Hay tradiciones que
no son tales, que apenas se sostienen como creencias con alto grado
de error. Una de ellas es la que afirma que la temporada teatral
veraniega solo admite comedias livianas. Alcanza con mirar la
cartelera para advertir que desde hace varias temporadas viene
sucediendo exactamente lo contrario; no solo en salas de teatro
independiente como las de El Galpón y el Circular, también, y sobre
todo, desde la propuesta de programación de las salas públicas. Sin
ir más lejos, Estela Medina agotó localidades el fin de semana
pasado con su homenaje a la Xirgú, y El bramido de Düsseldorf de
Sergio Blanco vuelve este mes de febrero a la Zavala Muniz después
de presentarse en el Santiago a Mil.
"La calidad de
las propuestas teatrales no está ligada al clima", dice Gustavo
Zidán, director de Sala Verdi. "Es un razonamiento que el
mercado ha tratado de imponer en relación al consumo, al alimenticio
por ejemplo, con eso de que comamos liviano en el verano, pero poco
tiene que ver ese razonamiento con el arte". Y lo dice por
experiencia, por haber sido protagonista -como productor
independiente- de varios hitos de teatro veraniego 'serio': la
inolvidable puesta del maestro Schinca de Cuarteto, de Heiner
Muller, con Estela Medina y Levón ("ahí rompimos el paradigma
verano, comedia, éxito", recuerda Zidán); El camino a la
meca, de Athold Fugard; y Las presidentas, de Werner
Schwab ("todos ellos textos durísimos a los que el público
acudió con muy buena respuesta").
Estas buenas experiencias de Zidán entran en perfecta sintonía con la propuesta de un festival que ha llegado para quedarse y que va este año 2018 por su cuarta edición. Con el nombre Temporada Alta de Girona, reúne a una serie de producciones teatrales, en su mayoría procedentes de Catalunya (este año se suman dos obras mexicanas y una francesa), selección que permite al espectador montevideano tener acceso a un teatro contemporáneo de alta y probada calidad.
Estas buenas experiencias de Zidán entran en perfecta sintonía con la propuesta de un festival que ha llegado para quedarse y que va este año 2018 por su cuarta edición. Con el nombre Temporada Alta de Girona, reúne a una serie de producciones teatrales, en su mayoría procedentes de Catalunya (este año se suman dos obras mexicanas y una francesa), selección que permite al espectador montevideano tener acceso a un teatro contemporáneo de alta y probada calidad.
Dos
unipersonales de alto impacto dramático abren la muestra: Reparer
les vivants es una adaptación
de Emmanuel Noblet de la novela de Maylis de Kerangal, que tiene su
centro en las emociones que provoca un transplante de corazón, y
Psicosis de las 4:48,
imperdible ocasión para disfrutar una de los textos más
perturbadores de la británica Sarah Kane, que le valió a la actriz
catalana Anna Alarcón el premio BBVA a mejor actriz del año 2016 y
que en la escena local fuera interpretado hace algunos años por la
actriz Alejandra Cortazzo.
Uno de los puntos
más fuertes del festival es la presencia del grupo mexicano Vaca 35,
con dos espectáculos que tienen en común la ausencia de vestuarios
y decorados que identifiquen épocas o estilos determinados. El
director Damián Cervantes (ver nota aparte) elige eliminar todo
artificio para potenciar la relación entre actor y espectador, en
dos propuestas que refieren a dos textos clásicos del teatro: Tres
hermanas de Chejov y Las
criadas de Genet.
PIANO Y CLOWN
La
programación de Temporada Alta Girona se
completa con Indomador,
idea original y actuación de Quim Girón en una curiosa propuesta de
'animalario', y con Pluja, un
espectáculo de teatro íntimo que se anuncia como entrañable y que
integra el talento pianístico de Clara Peya con el oficio del clown
catalán Guillem Albà. Es la primera incursión en la escena teatral
de la destacada pianista
y compositora, formada en el jazz y con estudios clásicos en San
Petersburgo, que se autodefine como "una romántica exaltada,
una punki romántica", tanto en su obra personal (el disco
Mìmulus,
del
2016) como en las obras que compuso para piezas de danza y musicales.
"Nos
conocemos de hace años", cuenta Guillem Albá. "Siempre
íbamos a ver actuar al otro y nos decíamos cosas bonitas. Dijimos
que algún día haríamos algo juntos. Es una cosa típica entre
gente de la profesión, pero no siempre se hace. Pero aquí pasó".
Esa es la historia de Pluja, que
tiene como punto de partida el piano de Peya y un baúl que como caja
de Pandora oficia de disparador de elementos e ideas que forman parte
del guion de Pluja.
¿De qué manera
se vinculan e integran en la escena dos historias y trayectos
diferentes -lo musical y lo escénico- aunque ambas tienen en común
lo performático?
