El rock uruguayo se ha acostumbrado a celebrar
aniversarios. Pero son pocos los artistas, como sucede en el caso de
La Vela Puerca, que pueden jactarse de llevar 20 años de escenarios
y grabaciones con una intensidad y una épica que los exime de la más
o menos habitual utilización de las fechas como estrategia comercial
de supervivencia, o bien de eternos retornos que suelen tener más de
nostalgia paralizante que de alguna cosa que alguna vez se haya
parecido a una acción artística.
La Vela sigue en presente y sabe conjugar sus tiempos
pasados. En su caso se cumple el lugar común “20 años no es
nada”: es una banda en constante movimiento, que ha sabido manejar
diferentes públicos y evolucionar en repertorios que siempre exhiben
una intensidad y una energía que recrean la utopía original, la de
un estado mitad rebelde-mitad fiestero, punk de agite, eslabón
popular de un linaje que viene del rock callejero de Los Traidores,
del ska-hardcore de los vascos Kortatu y de la idea de rock latino
que en la década de 1990 transitaban Mano Negra, Los Fabulosos
Cadillacs y Café Tacuba. Esa mezcla estaba presente en el disco
debut, Deskarado, producido por Claudio Taddei; circunstancia
no menor, porque debe ser mencionado el escalón que hizo subir
Taddei al rock uruguayo a un sonido radiofónico, como había
sucedido con sus dos discos solistas y con el debut de ese nuevo
grupo que había ganado el concurso Generación 96 del programa
televisivo Control remoto.
La Vela estrenaba disco y se convertía en la banda
revelación. Era, además, la primera banda joven y rockera que
continuaba una tradición, que no padecía de la crisis de identidad
(rica en malditas epigonalidades) que sufren los pioneros. Antes de
La Vela estaban los mencionados Traidores, y otras épicas
contestarías, como la de La Tabaré. Antes de La Vela había un rock
uruguayo que llevaba diez años de bipolaridades (éxitos y fracasos)
y de precariedad. Con La Vela, y luego con otros proyectos
posteriores, o con reinvenciones como en el caso de Buitres y El
Cuarteto de Nos, el rock uruguayo conoció una bienvenida madurez,
que incluyó productores artísticos, mánagers y una capacidad
inédita para crecer y desarrollar una empresa cultural que, con los
años, se expandió no sólo dentro del territorio (como uno de los
artistas principales del llamado “rock popular”), sino también
fuera de fronteras, y que alcanzó un prestigio y una popularidad
impensables en América Latina.
Les propongo compartir un recorrido por distintos
momentos de La Vela Puerca, por medio de fragmentos de entrevistas,
de crónicas y de reseñas de sus producciones discográficas. Un
recorrido que permite aproximarnos al contexto de cada momento (en el
acierto y también en el error) y observar distintas miradas sobre un
fenómeno en desarrollo.
DESKARADO
El debut de La Vela Puerca, fechado en 1997 en su
edición local, es del tipo de discos con los que toda banda de rock
sueña: un cancionero explosivo, que se transforma en éxito casi
inmediato y del que varios de sus temas siguen sonando dos décadas
después.
“Abre con ‘Alta magia’, un ska acelerado con todo
el aire de Kortatu, y el resto del disco sigue esa línea y se mueve
por estructuras musicales similares, incluyendo varias bajadas de
reggae. A los chicos de La Vela, que iban a la escuela cuando Los
Traidores hacían covers de Bob Marley y cantaban ‘Barrio rico’,
parece no importarles la etiqueta ni tampoco la ortodoxia punk en lo
musical. [...] Por todo ese nudo de influencias es que no hay
guitarras distorsionadas y sí muchas variantes rítmicas salpicadas
por arreglos de vientos que cumplen dignamente. [...] Deskarado
es entonces un disco saludable para el rock local, con canciones
directas que sirven para agitar y para desbundarse (en los textos
deben destacarse honestas alusiones al consumo de marihuana, en ‘Mi
semilla’) y con la necesaria lucidez para abrir un camino de
‘agite’ transitado desde otro calor por La Abuela Coca. Eso sí,
con mucho más ska que salsa. Diversión asegurada”.*
***
¿Influyó
en la banda tu raíz punk, de cuando estuviste en España?
