El
disparatado encuentro con un taxista que dice conocerlo pero no
recuerda su nombre. El inolvidable abrazo con Alfredo Alcón después
de hacer un Shakespeare en Buenos Aires con los amigos de Club de
Teatro. Son apenas un par de innumerables historias que demuestran
que una vida en el teatro puede ser narrada como una suma incontable
de abrazos y emociones, sobre todo si el protagonista es un tipo tan
entrañable y talentoso como Pepe Vázquez. Recién llegado de una
intensa gira por escenarios europeos con el unipersonal Paciencia
y pan criollo, a los 77
años disfruta de cada función como si fuera la primera. Este fin de
semana se lo puede ver en Sala Verdi, haciendo Aeroplanos
con su amigo del alma
Julio Calcagno.
Una
de las primeras emociones de la última entrega de los premios
Florencio tuvo como protagonistas a dos actores y una actriz que
tienen en común -además del talento y una trayectoria brillante en
cada caso- la convicción de que el teatro es algo más que una
vocación y un oficio. El teatro, para Pepe Vázquez, es algo que no
se puede dejar. No hay vida, para él, sin escenario, sin jugar ese
juego que domina desde que llegó a la capital, recién salido del
liceo, y se integró a la barra del teatro independiente, a los
galponeros, a Club de Teatro y lo llevó a vivir innumerables
aventuras en Montevideo, en Costa Rica, en México, y ahora mismo
mandarse una gira de un mes por Europa con un unipersonal (un stand
up,
en la jerga actual)
que dice haber escrito embroncado por ciertos espectáculos que
convocan periodistas deportivos, modelos y todo tipo de personajes
que no tienen las mínimas del oficio de la actuación, ni mucho
menos de la literatura.
Tiene
77 años y no para. Además del éxito suterráneo de Paciencia
y pan criollo, concebido
para ser representado
en casas particulares, donde rinde más que en ningún sitio el
intimismo que quiere jugar con los espectadores, Pepe Vázquez hizo
en España y en Italia varias funciones de Cuando
el frío queme,
obra de un amigo italiano basada en textos de Mario Benedetti e Idea
Vilariño. Lo acompañaron en escena María Clara Vázquez, Emilio
Pigot y Verónica Caissiols. Y acá en Montevideo, en este año 2017,
contó por decenas las funciones con localidades agotadas de
Aeroplanos,
la obra cumbre de Gorostiza, en una dupla única con Calcagno. Le
gusta contar de todo eso. Se apasiona. Se muestra ansioso por
anunciar que después de terminada la entrevista, estarán llegando a
su apartamento de Ciudad Vieja los integrantes del equipo de una obra
que está empezando a ensayar con dirección de Eduardo Cervieri. ¿En
qué andás con el teatro? , le pregunto, para dejarle el camino
libre, para que cuente lo que tenga ganas. "El teatro es mi
cocaína", dice, y larga la primera de muchas carcajadas. "Nunca
me animé con el polvito blanco... Pero es así, de verdad. Yo sin
actuar me bajoneo mucho. Por eso siempre estoy haciendo"... Y se
larga a hablar. No para.
***
Un
taxista: "Hace un tiempo
me subo a un taxi, el tipo me mira, y me di cuenta que me había
reconocido. Y me dice, con una cosa medio agresiva, pero bien, que a
mí me gustó. Me dice: '¿usted es usted?' Y yo que le digo, 'sí,
yo soy yo... ¿y usted es usted?', Y él, rápido, me dice: 'ah, sí,
yo soy yo'. 'Tamos bárbaro, no necesitamos sicólogo', dije yo, y me
callé la boca. Y él venía caliente todo el viaje, con él, porque
no se podía acordar de mi nombre. Iba puteando. '¿Será posible?
¡Soy un viejo de mierda! Cómo que no me acuerdo, si lo vi toda mi
vida... A usted, a su señora', Y yo se lo quería decir, pero no, él
insistía: 'déjeme, déjeme, déjeme acordarme'. Y cuando llegamos
aquí abajo, me dice: 'ya sé quién es usted'. '¿Quién soy', le
pregunté. '¡Pepe Viñas!' 'Soy Pepe Viñas... Sí, sí, sí. Mucho
gusto. Y le di un abrazo'".
