El
estreno en Montevideo de la película mexicana Un monstruo de mil
cabezas, dirigida por Rodrigo
Plá, basada en la novela homónima, firmada por Laura Santullo,
permite la posibilidad de disfrutar de dos formatos -cine y
literatura- manejados a la perfección por esta dupla de creadores
uruguayos. Laura escribe y Rodrigo se encarga poner la historia en
imágenes.
Un
monstruo de mil cabezas, la
novela de Santullo, se publicó en Uruguay en la colección Cosecha
Roja del sello Estuario, en el año 2013. Se lee de un tirón. Es una
novela corta, que atrapa desde la primera página. Santullo elige dos
puntos de vista: el de Ella (la señora Bonet) y el de Los Otros
(donde se suman los relatos de quienes van siendo protagonistas y
testigos de la serie de acciones que desencadena la decisión
desesperada de Sonia Bonet por salvar la vida de su esposo). Las
situaciones se van narrando con el tono de testimonios de una
instancia judicial, alternando descripciones y reflexiones que ayudan
a esclarecer lo que sucede, el desarrollo de la trama y también
conocer las implicaciones éticas y morales de cada personaje.
Un
monstruo de mil cabezas, la
película dirigida por Plá, se estrenó hace un par de semanas en
Montevideo, todavía tiene estreno pendiente en México y ha obtenido
-entre otros premios- el de Mejor Película en el festival de
Estambul. La historia atrapa desde la primera escena y, sobre todo,
más allá de ser una película centrada en la acción y en el
suspenso, su mayor virtud está en la capacidad de provocar emoción
y en los distintos dilemas que va provocando en el espectador. Los
puntos de vista literarios se desvanecen un poco, en la decisión de
Plá de acercar la cámara más a Ella que a Los Otros, pero siempre
manteniendo un cuidado especial en los secundarios, incluso en los
que apenas aparecen (las recepcionistas, el empleado del cybercafé,
entre otros), y muy especialmente en el personaje del doctor
Sandoval, uno de los rehenes casi involuntarios en el raíd
desesperado de la señora Bonet. Hay, como en el libro, un tono
contenido, para narrar con inteligencia y sutileza, un caso que se
parece mucho a esos momentos en que la sensación de injusticia y
humillación puede hacernos cruzar la línea, y después no hay
marcha atrás, como le pasa a Bonet, envuelta en una sucesión
incontenible ante cada nueva situación e interpelado -en todo
momento- por la mirada de su hijo adolescente (que la acompaña en
todo momento) y de esos secundarios que no salen ilesos de la acción
(como tampoco sale ileso el espectador).
Hay que leer el libro y ver la película. Ambos formatos. No importa
el orden. O sí, en este caso, se puede elegir por ver primero la
película y luego degustar el libro, para recibir una clase magistral
de guion literario de cine, al disfrutar de una narrativa muy
particular, en la que Santullo desarrolla los "puntos de vista"
ya mencionados, y que se vuelven material imprescindible, no solo
para el guion cinematográfico y armado de las escenas, también para
la construcción de los personajes. Esta segunda lectura, la del
libro, complementa y potencia en definitiva el relato visual, de una
de esas películas que pegan fuerte y además con muy buen nivel de
actuación del elenco encabezado por Jana Raluy, Sebastián Aguirre,
Hugo Albores y Emilio Echevarría.
Hay
un solo escollo, y es el del trailer. No es la primera ni la única
vez que puede advertirse, en la industria del cine, un divorcio tan
grande entre lo que se adelanta y el producto final. Y la referencia
que veníamos haciendo a diferentes formatos, obliga a plantear los
horrores del trailer de Un
monstruo de mil cabezas,
que deja la sensación, en sus segundos de vértigo, que lo que se
verá es una película de acción, hiper violenta, protagonizada por
una demente que no para de tomar rehenes, apuntar con su revólver y
andar a los gritos por el DF mexicano. Nada más alejado a lo que se
cuenta en el largometraje. De hecho, es probable que algunos posibles
espectadores, luego de ver el trailer, hayan decidido no ver la
película, hartos del la ultraviolencia gratuita del cine
contemporáneo. "Que bueno que te animaste a ir, y
que finalmente te gustó la película", me contesta Rodrigo Plá,
vía email, después del viaje que los llevó a él y a Laura de
Estambul a México, cuando le cuento la sensación que me dejó, como
espectador, la diferencia entre el trailer y la película. "En
cuanto al trailer, pasa por nuestra aprobación, pero no está a
nuestro cargo. De hecho, toda la distiribución, afiche, trailer,
frases publicitarias, escapa en buena medida a nuestras decisiones
una vez que ha sido comprado por alguien para su difusión. No es
algo que nos haga felices, y en la medida de lo posible peleamos un
espacio de opinión en esos ámbitos, pero también en algún punto
uno sabe que tiene que soltar la película a la vida, y exista y
subsista de la mejor manera que pueda. Es imposible controlarlo
todo".
***
Laura Santullo:
Hay una investigación básica, general digamos, de los servicios de
salud tal cual ocurren en México, IMSS, ISSTE, seguros privados.
También sobre algunos asuntos médicos donde pedimos asesoría, para
no incurrir en disparates. Pero la historia, en realidad, es una
invención. En la realidad está la materia prima, leímos artículos
periodísticos y blogs donde las personas denunciaban situaciones de
abuso desde el ámbito de la medicina, pero la combinación de los
elementos y la elección de los sucesos es pura ficción.
Un monstruo de
mil cabezas se enmarca -de forma similar a La zona- en
situaciones de violencia que se han vuelto comunes en la sociedad
mexicana contemporánea. ¿Qué papel está teniendo el último cine
mexicano, en el tratamiento de la violencia? ¿Cómo lo piensan y lo
abordan ustedes?