G.A.:
Juntamos los dos mundos. El de Clara, que es pianista. Y el mío, que
soy clown, y también trabajo con el gesto, los títeres. Empezamos a
probar de qué diferentes maneras podíamos contar lo que queríamos
contar y que la palabra no fuera la primera herramienta, solo si
notábamos que era muy necesario. Queríamos buscar una manera
poética, una transposición poética de lo que contábamos. Así que
teníamos que buscar la manera de hacerlo con la música, con el
gesto, el humor. También queríamos ponernos en una zona de no
confort. Y los dos hacer cosas que nunca habíamos hecho en el
escenario.
¿Cómo
va surgiendo el guion de Pluja,
la decisión de jugar en la intimidad, de despojar de elementos la
escena y (tal vez) pensarla como una coreografía de sonidos,
movimientos y pequeñas acciones?
G.A.:
Empezamos a buscar temas que nos unían y fuimos encontrado la idea
de la vulnerabilidad. Queríamos conseguir un contacto con el público
muy próximo y fue por eso que decidimos el espacio. Unas gradas, la
gente muy cerca… para poder jugar cosas que en un teatro más
grande (o en la calle) sería imposible conseguir. Pequeños gestos,
respiraciones, miradas. En mi caso, me imaginaba un “color” que
podíamos conseguir con esta proximidad. Y sobre todo, el hacer muy
evidente que estamos actuando para el público, en directo. Que es
una cosa lógica, y es la gracia del teatro... pero que a veces se
olvida. Me gusta la idea de decir al público “ahora vamos a
hacer esto, para vosotros” y decirlo, sin miedo. La gente se siente
diferente. De golpe lo valora un poquito más. Y es algo muy
importante. Hacer algo próximo, cercano, compartir… luchar contra
el individualismo y la frialdad. Y a la hora de buscar el
material y con qué jugar, fuimos mirando la manera de hacerlo con el
mínimo material posible. La sensación que buscamos hablando de la
vulnerabilidad, es esta. Y hacerlo de una manera artesanal. Con
títeres, con máscaras, con gestos… cosas muy antiguas. Y que de
golpe son mágicas. Viajas, porque es mágico y a la vez, ves el
truco. Creo que esto es bonito.
¿Cómo se
integra el público en el espectáculo?
G.A.: Ya
solamente por la proximidad, lo pone en otro estado. Cuando les
hablamos mirando a los ojos, también. Cantando o tocando sin micros,
sin nada en medio de nosotros y el público. A pelo, directo, todo
hace que el contacto sea diferente. Intentamos que pongan la emoción
por delante de la razón. Todo tiene un sentido, pero no hace falta
intentar entenderlo al momento. Lo que importa es dejarse llevar. Por
eso creo que es bonita la transposición poética. Contamos algo que
podrías contar en una telenovela, pero a través de las técnicas
con que lo hacemos, y de una manera poética… toma otra dimensión.
¿Dónde te entra? Por la emoción, no la cabeza. Y esto es
necesario, creo.
De alguna manera
la propuesta recuerda a experiencias, también de clown y de teatro
de objetos, como las del actor suizo Daniele Finzi Pasca. ¿Han visto
sus espectáculos? ¿Qué referencias e influencias reconocen como
inspiradoras o cercanas al trabajo de ustedes?
G.A.: ¡No lo
conozco! Aunque me suena mucho de escuchar hablar de él y de sus
experiencias escénicas. Lo que nosotros hacemos es una mezcla de
diferentes técnicas que hemos aprendido. Como los referentes… vas
viendo muchas cosas y todo te va influyendo más o menos. Supongo que
vas haciendo el camino descubriendo cosas nuevas siempre y vas
haciendo tu mezcla, tu manera. Del teatro visual, Philippe Gentty es
un gran referente mundial. Mis padres, por mi parte, son una compañía
de títeres desde hace 44 años y siempre los he tenido como
referente en la profesión. No solo en el escenario, sino como
filosofía de trabajo, como filosofia de vida. Hacer tus propias
creaciones, buscar lo que quieres contar y cómo. Y tomarte este
trabajo con un trabajo artesanal, cocinado a fuego lento. Y con
humildad.
Volviendo
a la vulnerabilidad. ¿De qué manera Pluja
trabaja sobre ese tema?
Es el tema que
encontramos con Clara, como te dije, que nos unía. Sentirse
vulnerable, pequeño, en diferentes momentos y situaciones. Fue lo
que empezamos a investigar para ver de que manera lo podíamos tocar.
Directamente hablamos de sentirse pequeño. Que en definitiva solo
eres un puntito, y nada más. Y a partir de ahí, empieza el
espectáculo.
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Jazz teatral
El director mexicano
Damián Cervantes recibió el impacto de uno de los legendarios
juegos teatrales chejovianos pergeñados por el argentino Daniel
Veronese. En pocas palabras, dice haber disfrutado como pocas veces
en su vida de espectador del montaje de Tío Vania,
y se planteó realizar una experiencia similar tomando como punto de
partida el texto de Las criadas,
del francés Jean Genet. Una cosa lleva a la otra, el primer trabajo
dirigido por Cervantes consolidó el desarrollo del grupo Vaca 35 y
se animó al desafío de trabajar sobre un Chejov. Los dos
espectáculos de los mexicanos conforman una misma línea de trabajo
escénico y actoral, que si bien toma ideas de Veronese es llevada
por Cervantes y su grupo a una identidad propia que autodefine como
"jazz teatral" y que hoy es celebrada en festivales
iberoamericanos. Esta posibilidad de circulación es la que permite
Temporada Alta Girona,
brindando una muy buena posibilidad para disfrutar, en la
montevideana Sala Verdi, de estos dos espectáculos del grupo Vaca
35.
