El
cortometraje Perro
perdido,
dirigido por los jóvenes realizadores Arauco Hernández Holz y
Daniel Hendler, obtuvo el prestigioso Prix Recherche Internacional en
el festival francés de Clermont-Ferrand 2002. Era la primera presentación
internacional de esta versión del cuento ‘El hombre pálido’, de
Paco Espínola, rodada en 16 mm (blanco y negro) y luego pasada a 35
mm en la posproducción. Tanto a Hernández Holz –radicado en Nueva
York- como a Hendler se le abren importantes perspectivas con este
galardón considerado un similar a Cannes en formato cortometraje.
La
noticia circuló semanas atrás en Montevideo y apenas fue tomada en
cuenta por la prensa uruguaya. El corto
Perro
perdido,
producción uruguaya basada en el legendario cuento ‘El hombre
pálido’ de Espínola, había ganado el premio internacional a la
innovación artística en Clermont-Ferrand, el festival en su género
más importante del mundo.
Arauco
Hernández Holz, autor del guión y codirector de Perro
perdido junto
a Daniel Hendler (uno de los protagonistas de 25
watts),
fue ubicado por Posdata
Folios en Nueva York. “Esto es muy, pero muy emocionante”, dijo
el cineasta en una brevísima charla telefónica. La propuesta era la
de mantener una conversación extensa, pero se prefirió intercambiar
impresiones, preguntas y respuestas, vía e-mail. “Me gusta esa
idea. Odio hablar por teléfono, no me gusta el sonido de mi voz y en
las llamadas internacionales hay eco. Como ahora”. Antes de
finalizar el diálogo telefónico, Hernández Holz dejó en claro el
impacto del premio en su vida privada y profesional, en sus próximos
movimientos en NY. “No sé muy bien dónde voy a estar mañana. Por
correo recibo una ficha de inscripción a un festival una vez al día.
Mover la película se ha vuelto mi oficio. Me gustaría poder seguir
asistiendo a festivales. No sé si podré solventarlo económicamente,
más bien tiendo a pensar que no. Estoy alegre por un lado, ansioso
por el otro”.
El
codirector Daniel Hendler tiene una copia en Montevideo, pero es
inubicable, o más exactamente está yendo y viniendo a Buenos Aires
por compromisos laborales. La poca información disponible sobre
Perro
perdido es
que se trata de la versión del mencionado cuento de Espínola (hace
unos años se había estrenado un largo dirigido por Duilio Borch), y
que en el elenco figura, entre otros actores, César Troncoso,
protagonista de la premiada obra El
bosque de Sasha
de Suárez y de El
ejecutor del
Koltés.
Anatomía
de un western
¿Cómo
se fue gestando la idea de rodar en cine ‘El hombre pálido’?
Todo
partió como una broma entre dos amigos. Estábamos hablando de que
sería bueno filmar algo diferente. “Lo bueno sería salir de
Montevideo. Irnos a filmar al campo. ¡Una película de gauchos!”.
Qué mejor idea que esa, la de hacer una de guachos. Nos reímos un
rato, animándonos con la idea de hacerlo. Dándolo por sentado, como
si las cosas fueran tan fáciles. Mi amigo estaba por irse a Brasil
unos meses, así que yo levanté el vaso y le dije: “cuando vuelvas
de Brasil te voy estar esperando con el guión de una de gauchos”.
Cumplí la promesa, cosa que no suelo hacer. Y así comenzó todo,
como una broma.
¿De
qué manera te encontraste con ese cuento de Espínola?
El
cuento de Espínola brotó con esa espontaneidad de idea
completamente original. Pero la idea de llevar ese cuento al cine ya
se les había ocurrido a otros antes. Apenas me puse a trabajar
descubrí que había por lo menos dos adaptaciones más. Desde mi
perspectiva pensé que era un cuento perfecto para hacer en corto.
