mis discos favoritos (1975-1986)


Los aniversarios obligan a revisiones. Hace unos días -coincidiendo con mi cumpleaños número cuarenta y seis- se me dio por armar una lista de un disco por año, desde que tengo memoria, con la premisa de que hayan sido o sigan siendo esenciales, que los sepa de memoria, que me hayan marcado a fuego. Uno por año. Vinilos, casete, cds. No fue fácil. Me quedaron afuera de la lista discos de puta madre. Lo sé. El primero fue el de "Titanes en el Ring", allá por 1975. En esta primera entrega llego hasta 1986... pero prometo llegar en breve al 2015. Y si alguien se ve tentado a armar su propia lista, que la haga y la comparta. El plan es simple: armar un mapa emocional, una banda sonora privada.
Sesión diecinueve: mis discos favoritos (1975-1986)

- Feliz cumpleaños.

- Gracias.

- ¿Te sorprendí?
- No. Todo bien. Ya me acostumbré a esto de que todo el mundo se entera de todo.

- Yo no soy todo-el-mundo.
- Disculpame. Es que me estresa un poco devolver los saludos en el Face. Tampoco está bueno poner un simple 'me gusta'. Hay que devolver la onda. Pero justo están por caer algunos amigos, hay que ir a buscar algunas bebidas al almacén. Todo eso.

- Revisé la lista.
- ¿Y? ¿Qué te pareció?

- Está buena.
- Estuve dos días dándole vuelta. Poniendo y tachando nombres. Fue todo un viaje a la memoria. Traté de concentrarme en discos que conozca de memoria, de los que recordara alguna cosa emocional, que de alguna manera representaran un año... un aniversario.

- ¿Sos de regalarte discos?
- Y sí... Es un hábito que tengo desde niño, de juntar monedas, echarle el ojo a uno y ahorrar hasta comprarlo. Uno de los primeros que me regalé fue Actuar para vivir, de Juan Carlos Baglietto. En mi cumple de trece, año 1982, en plena guerra de Malvinas. Pero hubo uno antes, la banda sonora de Flash Gordon, de los Queen. Lo escuché mil veces. Me lo compré para mi cumple de doce, año 1981.

- No los pusiste en la lista.
- No. Hay decenas de discos que son entrañables y no entraron en la lista. Ahora que pienso, dejé afuera a muchas chicas: Suzanne Vega, Beth Gibbons de Portishead, Björk, Julieta Venegas, Ely Guerra, Carla Morrison, Tulsa...

- ¡Fiona Apple! ¡No pusiste a Fiona!
- Bueno, puedo intentar hacerla de vuelta. Pero, ya te dije, le di muchas vueltas, y ahora tengo que comprar la bebida, terminar de arreglar todo.

- No te estreses. Dejala así. Y contame un poco de cada elección. Está bueno activar la memoria en un aniversario. Pero dejate llevar. No te pongas en plan terapia musicológica, por dios. Y no nos detengamos ahora en los que faltan, en los que omitiste. Empezá por el primero...
- Titanes en ring, año 1975. Mi primer disco. Era rojo. Se me cayó de la escalera y se partió. También andaban en la vuelta los de María Elena Walsh y los de Canciones para no dormir la siesta. Pero mi disco de la infancia fue ese, con la canción del Caballero Rojo.

- De Karadagián a Lennon&McCartney en un año.
- Diría que fue todo junto. Medio como un embrollo. Había un montón de discos de vinilo. Eran de un tío que los había dejado en la casa grande, a la que nos mudamos cuando murieron los abuelos. Aprendí a ponerlos en el tocadicos. Tenía seis, siete años, y me puse a investigar. "Oh! darling". Mi primer hit anglo. Y ese disco Abbey Road, otro que me sé de memoria, es mi disco de 1976.

- ¿Había otros discos?
- Empezaron a sumarse otros, más bien, los que compraba o le regalaban a mi hermana mayor: Queen, Yes, BeeGees, Neil Diamond, Kenny Rogers. Los escuché todos. A escondidas.

- ¿Con cuál te quedás de esas escuchadas?
- A night at the opera, de Queen, año 1977.

