¿Cómo opera la imagen artística en un mundo saturado de información y de bombardeo indiscriminado de fotografías y videos? ¿De qué manera es posible generar discursos propios, provocar a la reflexión y presentar obras que sean capaces de sacudir tanta repetición, bastardeo y banalidad? ¿Cuáles pueden ser las herramientas y estrategias que eligen utilizar artistas que comparten la necesidad de cruzar registros, técnicas y muchas veces extremar distorsiones en busca de generar impacto?
Si hay algo que tienen en común las obras seleccionadas en el 58 Premio Nacional que se exhiben en el EAC, firmadas por Agustina Fernández Raggio, Matilde Campodónico (en dupla con el dramaturgo Sergio Blanco), Tali Kimelman y Sebastián Blanco, es la fortaleza en la creación, en los conceptos que manejan y en el jugarse decididamente a ideas claras y vinculadas a proyectos de largo aliento. El caso paradigmático es el de 5 Retratos Digitales, un trabajo superlativo, work in progress de Fernández Raggio que presenta a través de cinco cuidados videos el desarrollo de los escaneos realizados a ex presidentes uruguayos con el fin de obtener los datos para componer sus respectivos retratos en 3D. Cada experiencia es un sutil reportaje documental en el que se advierten pequeños gestos y detalles de la personalidad de los políticos invitados a participar como modelos de una obra operada desde la sensibilidad de Fernández Raggio y su equipo.
El visionado de 5 Retratos Digitales implica al espectador una media hora. Se prohibe el vistazo rápido, el clipeo; de otro modo se estaría apreciando apenas una parte, un fragmento. Este contrato entre la obra y el espectador que exige el formato audiovisual, es una buena señal para reflexionar sobre el tiempo de contemplación habitual en una galería o museo, porque en definitiva las fotos fijas de Kimelman, el retrato pictórico de Blanco y el juego performático de Campodónico también esconden sutilezas que deben ser advertidas en varias miradas. Esta certeza seguramente esté vinculado a algo intrínseco a las cuatro obras que destacamos en este segundo artículo sobre el Premio Nacional: todas tienen que ver con el tiempo, con romper el presente, con repensarlo. No es click y a otra cosa. En todo caso es clik, intervenir, recomponer y dejar que el espectador complete la interpretación y termine el juego con su propia mirada.
Kimelman: paisajes alucinados
Las sierras y Casa forman parte de una serie de fotografías de Tali Kimelman que tienen mucho de viaje personal, de salir de lo urbano, y de hecho estas imágenes son parte de la búsqueda que la artista iniciara hace algunos años y culmina con la exposición Baño de bosque. Hay una sensación de paisaje alucinado, de disrupción temporal, de paisaje discontinuo, que produce un cruce entre lo real y lo ficcionado, acentuado por una evidente intención de desplazar lo fotográfico a lo pictórico.
"Durante mucho tiempo estuve trabajando como fotógrafa publicitaria y la exigencia del medio no me dejaba espacio para crear fuera de lo estrictamente laboral. Hubo una decisión consciente de destinar tiempo y energía a empezar a encontrar mi propia voz, y una mirada nueva que no estuviera marcada por las expectativas de lo publicitario. Hice un gran esfuerzo para lograr esa transformación, pero me dio muchas satisfacciones y creo que ahora puedo crear desde un lugar diferente. Mi forma de fotografiar evolucionó gracias a eso. Siento que mi postura personal, lo que deseo transmitir, está mucho más claro, tanto para mí como para quienes ven mis fotos. Se trata de suspender por unos instantes el ritmo frenético en el que vivimos y detenernos a contemplar, a tener experiencias inmersivas en la naturaleza para estar en silencio y para redescubrir la conexión con nosotros mismos".
Blanco: el otro lado
Retrato de Christian Damián Pastorino Pimentel (1996-2018) es bastante más que un retrato. Exhibido en uno de los corredores del EAC, busca interpelar directamente al espectador. No se trata de un simple ensayo pictórico. Es una toma de posición, una ruptura contextual. Todo empezó cuando Sebastián Blanco buscó en internet una foto del Kiki (joven que asesinó a una cajera de un supermercado y días después apareció muerto) y decidió retratarlo. Dice que vio en él una mirada triste y no dudó en ejecutar el retrato.
