No pude esperar. Había
pensado en dejar pasar el tiempo, en retrasar la lectura hasta el mes
de abril de 2019, fecha en que simétricamente estaré en sincronía
con la mañana en que César Aira escribió las primeras líneas de
"Cumpleaños". El día de su cumpleaños número cincuenta;
nada menos. Pero se me van acabando las provisiones de "novelas
de Aira", las que utilizo como intermedios de lectura, como
divertimentos, como momentos breves y por cierto intensos de una
droga dura que aprendí a consumir cada cierto tiempo. Elegí leer
"Cumpleaños" antes que "El santo", que sigue
allí, en la pila de libros sin abrir, mientras espero un próximo
viaje a Buenos Aires con el único motivo de encontrar más dosis de
sus novelas o de alguna más que bienvenida nueva traducción de Noll
del sello Adriana Hidalgo.
¿Por qué me adelanté
tres años? ¿Cuál fue el motivo para hacer trampa y anticipar la
lectura de "Cumpleaños"? Un poco de capricho, otro poco de
intuición; la sensación de que su lectura impactaría directo en
las dudas, o mejor dicho vacilaciones, previas a la escritura de un
nuevo libro. Tengo bien claro que Aira es un disparador. El mejor.
Conozco mis drogas. "Nuevos discos, nuevas drogas", canta
Santiago Motorizado y tengo muy claro mi traducción personal. ¿Dio
resultado? Todavía es temprano para saberlo, pero la pócima de
"Cumpleaños" es más que auspiciosa: como en pocos de sus
libros, Aira da cuenta de algunos secretos de su estilo, y de su obra
en movimiento, sobre todo de estos divertimentos a los que nos tiene
acostumbrados: novelas cortas, poderosas y entusiastas en sus
primeras páginas, en las que se muestra siempre como un observador
implacable y un ensayista excepción. Todo sin perder el ritmo
vertiginoso de su prosa. "Cumpleaños" es de las más
confesionales de sus últimas novelas: discurre en las reflexiones
propias, en los días de su aniversario número cincuenta, de visita
por Pringles, lejos del ajetreo de Buenos Aires.
Se menciona en
"Cumpleaños" la construcción de una Enciclopedia, el
posible gran proyecto de Aira. ¿Es un plano de auto-ficción? ¿Es
el secreto de su obra mientras nos divierte con novelas breves? ¿Qué
implica una Enciclopedia personal, tan propia de un universo
literario tan prolífico? ¿Cuánto estará de avanzado ese trabajo
en los últimos quince años (la escritura de "Cumpleaños"
está fechada en el año 1999, exactamente a cincuenta años de su
nacimiento en Pringles)? No es mi intención contar sobre eso, porque
es precisamente de lo que se cuenta en "Cumpleaños". Solo
resta decir, con inocultable admiración, que él tiene la certeza de
que esa obra será inacabada y que seguramente conozcamos de ella
solo los rodeos, la fundamentación, los mecanismos propios y
particulares de su construcción y ni una sola de sus "entradas".
Ningún ejemplo. Nada. Porque de eso se trata la literatura de Aira:
de eludir los ejemplos para concentrarse en la creación de un
lenguaje, de una obra, de un estilo.
"Cumpleaños"
oficia entonces de obra imprescindible para seguir armando el
universo Aira. Busca en ella, afanosamente, el proyecto, el futuro,
pero paradójicamente trata de la raíz, de la identidad. De
Pringles. Èl, en Pringles, sobresaltado por reconocer -a los
cincuenta- su desconocimiento acerca de las fases de la luna. Y le
salen estos apuntes... magistrales, ideales para quienes padecen la
necesidad de escribir.
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