Sebastián
Teysera: El sentimiento de banda lo aprendí allá, a mediados de
los 90. Cuando volví a Uruguay, en 1996, era el tiempo en que venían
las multinacionales y todo el mundo se comía la pastilla de las
giras, los clips y que le iban a dar para adelante al rock. No
sucedió nada de eso. Con La Vela, desde un principio, sabíamos que
no podíamos quedarnos esperando que la compañía resolviera lo que
teníamos que hacer.
Esa
es la actitud que muestra Deskarado, que salió en un sello
independiente.
ST:
Era una actitud meramente punkie, de hazlo tú mismo... y con
ciertos valores que respetamos aún hoy. De no tocar en casamientos,
fiestas de 15, fiestas finales de empresas ni actos de partidos
políticos... Mirá que hubo épocas que entre todos hacíamos una
vaca y no teníamos ni para una birra.
¿Esa
posición tiene que ver con la ética de bandas como Los Estómagos y
Los Traidores?
ST:
Por supuesto. Traidores es mi banda de pendejo... de cuando estaba la
historia de Estómagos-Traidores. Tengo todos los discos en vinilo
tanto de Estómagos como de Traidores.
¿Reconocés
en tus canciones la influencia, además de Traidores, de un músico
como Jaime Roos?
ST: Claro, porque lo de Jaime es pintar paisajes
y personajes urbanos.**
DE BICHOS Y FLORES
La historia es conocida. Las canciones de Deskarado
empezaron a desbordar escenarios y llevaron a una situación
inédita en el rock local: llenar el Teatro de Verano. El disco tuvo
además una edición internacional en Surco/Universal, de la mano de
Gustavo Santaolalla, quien sería el productor del segundo
cancionero, De bichos y flores, publicado en 2001. Ya habían
empezado las primeras giras. Pero, y sobre todo, había ansiedad en
el ambiente por cómo sería el nuevo disco de La Vela Puerca.
“De bichos y flores juega a ser un libro de
relatos urbanos, de personajes ligeramente ficcionados que viven en
las canciones de un inspirado Sebastián Teysera. Así aparecen tipos
entrañables y cercanos, propios de un realismo mágico
metropolitano, como los de ‘El viejo’ y ‘El profeta’. Pese a
la consistencia conceptual, es un álbum que admite bienvenidos
contrastes; desde la fineza de los arreglos de cuerdas en
‘Contradecir’ hasta un inocultable giro a Manu Chao en ‘Potosí’,
pasando por momentos de un punk a la uruguaya que hacen que no se
pierda la energía en ningún momento. ‘José sabía’, la murga
del disco, aparece como un ajuste de cuentas de la murga uruguaya
hacia las mutaciones porteñas, en un auténtico toque tradicional.
La Vela es una banda de agite con indudable compromiso social, que
retoma el ska a la manera sudamericana, colocando brasses que
recuerdan la contundencia de Paralamas o Los Pericos y celebra la
subcultura barrial como cualquier grupo chabón porteño. La Vela
confirma por qué es la más vendedora y popular de Uruguay”.***
DE GIRAS
La Vela Puerca, para no pocos de sus seguidores
uruguayos, es una banda que se hace desear. Sus discos suelen estar
espaciados por tres años o más. Uno de los motivos, claramente
entendible, es el de las extenuantes giras. En 2004 llevaban tres por
el verano europeo y un par de incursiones por Argentina y México.
¿Qué
lugar tiene La Vela Puerca en Alemania?
Sebastián
Teysera: Hay ciudades y ciudades. Hamburgo y Berlín son rock. Y
está buenísimo. Pero vas a Múnich y es medio caretón. A esta
altura nos están empezando a ver como una banda de canciones. Lo que
tiene Alemania de particular es que es un país donde se puede tocar
todos los días, de lunes a domingo. Por eso rinde y podemos hacer
que las giras sean redituables. Tocamos a las nueve de la noche, a
las doce estamos durmiendo, y al otro día nos levantamos a las nueve
para hacer 600 kilómetros. Son giras de 30 toques en 32 días.
¿Cuánto
ayudan las giras a la salud de la banda?
