El mapa editorial de la
música uruguaya cambió en 2005 con la aparición del sello
Esquizodelia, pionero en lanzar discos de descarga gratuita y en
empezar a conformar un colectivo de artistas que utilizan la red
internet para la distribución digital de música. Esquizodelia es
sinónimo, en una primera etapa, de varios de los proyectos musicales
de los músicos Pau O'Bianchi (3Pecados, Millones de Casas con
Fantasmas, Relaciones Sexuales) y Hiram Miranda (Uoh!), pero muy
rápidamente el catálogo se amplió y diversificó con la edición
de discos de Genuflexos, Carmen Sandiego, Psiconautas y Mux, entre
otros artistas. Otras experiencias similares, algunas anteriores a la
propia gestación de Esquizodelia, como el sello de electrónica
Ouzo, o posteriores, como Vía Láctea Ediciones, Módulo Records,
Feel de Agua, Estampita Records y Nikikinki Records, consolidaron una
movida que nuclea a decenas de artistas independientes.
Los sellos digitales
incentivan la descarga libre y el uso de licencias Creative Commons,
y utilizan plataformas virtuales como Bandcamp, lo que ha generado
algunas polémicas con otros artistas y especialmente con Agadu.
También fabrican ediciones físicas de algunos títulos,
distribuidas en ferias autogestionadas, en los shows y en festivales
como los anuales Peach & Convention y Aut Out, o en
la Semana de la Música Libre. Para conocer mejor el fenómeno, viene muy bien esta charla abierta con Raúl Garrido (Estampita, integrante de Los Mostachos),
Flavio Lira (Esquizodelia, integrante de Carmen Sandiego) y Salvador
García (Vía Láctea, integrante de Limpiando Encontré Monedas), sobre esta modalidad que lleva más de una década de desarrollo al
margen de los sellos tradicionales y de las disquerías.
¿De qué manera la
aparición de Esquizodelia, sello digital pionero en descarga libre
en internet, abrió paso a una nueva generación de artistas
alternativos y cambió la escena musical uruguaya?
Flavio Lira: Con
respecto a lo de pioneros, no creo ser yo, o cualquiera del
colectivo, el que deba decirlo. Sí sé que antes de nosotros, de
3Pecados, de Genuflexos, de Amelia o de Solar, no se habían probado
ciertas búsquedas, tanto artísticas como de otra índole. A veces
veo algo de nosotros en bandas nuevas. La escena musical –eso sí
es cierto– cambió para bien en muchos aspectos y para mal en
otros. Al volverse más fácil grabarse, al ir muriendo ciertas ideas
de “profesionalismo” rancio que todavía rondaban –y que
todavía rondan un poco, pero menos, y suenan cada vez más
ridículas–, apareció un aluvión de grupos, muchos de ellos
buenos, otros no tanto. Eso trajo una abundante oferta de bandas
interesantes que trabajaban por fuera de la órbita de sellos y de
festivales de rock. Al mismo tiempo, en estos momentos nunca fue más
difícil para una banda pequeña o mediana tocar en Montevideo, algo
que cuando empezamos, quizá por un coletazo de la popularidad del
rock uruguayo, no era tan así.
Raúl Garrido:
Cuando empecé el liceo, fue el boom del rock nacional, y cuando
estaba terminándolo descubrí Esquizodelia por el disco Liu,
de 3Pecados. Eso fue hermoso. No sólo por la música, sino porque
entendí que una banda podía grabar y sonar sin toda la parafernalia
de los shows y los sellos. Creo que estas “alternativas” son
herramientas para distintas necesidades, que conviven con otras
herramientas y otras necesidades. Las posibilidades que brinda
internet para compartir contenidos, junto a los adelantos
tecnológicos que facilitan la grabación de música en forma casera
y con cierto estándar de calidad, han permitido que el mapa musical
se diversifique cada vez más y que, entre otras cosas, puedan
aparecer sellos como Esquizodelia.
