El
proyecto Los malditos terminó
de cerrarse en el Festival de Manizales, en setiembre de 2015. El
director canario Mario Vega buscaba actores para una obra sobre el
drama de los migrantes africanos y sudamericanos en España. Le
faltaba, para cerrar el elenco, un uruguayo. Le recomendaron a
Gustavo Saffores, que en esos días festivaleros estaba dando un
seminario de actuación en Manizales. Un año después, la obra se
estrenó en Las Palmas y obtuvo un fuerte impacto en escenarios
españoles y colombianos. Esta semana, Los malditos
se presenta en Montevideo, en la Verdi. Una oportunidad muy especial
para Saffores, de mostrarse en un espectáculo diferente y con un
tema que, más que actual, el actor considera urgente. No es un
simple y crudo ejercicio de exponer lo que pasa en la vida real. “Lo
que mostramos en el teatro es desde otro lugar muy diferente al de
los informativos de televisión”, explica el actor.
***
¿Cuánta
es la importancia de obras como Los malditos,
que atraviesa y toma posición sobre un tema tan duro y actual como
el de la migración?
Antes
que nada, me gustaría decir que Los malditos trata un
tema terrible, pero desde un lenguaje poético. En ningún momento el
espectador se va a encontrar con la crudeza y el golpe bajo de los
medios, como la imagen que hace un tiempo recorrió el mundo, la del
niño sirio muerto en la orilla de una playa, por poner un ejemplo.
Creo que ese tiene que ser el aporte del teatro, y del arte todo:
poetizar la realidad, llegar a zonas a las que un noticiero o un
diario no pueden llegar. La de la migración es una problemática que
no tiene fronteras; no importa de dónde seas, la conocés. Y el
inmigrante no sólo es el africano que trata de llegar a Europa,
también lo son los mexicanos que hoy están siendo tratado como
delincuentes por el nefasto presidente electo de Estados Unidos, o
los bolivianos y peruanos que llegan a otros países del sur de
América, o los desplazados internos en Colombia por un conflicto que
lleva más de 50 años. En Uruguay, por ejemplo, vivimos exilios de
todo tipo: políticos, hace unas décadas, y económicos, hace menos
tiempo. Todo aquel que se ve obligado a desplazarse de su lugar de
origen y cuyos derechos no son reconocidos es un maldito de la
tierra, como dice Antonio Lozano en su texto.
¿De qué manera te involucraste en el proyecto?
Para mí
fue una sorpresa. Yo creo que la responsabilidad de que se fijaran en
mí para este trabajo fue en gran parte de los organizadores del
Festival de Manizales, sobre todo porque tengo un vínculo de varios
años y he actuado con cuatro espectáculos allí... Y como Mario
[Vega] había pensado en un actor uruguayo y yo justo estaba
trabajando allí, sucedió. No nos conocíamos de antes, e incluso en
un principio no le di mayor importancia al proyecto. Pero un par de
meses después recibí el texto por correo electrónico y comenzamos
a charlar vía Skype. Finalmente, en junio de 2016 llegué a Canarias
para iniciar el proceso de ensayo.
¿Cómo
fue el proceso de creación, con la particularidad de trabajar con
colegas de otros lugares y con experiencias tan diferentes?
El
proceso de ensayos fue sumamente intenso. Había que llegar al
estreno en menos de dos meses de trabajo y con un equipo actoral
cuyos integrantes no se conocían entre sí. Ensayamos sin pausa, a
medida que iban llegando los elementos técnicos, que en Los
malditos son un componente clave de la puesta en escena. El
proceso creativo en sí mismo también tuvo mucha intensidad y, a la
vez, mucha apertura por parte del director, que siempre tuvo muy
claro a qué quería llegar. Y, como decís, fue una gran oportunidad
de trabajar con colegas de otros países. Eso lo viví como un gran
aprendizaje, sobre todo porque durante esos dos meses tuvimos la
oportunidad de hablar mucho sobre teatro y sobre las diferentes
formas que cada uno tiene de verlo y de trabajar, ya que venimos de
escuelas diferentes. Y es algo que seguimos haciendo cada vez que
salimos de gira.
¿Qué
impacto ha tenido Los malditos en los diferentes lugares donde
se ha estrenado?
Estrenamos
en Las Palmas, en un festival, ante 1.200 espectadores, en una plaza
donde se montó el escenario y apenas una parte de la estructura que
contiene la escenografía. Recuerdo que se generó un silencio
absoluto durante la función. Entonces nos dijimos: si el texto llegó
a los espectadores en estas condiciones, estamos en el buen camino.
