Hay
relecturas que vienen muy bien hacerlas y son más que necesarias. En
el asunto tan discutido y subjetivo de designar un escritor que haya
narrado como se debe a una ciudad como Montevideo, se puede recuperar
la vigencia de viejos debates, como cuando Martínez Moreno dejó
entrever en un artículo crítico, hacia fines de los años 60, sus dudas sobre el discurso que
propone Benedetti -por ejemplo- de una ciudad perezosa y oficinesca.
Martínez Moreno tal vez esperaba novelas de otro tipo, con otros
ritmos escépticos y dolores espirituosos, que en todo caso se
publicaron más tarde y que son reveladores de otros territorios citadinos.
Los
orígenes del mundo, de
Anderssen Banchero, texto que paso a recomendar con absoluto
entusiasmo por ser -lisa y llanamente- una de las mejores novelas que
se hayan escrito sobre Montevideo, puede ser una de esas novelas que
pretendía leer Martínez Moreno. Hay por cierto otros buenos
narradores, y también películas (Tahití,
de Pablo Dotta; La deriva,
de Álvaro Buela), pero antes de que el desvío lleve demasiado
lejos, se puede plantear el problema de esa otra ciudad, aledaña,
hermana menor más o menos invisible de Montevideo, que puede llevar
el mote de suburbio: la Ciudad de la Costa, ese largo
corredor-dormitorio delimitado por los ejes viales de la Rambla,
avenida Giannattasio y la Interbalnearia, entre el Roosevelt y el
arroyo Pando.
¿Hay
algún escritor que haya narrado sobre esa otra ciudad? ¿Es posible
que exista una literatura que posibilite una mejor y justa visibilidad
sobre la esquiva Ciudad de la Costa? ¿Qué discursos operarán en
sus posibles construcciones narrativas? Hasta este año, por poner
una fecha, se podía afirmar que Daniel Mella era el escritor por
excelencia de ese nuevo territorio. En la atmósfera que se respira
en la novela Noviembre,
en algunos cuentos de Lava,
pero sobre todo en el poderoso relato autoficcional El
hermano mayor, se hace presente
un sitio denso, más o menos disfuncional, de sueños salpicados por
veranos que no se terminan y se adosan a una casita en el fondo. La
vida en el suburbio. No es fácil. Los personajes que aparecen en sus
relatos, si se quiere, son más o menos similares a los que malviven
en las pensiones dibujadas por Banchero.
Se
acaba de sumar, y es una más que grata novedad literaria, otra
novela que tiene como escenario a la Ciudad de la Costa. Más que
escenario, en Uruguayan Cannabis World Cup el
cordón al este montevideano pasa a ser protagonista de la historia
que se va narrando, o por lo menos marcando los rumbos de la aventura
de un grupo de amigos que se presentan a la copa que refiere el
título. La autora, Camila Guillot, se manda una primera novela de
esas que prometen ruido y que oficiará de punto de inflexión de
algunos estados de cosas
El
primero, el obvio y que se desprende del título de la novela, se
constata al describir la autora, con precisión y muy buena prosa, el
nudo de relaciones de un grupo de jóvenes que se mueven entre
trabajos precarios, una difusa inserción en el mundo universitario y
una propensión a organizar fiestas y salidas que involucren porros,
alcohol y buena música. Guillot corre a un costado, un poco más al
margen del tipo de literatura que vienen realizando en sus novelas
Dani Umpi y Natalia Mardero. Se acerca, en todo caso, a un imaginario
un poco más 'roto', aproximándose a las narrativas de José Arenas,
Hoski y Mariana Figueroa.
El
segundo gran punto de inflexión tiene que ver con el escenario, tema
que se viene desarrollando en este artículo, o sea con la
posibilidad de plantear a esta novela como una de las primeras que
describen la vida, o ciertas formas de vida, en la Ciudad de la
Costa. Uruguayan Cannabis World Cup
es desde este punto de vista un relato potente, original y que
acierta en ese mismo tono que maneja Mella y que tiene su correlato
cinematográfico en esas muy buenas películas de balneario que son
Hiroshima, de Pablo
Stoll y La perrera, de
Manuel Nieto. Los personajes de la novela de Guillot se mueven en esa
misma aspereza, aunque tienen un tono más fronterizo, y ese es
posiblemente uno de los mayores aciertos si se analiza el relato
desde esta perspectiva: no se queda en esa mítica y densa Ciudad de
la Costa, sino que dialoga con el este montevideano (de hecho,
algunos de los personajes son de Carrasco, que queda bastante lejos
de Márquez Castro al norte) y también con el Centro de una capital
que muestra una vida nocturna muy agitada.
En ese ir y venir entre el suburbio y el centro, también se muestra
otra frontera entre los propios personajes del libro y que también
se manifiesta en ciertos conflictos muy bien planteados: algunos son
decididamente costeros (el entrañable jardinero con su heroica
plantación semi-clandestina, o el dealer que acaba de salir de
prisión), otros son chetos más o menos rotos que viven de sus
padres (sin ir más lejos, el protagonista es carrasqueño, hijo de una publicista
exitosa) y un tercer grupo es más friki y difuso y tiene que ver con
el Centro montevideano y aledaños universitarios.
Uruguayan
Cannabis World Cup, con su
tipografía verde elegida por el diseñador Gustavo Wojciechowski, es
una novela que hay que leer si se quiere -entre otras cosas- espiar
algunas cosas que suceden en circuitos que han sido poco abordados
por la literatura local. Es una novela, joven, vital, urgente.
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