Salvador García:
Lo que cambió, en esencia, fue la consideración y valoración, por
parte de los medios de comunicación, de la producción cultural que
no se rige por las leyes del mercado. Desde la perspectiva de quienes
trabajamos de manera autogestionaria –en el sentido de que la
carencia de herramientas, dinero o conocimientos jamás nos resultó
un impedimento para tocar, grabar y publicar–, claramente internet
es la herramienta que pateó el tablero y la que mejor se adapta a
nuestra esencia. Hay una sensación de poder llegar a cualquier lado
en cualquier momento mediante una conexión a internet, que tiene
mucho que ver con cómo hacen funcionar sus obras espontáneamente
muchas personas que no se identificaron jamás con el concepto de
éxito instalado por la industria cultural. La cultura de copiar,
reutilizar y compartir no es una novedad; los movimientos
alternativos o disidentes tampoco lo son. Es el acceso a nuevas
tecnologías a bajo costo la novedad que, de alguna manera, termina
haciendo más visibles estas escenas más laterales.
Salvador García. |
¿Qué
particularidades genera este tipo de producción y consumo cultural
entre el artista y el público respecto a experiencias tradicionales
de producción?
SG: El vínculo
entre los consumidores finales de una obra y los autores siempre fue
un camino minado de intermediarios. Es entendible, ya que un sistema
que tiende a fortalecer íconos, personas de influencia y líderes,
supuestamente con una capacidad y una sabiduría mayores que las del
resto de los mortales (los fans), necesita de mucha gente para montar
el espectáculo y crear el personaje/producto. No siento que esto
haya cambiado en esta especie de nuevo paradigma, porque los
intermediarios también emergen en los nuevos medios; pero hay una
clara oposición entre decidir dar el mayor acceso posible a tu obra,
más allá de que puedan pagarte o no, y reservar una obra sólo para
aquellos que puedan pagarla, y condicionarlos a que no puedan
compartirla. Lo que está en puja no es tanto una cuestión de
contenido o calidad, sino de modelo de distribución y
posicionamiento ideológico.
RG: Este es un
tipo de producción que supera ampliamente la demanda. Si uno se fija
en la cantidad de discos que se suben a Bandcamp en Uruguay en un
solo año, se va a sorprender. Está buenísimo, porque denota que
quien quiera grabar un disco y editarlo puede hacerlo. Eso trae otras
dificultades que quizás antes no existían, así como la superación
de ciertos problemas. Yo no me olvidaría de que esto es un nuevo
estado, así como antes existieron otros y en el futuro existirán
otros. Este momento me hace acordar al que describe Umberto Eco en
Apocalípticos e integrados, a mediados de los 60, que es
cuando se comienza a grabar música, es decir, el comienzo de la
industria como la conocíamos, con los discos en formato físico.
Para mucha gente, en ese momento se temía por el final del
concierto, de la relación con la música en vivo. Hoy sabemos que
eso no se perdió, sino que se resignificó... Al escuchar música
vía streaming y al tener un acceso que aparenta ser
infinito, uno como escucha comienza a relacionarse con la música de
una manera distinta de cuando tenía una colección de discos acotada
o dependía de los programadores de una radio.
Carmen Sandiego. |
¿Cómo es la
experiencia de Carmen Sandiego?
FL: Si vamos al
caso, la gente sigue prefiriendo ir a ver a Once Tiros o 4 Pesos de
Propina que a Carmen Sandiego o Alucinaciones en Familia. Y las
bandas independientes más exitosas, tomando en cuenta que trabajan
por fuera de un sello local y que utilizaron internet a su favor, son
la dupla Rombai-Marama. Así que la relación del público con los
artistas es algo que me evade. Lo que sí genera –y esto lo sé por
experiencia propia– es el hecho de servir de vaso comunicante entre
escenas, incluso entre escenas de otros países. Sin la autogestión,
sin subir el disco a Bandcamp, dudo que Carmen Sandiego hubiese
tocado tantas veces en Argentina o que hubiésemos generado un
público en Chile, o que formáramos parte de un compilado tributo a
Jeanette con otras bandas latinoamericanas. Lo mismo pasa con Julen y
la Gente Sola, que participa en el Lima Pop Fest. Somos bandas
sin mánager ni equipo de publicidad, así que todo lo que ocurre es
generado por el interés directo que las bandas proyectan a sus
públicos potenciales.
