Un
acto tan simple como admirar las líneas del original de Buste,
óleo fechado en 1907 que forma parte del estudio previo a Les
Demoiselles d'Avignon. Acaba de
ser retirado de la caja que lo trajo desde Francia. Unos minutos
después ilumina una de las paredes del MNAV. El director del Museo
saca una foto y publica un rápido tweet, fechado el lunes 26,
16.27 horas, donde anuncia que comenzó oficialmente el montaje de la
muestra. Buste no es
una obra más: es una pieza fundamental que planta los primeros
indicios del cubismo. Y allí mismo, sin necesidad de preguntas, Enrique Aguerre se larga
a hablar sobre la relación entre Pablo Picasso y Joaquín Torres
García en Barcelona, sobre la certeza de que ambos artistas
compartían una intensa admiración por Cezanne en una esquina del tiempo.
“Podés
decir que el primer artista moderno es Goya. Podés decir que el
primer artista moderno es Manet. Pero la operación plastica,
estética y revulsiva más importante -mucho más que la de los
impresionistas, que son tan apreciados en Francia, aunque no tanto en
Alemania-, la gran operación de no imitar la realidad sino de crear
otra en base a los elementos esenciales del arte, en cuanto
a forma y color, la dio Paul Cezanne. Y tanto Picasso como Torres
García, y como tantos otros, reconocen en Cezanne al maestro, al
padre, a un dios, al que está más allá de todo. Cezanne está
falleciendo en los primeros años del siglo XX. No lo tratan
directamente, pero es para ambos una referencia ineludible. Esa
vanguardia catalana, en la que permanece Torres durante varios años
y que Picasso transita brevemente, tiene mucho de Cezanne”.
El
acto tan simple de colgar y admirar una pintura de la trascendencia
de Buste, es reveladora de una suma de operaciones complejas.
Abre también a una conversación sobre una muestra muy especial,
pero también sobre cómo gestionar un museo que hoy se erige como
uno de los centros nodales de producción cultural en nuestro país y
en la región. Picasso es el protagonista de la muestra de la década
en el MNAV. Es la gran vedette. Por primera vez se podrán admirar
decenas de sus obras en Montevideo. Torres García es el pretexto montevideano. La intensa relación entre ambos, en la
Barcelona del 900, implica interesantes conexiones estéticas
certificadas por investigaciones recientes, y es punto de partida
para el primer episodio del proyecto Picasso Mundo,
que da inicio con esta exposición en la que se conjugan obras de
ambos artistas y que se complementa con una panorámica de distintos
periodos de la obra de Pablo Picasso.
Hay
otras escenas, o contraescenas, que fueron sucediendo durante la
conversación que mantuvimos con el director Enrique Aguerre. El
curador Emmanuel Guigon, en plena faena montajista, mientras observa
dos grandes murales de Torres García y calibra la ubicación que
tendrán en el anillo del Museo. Ángel Kalenberg, que no oculta sus
sinceras ganas de meter mano en el montaje, seguramente rememorando
la gran muestra de grabados de Picasso que presentó en 1973 en esta
misma sala. En sus manos curtidas de curador y especialista,
Kalenberg lleva un catálogo de El objeto surrealista,
una de las más célebres exposiciones montadas por Guigon y fechada
en 1997. No alcanzamos a presenciar el momento en que el francés
estampó su firma. Otro acto simple y que entraña una buena dosis de
emoción.
***
¿Cuánta
es la importancia de la exposición y qué obra podrá verse en el
MNAV?
Enrique
Aguerre: Cuando decimos "Picasso por primera vez",
referimos a que estamos trayendo al museo obras originales en un
conjunto significativo. Cuarenta y cinco obras es un conjunto
significativo. Y hay piezas claves. Hay obras maestras. Está el
Buste, como ya hablamos, pero
también está Le baiser. Solamente
por esas obras valdría la pena peregrinar al museo. Lo
que vino a Montevideo, por lo menos en el primer núcleo curatorial
de Emmanuel, en cuanto a la relación entre Torres García y Picasso
en Barcelona, es muy importante y es también revelador. Es la
primera vez que se avanza sobre un momento histórico que está poco
estudiado. Hubo algunas conferencias en el Museo de Málaga hace un
año, o dos, y era muy poquito lo que se sabía, pero ahora hay
estudios de investigadores como Aitor
Quiney, convocados por Emmanuel, para que desarrollaran sobre ese
periodo. ¿Por qué centrarlo en Cataluña? ¿Por qué en Barcelona?