Luego actuamos en Colombia, donde la respuesta volvió a ser muy
positiva, y hace unos meses hicimos una gira por Islas Canarias, en
la que actuamos para diferentes públicos y en diferentes espacios, y
la respuesta ha sido muy buena. Ahora vienen estas cinco funciones en
la sala Verdi. Para mí es movilizante actuar en mi país con un
producto extranjero. Espero que el público acompañe la propuesta y
que apoye esta movida. Luego de estas funciones viajamos a Málaga,
para seguir una gira por la península. Estaremos en la feria
Donosti, de San Sebastián, y recorreremos otras ciudades de
Canarias. Tenemos previsto hacer varias giras durante este año.
¿Cuánto
te ha fortalecido como actor esta experiencia?
Muchísimo.
Si bien yo he actuado mucho fuera de Uruguay, siempre lo hice en el
marco de festivales o giras y con colectivos que nos conocemos y
mucho. Me refiero puntualmente a los últimos diez años con Complot.
Todos los que trabajamos en esos proyectos tenemos una forma muy
parecida de concebir el teatro. Cada uno desde su lugar. En este
caso, fue embarcarse en algo absolutamente desconocido y confiar en
que lo que uno tiene aprendido podía aportar en este proyecto.
Además, siempre salir al exterior te permite ver dónde estás
parado. Y yo creo que nuestro teatro goza de muy buena salud en casi
todos los aspectos. También me ha permitido conocer otros modelos de
producción, que permite que los artistas, en este caso los actores,
puedan vivir de la actuación, cosa que en Uruguay está limitado al
elenco oficial y poca gente más.
Los
actores suelen trabajar en sus comunidades y se les dificulta salir
de sus escenas y trabajar con actores de otros países y territorios
lingüísticos. ¿Cómo te llevó esta experiencia, desde este punto
de vista?
En el
teatro es muy difícil que sucedan este tipo de experiencias. Si
pensás en el cine, es común que tengas que trabajar y convivir con
equipos de diferentes países, ya que las coproducciones son algo
normal para llevar adelante un proyecto. Pero no en el teatro. De
todas formas, quiero actuar siempre. No importa si es aquí, allá,
con gente de más acá o de más lejos. A veces hay mucho
romanticismo en esto del arte y el teatro, y yo lo veo cada vez más
parecido al fútbol, donde el jugador quiere jugar, no quiere estar
en el banco y obviamente quiere crecer profesionalmente y quiere
poder vivir de su profesión, que es jugar. Para crecer tenés que
laburar y ser buena gente, como en cualquier ámbito. Cuando me
confirmaron el proyecto yo bromeaba con que me había salido el pase
a Europa... pero es a préstamo: luego, de vuelta a jugar en la
cancha del barrio.
¿Cuán
lejos estamos en Uruguay de esta problemática de los inmigrantes,
tanto en lo informativo como en tomar conciencia de la importancia
del tema en las sociedades contemporáneas?
Yo no sé
si estamos muy lejos o muy cerca. A veces, nuestra sociedad, como
tantas otras, prefiere no mirar tan lejos, teniendo tantos problemas
tan cerca. El año pasado, con la situación de los refugiados sirios
e incluso con los ex presos de Guantánamo, escuchamos todo tipo de
opiniones, propuestas y posiciones, seguramente sin tener mucha
conciencia de la situación de esas personas. Por otro lado, vivimos
en un país “seguro” desde ese punto de vista; no tenemos que
irnos y no llega nadie nadando a nuestras costas. Pero también
tenemos nuestros malditos, que se mueven sin rumbo por nuestras
calles, desplazados, en los bordes, seguramente por diferente
razones, pero que también necesitan que alguien les tire un
salvavidas.
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La
tragedia de Aída
Aída es
una africana sin papeles cuya muerte violenta no parece importarle a
nadie, excepto a Malika, su amiga, que tenía bien claro que estaba
tratando de escapar de la trama de prostitución en la que estaba
metida. Malika no puede olvidar y convence a su novio Dieudonné y a
su amigo Armando a investigar el asesinato, ante la pasividad de la
Policía. No les será fácil. En el camino hacia la verdad, Armando
–realizador de un
documental sobre migrantes–
comprueba que las tragedias que denuncia en su trabajo están más
cerca de lo que cree, y el rastro de la muerte de Aída conduce a una
red de corrupción y trata de blancas que pondrá en peligro sus
vidas. Esta es la trama de Los malditos,
coproducción del programa Redelae (Red Eurolatinoamericana de las
Artes Escénicas), con apoyo de instituciones de España, Colombia y
Uruguay. El texto de la obra es del español Antonio Lozano, y el
elenco, dirigido por Mario Vega, está integrado por Gustavo
Saffores (Uruguay), Emilio Buale (Guinea Ecuatorial), Soraya G. del
Rosario (Islas Canarias) y Quique Fernández (Argentina).
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