Que era sólo filmarlo y punto. Lo cual es completamente falso. Lo
único transferible al cine es la anécdota: dos hombres van a robar
dos mujeres, uno entra, el otro espera afuera. El que ha entrado se
arrepiente, cambia de idea. Pero el que ha permanecido afuera quiere
seguir con lo acordado. El primero se niega, ambos se pelean y... no
voy a contar el final.
De
modo que en el camino fuiste desarrollando una versión, una
adaptación más o menos libre...
Sí.
El cuento fue un buen inicio, pero sólo un buen inicio. Tuve que
inventar otras cosas que ahora son el corto en sí mismo. El cuento y
el cortometraje sólo comparten la anécdota. Hice lo mejor que pude
por conservar lo que sentí debía ser el clima. Ese algo que me hizo
ver un corto ahí, en ese cuento. Hay mucho de “irresponsabilidad”
en el origen del proyecto. Todo se pensó sin medirse. “La
confianza que da la ignorancia”, decía Welles; apelé entonces a
la fuerza de la voluntad que da no tomar conciencia de las
dificultades. Me gusta eso. Claro que él hizo El
Ciudadano
a base de un excelente fotógrafo, un buen guión y mucho talento.
Eso no me hace sentir mejor, pero que la ignorancia ayuda, eso sí.
Camino a Francia
¿Cómo
se inició la peripecia de presentar el corto en Clermont-Ferrand?
Un
día me senté a conversar con Pablo Stoll sobre festivales. Él me
dijo que lo más importante era comenzar en uno grande. Si uno
comenzaba en uno grande el resto de los festivales lo aceptarían sin
mayor inconveniente. Eso era lo que él había aprendido con 25
watts.
Eso y más. Él me dijo que los festivales especializados en cortos
son más difíciles y más importantes para un corto que un festival
de largos con competencia también de cortos. “Y bien ¿cuál es
importante?”, le pregunté, y él me dijo “creo que
Clermont-Ferrand”. Miré en Internet las fechas, llené la
solicitud y mandé mi copia VHS. Todavía no había terminado el
corto, pero calculaba que lo terminaría para entonces. Increíble.
Otra vez la ignorancia me había llevado por buen camino. Si hubiera
sido consciente de las dimensiones del festival antes, hubiera
inventado una excelente excusa para no presentarme.
O
sea que cuando advertiste las dimensiones del festival te sentiste un
poco perdido...
Nunca
pensé que sacaría algo. Jamás. Fantaseé sí, pero me censuraba de
inmediato. Ya era suficiente con estar ahí, por qué pedir más.
Cuando me anunciaron que obtendría un premio pensé que sería una
de las diez o doce menciones que se entregaban. Pero no fue así, fue
algo mejor, mucho mejor. Si hubiera deseado ganar un premio, el
premio a la innovación hubiera sido el elegido. No, mentira, tal vez
el Gran Premio, pero sólo porque es más dinero.
El
rodaje fue en 16 mm y después se hizo el pase a 35 mm gracias a una
beca de la AECI para posproducción. ¿Cómo fue ese proceso?
Terminé
de editar la película en video y ya no tenía dinero para hacer el
resto. Pero tenía esta espléndida idea de que con esa copia de
trabajo, hecha en video, iba a convencer a alguien de que pagara la
ampliación. Pensaba que podría ganar uno de los premios del Fondo
Capital y terminar el corto. Pero el Fondo Capital cerró y la idea
se fue a la basura. Como había vivido muy de cerca el proceso de
Nico
& Parker
estaba seguro que nadie daría nada a un corto en Uruguay, así que
salí a buscar dinero fuera. La AECI me dio uno de sus fondos de
ayuda a la creación audiovisual. Tuve que pedir algo más a mi
familia, cosa que ya venía haciendo, y así puede terminar el corto.
De Jarmusch a Carver
Al
hacer en Perro
perdido “una
de gauchos”, un western a la uruguaya, tomaste como referencia
ejemplos anteriores como Mataron
a Venancio Flores o
Martin
Aquino?
