
rambla portuaria...
Laura Alemán:
La ciudad es siempre espacio y ocasión de debate: la polis es el
lugar colectivo del habla pero es también —ella misma— materia
de discusión política, parte de sus contenidos. La rambla,
por ejemplo, vale ante todo como espacio, y así debe ser entendida.
No es un vacío a colmar, no es una base en espera de adornos ni
aditivos: en tal sentido, cuestiono la creciente inserción en ella
de elementos que no integran un proyecto unitario y que, por ende, la
descalifican, como la prevista instalación de una estatua de la
Virgen en el Buceo, o el curioso cartel que anuncia a Montevideo,
pura redundancia en uno de los mejores puntos costeros. En esta misma
línea, me preocupan las iniciativas de peso mencionadas en la
pregunta. El proyecto para Buquebús es cuestionable por su inserción
y —sobre todo— por su diseño edilicio; en principio, me parece
un exabrupto. La propuesta de elevar la circulación en el área
portuaria plantea una cuestión polémica y recurrente: la voracidad
del puerto y su avance sobre la trama urbana, lo que invierte la
jerarquía de la ciudad ante el puerto y pone en riesgo, entre otras
cosas, las instalaciones de AFE.
Alfredo Ghierra: En mi
opinión, las discusiones actuales sobre proyectos para la Rambla Sur
son más que bienvenidas. Como tantos otros megaproyectos de antaño,
nunca fueron concluidos en su totalidad... Piénsese, por ejemplo,
que la baranda de la esa rambla, cuyos encajes en el granito pueden
verse vacíos hasta el día de hoy, nunca fue colocada. Tampoco se
terminaron los jardines de la acera norte. Merecerían una atención
especial y como mínimo un buen concurso público donde podrían
lucirse nuestros paisajistas y nuestros diseñadores industriales,
entre otros. Por mi parte, apruebo la decisión de armar una terminal
fluvio marítima en los terrenos de la antigua Compañía del Gas,
siempre y cuando, por supuesto, se respete y se integre el
demoradísimo y fundamental Museo del Tiempo, una inversión menor
dentro de la estrategia general para la zona, pero con consecuencias
gigantes en el campo del desarrollo del pensamiento científico de
las nuevas generaciones. Pienso también en el desarrollo de un
parque lineal de especies autóctonas e importadas de gran adaptación
al Uruguay, como los pinos marítimos; en proyectos de iluminación
basados en energías renovables; sendas para bicicletas entre túneles
de árboles; el Gasómetro convertido en plaza circular para eventos
musicales y esparcimiento general; canchas deportivas con
equipamiento excelente; prohibición absoluta de cualquier tipo de
cartel publicitario…
¿Qué otras
grandes obras públicas se pueden pensar, para Montevideo, de cara al
futuro?
Laura Alemán:
Montevideo es una ciudad hermosa: tiene el encanto de lo pequeño, la
fuerza del río, una suma inaudita de bellos edificios. Pero tiene
también sus miserias urbanas: la fractura socio-espacial, la
ineficiencia del transporte público, el eterno problema de los
residuos. No sé si requiere obras faraónicas. Y aquí me distancio
un poco de la pregunta. Ante todo, creo que Montevideo necesita
reinventarse en lo que parece menor o invisible. Debe sanear sus
arroyos, mejorar su nivel de limpieza, implementar un nuevo sistema
de transporte público y desalentar el uso del auto. Y cuidar mucho
más su patrimonio edilicio, a menudo presa del deterioro y la
demolición indistinta. Se puede hacer mucho a partir de todo esto.
Aún no tenemos los graves problemas de las grandes ciudades; estamos
a tiempo de evitar sus errores y emular sus éxitos. Sobre esta base
cabe apostar al gesto espectacular, la pieza de gran porte o el
monumento. Porque la ciudad es también el fulgor de lo nuevo, el
terco movimiento. Y aquí reclamo el recurso efectivo al mecanismo
del concurso, que se ha visto desvirtuado.
Alfredo Ghierra: Soy más
bien escéptico... La reciente discusión acerca del plan de obras
municipales, para el quinquenio 2015-2020, mas allá de la discusión
acerca de si son esas u otras las obras primordiales que la ciudad
necesita, dejó en claro que el sistema político toma de rehén a la
ciudad en pos de discusiones dignas de una campaña electoral y no
del pragmatismo que se necesita para encarar los desafíos que
enfrenta Montevideo. No es difícil ver que los únicos mega
proyectos que la ciudad no tiene problemas en fomentar, en las
últimas décadas, son centros comerciales privados: en eso están de
acuerdo los gobiernos y la opinión pública. Parece ser que la
modernidad uruguaya es sinónimo de mayor consumo. Vaya novedad.
Volviendo
a la importancia de fotografiar la ciudad. ¿Cuánto son necesarios
este tipo de relevamientos visuales para redimensionar -por ejemplo-
las miradas sobre la ciudad y sus procesos en el tiempo?
Alexandra
Novoa: Son más que necesarios para modificar nuestra visión
sobre la ciudad, ya que en general naturalizamos la presencia de
estructuras u obras que forman parte esencial de nuestra
cotidianidad urbana, pero que no siempre estuvieron allí, sino que
fueron parte de un proceso de concepción y de ejecución. Las
fotografías de la Rambla Sur, sumadas a otros documentos como mapas
y planos que identificamos en el Instituto de Historia de la
Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, o prensa de la época,
enseñan buena parte de ese proceso. Por ejemplo, cómo era ese
espacio antes de la puesta en marcha de las obra, cómo cambió su
empleo y cómo la ciudad se dio vuelta hacia el mar, transformando la
impronta de la costa. Gracias al registro detallado que llevaron
adelante los primeros fotógrafos municipales es que podemos conocer
esos cambios en el tiempo. De ese modo que las fotografías son
puentes que nos conectan con ese escenario pasado, en el que podemos
reconocer la magnitud de ese emprendimiento, incluso en momentos en
que Montevideo estaba presenciando la incorporación de grandes obras
a su fisonomía.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 05/2016))
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