en defensa de la poesía

Santiago Tavella. Foto: Daniel Behar.
Santiago Tavella se largó en un camino de creación en paralelo a su pertenencia al Cuarteto de Nos y no para de articular proyectos. La identidad Otro Tavella deja clara la voluntad de desmarcarse, de jugarse a 'otra' historia. El libro-disco Fuera de la realidad, grabado y lanzado tras varios años de trabajo empecinado y varias pruebas de ensayo y error, mostró a un autor ocupado en trabajar el formato canción hasta el mínimo detalle, con una investigación letrística que se vuelve toda una declaración de principios y se contagia a los siguientes proyectos.
En el camino de los perros, segundo disco producido por Otro Tavella & Los Embajadores del Buen Gusto, incluye la novedad de Tavella musicalizando textos de poetas jóvenes que fue seleccionando de la fermental escena de la 'poesía ultrajoven' uruguaya. Se suma ahora una nueva aventura del artista, ahora en rol de creador y curador de un mini-festival al que ha dado en llamar Primer Encuentro Fortuito de Poesía y Melodías en la Canción. Queda más que clara la centralidad que le da Tavella a los elementos “poesía” y “melodías” en el formato canción. “Es la vieja y querida obsesión por el equilibrio entre letra y música en la canción, que es algo que la industria musical hoy en día no tiene en cuenta para nada”, dice, y el punto de partida de la conversación revela que hay mucho para hablar y batallar. Por lo pronto, en lo inmediato, Otro Tavella se encontrará en el escenario de la Vaz Ferreira con tres zurcidores de canciones: Maine Hermo, Garo Arakelian y Diego Presa.

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¿Qué desequilibrios, en lo relativo a la canción, percibís en la industria musical contemporánea?
Santiago Tavella: Hay mucho trabajo en sonido, en la producción, pero la parte literaria en la mayoría de los casos se queda en lo literal y no en lo literario, y es obvio que si no ponés a trabajar a gente que entiende lo que es escribir y tener algo para decir en ese aspecto, lo más seguro es que el grueso de la producción musical actual sea bastante vacía de contenido. Por otro lado, en lo musical suena todo muy prolijito, en la medida que esas músicas son en su mayoría fórmulas repetidas una y otra vez. El resultado final es desalentador. Y no estoy hablando de música para “entretener”; hablo de gente que pretende dar un “mensaje”, ser “artísticos”, pero no pasan de generar un discurso moralista, ilustrador de agendas. Es cierto que el arte hasta el siglo XIX también era ilustrador de agendas, pero por suerte tenía “algo más”, que es lo que perduró.

¿Por qué considerás imprescindible subrayar y señalar la importancia del elemento poético?
S.T.: Ya adelanté algo en lo que dije antes, pero se puede agregar que hay grandes músicos como Dylan y Cohen, como Nacho Vegas y Darnauchans, que recurriendo a fórmulas musicales muy sencillas a veces, y otras veces no, consiguen resultados propios de quien tiene algo para decir... aunque paradójicamente no sea posible saber bien qué es, a priori, eso que tenés para decir. O sea, y me voy un poco al ejemplo contrario, cuando tu ego tiene tan claro que querés dar algún mensaje, muy conscientemente, seguro que lo que tenés para decir se parece demasiado a “miren que yo tengo preocupaciones sociales, místicas, morales”; o sea simple y vulgar moralina. Siempre recomiendo releer el artículo de Borges “La supersticiosa ética del lector”, que se mete con ese tema de una forma muy inteligente.

En tu obra solista, partir del libro-disco Fuera de la realidad, mostrás un celoso cuidado por las palabras, por cómo suenan y por lo que dicen. Después se suma lo que venís haciendo con los poetas ultrajóvenes. ¿Qué encontrás en estos cruces, que son también de diferentes sensibilidades y generaciones?
S.T.:
Siempre trabajé con gente de otras generaciones. Es indispensable para no encerrarse y repetirse. El trabajo con los poetas fue una selección de textos que conocí a través de la antología En el camino de los perros, que me gustaron para musicalizar, algunos tal cual estaban, otros con selecciones de frases que me resultaban interesantes. Creo que toda esa movida es muy interesante y están generando complicidad con músicos de su misma generación, que espero prosperen en resultados removedores. El arte no nace de un repollo, ni lo trae una cigüeña: surge de la cópula de insumos y producciones.

¿Cómo armaste la propuesta artística del encuentro? ¿Es solo esta instancia o estás planeando una serie de recitales?
S.T.: La idea es que este sea el primero de varios recitales. Si bien estamos en una era de crisis creativa, veo que hay, no precisamente en el mainstream, varias propuestas de interés. La generación previa a la nuestra, la de Cabrera, Darnauchans y Maslíah, la de Los que iban cantando, tenía un contubernio fértil entre músicos y escritores. Creo que es el momento de reinventar una nueva complicidad que genere una producción que tire aire fresco, entre tanta cosa que pretende hacer buena letra, bajar línea, y no va más allá de producir aburrimiento y cero emoción; a lo sumo una euforia de una inmediatez que se agota en el momento y es funcional al modelo de consumo como eje de la existencia.

¿A qué te referís con lo de "encuentro fortuito?
S.T.: Al decir de nuestro compatriota Isidore Lucien Ducasse, conocido como Conde de Lautréamont: “bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”.... Hoy puede parecer algo absurdo y fortuito que en una canción se de el encuentro de poesía de la buena con música que esté a la altura de las circunstancias. Va por ahí.

((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 06/2019))

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