- El que tiene "Rapsodia Bohemia".
- Me volaba la cabeza esa canción. Los coros, los trucos en estéreo, las entradas de la guitarra de May, la lisergia operística.

- No intelectualices. Supongo que de niño no decías boludeces como "lisergia operística". Supongo que el sentido de escuchar era otro.
- Ok. Ok. Está bien. Trataré de no desviarme. Era un disco raro, muy variado, y eso me gustaba. Y la voz de Mercury. Y poder leer las letras y empezar a desafinar sin entender una palabra de inglés. Hubo más discos de Queen: los bailes lluvia de la escuela con The Game y el Hot Space, el viaje progresivo de Flash Gordon.

- Mejor sigamos en orden cronológico.
- Año 1978. Hay que venir al sur, de Rafaella Carrá.

- ¡Qué salto!
- Eso tiene que ver con escuchar "Aquí está su disco" en Radio MonteCarlo, y ver la tele, porque a Rafaella me parece que la tengo que haber visto decenas de veces en esos programas ómnibus de los fines de semana que se miraban en familia. Y ahora que pienso, pudo haber sido el primer disco que compré. En la casa central de Palacio, en 18 y Paraguay. Todavía se podían escuchar discos en la cabina. Pude haberme comprado uno de Angela Carrasco o de Camilo Sesto. Tenía la cabeza llena de canciones de amor, melódicas, de cantantes tanos que cantaban en español, de Domenico Modugno, Nicola di Bari y "La culpa ha sido mía" de Camilo Sesto.

- No te desvíes... elegiste Raffaella.
- "Por si acaso se acaba el mundo, todo el tiempo he de aprovechar". Esos versos me anticipaban que había muchas cosas que no entendía, de las que no tenía ni idea. Viví casi toda la infancia en una burbuja. Raffaella era como un espíritu libre, más zarpada que la Walsh o las de Canciones, que se parecían a mi madre y me aburrían un poco. Raffaella era todo diversión, picaresca, aunque también -ya te dije- me gustaban las mujeres que cantaban desde el dolor o la falta de amor, como Angela Carrasco.

- Pasemos al año 1979. Ya estábamos en el pospunk y por acá ni noticias.
- Exacto. Digamos que mi veta melódica iba en contrapunto al gusto de mis hermanas, que escuchaban más música anglo, de las FM, y sobre todo estaban para la disco y la casa se había llenado de vinilos de Abba y de Robin Gibb. Pero en esos días, la calle ya era mi lugar: el barrio, los amigos, todo eso. Y si bien la música no era central en la barra de la esquina, algo de información se cruzó por ahí. Había un pibe que recién había venido de Buenos Aires y como que tenía más noticias. Por él conocí a Eddy Grant, creo que fue él que dijo por primera vez la palabra rap... y uno de los discos que tenía era de Blondie.

- ¿Cuál disco?
- Ahí hay algo que no me cierra. Porque la canción que recuerdo es "Call me", pero no estaba en el Eat to the beat. No importa. Blondie era otra cosa diferente, como me había pasado con Queen. Y era actual. Lo sentía más cercano que todo lo otro que había escuchado antes. Y ese disco se me cruzó varias veces en mi vida. Me refiero al Eat to the beat, con Debbie Harry explotando. Fue el disco de cabecera de otro gran amigo, ya en el liceo. Pero nunca lo tuve yo, hasta que me lo compré hace muy poco, en diciembre de 2014, en Madrid. En vinilo. Otro disco que conozco de memoria.

- ¿No te agarró la disco?
- Me agarró de costado, porque era muy chico para cumpleaños de 15. Y era también menor de 12, así que me perdí la película de los Village People porque estaba prohibida por el Consejo del Niño. Pero el disco lo compré y lo gastamos en los bailes lluvia de la escuela: "Can't stop the music", "In the navy", "YMCA". Los Village eran para los nenes y Abba para las nenas. Y cuando sonaba "Another one bites the dust", de Queen, bailábamos todos. Pero ese año, el 1980, pasó otro evento que me cambió todo, que cambió el paradigma.