Rodrigo Plá:
Creemos que, en gran medida, las ideas, las películas, son una
respuesta a los estímulos que te presenta tu entorno. Entonces, si
vives bajo un Estado omiso y violento, si respiras violencia en tu
cotidianeidad, es altamente probable que aquello acabe colándose de
un modo u otro en lo que haces. Pero la violencia extrema no es el
centro de nuestra búsqueda, no es nuestro motor. En realidad,
nuestro centro está anclado mucho más cerca de los términos
medios, en el espacio donde los personajes aún pueden tomar
decisiones. Nos interesa mucho aproximarnos a los personajes, en
general ciudadanos comunes y corrientes, enfrentados a situaciones
difíciles y preguntarnos qué son capaces de hacer frente a ellas.
Una de las capas de
la película pasa por la relación entre madre e hijo, entre Sonia
Bonet y su hijo adolescente. Otra película de ustedes, La demora,
está centrada a nivel de personajes en la relación
padre-hija. ¿Cómo fue trabajar la histori desde esa perspectiva,
que incluye a desesperación y la sensación de meterse en un error y
una sucesión de errores que no tiene salida fácil?
L.S.: Aunque son
películas muy distintas, la forma en la que se cuentan y, de manera
más tangencial, la situación que ambas plantean, tienen hilos en
común. En La demora,
hicimos una apuesta por reforzar la subjetividad, fijando la atención
en los dos personajes centrales, padre e hija, y dejando en un
segundo plano a los demás. La cuestión consistía no sólo en dar
cuenta de los sucesos, sino en mostrar cómo esos sucesos impactaban
sobre los personajes centrales. La búsqueda de Un monstruo de mil
cabezas es una herencia de esa idea, pero en este caso la trama
equilibra su peso narrativo partiendo la historia en muchos
fragmentos subjetivos, en un montón de miradas que narran lo
ocurrido. Por otra parte, aún siendo historias muy distintas, sí
hay un elemento muy importante en común y es la idea del “error”,
tal como tú mencionas. En ambos casos se trata de mujeres que
orilladas por la circunstancia acaban cometiendo actos que son
contrarios a su naturaleza. María abandonando a su padre en la
plaza, o Sonia empuñando un arma, son seres que se sorprenden a sí
mismos, que traspasan su propios límites morales. En este sentido,
la búsqueda de las películas no fue tan distinta.
Hay una escena
clave, por cierto problemática para ambos personajes, cuando el hijo
debe golpear -para salvar a su madre- a la pareja del escribano de la
empresa de seguros. Esa escena evidencia que el juego es más que
complejo, a nivel de lo que sienten madre e hijo...
R.P.: El asunto
central de la escena, es acerca de las implicaciones que tiene ese
golpe y cómo viene a modificar la relación entre madre e hijo.
Efectivamente es un punto de quiebre en la película, para ella,
porque ve que ha expuesto a su hijo a una situación a la que nunca
debió llevarlo, y para el hijo que ahora mira a su madre, entre
sorprendido, asustado y enojado, pero que al mismo tiempo no puede ni
quiere esquivar la solidaridad que el vínculo pide de él.
A partir de esa
escena ingresa, con mucha fuerza, dándole más volumen al avance
dramático de la película, el personaje del doctor Sandoval, que se
vuelve más colaborador, con cierto síndrome de Estocolmo bastante
explícito...
L.S.: En este
punto nos interesaba pensar que el empresario, ante el conocimiento
de una víctima concreta de las políticas emprendidas por la
empresa, pudiera tambalearse en su manera de actuar, de ver las
cosas. Pero todo esto sin olvidar que la “colaboración” con la
mujer ocurre frente al cañón de un arma, y por lo tanto bajo el
influjo del miedo. Ese grado de ambigüedad fue una búsqueda
constante en los personajes que se enfrentan a la protagonista. En el
mismo sentido, buscamos abrir el abanico de miradas sobre el suceso
central. Sentíamos que al mostrar el accionar de Sonia Bonet, a
través de una serie de personas que observan y juzgan su proceder,
conseguíamos evitar el peligro de una identificación total con su
causa. Esos otros personajes que se ven amenazados o sometidos en el
furor de su batalla, aportan perspectivas distintas sobre la
pertinencia o la justeza de sus actos. Creemos que eso permite que
exista un conflicto ético dentro de la película.
***
Jana Raluy, Rodrigo Plá y Laura Santullo en Venecia. |
Filmar en Uruguay
"Si fuera posible,
nos encantaría hacer proyectos que involucraran a Uruguay, aunque es
evidente que en México hay mucho más presupuesto y facilidades para
trabajar, por lo que la balanza se inclina naturalmente hacia ese
país. De hecho, Uruguay no está ahora mismo en su mejor momento
para la producción; se han reducido y eliminado fondos, quizá desde
una visión estrecha de miras, a nuestro entender, porque al menos en
lo que fue nuestra experiencia con La demora, una coproducción
entre México, Uruguay y Francia, fue mayor la cantidad de dinero que
se trajo del extranjero para ser gastado en Montevideo, que los
fondos que aportó el ICAU. En nuestro caso la película atrajo
inversión. Y eso sólo pensando desde un lugar económico y
pragmático. A nuestro entender, cuando se juzga lo que el Estado
dará en cultura, hay otros muchos elementos a tener en
consideración. A fin de cuentas, el cine, el teatro, los conciertos,
los libros, serán el espacio donde los ciudadanos seguirán
creciendo y aprendiendo cosas a lo largo de toda la vida".
(R.P.)
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 2016))
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