***
Hace algunos
años, el director argentino Daniel Veronese exploraba varios textos
chejovianos a través de sorprendentes juegos teatrales. ¿Ustedes
conocían de estas experiencias? ¿Qué los llevó a tomar Chejov
para explorar y 'jugar'?
D.C.:
Conocíamos las propuesta de Veronese. En lo personal, me influenció
mucho con su fantástica versión de Tio Vania, a la hora de
realizar nuestra pieza emblemática, a la que llamamos Lo único
que necesita una gran actriz es una gran obra y las ganas de triunfar
y tiene como punto de partida
Las criadas de Genet. Es una obra que nos abrió muchas
puertas, en la que logramos una especie de ruptura con las clásicos.
Es decir, romper a Genet, para reencontrarnos con Genet y su
violencia, y por otra parte romper el espacio teatral para
reencontrarnos con el teatro. A partir del éxito de esta
experiencia, nos quedamos muy agarrados a este tipo de proceso, y lo
natural fue desviar la mirada hacia otro clásico, Chejov, y la misma
necesidad de entender su entraña y acercarla a nuestra realidad,
como individuos modernos, como actores de teatro hoy y ahora.
¿Por qué
eligieron Tres Hermanas y qué les permitió jugar en esa
mezcla de tiempos, entre la propuesta del texto de Chejov, sus
numerosas representaciones y el presente de un grupo de actores y
actrices mexicanos del siglo XXI?
D.C.: Justo
de ahí parte la idea de hacer Chejov, la idea de llevar la esencia
que captamos nosotros, con la vida de nuestro propio grupo teatral.
Para nosotros, Chejov tiene tres puntos que nos tocan: el tedio, el
agua (alcohol), y el avance circular; avanzar para regresar al mismo
punto. De ahí que hablar de nuestro presente como grupo teatral
independiente en un contexto como México, a través de lo que podría
ser Chejov, nos parecía incluso necesario. Escoger las 'tres
hermanas' es un ejercicio impune y de relación aparentemente obvia
al tener tres actrices en la obra, por tanto queríamos trabajar con
la impunidad de optar por un clásico por el simple hecho de que lo
es, porque nos parece que es un proceder muy común en los lugares
donde "se piensa" el teatro.
¿Cómo fue
saliendo la historia, en definitiva el guion, de Ese recuerdo ya
nadie te lo puede quitar?
D.C.: La
estructura de la obra fue un devenir de un proceso de creación que
tomó aproximadamente 5 meses. Para nosotros, un proceso de
laboratorio es el espacio donde se propone una dinámica de preguntas
y respuestas entre director y actores, y de ahí el material que
surge tiene un proceso de curaduría, para poder estructurar el mundo
emocional. Por tanto, a partir de la reflexión de la elección del
tema, en este caso Chejov, cómo clásico y la obra como tal y la
sensación que nos dejaba, además de la necesidad de juntar este
mundo al nuestro, la pieza se fue estructurando como la idea de un
grupo de teatro (el nuestro, ya que somos grupo) que intenta montar
teatro y al final no puede, casi como un mal chiste para el actor, y
el no poder implica la frustración y el punto de no avance, a pesar
de seguir intentándolo.
En la sinopsis y
en la comunicación de prensa aparece la palabra "ruido".
¿Cuál es ese ruido? ¿Es parte de lo que llega al espectador? ¿Es
lo que opera en el actor cuando se pone a ensayar una obra que lo
interpela de una manera indirecta pero poderosa?
D.C.: Ruido
es lo que escucho en Chejov. Ruido es lo que en teoría Chejov no
expresa porque todo está adentro y lo contiene. Ruido es romper a un
clásico. Ruido es hablar frontalmente de la imposibilidad de crecer
y crear. Ruido es la necesidad de expresar. Ruido es un ejercicio de
jazz teatral donde 5 o 6 actores y actrices improvisan cada uno
sabiendo muy bien a que suena cada uno. Ruido es lo que le sobra a
los personajes aunque callen tanto.
¿Cuánta es la
importancia de la experiencia que vienen realizando en el grupo Vaca
35?
D.C.: Este
grupo defiende el decir y pensar algo desde el teatro y trabajarlo
directo con el espectador, pensando en algo personal y no masificado.
Esto dentro del contexto del teatro mexicano y mundial, ha tenido la
repercusión de la novedad, y sí lo es, en el sentido de ser actores
y actrices actuando sin nada más que ellos como herramienta poética,
y política, por tanto la esencia.
1 comment:
Great poost
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