- ¿El asesinato de Lennon?
- No, era muy chico para conmoverme con eso, aunque el disco Double Fantasy estaba en casa y "Starting over" la escuché ochenta mil veces. ¡Impresionante! Lo que pasó en ese año fue que mis hermanas me llevaron a ver el concierto de Sui Generis al Franzini. Toda una tarde de sol y música. Nunca había visto tanta gente joven junta. Nunca había visto hippies. Y cantaban en español cosas más serias que mis héroes románticos. Me volví fanático de Sui Generis y Serú Girán, todo a la vez. Y ahí me di cuenta que me gustaba Charly García más que Nito Mestre. Charly era el rock, el loco, el que cantaba cosas raras. Así que compré Peperina, de Serú Girán, que fue mi disco de 1981. Y después los coleccioné todos, para atrás y para adelante. Le fui fiel hasta El aguante. Y más. Fan total. En discos y en shows. Lo vi en todos lados. Como muchos y muchas de mi generación. Ese disco tiene la canción de "La línea blanca se terminó", la del espejo, que recién la entendí algunos años más tarde. No era precisamente una metáfora. Y llegó otro disco de los que me sé de memoria, tal vez el más raro de la lista, pero uno de los más entrañables. Año 1982. Lo descubrí en una de mis visitas al Palacio de la Música, en las primeras caminatas por 18 de Julio, entre los primeros recitales de rock en Teatro El Reloj, empezando a descubrir que Montevideo era una ciudad dura, gris, represiva, aunque llena de secretos. Yo buscaba eso, señales, y las encontré en Devuelvan el futuro a los soñadores, de los Desolángeles, la poesía de José Machín. Hippie al palo. Textos largos, encadenados, pacifistas, utopistas, la idea de la carretera, los tópicos beatniks. Lo sé de memoria.

- Un hippismo un tanto trasnochado...
- A la distancia, sí, pero se vivía todo junto: el fin de la infancia coincidía con el final de la dictadura. Había mucho para aprender, para descubrir, para buscar. Éramos hippies y al mismo tiempo pequeñas bombas de odio. Por eso nos contagiamos del punk rock apenas vimos a Sid haciendo "My way". Pero también queríamos ser modernos. Todo al mismo tiempo. Vaya contradicción. La información era poca y se filtraba. Iron Maiden y Duran Duran. Def Leppard y The Human League. The Clash y el clip de los Pistols de "Good save the Queen". Las nuevas bandas borraban de un plumazo a la música disco y los Beatles se volvían dinosaurios, recuerdos infantiles. "Hay que salir del agujero interior, largar la piña en otra dirección", esos versos, la modernidad salpicada de rebeldía, eso era Virus y fue -por acá, que yo sepa- el primer signo. Que no te lo cuenten de otra manera: los primeros en el Río de la Plata fueron los Virus. Sonaban en algunas radios y era un sonido extraterrestre, como "La rubia tarada" de Sumo y algún otro tema deforme que se coló por ahí, además del disco Clics modernos, de Charly, claro. Pero mis extraterrestres privados fueron españoles. Un casete. Los había visto con sus raros peinados nuevos en un programa de Carbone. El casete me lo compré en Mercedes, un fin de semana en que estuve jugando las finales de un campeonato nacional de ajedrez, en la categoría menores de 15. Esa es otra historia, un desvío que incluye viaje en tren, un caballo de porcelana por el segundo puesto y ese casete que me compré, el Dónde está el país de las hadas?, de los Mecano. Tapa andrógina para el primer viaje sin retorno al tonti-pop, al synth-pop en su versión española, todo tan postpunk y con la vocecilla de Ana Torroja cantando "Barco a Venus".

