La
mayoría de los bailarines y bailarinas se bajan del escenario y
eligen no mirar hacia atrás. No es fácil escapar a los ciclos
vitales y posiblemente lo más sensato sea enfrentar el duelo. El
cuerpo, y en esto no hay discusiones, es tirano. Luciano Álvarez,
montevideano nacido en el año 1942, formado en danza clásica,
integrante del cuerpo de baile del Sodre y participante en
espectáculos de danza moderna dirigidos por
Hebe Rosa, Iris Mouret y Elsa Vallarino, es una de las dignísimas
excepciones a la regla. Es de los que saben disfrutar de
oportunidades fuera de calendarios. Es de los que siempre están
buscando emociones nuevas. Por eso, poco antes de jubilarse como
bailarín clásico, decidió ingresar en la EMAD para formarse en
actuación teatral, y luego, a instancias de Nelly Pacheco sumó una
tercera especialización en canto lírico.
Luciano Álvarez volvió
una y otra vez a la escena, ya no como bailarín, sino como ocasional
actor secundario, o bien integrando el Coro Universitario. Pero fue en el año 2012, a punto de cumplir los 70 años, que reinventó
su carrera escénica con más adrenalina que nunca. Primero lo invitó
Diana Veneziano a participar en la obra de danza-teatro Quien me
quita lo bailado, a la que siguió un papel destacado en Los
estrafalarios, un trabajo de
investigación sobre los universos literarios de Felisberto
Hernández. Hubo más experiencias, en esa zona fronteriza del
teatro-danza: en Lorca-Dalí, la otra mitad, y en
Violenta ternura, hasta que le llegó la invitación en el año
2015 para crear y protagonizar un solo coreográfico con dirección
de Norma Berriolo. Ese trabajo, titulado Al borde de la piscina,
es para Álvarez una síntesis de toda su carrera. "Siento que
lo que me pasa con este espectáculo es consecuencia de todo lo que
viví", dice el bailarín. "En estos últimos años he
tenido una proyección más grande que en los 28 que estuve en el
Sodre".
***
¿Qué significa
para vos bailar Al borde la piscina?
Luciano Álvarez:
Es
un regalo que me ha dado la vida... Todos los otros espectáculos que
hice en los últimos años también, pero éste es como una especie
de síntesis, en treinta y cinco minutos, donde logro expresar todo
lo que yo soy, o lo que he sido, lo que he vivido, y yo pienso que
eso es justamente lo que a la gente la emociona.
¿Cómo fueron los
días de creación y de ensayo?
L.A.: Antes
de empezar a ensayar, intercambiando ideas, Norma (Berriolo) me
planteó que fuera pensando en el cisne. "¿Cuál cisne?",
le pregunté. "Andá pensando en la muerte del cisne", me
contestó. Le dije que estaba loca, que ni soñara que yo iba a
bailar eso. A los cuatro días empezamos a ensayar, me cambio, y
Norma, muy dulcemente, me propone que pruebe hacer el cisne. Como no
quise discutir, me saqué la camiseta, me tiré en el suelo, hice un
poco de relax, después caminé y utilicé la técnica del butoh para
liberarme, para que fluyera lo que tuviera que fluir. Me empecé a
mover, siguiendo la música, y no fui muy conciente de lo que estaba
haciendo. Pero cuando terminé, sentí como una cosa rara, y la miro
a Norma, que estaba con los lentes en la mano, llorando. Me reí de
la situación y le dije que si íbamos a empezar así, mejor que no
hiciéramos nada... porque no tenía ganas de hacer una tragedia.
Pero ella se puso fuerte y dijo que ese era el final del solo. Así
quedó.
De todos modos,
venías con experiencia previa. Ya habías vuelto a los escenarios...
L.A.: Es así. Andrea Arobba me llama para hacer un espectáculo para
el ciclo Solos
al mediodía,
porque en el 2014 me había visto bailar en Violenta
ternura,
un espectáculo precioso al que me había invitado Mariana Gómez. De
todos modos, yo ya venía con influencias de Gigi Caicelanau, y
también de Pina Bausch, en todo esto de que se pueden decir cosas
con el cuerpo a los 70 años, porque en definitiva no es tan
necesario saltar, ni girar, ni hacer virtuosismos técnicos. Pero en
un principio no acepté. Le dije a Andrea, y también a Norma, que
no, que me daba miedo, que me sentía como si estuviera parado al
borde de una piscina. Cuando dije eso, Andrea se sonrió y dijo
"bueno, ya tenemos el título: Al borde de la piscina". Y
ahí quedó... No sé, de todos modos, después de tantos años de
exponerme solo, bailando, se juntaron el teatro y la danza, se
juntaron mi formación de actor y mi formación de bailarín.
¿Qué es el
escenario para un bailarín?
L.A.:
El escenario, para mí, es el lugar donde uno queda desnudo, porque
en él se compromete el cuerpo, en su totalidad, con lo que estás
haciendo. De todas formas, en este solo, si bien está un poco mi
vida, puede ser también la vida de cualquier persona, más allá de
si sea bailarín o no. Hay amor y desamor; hay lugar también para la
niñez, para la inocencia y la alegría. En realidad la obra es un
canto a la vida, aunque termine con la escena de la muerte del
cisne... Si bien parece que ese cuerpo en escena se va a morir, y se
retuerce, de pronto se llena de vida.
No comments:
Post a Comment