Julio
y Estela: "Humberto de
Vargas cantó, se puso un saco y empezó a conducir junto con Alicia
Garateguy... Y lo primero que dicen fue 'queremos que suban fulano y
fulano y fulana'. Y subimos. Fue lindo. Fue como una caricia que te
da la gente, que te reconozcan. Nos aplaudieron... con Julio. Y yo lo
miraba a Julio, que no le gustan nada esas cosas, y que le cuesta
hablar. '¿Qué digo?', me pregunta. 'Decí lo que quieras, Julio.
Decí lo que quieras'. Entonces se mandó y dice: 'Ustedes saben que
a mí estas cosas, bueno, yo, no sé, a veces me dicen qué de
consejos, y yo no sé qué decir... Sería bueno que les enseñen, a
los que estén estudiando teatro, un poco de historia, de quiénes
han sido los maestros, esas cosas'. Y después le tocó hablar a la
Medina. No tuvo más remedio. Pobre Estela. Porque Estela, sin
libreto, se quiere morir. 'Yo, yo, yo, ¿qué hago?', me decía.
'Dale, hablá'. 'Bueno, yo, este, fufufu'...
Como pudo salió del paso... Estuvo muy linda la fiesta de los
Florencio. Y una de las cosas más lindas fue el homenaje que le
hicieron a Yamandú Marichal, que es un hombre buenísimo. Y por
suerte se vio confirmado por cómo el público lo ovacionó".
Aeroplanos:
"Debimos haberla estrenado el año pasado, en el 2016, pero
Julio tuvo un accidente. Iba haciendo footing por la calle donde
vive, en el Prado. Tropezó y se cayó. Se quebró el húmero. Fue
terrible, porque además, imaginate que aparte del dolor, Julio ahora
cumplió 80, así que bueno, le llevó un tiempo recuperarse.
Suspendimos y se pasó para este año. Y fue una lástima todo,
porque en aquel momento la gente de la Alianza quería traer a
Gorostiza, que estaba fenómeno con sus 96 años... En fin, dicen que
murió de forma ideal, durmiendo, que se le paró el corazón. Y
bueno, no pudo ser. Finalmente estrenamos, y esa obra se transformó,
como hace 26 años, cuando la hicieron Walter Reyno y Carlos Frasca,
en lo mismo, en una locura de gente... Hacerla fue idea de Eduardo
Cervieri, que había sido ayudante de Yáñez la otra vez, y se había
quedado con ganas de hacerla. Y yo no la conocía, así que un día
Eduardo me la dio para leer, y cuando iba por la segunda página lo
llamo y le digo 'andá a comprar los derechos de esto, esto es
divino'. Es una joyita, porque es una obra que habla de todo, de
todos los temas que le preocupan a la gente, y todo con una gran
sencillez. Eso no es nada fácil de lograr. Pero Gorostiza era un
hombre con un gran oficio de escritor. Y qué te cuento que cuando
Eduardo fue a comprar los derechos, le preguntaron para dónde la
queríamos. Cuando les dijo que era para hacerla en Uruguay,
Gorostiza dijo: '¿Qué les voy a cobrar, si en Uruguay hicieron
todas mis obras? Nada. Hagan lo que quieran con la obra, que yo sé
las dificultades que tienen ustedes para hacer teatro'.
Canto
a la vida: "Con Julio
siempre decimos que Aeroplanos
es como la continuación de la vida nuestra arriba del escenario,
aunque yo nunca haya sido jugador de fútbol y él tampoco. Y bueno,
como también decimos, hacer de viejos no nos costó mucho... Walter
y Carlos, cuando la hicieron hace 26 años, tuvieron que componer un
poco los personajes, pero nosotros no. El propio Carlitos fue al
estreno, y entró, muy conmovido. Fue muy fuerte, porque a él le
cuesta mucho mostrar sus emociones, entonces se pone como enojado. Es
divino, Frasca, es divino. Nos agarraba de los brazos, nos abrazaba,
con los ojos lagrimosos, y dijo, casi gritando: '¡miren que esto no
es un elogio del estreno, eh, ojo, que no es un elogio del
estreno!'... Es una obra que le toca a todo tipo de público. La
gente se ríe mucho, y se conmueve también. Siempre se acercan con
risas, pero secándose las lágrimas, sobre todo las mujeres; porque
claro, Aeroplanos es
un canto a la vida, es una obra sobre la amistad, sobre el miedo a la
muerte, a la soledad".