¿Cómo ha sido la
experiencia de los sellos Vía Láctea y Estampita, que siguieron el
modelo de Esquizodelia?
SG: Vía Láctea
actualmente está en su “tercera vida”. Empezó siendo un
proyecto de dos amigos, luego se convirtió en un colectivo de varias
personas que no necesariamente estaban unidas por la amistad ni la
estética, y ahora se replantea como una fuente de recursos, más
allá de las personas y de su participación. Es un experimento. A mí
me toca coordinarlo, y lo dejo moverse libremente. A veces emerge la
fuerza colectiva y se persiguen objetivos de beneficio para todos, y
es a eso a lo que personalmente me gusta dedicarle tiempo y energía.
Los Mostachos. |
RG: Desde el
comienzo Estampita fue planteado como un grupo de amigos que se
conocieron por intermedio de la música y decidieron crear una
estructura para producir y difundir su música de mejor manera. Para
mí, Estampita es una forma de hacer las cosas con gente que uno
quiere, con los amigos, de que hasta las cosas que son tediosas
terminen siendo divertidas. Así también fuimos conociendo nuevos
amigos, con los que comenzamos a hacer cosas dentro de Estampita. Y
también nuevos amigos que están en otros sellos, con los que
también comenzamos a hacer cosas juntos.
¿Por qué razones
esta manera de distribuir y compartir música genera debates y
polémicas sobre diferentes formas de entender el derecho de autor?
¿Cuál es la posición de ustedes respecto a este tema?
SG: He discutido
sobre esto con personas que están en contra de la reforma a la ley
de derechos de autor que se votó por unanimidad en abril en el
Senado. Honestamente, la falta de argumentos de peso y la
desinformación fue una constante, algo que lamentablemente siento
que va a postergar esta buena posibilidad que tuvimos de avanzar en
derechos a nivel legislativo. Digo tuvimos, porque luego de la
campaña de desinformación por parte de las instituciones más
conservadoras, no soy muy optimista. Se habló de “legalizar la
piratería”, se hicieron videos con referentes de la música
repitiendo mentiras y malas interpretaciones. Creo que ganaron el
lobby, la presión institucional y una manera bastante oscura
de resolver las cosas. La masa crítica para modificar la ley la
tenía la FEUU [Federación de Estudiantes Universitarios del
Uruguay] y fue cooptada por Agadu y la Cámara Uruguaya del Disco,
que dio como resultado la firma de un pésimo acuerdo. Es política:
los argumentos no pesan más que la capacidad de influir de quienes
manejan el dinero. A veces hay excepciones, pero en este caso no
pasó.
RG: Estampita,
como sello, no tiene una posición tomada al respecto, ya que al ser
un colectivo y tener distintas visiones nos es difícil tomar
posturas generales. A mí, personalmente, me parece que esta reforma,
como fue planteada al comienzo y no como quedó con las negociaciones
posteriores, me parecía, no sé si un avance, pero sí un
reconocimiento a ciertas prácticas que se realizan diariamente y que
son de total beneficio para la población, incluyendo al autor. El
derecho de autor, tal como lo conocemos, responde a una época y a
una forma de acceso y de consumo. Al día de hoy, eso ha cambiado,
como ya ha cambiado incontables veces, entonces no veo nada de malo
en que se resignifique ese concepto. Creo que más que algo no
entendido, existe miedo al cambio, y es natural. Pero este cambio no
pretende sacarle la voz al creador, sino que hasta la ampararía de
una mejor manera.
