entre la tradición y los nuevos lenguajes


El año 2015 fue un gran año para el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay. En lo expositivo, comenzó con la inolvidable antológica dedicada al pintor Carlos Federico Sáez y mantuvo en sus salas un abanico de muy buenas propuestas en sus salas: un oportuno cruce de tiempos entre obras actuales y de los sesenta de Liliana Porter, una contundente retrospectiva de Ignacio Iturria, una puesta a punto con pinturas recientes de Virginia Patrone y el bienvenido homenaje a la obra cinética y de arte postal de Jorge Caraballo, entre otras exposiciones. El trabajo que desarrolla la dirección del Museo, al frente del curador y videoartista Enrique Aguerre, muestra la consolidación de un proyecto que no solo se apoya en lo visible -las exposiciones y las actividades culturales abiertas al público- sino en otras tareas primordiales para un museo como lo son la investigación y la educación.

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La decisión de realizar en el MNAV una exposición sobre la obra del artista de vanguardia Jorge Caraballo, puede leerse, de algún modo, como la legitimación de lenguajes artísticos -en su caso experiencias de arte cinético y postal- más o menos invisibles.
En realidad, la exposición de Jorge Caraballo -con un excelente guión curatorial de Manuel Neves, curador invitado-, tiene que ver con los cometidos del museo desde la creación del mismo como institución pública. Se trata de investigar artistas, movimientos o períodos del arte nacional y luego publicar dichas investigaciones o realizar exposiciones en base a ellas, con su correspondiente catálogo. De los sesenta para aquí hay muchas cosas que cartografiar en el arte realizado en el Uruguay y la idea es que se haga de forma coral por parte de los diferentes integrantes del campo artístico. De allí que no solamente se investigue desde el museo, también invitamos curadores, historiadores e investigadores, tanto de nuestro país como del exterior.
¿Cuánto dialoga tu rol como director del museo con tu experiencia como artista ligado al video arte experimental?
Quizás mi trabajo como videoartista me hace más consciente de que existen prácticas artísticas y artistas que no son visibles para nuestra sociedad, y en muchos casos, desconocidos para sus propios colegas. Caraballo es uno de ellos, pero cuando curé la exposición de Sáez, hacía cuarenta años de la última exposición dedicada al artista y setenta de la penúltima antológica. Entonces, ¿qué tanto conocemos a Carlos Federico Sáez? Y estamos hablando de un pintor.
Otros dos pintores de relevancia de los que se han realizado exposiciones han sido Ignacio Iturria y Rafael Barradas. ¿Cómo fueron esos montajes y cuánto te involucraste en los procesos?
En la de Barradas fui el coordinador general y los curadores María Eugenia Grau (responsable del área educativa del museo) y Eduardo Muñiz (conservador del museo), para poner en relieve las capacidades del equipo cuando están los recursos adecuados. En la de Iturria, el curador lo eligió Ignacio (el español José Jiménez, que realizó un espléndido trabajo) y que ya habían trabajado juntos con una muy buena experiencia. Los artistas tienen siempre el derecho de plantear con quién quieren trabajar como curadores o si no desean hacerlo. Marcelo Legrand o Rafael Lorente, por ejemplo, se curaron ellos mismos y encargaron un texto importante para el catálogo a otras personas: Marita Yuguero y Olga Larnaudie, respectivamente.
En la de Sáez te encargaste directamente de la curaduría...
En la de Sáez fui su curador, trabajo que me insumió dos años y medio y que aun no finalizó. Vienen secuelas de Sáez, haciendo foco en determinados aspectos de su obra. Vamos a enfocarnos en forma especial en sus dibujos, en relación a sus experiencias con la fotografía. Algo similar haremos con Barradas, explorando en su obra vibracionista.
¿Cómo se articula el diálogo entre los nuevos lenguajes y la tradición a la hora de diseñar una programación en un museo público?
El Museo Nacional de Artes Visuales cumple históricamente un rol de museo de bellas artes, museo de arte moderno y museo de arte contemporáneo. Debemos contemplar los tres cortes históricos. Trabajamos en paralelo varios proyectos a la vez, con una proyección mínima de un año a dos.
De la colección del museo nos interesa invertir en la guarda y conservación de la misma. Respecto a la documentación, su digitalización, para poder hacerla disponible a investigadores, curadores, docentes o estudiantes que la soliciten. Escaneamos permanentemente cartas, fotos y publicaciones.
La programación anual -de la que venimos hablando- es una de las líneas de trabajo, la más vistosa, pero no sé si la más importante. Investigación y educación son dos de las áreas a las que estamos destinando más recursos. Trabajamos, desde el área educativa, organizando talleres y visitas guiadas para la colección y las muestras temporales, ajustándonos a las diferentes edades: desde preescolares a adultos mayores. Se vinculan directamente con lo exhibido. La muestra de la colección de la planta baja está curada por Grau y a veces invitamos a curadores de fuera del museo para que propongan otras narrativas.
De todas maneras, pueden existir otras formas de interpretar, desde la dirección, los "cometidos del museo como institución pública"...
Es verdad, a mí me interesa el museo como espacio de ciudadanía, un lugar de reflexión crítica. El museo, con sus casi 105 años de existencia, detenta la memoria de lo que hemos sido, de lo que somos y de lo que deseamos ser, no solamente a través de su colección artística sino de cómo accedemos a los artistas que conforman esa colección y su obra. Este museo está configurado en base a una tensión bien interesante, que va desde el conocimiento estricto al disfrute, incluyendo los usos que le dan los visitantes y que lo redefinen.
¿Cuál sería tu mirada y tu acción, y cómo ella se inscribe dentro de la política cultural de la izquierda, desde el 2005 a la fecha?
En cuanto a los cambios desde el 2005 a la fecha, creo que pasan por una mayor democratización de las instituciones culturales públicas, a entender que el acceso a la cultura es un derecho de todo ciudadano. El énfasis en la accesibilidad forma parte de esta misma política cultural. Hasta el 2014 no había ascensor y las posibilidades de acceso por parte de los adultos mayores a la planta alta estaba vedada. Con silla de ruedas no se podía entrar, no había rampas. Y te podría dar varios ejemplos más.
Con tu llegada a la dirección se ha logrado una perceptible estabilidad en el MNAV, pero en los años inmediatos al 2005 no fue tan así, incluso se sucedieron varias direcciones y renuncias...
El traspaso de una dirección que tenía 38 años no fue fácil. Siempre implica dificultades y los cambios de modelos también. No me gustaría evaluar a mis colegas, creo que no me corresponde hacerlo. De hecho, fueron evaluados por los ciudadanos y las autoridades respectivas. El cargo de director, de todos modos, es un cargo de confianza política y responde a las políticas culturales de las diferentes administraciones.
¿Qué herencia dejaron los treinta y ocho años Angel Kalenberg como director?
Ángel Kalenberg, con su experiencia en la dirección del Instituto General Electric, nuestro Di Tella en los años sesenta, ingresa al museo y lo coloca en un muy buen diálogo con el arte internacional, Ése fue un cambio muy importante. La importancia del arte moderno fue detectada rápidamente por él sin dejar de trabajar con las bellas artes. Y aquí me gustaría nombrar a una persona fundamental en la difusión del arte moderno en nuestro país, que es María Luisa Torrens. Aún le debemos el reconocimiento que se merece.
Volviendo a los equilibrios entre la tradición y nuevos lenguajes, resulta muy interesante la obra Engrama Oficial del Campo del Arte Uruguayo de Muhvich, en la que se grafican las diferentes tendencias a lo largo de la historia del museo...