ST:
Además de que nos permiten trabajar, las vivimos como la oportunidad
de volver a empezar. Lo mismo que nos sucede en Europa antes nos pasó
con Argentina, cuando empezamos en boliches chicos y acá metíamos
25.000 personas. Es adrenalina, es salir a batallarla de nuevo. Está
bueno tener esas dos cosas al mismo tiempo. El éxito y salir a
batallarla. Por más que son giras matadoras, cargando, descargando,
probando sonido, todo, ya con más de 30 años cada uno, lo vivimos
como un spa...**
***
La carretera, el estar tocando de manera casi
permanente, fogueó a La Vela Puerca y la llevó a crecer en los
shows. Esto era más que una evidencia: “El camino de La Vela,
iniciado en 1997, es evidentemente tan breve como intenso. Es el
camino de una banda que desde un principio tuvo claro que para
alcanzar la popularidad debía trabajar duro, manejar los tiempos y
consolidarse tanto arriba como abajo de los escenarios. Después de
disfrutar el set de La Vela en El Centenariazo, quedan claras
otras sensaciones, para nada subjetivas: primero, que el show de La
Vela es más potente y profesional que el de cualquier otro grupo
uruguayo, y segundo, que están a nivel de ‘alta competencia’
tanto en la escena porteña como en la escena de rock latino”.****
A CONTRALUZ
Los crecimientos, como se sabe, no son fáciles. El
disco A contraluz, publicado en 2004 y el último con
producción de Santaolalla, se llevó las primeras dudas de una parte
del público y de la crítica. Suele ser un asunto habitual de
expectativas no satisfechas, pero también es casi un axioma en la
historia de una banda de rock, cuando al alcanzar grandes audiencias
las nuevas producciones de una banda exitosa son vistas como
repetitivas y en algunos puntos con cierta autocomplacencia para
alimentar la exitosa maquinaria que se va construyendo.
“Pese a los miles de discos vendidos y discos de oro y
platino, y a lo bien que suenan, y a esa marca de fábrica que son
esas canciones callejeras, entre el ska, la murga y el hardcore, más
los célebres carraspeos y al carisma de Teysera, hay algo que parece
faltar en La Vela. Si el disco De bichos y flores había sido
un gran salto, con riesgos compositivos importantes y la madurez para
alcanzar una gran producción, el nuevo disco A contraluz
parece simplemente ‘más de lo mismo’. [...] Hoy la magia es de
miles, pero falta la sorpresa. Por eso, aunque la banda tenga mucho y
merecido trabajo por delante –entre giras, llenar estadios y nuevos
discos– sería bueno que se diese un tiempo para quebrar una
inercia que genera esta maldita sensación de falta de novedad y
riesgo”.****
EL IMPULSO
Sebastián Teysera es consciente de que una banda como
La Vela Puerca debe reinventarse a cada paso. Debe romper, como lo
viene haciendo desde Deskarado. El camino del rock exige
eludir la comodidad, lo confortable. El impulso, cuarto disco
y primero con la producción de Juan Campodónico, supuso un
inesperado viaje eléctrico, guitarrero y con letras muy distantes de
todo exitismo y glamour. “Ya nada aquí me divierte como
solía ocurrir. Voy persiguiendo mi risa, ella se fuga de prisa
burlándose de mí”, canta Teysera en ‘Para no verme más’. Y
se entienden, más que nunca, las razones de tomar un impulso, tal
vez al vacío, de dar un salto para seguir provocando la emoción
original, la del mejor rock.
***
¿Por qué cambiaron de productor?
Sebastián
Teysera: Gustavo Santaolalla tenía una idea
de hacer algo más conceptual, tipo el Tommy
de The Who en español. La idea estaba
buenísima, pero yo ya tenía un montón de canciones escritas, y
queríamos sacar el disco rápido. Además, lo que queríamos era
hacer un disco más de guitarras y que los vientos no tuvieran tanto
protagonismo. Ahí fue que nos propusimos trabajar con Juan
Campodónico.
No
estaban acostumbrados a trabajar con un productor full time y
que viviera en la misma ciudad.
ST:
¡Y ahora el productor hasta iba a los ensayos! Y no sólo eso:
nos juntábamos en la casa de Juan, en plan acústico. Todo eso
estuvo buenísimo. Tanto las secuencias de acordes como las melodías
pedían elementos más densos, un poco de la rabia de la distorsión.
