Pablo
Casacuberta llega a la música por el camino más largo: habiendo
escrito centenares de páginas de novelas con una técnica exquisita
y minuciosa, mostrándose muy hábil en el juego con imágenes en
movimientos en clips, registros de shows y cine experimental, también
como fino fotógrafo y diseñador gráfico. Pero, y sobre todo,
siempre dispuesto a entender la creación como una necesidad vital y
con el fin último de romper toda frontera entre arte y ciencia. Tal
vez su territorio más catártico y visceral sea el de la pintura,
expresionista con el acrílico y cargado de colores en el aprendizaje
de la herramienta digital. Le faltaba la paleta sonora, universo con
el que viene coqueteando desde los primeros noventa, cuando metió
algún que otro sample en el grupo Plátano Macho y en su rol de
colaborador visual, muy cercano, de artistas como Peyote Asesino,
Bajofondo y Jorge Drexler.
La
música es, para Pablo Casacuberta, algo más que un desafío: es un
lenguaje que no domina como intérprete, a diferencia de las palabras
y el visual, pero al que llega desde una intuición salpicada por su
formación clásica y universalista. Llega desde la investigación,
para construir -en primera instancia- momentos de la banda sonora del
espectáculo Historia Natural de la Belleza,
obra de danza contemporánea de la que termina siendo co-creador
junto a la coreógrafa Andrea Arobba. Llega, en primer y último
caso, como un acto de amor, de creación, construyendo un universo
sonoro de capas sobre capas, cuidando cada detalle, minucioso como
cuando escribe o cuando edita video, con la ayuda de una serie de
instrumentistas que interpretan y completan cada uno de los
fragmentos musicales.
El
violín de Gulla es protagonista, marca la ruta melódica de Historia
natural de la belleza, en
diálogo con las percusiones, los pianos y las tramas de las
guitarras de Chapital. Hay un punto de partida electrónico, que se
vuelve orgánico y vital en las instrumentaciones. Hay colores
clásicos, líricos, con contrapuntos contemporáneos. Hay la
concreción de una música luminosa y novelesca, ideal para el baile
o la mera contemplación.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 10/2014))
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