Se puede ir una, dos
o más veces a muestras colectivas como las del Salón Nacional o la
recién inaugurada Bienal de Montevideo. Mirar, contemplar, cotejar,
entender (o dejar de) es imprescindible, porque la premisa del
espectador debería estar en dejarse llevar, evitar si puede los
cartelitos explicativos, los paratextos, por lo menos en una primera
mirada. El Salón Nacional -en el museo del Parque Rodó- deja este
año 2014 la sensación de un alto nivel expositivo y, sobre todo,
además de no pocas novedades, una sugerente diversidad de
propuestas. Hay golpes visuales inmediatos: la Torre Yerba de
Abreu, la banda presidencial de Agustina Fernández y El
Perfume del Pepe de Sastre, el "otro prócer" de Diego Velazco (foto), pero
también queda en la retina el edificio Ciudadela de Arnaud,
el colorido post-it de Colectivo Corto, las esculturas con diez mil
palillos de brochette de Castagno, el potente "fuck" de
Sabella, la grafía urbana de Velazco, las imágenes del díptico de
Píriz, el minimalismo de Sclavo, las líneas obsesivas de
Mendizábal, los libros de Tabarez. Hay más, mucho más en el Salón,
entre juguetes chinos en la escena de un crimen, camisones llenos de
insectos, fotos de familia y de oscuros interiores, un vestido de
novia intervenido con semillas, imaginería de Lewis Carroll y hasta
la mismísima exhibición de la puerta baleada del edificio Liberaij.
Hay obras notables como el juego sutil entre el mapa, el territorio y
la nomenclatura que propone Paola Monzillo, o la representación
gráfica de Jorge Soto, exhibiendo el transcurso del tiempo en la
ausencia de verdad sobre los desaparecidos durante la dictadura de
los setenta. Y hay, entre la diversidad de generaciones y estéticas,
varias obras que logran un punto muy sugestivo entre técnica y
emoción. La propuesta de este
segundo informe -el primero
estuvo dedicado a obras con evidentes miradas políticas y urbanas-
es poner foco en obras que comparten una excelente factura técnica
desde diferentes modalidades expresivas. Y, en el intercambio de
opiniones, en este caso, sobre el hacer contemporáneo en el arte,
invitamos a seis artistas de diferentes generaciones y estéticas:
Luciana Damiani, Elián Stolarsky, Julia Castagno, Nuño Pucurull,
Federico Rubio y Matías Nin.
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Elián
Stolarsky (Montevideo, 1990). Obra:
"Inventario octava parte, de las
huellas y los surcos"
Varios planos se
superponen. Huellas. Surcos, micrograbado. Se impone el negro. Lo
figurativo y lo abstracto en debate. Un rostro, objetos, la memoria
emerge pero se vuelve difusa.
"La obra que
presenté es resultado de una cadena de obras que vengo realizando
desde hace no menos
de dos años. Cada etapa devine por necesidad y encuentros fortuitos
del trabajo diario. Cada Inventario propone una nueva forma de
aproximarme a esta colección obsesiva de memorias, y esta vez viré
hacia un minimalismo manifestado en el aspecto formal de la obra.
Continúo con la idea de superponer para generar una imagen nueva,
resultado de la sumatoria de partes, pero en este caso llevando la
idea hacia el límite. Jugando también con la delgada línea de lo
abstracto y lo figurativo. Así como son los recuerdos, a veces
nítidos en sus detalles, pero borrosos desde lejos".
Federico Rubio
(Montevideo, 1966). Obra: "Interior"
Fachadas de casas
de ciudades uruguayas. Colores fuertes y formas geométricas invitan
a nuevos relatos que intrigan y permiten el juego de la mirada.
Exterior es interior.