FL: Hay una
concepción general de una guerra que, a mi entender, no existe entre
aquellos que preferimos no trabajar con los medios comunes o ya
preestablecidos de empresa cultural y los que sí. Una idea de que
estaríamos destruyendo el trabajo del autor. Yo no tengo ningún
tipo de problema con que alguien decida registrar su obra en Agadu y
estar en un sello como Bizarro. Me parece que el argumento de que
aquellos que decidimos trabajar con Creative Commons venimos a
sacarle el pan de la boca a Ruben Rada es, como mínimo, ridículo.
¿Cuál es el futuro
del disco? O ¿cómo entienden el presente del disco como producto
cultural?
FL: En este
asunto, a mí me viene el viejazo y la sensación de que formo parte
de un mundo moribundo. Me gusta el formato disco. Me gusta que la
obra musical tenga un orden: un principio, un medio y un final. Que
haya un arte de tapa, que sea algo táctil. Veo que muchas bandas de
la escena independiente siguen creyendo en ello, y por suerte hay
ediciones físicas de varios de los discos que salieron en los
últimos años. También siento que eso posiblemente sea un
anacronismo. Las popstars de ahora, que son muchísimo más
conscientes y hábiles con esto de internet que los pobres diablos
montevideanos de sellos independientes, descreen de la idea y del
formato de disco. Miley Cyrus sacó un disco que sería imposible
editar como CD porque dura una hora y media. Lo mismo, Taylor Swift.
La idea de unidad, en ese sentido, ha muerto. Probablemente esto sea
positivo en algún sentido, pero yo prefiero seguir pensando en diez
canciones y un eje temático.
RG: ¿El futuro
del disco? La verdad, no tengo idea. Pero creo que es un orden, así
como lo es la canción, la sinfonía, la sonata. A mí me gusta ese
orden de una sucesión de canciones o momentos musicales de entre 30
y 60 minutos. Me gusta. Me gusta el objeto disco, sea vinilo, casete,
CD o una carpeta en mi computadora. Pero qué vaya a pasar con eso,
no lo sé. Hay gente que dice que se viene la época del simple, de
una canción que esté buena y pegue. Pero creo que eso sucedería en
determinado ámbito, en donde se busca algo, como puede ser el rédito
económico con una canción. Pero la idea disco, así como la
sinfonía, es posible que pase a ocupar otro lugar, pero no creo que
muera. Lo mismo, con el objeto disco. De un tiempo hasta acá, ha
habido un revival del vinilo y hasta del casete, con lo que se
ha revalorado el formato físico y se ha posicionado el disco que
existe físicamente en un lugar diferente al que existe sólo
virtualmente. Recordemos, eso sí, que este es un momento de
transición.
SG: Hace varios
años que el disco no representa lo mismo que en otro tiempo. No sólo
en el sentido de su relego a objeto de colección o artesanía, sino
del concepto de disco como una obra integral que agrupa determinada
cantidad de pequeñas obras, unidas por alguna razón. Probablemente
se dejen de fabricar de forma masiva en pocos años, y está bien. La
dinámica de consumo musical tiende hacia proveer a los usuarios de
herramientas que le permitan elegir, en cualquier momento, qué
escuchar de manera rápida y cómoda. Aunque me reconozco un poco
romántico de esa experiencia, aquello de escuchar un disco entero de
punta a punta se va dejando de hacer.
***
Sellos
independientes
Bilardo Records,
Caracol Rojo, Colectivo Arnau, Contrapedal, Elvis Attack!,
Esquizodelia, En los Nervios, Estampita Records, Feel de Agua,
GlamaMusic, Kitty on Fire Records, LA Records, Módulo Records,
Nikikinki Records, Ouzo, Pantano Records, Paulino Records, Perro
Andaluz, Pomodiscos, Registro Móvil, SpleenCoffin, TanukiNeiri
Records, Tarántula Recording, Tecupé y Vía Láctea Ediciones son
los sellos que participan en la plataforma Música Libre.
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