Ese
asunto del machismo: "En
un momento estamos jugando al dominó y le digo al personaje de
Julio: 'Pero mirá que yo también tuve que aguantar cosas tuyas'.
'¿Y qué tuviste que aguantar de mí?', pregunta. '¿Lo digo?'.
'Dale, decí'. 'Son varias cosas, pero en primer lugar lo que tuve
que aguantar fue tu fidelidad, que nunca quisiste salir con ninguna
mina que no fuera tu mujer, nunca, nunca'. Y Julio empieza que esto,
que lo otro, que la pasaron siempre muy bien, que se conocían de
chiquilines. 'Me tenías podrido', le digo, y le digo cosas
horribles, como 'no hubiera venido mal que de vez en cuando salieras
con alguna mina para darle un poco de gustito al cuerpo'. Y cuando
digo eso siempre se larga alguna risa en el público, sobre todo de
algunos espectadores hombres. Y es fuerte, porque al rato el
personaje de Julio se confiesa: 'Soy un alma podrida, ¿sabés?'.
'¿Por qué decís eso?', le pregunto. '¿Yo también fui infiel?'.
'¿En serio?' .'Sí, sí, y cada vez que lo recuerdo me siento
horrible'. Entonces atravieso corriendo el escenario y le digo:
'Contame, contame, ¿yo la conocía?, ¿cómo era?'. Y bueno,
imaginate que ese 'contame, contame' totalmente desaforado provoca
risa, pero despues sigo con el machismo a flor de piel: 'bueno, no te
lo tomes tan así; la mina esa era una mina, nada más... Te la
cojiste una vez y ya está".
Fans
de Líber Falco: "Julio
es tres años mayor que yo. La
primera vez que lo vi en un escenario coincide con la primera vez que
yo me gané unos pesos en teatro, haciendo un bolo como guardia
medieval en una producción gigantesca que hizo la Comedia Nacional.
Fue hace diez mil años, en Becket
o el honor de Dios, una
obra de Anouilh que dirigió Yáñez. Trabajaba un pueblo: Sancho
Gracia, el marido de Thelma Biral, qué sé yo, éramos diez mil. Y
como a Ruben le preocupaba el tema de la disciplina, ¿viste?, porque
éramos muchos, sobre todo en los camerinos de arriba que estaban
repletos de gente joven, hizo que fuera Adela Reta, que en ese
momento era presidenta de la Comisión de Teatros Municipales, a
marcar presencia en el ensayo general. Ella subió al escenario y
pidió que nos portáramos bien. Y así fue. Entre toda esa multitud,
había un actor joven, que hacía un papel corto pero con letra; era
un mensajero que entraba, se hincaba y le daba al rey -nada menos que
Alberto Candeau- un mensaje. Ese era Julio. Me acuerdo que quedé
asombrado de cómo actuaba. Después lo vi otras veces; lo vi hacer
cosas fantásticas y siempre pensaba lo lindo que sería alguna vez
trabajar juntos... Y bueno, la vida nos hizo ser amigos, qué se yo,
y cuando yo estaba viviendo fuera del país, él cada tanto iba a
visitar a mi madre, allá en el Prado. Y en una época que yo anduve
medio bajoneado, en el exilio, me mandó una foto preciosa, que la
tengo por ahí, una foto de él haciendo El
mono y su sombra, una
obra del Circular. Atrás de la foto me puso: 'Pepe, querido, sé que
andás medio medio, pero aguantala, que pronto nos vamos a ver y
vamos a salir a recitar juntos por los barrios'. ¡Y se cumplió!
Porque al tiempo de estar en Montevideo, cuando entré a la Comedia
Nacional, él estaba armando un espectáculo sobre Líber Falco y me
eligió a mí. Hicimos juntos eso que se llamó Líber
Falco, 100 años; los
dos decíamos cosas, recitábamos a Falco y a otros poetas, me
acuerdo, y lo hicimos por los barrios".
¿El
teatro sigue vivo?: "El
teatro sigue vivo, sí".