"Presenté en
esta oportunidad una instalación con fotografías de fachadas
realizadas en diferentes pueblos y ciudades de Uruguay. Es el tercer
Premio Nacional consecutivo en el que participo y soy seleccionado
con obras que pertenecen a esta serie, que comencé en 2009. Y para
darle un carácter diferente esta vez, decidí imprimir muchas
fotografías (treinta nada menos), que tuvieran un hilo conductor
claro, sobre las que se pudiera intuir una tipología, y las coloqué
en un panel, en una una grilla apaisada de tres filas por diez
columnas. No hago trabajos específicamente para presentarme en tal o
cual concurso; mi modalidad es trabajar en series de mediano o largo
plazo, y cuando existen concursos, extraer de esas series
determinadas obras y presentarlas. Es una distinción que creo
importante: lo fundamental debería ser la obra, lo secundario el
concurso. Aquella no debe estar supeditada a éste. En Uruguay,
algunos artistas se manejan al revés, van creando obra de a tirones,
cada vez que se publican las bases de un nuevo salón, y en general
ese tipo de obra, que no es independiente del concurso en cuestión,
que no tiene un antes y un después sino que está hecho a medida, no
me interesa".
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PUNTOS DE
VISTA:
Luciana Damiani:
Me parece que fue un salón muy diferente a los anteriores. No
sólo por el tipo de obra seleccionada, sino por la cantidad de
artistas que participaron. Si bien estoy viviendo en Barcelona y no
pude estar presente, lo que pude ver a través de las redes sociales,
notas de prensa y comentarios de otros artistas, es que hay una
apertura a nuevos medios y nuevas formas de trabajo que permiten
establecer otro tipo diálogo entre el artista, la obra y el
espectador.
Matías Nin:
Creo que es un salón bastante representativo de las diferentes cosas
que están pasando en nuestro medio. En ese sentido, creo que es
bueno, porque se contemplan formas bien distintas de concebir el
arte. También me parece que, en términos generales, hay un muy buen
nivel técnico.
Nuño Pucurull:
Lo importante para mí, en este
país y en esta coyuntura, es hacer y hacer y hacer. Sin excluir las
valoraciones, siento e intento priorizar los hechos -en el sentido
más simple y corriente de la palabra-, a las valoraciones. En este
sentido, lo aceptado y expuesto es suficientemente diverso, lo cual
permite que cada cual haga su propia interpretación. Y quizás el
verdadero Salón no sea otra cosa que el conjunto de las
interpretaciones, de las cuales el lugar, el museo, no sea más que
-para ponerme un poquito marxistoide, la base material... Se me
vienen a la cabeza obras como las de Paola Monzillo y en general
todas las obras más despojadas en lo tecnológico, las menos
pretenciosas desde el punto de vista formal y técnicos.
Matías Nin: A
mí, como pintor, me interesa siempre más la pintura y el dibujo que
los otros medios. Hay obras muy interesantes, como el trabajo de
Santiago Velazco, Diego Píriz, Francisco Tomsich, Augusto Gadea,
Seida Lanz, Martín Pelenur, por nombrar solo los que me vienen ahora
a la cabeza. Pero volviendo al salón en general, estoy convencido de
que es bueno que sea un concurso así de plural. Es, además, reflejo
de lo que está pasando en el mundo, no solo en arte. Las creaciones
humanas están en un momento increíble de expansión y diversidad, y
creo que sería raro que en un concurso de arte como el Premio
Nacional no se reflejara esto. La contraparte, si se quiere, puede
ser que éste tome un aspecto caótico, pero aún así, lo veo como
un “caos” auténtico, que no trata de ocultar sus formas más
diversas.
Federico Rubio:
Tengo gustos limitados. Me
gusta el buen dibujo, la buena pintura, el buen cine. Me encanta la
buena fotografía. Son esas las cosas que disfruto, con independencia
del momento en que fueron creadas. Soy contemporáneo sólo en el
sentido de que lo que hago, lo hago ahora, pero a lo que se suele
etiquetar con ese adjetivo, especialmente si tiene que ver con la
novedad, en principio le escapo. Te puedo comentar una tendencia que
se da en el arte actual que me parece interesente como fenómeno pero
que me resulta vomitiva: la espectacularización en las artes
visuales. Por ejemplo: la creación de obras interactivas, que
promueven la participación del público. Me atrae mucho más la obra
íntima, que está hecha para ser contemplada en silencio.
Elián Stolarsky:
Como suele suceder, encontré en el Salón muchas obras que son de mi
interés y otras que no tanto. Se muestra un amplio espectro de cosas
y considero hay para todos los gustos.