Igualmente, el demo que grabamos antes de trabajar con Juan era más
oscuro que como finalmente quedó el disco.**
***
El cuarto disco de La Vela se publicó
en 2007. La idea era reinventarse. Lo lograron. El
impulso significó un explícito viraje
en el plan musical del grupo. La canción, sin embargo, sigue
siendo la misma. Para bien o para mal. “Hay buenas canciones, como
‘Frágil’ o ‘El señor’, hasta llegar a momentos más
explícitos y muy logrados, como la oscuridad de ‘Para no verme
más’. Una canción espejo, porque todos los personajes que
retrata, de alguna manera, se pegan a la primera persona del
cantante, más opaca que nunca, acompañando el nuevo plan rock. El
disco está muy bien, hay una voluntad de alejarse de toda demagogia,
de no caer en la trampa del llamado ‘rock progresista’. Pero
tiene un ‘contraluz’ cuando se vuelve un poco monótono a medida
que corren las canciones. El rumbo de La Vela parece incierto. Parece
una banda de estadios que quiere elegir otro camino pero no se anima
a dar el salto. Una banda exitosa que necesita de nuevos éxitos pero
que simula traicionarse y no lo concreta del todo. Es, como anuncia
el título, un impulso. Porque aunque los nuevos ropajes sonoros son
evidentes –en esencia, riffs más compactos, menos vientos y menos
quiebres rítmicos–, no hay un quiebre a fondo en el impulso
compositivo”.****
NORMALMENTE ANORMAL
No
es un disco. Es, lisa y llanamente, la mejor película documental
sobre una banda de rock que se haya hecho en este país. Se publicó
en DVD con el título Normalmente anormal. El realizador
audiovisual Agustín Ferrando, por amigos en común, tuvo acceso en
2006 a una valija llena de filmaciones caseras realizadas por
integrantes de La Vela Puerca. Le dijeron que no estaban buscando un
editor, sino alguien que se comprometiera con ese material y contara
su versión de la historia. Aceptó el desafío y en un par de años,
luego de un trabajo minucioso, se mandó el documental.
“Empecé a conocerlos y a ser parte de la familia de
La Vela”, contaba Ferrando en una entrevista a Caras y
Caretas. “La filosofía que tienen para vivir y enfrentar
las cosas me cautivó y me convenció de que valía la pena
encerrarse el tiempo que fuera necesario para trabajar ese archivo
inmenso y ordenar el caos”.
PIEL Y HUESO / ÉRASE
Si algo le faltaba a La Vela Puerca era la independencia
artística absoluta. La obtuvieron a partir de Piel y hueso,
publicado en 2011, el primer disco que grabaron y produjeron con el
sueño del sello propio Mi Semilla. El resultado deja en evidencia y
empieza a resolver las dos caras de la banda, la tensión entre éxito
y riesgo, pero sobre todo dialoga con lo que mostraron en Normalmente
anormal. Porque La Vela es, en definitiva, algo más que una
banda de rock: es un grupo de amigos que viven una aventura en la que
se sienten mejor que haciendo cualquier otra cosa. Se deciden
entonces a publicar un álbum doble (algo que no hubiera aceptado
Universal), mostrando las cartas de una más que necesaria honestidad
brutal. No es momento de reinvenciones ni de laberintos conceptuales.
Piel y hueso exhibe, en todo caso, la carne. En el primer
disco descargan una andanada de temas que vuelven a la esencia de la
primera época. No hay vueltas ni laberintos conceptuales. En el
segundo, Teysera elige concentrar seis canciones más oscuras, en un
formato acústico, más sosegado, jugado al songwriter. Las
dos capas de La Vela funcionan.
Hay un extra de Piel y hueso que se llama Palacio
Salvo, un EP publicado en formato digital en 2013. Este
cancionero breve y menos conocido precede a Érase, el último
disco hasta el momento de la banda, en el que parece haberse
desentendido de la necesidad de acumular repertorio. La Vela se
siente libre de producir un disco que escapa del rock para abordar
múltiples referencias estilísticas. Es una jugada de una potente
madurez, tal vez similar a la que se le pedía –desde el apuro y la
ansiedad de la crítica– en los años de A contraluz.
(*) Fragmento de una reseña
publicada por G.P. en la revista Posdata.
(**) Fragmentos de una entrevista
de G.P. con Sebastián Teysera en la revista Freeway.
(***) Tomado
de una reseña de G.P. publicada en la revista Rolling
Stone.
(****) Tomado de reseñas y notas
de G.P. publicadas en la revista Caras y Caretas.
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