Se puede identificar el borde como un lugar peligroso, o por lo menos definirlo como un sitio al que muchos se ven tentados de transitar pero pocos pueden jactarse de conocer a fondo. Algunos viajes literarios -como es el caso de José Arenas en el libro Los rotos- rondan los bordes. Y si bien el maestro Jorge Medina Vidal sostenía hasta el cansancio aquello de que una cosa es la vida y otra bien diferente la literatura, su sentencia curiosamente no se contradecía con la idea de borde, lo que implica -se sabe- salirse de los formatos, de los géneros y exponerse a una frontera donde no puede precisarse el límite entre lo real y la ficción.
Los rotos, como buena escritura del borde, es crónica alucinada. No es el tipo de relato que husmea en lo peligroso con el arma cruda del realismo, lo que no es poco y tiene valiosísimos exponentes literarios. Es un tipo de crónica un tanto más extrema, que se extravía, que se lleva 'hasta el mango', como recuerda el propio Arenas que le gustaba decir al Sabalero. Y en las crónicas alucinadas de Arenas habitan personajes rotos, lo cual no es ninguna novedad. Habitan entre la poesía y la narrativa, lo que no es precisamente un lugar de comodidad. Aman la vida. Y este detalle es más que importante, como bien precisa el autor de Los rotos: "Mi idea era luchar contra ese sentido de la asepsia y la impecabilidad de la sociedad actual: si sos borracho tenés que dejar; si fumás, también; si sos gordo, tenés que adelgazar; si estás triste, ir a un psiquiatra. Nada de eso. En mi novela, los rotos, aunque no parezca, aman la vida, así, cruda; porque andán detrás del deseo y no importa lo que duela. Y como aman la vida, no tienen el fantasma de la muerte. Sin embargo, claro, están tristes".
Muñeco y Oscuro -dos de los personajes de Los rotos- formaron parte de una banda de rock under, intensa, glam. Todavía no se ha apagado el fuego sexual que se encendió entre ellos, aunque todo indica que no es el mismo de antes. Muñeco desea a Poeta, que está rematadamente roto, pero se mete en el medio Yuri, una inquietante groupie china, y también aparece La Loba, con sus shows decadentes de poeta suicida. Hay escenas de alto voltaje. Hay cercanía, estilística y de atmósfera noctámbula, con los mundos alucinados de las novelas de Nelson Díaz y Felipe Polleri. También con el Zafiro de Macachín. Pero, y sobre todo, hay cierto aire de redención: "En el momento en que escribía la novela yo mismo era un roto", dice Arenas. "La escribí empastado, borracho, enamorado y dolido hasta la pera, con ese personaje que quiere y no quiere. Me bancaba la tristeza. Andaba en la noche así, al borde del delirio. Pero tá, ahora, la verdad, no. Tampoco estoy súper sano. Me estoy cosiendo, como puedo".
Los rotos es una novela de transición. Arenas, el poeta tanguero gay, venía anunciando en las redes sociales sus intenciones narrativas. De hecho, mostró parte del proceso de "la novela de Nico", libro a publicarse el año próximo con el nombre Con un hilo de voz. Todo indica que está dispuesto a exponer sus bordes. Autoficción alucinada. Hay que leerlo.
***
¿Cómo fuiste dando el paso de una escritura poética a una narrativa? ¿De qué manera opera ese cambio en tu creación y en la escritura de Los rotos?
José Arenas: En principio busqué una forma de escribir novelas que se amoldara a mi necesidad -al menos de ese momento- de seguir haciendo poesía. Creo que la novela, en varios pasajes, tiene guiños con la poesía, en muchos en realidad, y quería poder usar un lenguaje cargado de imágenes que me andaban como hormigas en la cabeza. Por eso Los rotos fue saliendo así. También responde a las necesidades del momento; era otro momento de mi vida.
El estilo es directo, ágil, transparente, sin vueltas...
J.A.: La novela es muy fiel al espíritu con el que fue concebida. Y esa cosa de decir como sopapo, por más vericueto poético que intente, viene de los personajes, que son poetas rotos, músicos de sótano, drogones, trolas, travestis trash. La poesía de esta gente es dolorosa, la cabeza no les anda del todo bien, y el alma, mucho menos. Sumado a la rotura, no iban a escribir a lo Fogwill. Tenía que salir una novela rota.
Hay una zona que transitás, urbana, de bajofondo, que suele permanecer invisible en buena parte de la literatura uruguaya. ¿Sos consciente de trabajar en ese borde, de cruzar ciertas líneas, por ejemplo, en lo relativo a lo sexual?
J.A.: El bajofondo de Los rotos es el bajofondo de una ciudad que no está claro cuál es. Es un bajofondo abstracto, de boliches que tienen algo de real, de calles que pueden ser las de tu barrio, o unas calles de un pire de la cabeza. Intento romper con un espejo de la realidad; a veces no puedo, pero el espejo siempre está empañado. Aparece alguna esquina de Montevideo, pero de repente, quizá, en esa esquina, una mina se transforma en fuego. Y estar en la noche como performer, como poeta, andar por esas cornisas me ha dado varias ideas, varias historias de las que acá se cuentan, claro. Respecto de la sensibilidad y el sexo de los personajes, ahí sí, son carne y hueso. Necesitaba que el sexo estuviera exagerado, en imágenes, en episodios y en lenguajes, porque los personajes lo usan como un soporífero. También creo que el sexo que quiero contar es el sexo triste, es la acción de los cuerpos, es el terreno del deseo desbocado: La Loba y Oscuro son ese deseo mortal del sexo. Poeta, yira en algún momento. Y Muñeco tiene ese sexo gris. En Los rotos, el sexo también está estropeado, ninguno parece disfrutarlo. O sí, pero con fisuras y todo.
¿De dónde salen esos personajes? ¿Y esas escenas tan frikis como cuando Poeta se corta el brazo?
J.A.: Toda esa fauna apareció sola al establecer los dos personajes principales: Poeta y Muñeco. En mi cabeza cada uno ya vino con esa historia, con esos dramas y esos otros satélites como Yuri. La cortada en el brazo de Poeta, por ejemplo, la saqué de un episodio de Richey Edwards. Necesitaba que tuviera el costado del odio, ese Mr Hyde de los celos violentos, de la sexualidad dolorosa. Porque La Loba es ese travesti que todos saben que es un tipo y que es reina de la noche y Poeta mendigo de día. Estos personajes son como una especie de freak show del que participé en ese otro momento de mi vida que te contaba hace un rato. O bien aparecían, o se me ocurrían.
El texto de contratapa define a Los rotos como "una novela porno". Parece ser bastante más que eso...
J.A.: Pensé lo mismo que vos cuando leí el texto de contratapa. Sin embargo, hoy pienso que puede ser entendida como una novela porno. Eso sí, siempre teniendo en cuenta que lo fundamental de Los rotos va por otro lado. Además, el término porno acá es muy malentendido y ya se imaginan videos triple X. No, no es solo eso, no. Pero, bueno, sí son “escenas de un amor inquietante”.
((artículo publicado en la revista CarasyCaretas, 12/2017))
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