Julia Castagno:
A mí me encanta la variedad de obras seleccionadas. Creo que se hizo
un gran esfuerzo para albergar el trabajo de tantos artistas. Tal vez
se necesitaría de un espacio mucho más amplio para exhibirlas. De
todas formas, es un placer ver tanta obra interesante.
Elián Stolarsky:
El
lugar quedó demasiado chico para la cantidad de obras
expuestas y eso va en
detrimento de los trabajos exhibidos.
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Matías Nin
(1984). Obra: "03/02/2013
05:15:48 AM"
La pintura, la
fotografía, la paradoja de la representación puesta en debate.
Imágenes de control, de seguridad, vaciadas de sentido. El trazo
humano puede pervertir lo digital.
"La obra que
presenté es parte de una investigación que vengo realizando a
partir de imágenes de Internet. Mi proceso de creación consiste en
elegir estas imágenes con un criterio estético que prioriza lo
impersonal. Es decir, que la imagen elegida, de alguna manera me
transmita impersonalidad. La razón de esta elección tiene que ver
con llenar un vacío, darle a la imagen algo que no tiene. Por la
misma razón, es que después de elegida la imagen, la copio en óleo.
En ese proceso de traducción de una imagen digital a una pintura, se
reafirma la idea de darle una personalidad a la imagen, ya que tanto
la torpeza del trazo como las diferencias involuntarias de color,
hacen que el resultado tenga “algo” exclusivamente mío. Creo que
la imitación -o la copia- es parte fundamental del ser humano, y
esto se ve principalmente en los primeros meses de vida. Por otro
lado, está la necesidad de individuación, es decir la necesidad de
ser distintos, que ya pertenece a un estadio posterior en la
formación del ser. Entonces, creo que podríamos hablar de una
tensión entre ambas fuerzas o condiciones del ser. Por un lado,
imitar, y por otro, diferenciarse. Ambas cuestiones están presentes
en la investigación que realizo, más allá del interés plástico o
visual que me despiertan tanto las imágenes elegidas como sus
traducciones en pintura".
Nuño
Pucurull (San José, 1945). Obra: "Querer té"
Bolsitas de té,
usadas, registran huellas, cuentan una historia familiar. Juegos de
palabras articulan un relato íntimo, entrañable, desde el residuo,
desde los fragmentos. Pega hasta el hueso.
"Es una obra
reciente, una variación sobre los trabajos que vengo realizando con
bolsitas de té. En esta presento un texto que resume, en forma
inesperada, una pequeña historia personal que quizás tenga relación
con otras historias personales, o generales. Lo de inesperada va por
el hecho de que apareció entre gallos y medias noches, estando el
texto basado en un diálogo real de mi infancia, un juego de palabras
entre mi padre y mi madre, respecto de tomar té, de querer té,
generalmente referido al té de yuyos, después de aquellos pucheros
de la época".
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LOS BORDES DEL
TIEMPO:
Luciana Damiani:
Hoy en día, el artista es un miembro activo de la sociedad. Me
refiero a que no solo se encierra en su taller -a producir- sino que
se apropia de cualquier medio y genera nuevas formas de interpelación
todo el tiempo. Creo que esto tiene que ver con la famosa
globalización, la cantidad de información a la que tenemos acceso
-cierta e incierta- y la capacidad de movernos continuamente.
Elián Stolarsky:
Siento que hoy está muy “de moda” el trabajo colectivo, los
procesos grupales. En el cine o teatro estas ideas son fundamentales
para llevar a cabo las obras, pero en las artes plásticas
tradicionalmente no son tenidas en cuenta. Y combinar los trabajos
ermitaños, que considero mega necesarios, con obras grupales, me
parece un ejercicio maravilloso. Considero muy positiva la tendencia
de abrir puertas en pos de intercambios y que haya una interconexión,
que si bien tiene grandes defectos, también posibilita más
movilidad y difusión para las obras y los artistas. También -en lo
personal- me gusta la capacidad de ir variando los lenguajes, del
cambio constante. Hoy grabado, mañana video, luego puede ser
instalación.