No
he visto ninguna de esas dos películas. Cuando estaba escribiendo la
adaptación alguien me recomendó que viera Mataron
a Venancio Flores.
No lo hice. No quería hacerlo. Pensaba que la mejor manera de hacer
algo nuevo al género de gauchos (si existe tal cosa) era no ver nada
de lo hecho antes. También es una buena manera de llegar a lo mismo.
Busqué sí referentes más lejanos, cosas que sirvieran sólo como
un motor, pero que fueran irreproducibles. Me gustan muchísimo los
westerns de Sergio Leone, tan llenos de humor sobre sí mismos.
También estuvo Kurosawa por ahí. Pero eran referencias lejanas y
quise mantenerlas así. Utilice de referencia películas que tenía
en la memoria, cosas que había visto hace mucho tiempo. No quise
refrescarlas. Todo lo contrario. Pensaba que si los recuerdos estaban
errados, esa equivocación estaría indicando el deseo de que las
cosas fueran de esa manera. Los otros días volví a ver Deadman,
de Jim Jarmusch. La primera vez la había visto en video, años
atrás, mucho antes de imaginar que haría este corto. Ahora me
pregunto por qué no volví a ver esa película antes, cuando lo
estaba haciendo.
Como
que le temías a la influencia directa de otros directores y en el
caso de Jarmusch te arrepentiste...
No
sé. Las referencias nunca son demasiado claras. Uno comienza
persiguiendo esas referencias y termina haciendo otra cosa. Es
verdad, cuando estaba en la Universidad vi algunas películas de
Jarmusch. Fueron las primeras películas que “tocaron” el
cineasta que había en mi. Vi la simplicidad con que aparentemente
habían sido hechas y me dije: “quiero hacer películas así,
simples”. Ahora veo una buena película, cualquiera, y repito eso.
Pero debo confesar, muy a mi pesar, que hay poco de Jarmush en lo que
he hecho.
Aunque
tampoco creo que haya un solo Jarmush, hay, por lo menos, tres. La
única “influencia” que realmente siento, fuera de las personas
que he conocido y me han hecho verdaderas influencias, ha venido de
Carver.
¿Cuál
sería la enseñanza de Carver?
En
uno de sus ensayos leí algo sobre los trucos, sobre evitar los
trucos. No sé muy bien a qué se refería con ello, pero sé que
había algo que refería a la moral. Hasta ese momento nunca había
pensado que un artista pudiera ser inmoral con su público, o que el
arte tuviera alguna moral. Ese día decidí, sin saber muy bien cómo,
que yo sería sincero. Ahora, cuando me siento a escribir algo pienso
en dos cosas: simpleza y sinceridad. Pensar eso me sirve como un
motor, me da licencia para hacer lo que quiera.
Pero
tanto en Jarmusch, como en Carver, encontré algo sobre las pequeñas
cosas. Los momentos intrascendentes donde se supone no hay historias.
Yo también quería hablar sobre esos momentos.
¿Cómo
funciona ese “motor” a la hora de rodar, que es bastante
diferente que escribir un guión?
En
un rodaje uno está sujeto al azar. Filmar es tentar el azar. Todo
puede suceder, hay demasiadas cosas involucradas y en juego. El azar
se convierte en la “influencia” más importante. Creo que el
ochenta por ciento de las cosas que quedan en una película no
estaban pensadas. Probablemente son el resultado de problemas que se
originaron en el rodaje y que fueron solucionados en el momento, casi
sin pensarlo. El veinte por ciento restante es lo que uno quería
hacer desde un principio y logró llevarlo a cabo. Creo que ese
veinte por ciento, en mi caso, es lo peor de la película.
Saltos al vacío
¿La
elección por rodar un corto fue debido simplemente a limitaciones
económicas?
No
había escrito ningún largometraje cuando pensé en hacer el corto.
Estaba camino a uno, pero era irreal pensar en hacerlo algún día.
