"El cielo se junta
con mis pies", canta Alberto Mandrake Wolf, o más
bien lo dice, o lo swinguea, con ese dejo único que le viene de
Mateo y de esos discos que se metió en las venas cuando era pendejo,
cuando tenía trece años, y mejor que lo cuente él, porque todos
sabemos que sabe contar más que bien: "Yo tendría trece años
-dice Mandrake- y con mi amigo Wilson Negreira, que vivía a la
vuelta de casa, empezamos a meternos en la cosa... Jaime Roos vivía
también en esa época cerca de casa, y como es primo de Wilson, le
robábamos bastantes piques. Pero que te cuento que en mi barrio
también vivían Chichito Cabral, el Pato Rovés, Pipo Spera; y
bueno, entonces teníamos mucha data y cuando pasaba un trío de
candombe mangueando por la calle, los seguíamos, y cuando paraban
les preguntábamos cosas. Así, más o menos, se empezó a meter el
ritmo en mí".
Vaya que se le metió
a Mandrake esa cosa del candombe. No solo de callejear y caminar el
barrio, también por darle y darle a los discos de pasta, a una mezcla que tenía eso de afro con electricidad beat, y de aprenderse
de memoria las canciones de El Kinto y de los Tótem. "Me
acuerdo", dice, y se larga a contar de cuando era niño y vio a
en la tele a Rada, tocándose todo, en el programa de Pipo Mancera.
Pero eso importa un poco menos, es anécdota, leyenda urbana, porque las canciones del disco Los candombes
suenan en presente, en el tono
exacto de tres décadas de tocarlo con la banda, con la compañía
esencial -para las grabaciones de mayo de 2015, en la Balzo- del
Jacques en el bajo, de Alemany en bajo, Gravina en teclas y Martínez
en la bata. Se suman, en plan invitados especiales, los tambores de
Lobo Núñez, las voces de Gonzalo Brown y Camila Sapín, y la
distinción del swing absoluto de Roberto Darvin, en dos postales
musicales únicas, de esas en que se logra -como dice la canción-
que el cielo se junte con los pies: en "Calentito y bien
crocante" y en "Por la calle Nimes".
Esas
dos canciones -metidas en la mitad del disco Los candombes-
obligan a detener el paso, a
preguntarle a Mandrake por Darvin: "Es uno de los compositores
más importantes de este país", dice. "Y tiene un
estilo candombero único; se podría decir que es el pionero del
candombe-son y que sus pregones son increíbles". Se
encontraron, casi de casualidad, en la previa del homenaje al Sabalero, en el camerino de un teatro.
Mandrake le mostró una canción, a Darvin le gustó el toque de
guitarra, y a los pocos días le devolvió una letra. Así nació
"Calentito y bien crocante", uno de los puntos más altos
de Los candombes, el
tema que sigue al himno "Chico, repique y piano arrasan",
ese que termina con el espirituoso verso del cielo y los pies, con esa
cosa inexplicable del candombe cuando es trance y está bien tocado.
No
es menor comprobar que Los Terapeutas logran hacer, en este tiempo y
lugar, el candombe-canción mejor que nadie. No se trata de este
disco puntual, se trata de entender y traducir que "se flota en el aire/
cuando suena el tambor", y eso tal vez suceda porque ahí mismo
hacen aparecer la electric-guitar, los aires de Totem, los tambores
percutiendo al palo, y se viene después esa maravilla llamada "Chico, repique y piano
arrasan". Y no se puede agregar nada a esa canción mágica, más que escucharla. Es
inexplicable, como canta Mandrake. O no tanto, porque en definitiva
son esos treinta años dándole palo, desde que se le decía
candombe-beat y ahora se se le dice rock alternativo, y sigue siendo
lo mismo. ¿Es
la verdadera lisergia
montevideana? Tal vez.
"Si se sigue entera la discografia
de Los Terapeutas", explica Mandrake, "el oyente podrá
apreciar que el candombe o los aires candomberos siempre estuvieron
en la banda. Nosotros siempre consideramos el término del
candombe-beat como un afluente del rock. Y entonces, la necesidad de
hacer un show, que luego derivó en un disco, se debe nada más que a
la necesidad espiritual de hacer un recital de todos candombes... Y
como hace algún tiempo que en las actuaciones de la banda casi que
no tocábamos ningún candombe, es un gusto que nos estamos dando".
El disco sigue, con
"Ola de calor" y "Detrás del cielo azul",
acompañando ahora Negreira en la percusión, aunque bajando un poco el
ritmo, a un candombe más íntimo, más canción, con la sensualidad
y todo el juego de frasear más libre en la caliente "Vergüenza
de dar amor". Vuelven enseguida Los Núñez para hacer "Rojo", para después llegar a tope con la versión bien energética de "Amor
en lo alto", poco de antes un cierre muy especial del disco, con
"Despierten", tema del legendario Hebert Píriz. Y seguro que sucede, como bien dice Mandrake
Wolf, que "nadie puede explicar qué es lo que pasa dentro del alma
cuando suena el tambor".
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 03/2016))
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