Matías Nin:
A mí no sé si me interesan las tendencias. Esa palabra me lleva al
concepto de moda y creo que el arte es otra cosa. Creo que hay
algunas ideas comunes que surgen en distintos actores, de forma
simultánea, y que responden a una verdad que se percibe en el tiempo
que les toca. Esta verdad o verdades, son el fundamento de las obras
de arte en cada tiempo o época. En el tiempo que nos toca, yo
percibo algunas verdades. En ese sentido me interesa mucho la obra de
Gerhard Richter. Me parece un artista sumamente lúcido, que captó
muchas verdades antes que se hicieran evidentes para otros. En su
obra, vemos cómo se esconde la tensión entre el individuo
excepcional, capaz de producir obras de un virtuosismo admirable, y
el no-individuo -por llamarlo de alguna manera- que no quiere
expresar su individualidad y por tanto se esconde detrás de imágenes
impersonales, como fotografías o pinturas informalistas realizadas
de forma casi industrial.
Julia Castagno:
Yo me siento re por fuera de las tendencias.
Federico Rubio:
En los próximos salones nacionales seguramente se presente alguien
que utilice una impresora 3D o un drone para realizar una obra. Lo
primero que me produce la sola idea es unas ganas terribles de
bostezar. Se puede hacer arte fantástico con tecnologías nuevas, no
soy tan tonto como para negarlo. Pero me interesa mucho más el
dominio de una técnica establecida, y con cierto recorrido.
Nuño Pucurull:
Como dice Inodoro Pereyra, "hoy me levanté injusto", así
que diría que no puedo distinguir las tendencias. Lo que me parece
clara es que pertenecen y reflejan y son espejos de un mundo que
cambió y del que yo estoy más cerca de salir que de entrar... Estoy
hablando, en un plano estrictamente cronológico.
Luciana Damiani:
Hoy en día, hay artistas de todo el mundo en todas partes del mundo.
Creo que eso es algo bastante contemporáneo; me refiero al hecho de
poder trabajar en casi cualquier contexto geográfico, territorial y
social y expandirnos casi de inmediato por el resto del mundo.
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Luciana
Damiani (Montevideo, 1982). Obra: "(1
x 4 x 4 x 18 x 36) + 3 / salfportrait"
Hay algo obsesivo
en reunir miles de rollitos de papel, exactamente diez mil
trescientos setenta y uno. Perturban. Exhiben un tránsito, un
tiempo, una colección de historias mínimas.
"Mi trabajo se
centra en el tema de la identidad y en los diferentes cambios a los
que estamos expuestos que nos obligan a redefinirnos continuamente.
En este caso en particular, la obra está vinculada al movimiento
geográfico. Hace siete meses que vine a estudiar y vivo en
Barcelona, y ese cambio de contexto marca indefectiblemente un nuevo
comienzo a la hora de producir. Esta obra se refiere a un mecanismo
de trabajo, a una ecuación que metaforiza el traslado, la distancia,
la necesidad de enraizar y de definirse como individuo en el mundo.
El resultado de esta fórmula -10.371- representa la cantidad de
kilómetros que separan mi primer hogar del actual, un número que me
reubica en el mapa y me hace consciente de la distancia con respecto
a mi origen. Diez mil trescientos setenta y uno son los objetos
contenedores de microhistorias que encierran este proceso íntimo, de
apropiación y arraigo, objetos con los cuales me identifico y forman
parte de esta metamorfosis de carácter geográfico, social y
afectivo que hace inevitable la continua negociación de
identidades".
Julia Castagno
(Montevideo, 1977). Obra: "Estructuras del vacío"
Otro punto de
enumeración obsesiva, de construcción paradójica que evoca el
vacío, su propia imposibilidad y la ausencia de certezas. Al borde
del fractal, del misterio de la naturaleza.
"Mi
obra Estructuras del vacío
tiene como antecedente a Modelo para la supervivencia.
Utilicé
brochetas para formar una instalación de estéreo-estructuras,
para crear estructuras que
contengan
un espacio vacío. El palillo de brochetas como objeto me permite
formar tetraedros, repetir infinitas veces un fractal mediante un
proceso de iteración que remite al infinito. El mismo proceso de
creación de la obra,
hace referencia a la incógnita sobre el resultado final de la misma.
La percepción es experimentada a través de la acción de un proceso
que evoca lo inconcluso. A través de esta acción es que me enfrento
a la incertidumbre, a una imposible concepción del infinito, a una
imposible captura del vacío".
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