Después
de Sinatras, banda juvenil con la que llegó a publicar un disco y se
posicionó entre las revelaciones de un pop-rock de guitarra pos
Sórdromo, aquellos buenos tiempos de Astros y Mersey jugando al
brit, el guitarrista y cantante Diego Rebella se largó a un camino
solitario, a la intemperie de la canción. Vinieron entonces las
canciones frágiles y quebradizas de Guadalupe 1994,
luego las de La vida en los árboles, como
pidiendo permiso, probándose en escenarios compartidos con Franny
Glass y animándose lentamente a agregar instrumentaciones, a
construir un sonido desde el despojamiento, desde el cero absoluto de
la canción: guitarra, melodía y voz.
Apenas
suenan los primeros acordes de "Mañanas", canción que
abre Alaska,
sobreviene la sorpresa: Diego Rebella propone más capas, más
densidad, más rock, y canción tras canción se abre uno de los
discos candidatos a estar entre los mejores del año. Parece haber
encontrado un territorio perfecto para sus canciones, para ideas
sonoras que fermentan lo mejor de su carrera musical, con la certeza
de la vuelta a las guitarras de Sinatras, inyectadas de la fragilidad
del cantautor. Lo acompañan en esta nueva aventura varios amigos
musicales, entre ellos el talento en la grabación y producción
artística de Ezequiel Rivero.
¿Qué
nuevo paso sentís que estás dando con Alaska? Venís de dos
discos de cantautor muy despojados...
El
comienzo fue torpe, tímido y algo inocente. Decidí bajar a cero,
empezar de la nada. Desarmar todo lo que había armado y empezar a
tirarme con canciones frágiles al frente de un público desconocido
y desconfiado. Decidí probar hasta dónde podía llegar y testear mi
idea de hacer el ridículo. Cometer todos los errores que tenía que
cometer. Digamos que me puse a prueba, a ver cuánto me importaba
esto, y cuánto estaba dispuesto a arriesgar de mi vida, mi tiempo y
mis huevos.
Creo
que Alaska me encuentra en un lugar mucho más seguro y con un
rumbo creativo definido o trazado. De pie y con ideas. De pie y con
un plan. Y es la primera vez que puedo decir eso.
¿Qué
tratamiento sonoro especial buscaste para Alaska? ¿Cuánto
influye la elección de Ezequiel Rivero como productor?
Como
te decía, en Alaska decidí que quería experimentar. Ruido, la
vuelta de las guitarras. Si bien, extrañamente, es un disco con
mucha tecla y piano, yo lo siento como la vuelta de los cables, los
pedales y las guitarras a mis canciones y a mi idea de composición.
Ezequiel no solo me aguantó en todo, sino que además estimuló ese
deseo de probar ruidos y sonidos. Lisa y llanamente nos divertirnos
durante todo el tiempo que duró la grabación. Además, él fue el
que le dio cohesión a los temas y logró que sonaran como un disco.
Grabaría diez millones de discos más con Eze.
La
tapa hace "ruido", aparecés con gesto de grito...
Cuando
escuché el disco y vi la portada que hizo Magdi Molnar, todo cobró
sentido: Alaska, en mi historia, hace mucho ruido. Sentí que
era la tapa perfecta.
¿Por
qué lo nombraste Alaska?
Elegí
Alaska como lejanía y lugar seguro, ausente de la mirada de otros.
Es un lugar donde crear sin interrupciones. Sin agendas, sin relojes.
Viene también del nombre de la artista plástica Guadalupe Alaska,
que tiene muchísimo que ver con este disco.
¿Cómo
definirías la identidad de un cantautor montevideano? Desde tu
propio camino, pero también mirando a los costados, a los grandes
como Darno y Cabrera, pero también a los contemporáneos y amigos
como Franny Glass, Diego Presa, Florencia Nuñez...
Tanto
Cabrera como el Darno son eminentemente montevideanos. Se nota en sus
canciones, en sus estructuras, en sus melismas vocales, en sus
estilemas y sus textos. Tengo la suerte de pertenecer a una
generación que sabe apreciar a los que vinieron antes, a los
talentos locales que inventaron todo como Mateo, Cabrera, el Darno,
Mandrake, Jaime, Ruben Olivera, Dino, el Sabalero, Zitarrosa, y de
los que afanamos con total prolijidad e impunidad cada acorde que
rasgueamos e idea que escribimos. Siento que comparto, con
cantautores contemporáneos como Diego, Franny o Florencia, ese
respeto e interés por esos referentes y la curiosidad por hacer con
eso, algo nuestro y distinto a todo los demás.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 10/2014))
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