Una
Titania muy especial: "Es
la tercera vez que El Galpón hace Arturo
Ui en Uruguay. Las
primeras dos veces Villa estuvo como actor, y esta tercera como
director. Y ganaron el Florencio; él y Guido, director y actor en
esta versión... Yo trabajé una vez con Villa, hace muchísimos
años. Hicimos Sueño de
una noche de verano, con
un enorme éxito. Fue cuando él se colocó en Argentina. Había ido
haciendo Arturo
Ui
como actor, dirigido por Yáñez, y al calor de eso fue que quiso
mostrarse como director y pudo llevar el montaje de Sueño
de una noche de verano
que había hecho con nosotros en Club de Teatro... Fue la primera vez
que vi asustada a Imilce Viñas frente a un papel. Él quería que
ella hiciera el papel de Titania, la reina de las hadas, pero Imilce
le dijo no. 'Estás loco, Villa... Soy gorda, y la reina de las hadas
siempre la han hecho mujeres divinas, esculturales', le decía
Imilce. 'No me importa nada', le decía Villa. 'Quiero que vos seas
Titania'. Insistió tanto que lo consiguió. Trabajaban juntos, ellos
dos solos, sesiones de dos o tres horas diarias en el gimnasio de
AEBU. La hizo teñirse de super rubio, con rulos, y le enseñó cosas
como desmayarse. El piso del escenario era un colchón gigantesco,
forrado con una sábana blanca. El bosque estaba hecho con pedazos de
colchones pintados por Osvaldo Reyno... Héctor Vidal y Till Silva
hacían los enamorados. Estaba Adriana Lagomarsino, en su época de
esplendor. Yo hacía uno de los cómicos; el que se convierte en
burro. Los otros eran Horacio Buscaglia y Santiago Introini. Mary da
Cunha hacía Puck, que fue antológico, porque ella era de una
responsabilidad rayana en la locura, y como lo que Villa le planteaba
era muy exigente, iba a la pista de atletismo a entrenarse. El Flaco
Denevi era Oberon, con el pelo bien largo y batido".
¿Usted
es usted?: 'Y en Buenos Aires
nos fue tan bien, tan bien, que el Teatro Ift se llenaba todas las
noches. Me acuerdo que había un pasillo, con camerinos de un lado y
de otro, y de pronto sentimos una voz, después de la función...
'Compañeros, ¿los puedo saludar?'. Era una voz enorme. Y yo salgo,
así, como distraído, y quedé reatratado contra la pared... '¿Vos
sos Alcón?', dije. '¿Le puedo dar un abrazo?', me dijo él. Estaba
conmovido. Nos dio un abrazo a cada uno del elenco. '¡Qué belleza
esto que han traido!', decía. '¡Qué maravilla!'. Y entonces, como
nos daban de cenar en el propio teatro, le preguntamos a uno de la
directiva del Ift si lo podíamos invitar a comer con nosotros.
Estuvimos como cuatro horas charlando con él. Era un honbre de una
extrema sencillez, entrañable. Fue inolvidable ese encuentro con él.
Y dando vueltas estaba nuestra 'embajadora', que traía y llevaba
gente, que mañana viene fulanito... Era China".
El
teatro como una forma del abrazo:
"El teatro y la danza no tienen competencia. No podés competir
con un espectáculo en vivo. Más allá de que me guste o no lo que
voy a ver, siempre me voy con la sensación de que actuaron
especialmente para mí. Eso es lo que el público recibe. Hay toda
una cosa de conexión individual... Mirá, el médico traumatólogo
que me operó de las dos caderas, el doctor Menéndez, es muy
teatrero, y un día se me ocurrió preguntarle por qué le gustaba
tanto el teatro. '¿Sabés lo que me pasa con el teatro?', me dijo.
'Me pasa que no puedo creer, cuando estoy sentado en la platea, que
esos tipos que están ahí arriba se la tomen tan en serio... Y eso a
mí me despierta curiosidad. Y además me desintoxica; me olvido del
sanatorio, de las salas de cirugía'. Es muy linda esa respuesta. Y a
otro médico, mi psiquiatra, el doctor Sobrero, le pasa que no va a
cine jamás. Dice que no le gusta en absoluto, que lo le gusta es
leer, y el teatro".
Pepe
stand up: "Cuando volví
de Costa Rica, en el 2014, un día agarro un diario que andaba por
casa y empiezo a ver que todo ese fenómeno de conductores de fútbol,
políticos, modelos y todo tipo de personas conocidas que hacen
espectáculos unipersonales, estaba en su esplendor. Antes de juzgar,
me dije, voy a ir ver algunos de ellos. Porque capaz que me encuentro
frente a genios. Bueno, no me encontré frente a ningun genio; los
que vi eran mamarrachos. Y las temáticas que tocaban una estupidez:
el tamaño de los pechos de las mujeres, si fornicar de madrugada es
más divertido que hacerlo por la tarde. Ese tipo de pavada. Entonces
pensé en escribir algo, para demostrarme a mí mismo, y en los
hechos, que se puede entretener a la gente sin enchastrar la cancha.