"Un sábado vi en las redes sociales un video en donde un grupo de gente expresaba sin pudor una violencia que me dejó perplejo. Frases como “hay que matarlos a todos”, “ellos no son gente, o “no tiene arreglo”, acompañaban el video de la cámara de seguridad que registraba el asalto del Kiki al supermercado SuperVero. Tanta tensión pública y mediática hicieron que en pocos días la policía encontrara al Kiki, que decidió terminar con su vida antes de ser atrapado. A la semana el tema desapareció. Como si el balazo en la cabeza hubiese borrado el tema, no se habló más de él... Ahí fue que pensé que debía hacer un retrato del Kiki para que la gente lo viera en otro contexto y de esta forma se vuelva a dar un diálogo pero de forma diferente. El proceso de la obra me ayudó a entender el lugar que ocupa la violencia en mi vida y a entender también los procesos o situaciones que despiertan la violencia en los otros".
Campodónico-Blanco: la foto sin imagen
Campo Blanco es, en principio, una instalación realizada por una fotógrafa que prescinde de mostrar imágenes. Una fotógrafa que se muestra decidida a extremar los límites de lo fotográfico a través de la escritura y la performance con la idea de encontrar su mirada más personal. En el proceso de trabajo, y no se oculta, fue fundamental el trabajo en conjunto con Sergio Blanco, a distancia, entre Montevideo y París, a partir de una serie de cartas que se fueron escribiendo en las que fueron conversando sobre una idea en común: poner en evidencia los mecanismos de sus respectivas disciplinas creativas, en el borde de la autoficción. Se recomienda leer cada secuencia/relato/fotografía que se exhibe en la instalación. O bien conseguir el libro que ambos artistas publicaron de esta sutil y entrañable obra en común.
"El proceso de Campo Blanco plantea al mismo tiempo la construcción de una obra y de un artista. Porque Campo Blanco no lo creé yo ni Sergio. Ninguno de nosotros hubiera podido hacerlo solo. Quizás podría rastrearse qué hay de cada uno si se hace una disección, pero ese artista que formamos es una entidad nueva, con su propia lógica y sus propias preguntas. Lo que sí tuve claro desde el comienzo fue que no quería sacar fotos. Eso era una premisa. Le escribí una carta, y esa carta fue la primera de muchísimas. Quien inventó la estructura fue Sergio. Que hubiera la narración de una foto, la anécdota y un cierre para darle sentido a la anécdota. Imaginó un esqueleto reconocible en el conjunto y luego simplemente se adaptaron los textos a esa estructura. A nivel personal, Campo Blanco fue un modo de poner mi mundo en orden. Y creo que al final no traduce la imagen sino que simplemente da cuenta de las propiedades de ella. La más importante para mi es quizás la idea de que no se necesita un soporte físico específico. Las imágenes viven en muchos soportes y, guste a los fotógrafos o no, primero fue el verbo".
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El dilema contemporáneo¿Cuánta es la importancia de las artes visuales para debatir e interpelar relatos políticos y culturales hegemónicos? Como se dijo, la abundancia de imágenes y su consumo presentan uno de los principales desafíos para los artistas contemporáneos. "Es un momento único en ese sentido, porque nunca antes se vieron tantas imágenes juntas en tan poco tiempo y eso presenta la oportunidad de llegarle a más cantidad y variedad de personas con el mensaje", dice Tali Kimelman, que deja en evidencia su preocupación por el tiempo de contemplación. "El problema es que estos consumidores de lo visual no nos dedican más de unos pocos segundos, por lo que las obras terminan teniendo una exigencia de ser impactantes a primera vista".
