Los libros de poesía se dispersan más rápido de lo que un autor
desea. Esta certeza no tiene vinculación alguna con la venta -es
sabido que se venden poco, al menos en el circuito formal-, sino con
una noción de energía que exige extremada paciencia de los autores
en cuanto a la reacción de posibles lectores. La poesía no se
devora como una novela, ni se la exprime como sucede con los buenos
cuentos; suele quedar allí, reposando, en tiempos y espacios
relativos que hacen que de tanto en tanto nos deslumbre un poeta, de
esos que andan por ahí publicando, leyendo en tertulias, afinando
performances.
Los poemarios pueden ser entendidos como botellas al mar, sin que eso
implique soledad, porque hay evidencia de cartografías que vinculan -por ejemplo- a Pablo Galante con una incocultable cinefilia y como
personaje infaltable de los ciclos "Noche de Ronda", y
sobre todo con una lírica que dialoga con un minimalismo que lo
emparienta con López Belloso, con el Burguez de Finlandia, en
un tono de baladista que calza muy bien con el título de esta
antología que acompaña la buena noticia de ser una cuidada edición
argentina con el agregado de versiones en inglés de Jeanine Marie
Pitas, conocida por sus traducciones de Marosa di Giorgio, Selva
Casal y Amanda Berenguer.
Todas muy buenas noticias para
Galante, poeta de oficio, de esos que sin hacer ruido y con la
constancia de buscar un ritmo propio, saben que el camino es largo y
que permite alegrías como La balada del sonámbulo, donde
aprovecha para reunir poemas de sus cuatro libros publicados y sumar
varios textos inéditos, en una suerte de antología que concentra
sus mejores versos y aparece, más que nunca, esa protagonista tan
resbaladiza llamada 'noche'. "Desnudo de palabras/ a pesar de
todo/ un tanto intranquilo/ después de todo/ cuando usted cierre
este libro/ disfrutará la noche". Así le habla al lector, al
oído, el baladista Galante, desde el breve y potente poema que
cierra la antología y también el segmento "Insomnia dreams".
***
La
noche es protagonista en el libro, en tus poemas. ¿Por qué la
noche? ¿O, mejor dicho, qué tiene la noche?
Pablo
Galante: La noche es la madre, un poco, es esa zona extraña y
simple a la vez donde se producen los encuentros, y son también la
"constelacion de bares brillando en la costa", al decir de
Alberto Wolff. Veo a la noche como una continuación del día.
En
tus poemas se agrega el cine, que también es un sitio oscuro, pero
que vive en la luz, en la luminosidad de las historias proyectadas...
P.G.:
El cine es luz y oscuridad; es un oximoron, una paradoja. El cine es
el sitio en el que perdí o gané más horas de mi vida, ya que soy
socio de Cinemateca Uruguaya desde los diez años cuando comencé a
estudiar cine en la misma institución. Desde 1994 y hasta el 2000
fui proyeccionista u operador de cine, como se guste decir.
¿Cómo
sentís que vas llegando a un estilo propio, a un lenguaje personal?
P.G.:
El ritmo y estilo de cada escritor de poesía se va amasando o
forjando con el paso del tiempo. Generalmente no corrijo mis poemas,
que en mi caso son generalmente breves trances de intuición y
epifanías.
Los
poetas pueden entenderse como islas, cada uno en su juego y en la
búsqueda de un lenguaje; pero esa soledad también admite
archipiélagos, incluso tradiciones. De algún modo, más allá de
las diferencias, hay cierto parentesco entre tu poesía y la de
Burguez, o la de López Belloso. ¿Lo sentís así?
P.G.:
Creo que tanto Claudio Burguez como Roberto López Belloso y yo somos
montevideanos y por ello casi inevitablemente socios de Cinemateca,
que junto al estadio Centenario es el segundo lugar de encuentro de
los uruguayos. Hay un minimalismo buscado en mi obra última y te
puedo decir que Finlandia
de Claudio Burguez me influenció mucho en esa búsqueda. Roberto
López Belloso es autor de una poesía periodística, si así puede
decirse, muy bien escrita, aunque menos minimalista.
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