Y escribí esa cosa que se llama Paciencia
y pan criollo. Estuve un
mes en La Gringa, marchó fenómeno, y ahí puse en práctica una
idea que le tenía ganas desde hacía tiempo, que era ir a las casas
de la gente... Me pasé todo el año visitando casas y lugares
chicos, actuando para diez o quince personas, a corta distancia. Es
un espectáculo en el que cuento cosas que me han pasado en la vida,
pero que no tienen mucha ilación... No es la historia de nada, pero
cuento, hablo, miro a los ojos, nos reímos. Es un espectáculo a
favor de la cultura".
En
defensa del guitarrero: "Hay
un momento, por ejemplo, que me pongo a recordar un programa muy
bueno de televisión que hacía Octavio Paz, en México. Una vez le
dedicó dos programas a Pablo Neruda, y en un momento dijo algo así
como 'los malos poemas de amor de Pablo son versos de guitarrero; y
los buenos poemas, los inspiró el marxismo leninismo'. A lo mejor
tenía razón Octavio Paz; a lo mejor no. No discuto eso. Lo que me
duele es que alguien use el término guitarrero como adjetivo
descalificativo, ¿entendés? Porque yo nací en el campo. Hice los
dos primeros años en escuela rural, a caballo, en Treinta y Tres. Mi
padre era empleado de una compañía que manejaba un establecimiento
ganadero enorme. Y más de una vez yo veía atravesar el campo a un
hombre de a pie, con una guitarra al hombro, que se instalaba en el
establecimiento y a la hora de la cena, después que los trabajadores
volvían de sus tareas y se sentaban alrededor del fogón en la
cocina, a esa hora le desgranaba sus melodías, sus polcas, sus
milongas, sus valses criollos. Muchos de esos guitarreros cantan de
maravilla. Y soy de la idea de que las zonas rurales del planeta
están plagadas de esos músicos populares que mantienen la
tradición, de generación en generación, de canciones que vienen
andá a saber de qué época... Y bueno, en un momento digo esas
cosas, y la gente escucha con emoción. Y digo que son cosas que
tenemos que respetar, que cuidarlas".
Esperando a Vanessa: "En Paciencia y pan criollo inventé un personaje, un asistente, que lo hace -cuando puede- Emilio Pigot. Cuando el público está por entrar a sala, se oye una pelea, entre nosotros. '¿Por qué, por qué?', grita Emilio, fuera de escena. '¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?'. '¿Qué te pasa?', le digo yo. '¿Qué me pasa? ¿Y todavía preguntás? Pasa que no podés actuar así, en ese estado'. '¿Qué, qué?'. '¡Estás borracho, Pepe!', y entonces sale hacia donde está el público, queriendo supender el espectáculo, y yo salgo atrás, nos peleamos, y él se va, muy molesto. Ahí empiezo a contar cómo fue que a mí me vino la vocación por el teatro, la primera película que vi, todas esas historias. Y cómo soñé yo, en algún momento de mi vida, con hacer Hamlet... Entonces bueno, todo eso pretexta para que en un momento cuente la historia de un viaje que hice a Londres. La vez que quise conocer personalmente a Vanessa Redgrave. Eso fue antes de casarme. Y bueno, el asunto es que me aprendí el monólogo de Hamlet en inglés y en español. Y fui a Londres. Ella estaba haciendo La gaviota, con entradas agotadas con dos meses de anticipación. Así que fui a la salida de artistas del teatro, y la esperé, y cuando ella salió, le lancé un discursito que yo me había aprendido en inglés. Y se lo dije: 'Miss redgrave, please. I went yesterday from Uruguay, a little country for South America'. Le dije que quería hacerle a ella el monólogo de Hamlet. Y ella, bueno, se sentó y dijo: 'Well, do it, do it', o sea, hágalo, hágalo. Y se sento ahí, en un murito, muy sencilla Vanessa, así, y cuando fui a empezar, me dijo: 'Pero en español, por favor". Imaginate, yo, en Londres, recitando Shakeaspeare a Vanessa Redgrave. Y bueno, estábamos en eso, qué se yo, entonces Emilio entra, como sacado, y me dice, 'dale, deciles de una vez el ser o no ser en inglés, así se divierten'. Y yo que le digo que no sea agresivo, que eso que escribió Shakespeare no es para reirse, entonces pido que bajen un poquito la luz y empiezo a leer una traducción que es maravillosa, que rescata el carozo del monólogo. Hay gente que incluso me pregunta si yo le he agregado cosas, de actualidad. Para nada, les digo; eso lo escribió Shakespeare hace 500 años... 'El miedo a soñar nos vuelve cobardes, porque si no fuera así, quien podría tolerar este mundo como es, con la tristeza y el hambre de los que no tienen que comer, de las injusticias que los poderosos nos hacen padecer'".