Escribí un corto porque era lo que debía hacer: un corto. Las cosas
nos habían salido más o menos bien con Nico
& Parker,
y veía a Manolo Nieto y a Diego Fernández contentos con el
resultado. La gente comienza haciendo cortos. Así lo hacen en el
resto del mundo. Así se promueven los directores. Así me parecía
que debía hacerse. Era lo que estaba al alcance de mis posibilidades
si quería hacer algo pronto. Además, ya para entonces estaba
pensando que en algún momento tendría que dejar el Uruguay. Así
que sentía que debía hacer una película corta, algo que pudiera
presentar para conseguir un empleo y que hablara bien de mí. Si
hubiera nacido en una familia rica, de esas en las que uno siempre
sueña nacer, hubiera hecho, no un cortometraje, sino cuatro.
¿Cómo
ves las perspectivas de un cine uruguayo después del impacto
internacional y de taquilla de 25
watts
y En
la puta vida?
Espero
que el “impacto” de 25
watts
no haya sido sólo un impacto. Espero que deje algo más que la
sensación de haber sido solo un golpe. La pregunta entonces sería:
¿qué vamos a hacer para que el cine uruguayo tenga alguna
perspectiva?
De
acuerdo... parece muy difícil, casi imposible, desarrollar una obra
cinematográfica en Uruguay.
Es
muy difícil. No sólo comenzar a hacerlo, sino continuar haciéndolo.
Y eso no es justo. No es justo para nadie. Hace unas semanas me
escribió un productor francés. Había visto el cortometraje y le
había gustado. Quería ver más proyectos, cosas que pudieran
suceder en Francia, y si le interesaban, estaba dispuesto a
producirlas. Le respondí que las historias sobre las que ahora
estaba trabajando sucedían en Uruguay, que todavía no podía
imaginar nada que no sucediera ahí. Espero poder volver a filmar en
Uruguay, rezo porque así sea.
¿Cuáles
son esos proyectos?
Estoy
trabajando en varias cosas. Tengo la mala costumbre de escribir más
de una cosa a la vez. Estoy escribiendo algo con Daniel, y otras dos
cosas solo. Pero no quiero hablar de ello. Es tan difícil llevar a
cabo un proyecto, tan cercano a lo imposible, que no quiero anunciar
cosas que tal vez nunca lleguen a término.
¿Existe
factibilidad de que alguno de ellos se concrete?
Por
ahora no. Ya no volveré a hacer otra película sin retribuir como se
merecen a las personas que trabajen en ella. No puedo. No quiero.
Tampoco puedo inventar más dinero para hacer otro corto en Uruguay,
ya no tengo de dónde sacarlo. Ahora debo encontrar la manera de
devolver lo que se me dio para hacer éste. La mayoría del cine
uruguayo se ha hecho gracias a la caridad de sus técnicos y de sus
actores. Y eso es muy duro.
La
última, ¿te sentís parte de una generación junto a gente como
Stoll y Rebella de 25
watts,
Nieto y Fernández de Nico
& Parker?
Todos
hemos estado siempre muy cerca. Como un grupo de viejos amigos. Yo
estuve en la génesis de 25
watts.
Y lo digo porque me siento orgulloso de ello. No me quiero dar el
crédito de nada, no lo merezco en absoluto. El mérito no está en
haber ideado junto a ellos algunos personajes, el mérito está en
haber llevado la película a cabo, y en eso yo no tuve nada que ver.
A su vez, Pablo y Juan han estado de alguna manera en mi trabajo.
Como lo han hecho Diego y Manolo. Todos emparentados por la amistad.
Si somos una generación o sólo un grupo de buenos amigos, no debo
decirlo yo. No me corresponde. Puedes decirlo tú, pero te recomiendo
que no lo hagas todavía, por ahora hemos hecho poco. Esperemos,
veamos qué pasa.
((artículo publicado originalmente en Posdata Folios, año 2002))
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