El eje relacional entre imagen y poder parece estar en un momento descontrolado. En este estado de cosas, la fotografía parece concentrar, en opinión de Matilde Campodónico, mucho poder, y por eso ella elige generar una 'cápsula' con Campo Blanco. "La obra propone detener la catarata, pensar, escapar de la vorágine y acercar en otro formato la ingeniería que hace a las imágenes tan poderosas, dar espacio para generar ideas propias sobre ellas".
Si Kimelman y Campodónico son fotógrafas que buscan salirse de los límites, Sebastián Blanco viene de tradición de lo pictórico aunque, en la obra que muestra en el EAC, resignifica una imagen fotográfica viralizada. "Estoy convencido que las artes visuales son una herramienta fundamental para la transformación social", dice el artista. "Nos permiten otra perspectiva, otro abordaje a nivel emocional y racional de los temas que nos preocupan y ocupan como humanidad. Creo que seríamos una mejor sociedad si el arte estuviera más presente en nuestra vida cotidiana. Claramente no es lo mismo hablar de la violencia mirando el retrato del Kiki, que mirando un noticiero o una noticia en el diario".
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PRESIDENTES EN 3D por Fernández Raggio"Empecé a investigar en nuestra historia, en el año 2009, con la idea de ver cuáles eran los relatos que existían y los que no. También a ver qué se había retratado y qué no, y a quién. Entonces empecé yo también a retratar la historia que veía y a dar mi visión. Iba haciendo muestras y repensando la historia y repensando mi manera de formalizar las investigaciones. En el año 2014, cuando estaba bordando las bandas presidenciales, mostré una primera intención de empezar a trabajar con íconos de nuestra democracia. Me di cuenta de que tenía la posibilidad y la oportunidad de retratar a los cinco presidentes de nuestro último período democrático, ya que los cinco estaban vivos.
La idea de retratarlos con un scanner 3D surge de la conjugación de varios proyectos. En ese momento había hecho Proyecto Comunión, que eran esculturas en caramelo y me interesó mucho hacer los moldes y poder copiar tridimensionalmente. A su vez, estaba aprendiendo a bordar y bordaba mucho. Empecé a conseguir números de teléfono de personas allegadas a los presidentes. Fueron muchas llamadas telefónicas y mails. Lograr convencer y retratar a cada uno me llevó casi dos años.
El primer escaneo fue a Sanguinetti. Ya al entrar a su casa me di cuenta de que mas allá de lo conceptual que yo tenía pensado, y del retrato en sí, la dimensión de la escena era también un retrato y en ese caso el registro era muy importante y por suerte ya lo estábamos haciendo. Ponerle a Sanguinetti la banda presidencial que utilizó en 1985 y simbolizó nuestra vuelta a la democracia, fue clave para el proyecto. En Playa Austera, como se titula el video en donde recorro el día en que escaneamos a Sanguinetti, hago justamente referencia a la importancia de los símbolos: “como si fueran una puerta, capaz de trascender el sentido literal de cualquier acción”. A su vez, la banda que tenía en mis manos la había bordado Elvira Cose, que fue la profesora de mi profesora, la hermana Lourdes.
La pieza 5 Retratos Digitales solo incluye los videos en donde mi voz en off y sonidos hechos específicamente van contando el encuentro con los mandatarios y el momento en que se inmortalizó su imagen al ser escaneados. Hablo de mi vida y de la democracia; hago un paralelismo ya que ambas comenzaron en 1985. Esa pieza llevó su tiempo; hubo qué pensar y escribir el guión y qué de todo y cómo se iba a mostrar de ese proceso. También tiene su música particular para cada uno, su edición.
Ahora, en el taller, estoy trabajando con esculturas resultado de los escaneos, que de momento titulo Prototipos Democráticos. Las impresiones las pude comenzar después de haber digerido, al menos un poco, todo lo que había sucedido. Las podría haber presentado al salón como proyecto, pero normalmente prefiero presentar obras que están más asentadas. Recién ahora sé cómo imprimirlos, dónde, en qué medidas y en qué soporte. Creo que no son obras que tengan finales, porque la construcción de una lleva a la construcción de la otra. Incluso los tiempos que hay entre una y otra, son los que me permiten tener estas reflexiones".
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