Esperando a Vanessa: "En Paciencia y pan criollo inventé un personaje, un asistente, que lo hace -cuando puede- Emilio Pigot. Cuando el público está por entrar a sala, se oye una pelea, entre nosotros. '¿Por qué, por qué?', grita Emilio, fuera de escena. '¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?'. '¿Qué te pasa?', le digo yo. '¿Qué me pasa? ¿Y todavía preguntás? Pasa que no podés actuar así, en ese estado'. '¿Qué, qué?'. '¡Estás borracho, Pepe!', y entonces sale hacia donde está el público, queriendo supender el espectáculo, y yo salgo atrás, nos peleamos, y él se va, muy molesto. Ahí empiezo a contar cómo fue que a mí me vino la vocación por el teatro, la primera película que vi, todas esas historias. Y cómo soñé yo, en algún momento de mi vida, con hacer Hamlet... Entonces bueno, todo eso pretexta para que en un momento cuente la historia de un viaje que hice a Londres. La vez que quise conocer personalmente a Vanessa Redgrave. Eso fue antes de casarme. Y bueno, el asunto es que me aprendí el monólogo de Hamlet en inglés y en español. Y fui a Londres. Ella estaba haciendo La gaviota, con entradas agotadas con dos meses de anticipación. Así que fui a la salida de artistas del teatro, y la esperé, y cuando ella salió, le lancé un discursito que yo me había aprendido en inglés. Y se lo dije: 'Miss redgrave, please. I went yesterday from Uruguay, a little country for South America'. Le dije que quería hacerle a ella el monólogo de Hamlet. Y ella, bueno, se sentó y dijo: 'Well, do it, do it', o sea, hágalo, hágalo. Y se sento ahí, en un murito, muy sencilla Vanessa, así, y cuando fui a empezar, me dijo: 'Pero en español, por favor". Imaginate, yo, en Londres, recitando Shakeaspeare a Vanessa Redgrave. Y bueno, estábamos en eso, qué se yo, entonces Emilio entra, como sacado, y me dice, 'dale, deciles de una vez el ser o no ser en inglés, así se divierten'. Y yo que le digo que no sea agresivo, que eso que escribió Shakespeare no es para reirse, entonces pido que bajen un poquito la luz y empiezo a leer una traducción que es maravillosa, que rescata el carozo del monólogo. Hay gente que incluso me pregunta si yo le he agregado cosas, de actualidad. Para nada, les digo; eso lo escribió Shakespeare hace 500 años... 'El miedo a soñar nos vuelve cobardes, porque si no fuera así, quien podría tolerar este mundo como es, con la tristeza y el hambre de los que no tienen que comer, de las injusticias que los poderosos nos hacen padecer'".
***
En
ese momento se interrumpe -esas cosas de la tecnología- la
grabación. No me preocupa. Es un buen final, aunque no llegó al
"ser o no ser". Tengo ganas de darle un abrazo a Pepe. Se
lo pido. Y mientras me lo da, ya en la puerta de su apartamento de la
calle Juan Carlos Gómez, me cuenta de otro abrazo, cuando un
espectador en Maldonado, hace apenas unas semanas, se le acercó
emocionado y le dijo que era la primera vez que veía una obra de
teatro en toda su vida. En el juego de 'usted es usted', se presentó
como 'el manicero'. Le dijo que tenía un regalo para darle. Y sacó
un cono que Pepe se llevó como premio y fue comiendo, no sin
lagrimear, en el viaje de vuelta a Montevideo.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 01/2018))
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