- ¡Mecano! ¡Con razón tus amigos rockeros te toman para el chiste!
- Pero no lo escondo... Obvio que si en ese año 1983 me hubiera llegado información de Loquillo, de Ilegales, de Siniestro, de Gabinete, o de Alaska, posiblemente mi historia emocional con esos discos hubiera sido otra. De hecho, fueron y siguen siendo parte esencial de mi banda sonora desde que los escuché. Eso fue recién un par de años después, cuando me dejó nocaut Al que eyacula dios le ayuda, de Siniestro, pero me estoy adelantando a 1985, cuando hice bachillerato en el Dámaso y se nos cruzaba el punk con los primeros porros y la militancia estudiantil. Vuelvo a mis quince: fueron raros, bipolares, te diría, porque Mecano se me cruzaba con el hard rock de Barón Rojo. Ya te dije: me compré los tres primeros de Duran Duran pero también el número de la bestia de los Maiden. Y seguía con el hippie trasnochado, que incluía ver películas como The Wall y La naranja mecánica. Y se sumaban esas cosas raras que llegaban de Argentina y que se podían escuchar en el programa de Figares en el Sodre. Y los vinilos que se podían comprar en algunas disquerías que importaban de Brasil, de Inglaterra, de Estados Unidos. Eran más caros, pero ahí estaba la verdad: Smiths, The Clash, Joy Division, Devo, Bauhaus, U2, todo lo que no estaba en el Palacio de la Música.

- ¿Y The Cure?
- Puff. Diste en el blanco. No los nombré antes porque fueron mi banda, y la banda de muchos amigos y amigas. Nos sumergimos en las canciones de Robert Smith, en esa amable oscuridad, en lo que considerábamos la mezcla perfecta de introversión, decadencia, densidad y melancolía. Podría escribir miles de caracteres de esos primeros discos de los Cure. Es mi año 1984. De ahí para adelante. Elijo de ellos el disco en vivo, el de tapa negra, el que tiene la versión perfecta de "A forest", todo un himno. La palabra exacta es identificación. Ese disco, entero, canción por canción, lo escuché en la casona oscura donde funcionó el pub Graffiti, no puedo olvidar esa noche perfecta, rara, que terminó con uno de los primeros conciertos que dieron Los Traidores, cantando "Barrio rico" en el barrio rico, y la vuelta caminando, desde Arocena y Schroeder hasta el barrio. Pero antes vienen Los Estómagos.

- Como vos prefieras...
- Tango que me hiciste mal, de Estómagos, año 1985. Montevideo agoniza, de Traidores, año 1986. Dos discos que los llevo adheridos. Inolvidables.

- Te quedaste callado.
- Es que escribí varias veces sobre ellos, y siento que les debo mucho, que son parte de mi educación sentimental. Siento hasta una cosa que parece un poco estúpida: que soy parte de esos discos. No estoy loco. No te preocupes. Porque más allá de los músicos que los compusieron, del contexto en que fueron escritos y grabados, hay algo más: hubo un montón de gente que estuvo ahí, que se apropió de cada una de esas canciones, que las vibró, que les terminó de dar forma, de interpretar, de armar esa ilusión de discos emblemáticos que hoy tienen. Los Estómagos fueron la introversión, el estallido emocional. Los Traidores fueron la rebeldía, el desacato, la mejor foto de Montevideo.

- Dejamos por acá.
- ...

- Me gusta esa idea de "la mejor foto de Montevideo".
- No sé si "mejor" es lo más apropiado. No estamos haciendo referencia a una foto agradable.

- Llegamos a 1986. No es poco...
- Y tuve que dejar afuera nada menos que The Queen is dead de los Smiths, uno de mis discos preferidos. No es fácil.

- Tenés dos opciones: empezar de vuelta, lo que implica armar otra lista diferente a esta, o continuar. ¿Cuál elegís?
- Seguir adelante.

- ¿Año 2015?
- Puff, eso está lejos.

- Yo diría que el viaje te está pegando mal. ¿Te parece si ponemos el disco de Titanes en el Ring?
- No lo tengo. Ya te dije, se cayó de la escalera.

- ...
- El que me gustaría escuchar, ahora mismo, es el de Parálisis Permanente, una de las bandas más oscuras de la movida madrileña. La canción "Autosuficiencia".

- Dale.

"Me miro en el espejo y soy feliz / y no pienso nunca en nadie más que en mí / Leo libros que no entiendo más que yo / oigo cintas que he grabado con mi voz / Encerrado en mi casa / todo me da igual / Ya no necesito a nadie / no saldré jamás / Y me baño en agua fría sin parar / y me corto con cuchillas de afeitar / Me tumbo en el suelo de mi habitación / y veo mi cuerpo en descomposición / Ahora soy independiente / ya no necesito gente / ya soy autosuficiente / ¡Al fin!"

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