El trabajo de los artistas suele estar mediado por críticos, historiadores o curadores. A mí siempre me interesó la palabra del artista y sus investigaciones sobre el campo artístico... ¡haciendo obra! Y Muhvich es un artista relevante que se ha especializado en la conservación y restauración de obra contemporánea. En este caso, la producción de objetos estéticos a partir de una visualización de datos que genera una investigación sobre el arte uruguayo.
Y en tu caso, sos un artista al frente del principal museo público...
No es tan raro. Fijate que de ocho directores que ha tenido el MNAV desde 1911, seis somos artistas. No es un dato menor.
¿Seguís produciendo arte?
Desde que asumí, en setiembre de 2010, decidí que eran incompatibles las dos actividades: la de producir como artista y la de dirigir un museo con las características del MNAV. Me he centrado en la gestión, escritura y curaduría. En ese orden. Ochenta por ciento de gestión, te diría.
¿Qué cosas has aprendido desde que estás al frente del museo?
Muchísimas cosas. Es una lista larga. Pero en el trabajo con mis colegas -artistas y curadores- el mayor aprendizaje ha sido el de ver el hecho artístico desde múltiples lugares, lugares críticos y reveladores, que modificaron mi visión del arte que tenía antes de asumir. Se aprende todos y cada uno de los días. Como escribía Antonio Machado en las Reflexiones de Juan de Mairena y que se aplican al arte: “Los hombres que están siempre de vuelta de todas las cosas, son los que no han ido nunca a ninguna parte”.
Una última pregunta: si se decidiera llevar una sola obra del acervo del museo a una Bienal como la de Venecia, como representativa del arte uruguaya... ¿cuál llevarías?
La Carlota Ferreira de Juan Manuel Blanes, sin ninguna duda.

((entrevista publicada en revista CarasyCaretas, 12/2015))

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