Porque se dio que allí, en 1892, llega la familia de Torres García,
y en 1896 llega la de Picasso. El padre de Picasso daba clases en una
escuela de pintura, y ahí se conocen Pablo y Joaquín. Los docentes
de la escuela son artistas que exponen, que los dos conocen, y ambos
coinciden en los mismos lugares de tertulia, de copas, de música, de
exposiciones, de presentaciones de libros, donde se discutían las
vanguardias, las ideas que venían de parís, las que venían de
italia a fines del siglo XIX.
¿Qué
puntos de conexión tuvieron Picasso y Torres García?
E.A.:
Coinciden en un mismo tiempo y lugar, ilustran las mismas revistas,
participan en sus primeras exposiciones individuales. En el caso de
Picasso, son obras de alguna manera encuadradas en las corrientes de
vanguardia noucentista catalana, aunque ya dirigiéndose hacia lo que
va a ser el cubismo, entrando y saliendo también de lo que son los
periodos azul y rosa. Torres, por su parte, es reconocido por
representar fielmente la vanguardia, como los dos murales que estamos
exhibiendo. ¿Qué pasó con ellos? Picasso gana un premio importante
en 1900, expone en París, y finalmente se radica en Francia a partir
de 1904. Ya no volverá a Cataluña. Torres sigue unos años más en
Barcelona, viaja después a Nueva York, vuelve a Barcelona, viaja a
París un par de veces, y finalmente, en 1934, se radica en Montevideo.
¿Mantuvieron
contacto epistolar?
E.A.:
Sí, claro. Lo que nosotros vamos a exhibir, por ejemplo, es una semblanza de
Torres García sobre Picasso que refiere directamente a un hecho
bastante traumático, cuando Torres le propone a Picasso
hacer un libro sobre su vida. El proyecto avanzó mucho, mantienen
varias conversaciones en el año 1931, pero en 1932 no hay manera de
seguir, no se entienden, porque el punto de vista de Torres no está
validado por Picasso y todo termina de la peor manera: Torres se enoja
y tira el libro al fuego. Es una historia que se va a contar en la
exposición, porque queda la tapa original que actualmente está en
el acervo del museo Torres García, y queda también una semblanza, de unas 8
carillas, que Torres escribió después de la pelea. Y aún después
de los problemas que tuvieron entre ellos, Torres destaca
una y otra vez la genialidad de Picasso, que como persona tendrá mil
peros, según Torres García, pero como artista no hay con qué
darle.
Los
murales de Torres García no son muy conocidos...
E.A.:
Se trata de obra que ha sido
poco exhibida en Montevideo. Hay que recordar también que son de su periodo
noucentista. Hay unas muy parecidas en el Ayuntamiento de Barcelona,
que son de la misma época. Y hay que recordar, cuando se habla de
vanguardia, que Picasso además de trabajar con todos los soportes
tradicionales también hizo operaciones conceptuales complejas. Se
suele decir que el de las operaciones complejas es Duchamp, pero
cuando se entra al museo de Picasso en París y se ve un papel en el
que se recortan dos ojos y dice antifaz, o se ve el desarrollo de las
esculturas con manubrios y asientos de bicicletas, que él
resignifica como cabras y es también una práctica de ready made, se percibe que son obras muy importantes. Si las operaciones intelectuales de
Duchamp prescinden del objeto, en Picasso no, lo que es todo un placer, un
verdadero placer en el tratamiento del color y la forma. Es verdad
que ahí se separan notablemente, y que por eso se suele decir que
Duchamp está más adelante que Picasso, pero yo no me animaría a
afirmar eso. Me gustaría ver si dentro de 100 años se puede seguir
afirmando eso. Lo mismo pasa con
los que insisten que Picasso es una marca. Y sí, lo es, pero hay
mucha gente que lamentablemente nunca pudo ver una pintura original,
y ese es uno de los grandes puntos de atracción de la muestra en
Montevideo. Se trata de un hecho raro, inusual.
El
montaje de Picasso y Torres en planta alta se completa con la
exposición Nostalgias
africanas, en
planta baja, dedicada a Figari. ¿Qué se busca en este cruce de
artistas?
E.A.:
Cuando planificamos la muestra de
Picasso, que fue un trabajo de dos años, teníamos claro que la
íbamos a hacer de marzo a junio. Podríamos haber complementado con
la habitual colección del museo, pero como se estaba elaborando una
muestra de Figari con el MASP de Sao Paulo, curada por Mariana Leme y
Thiago Rocca, dentro de un ciclo de historias afroatlánticas que
durante todo el año organizó el director Adriano Pedrosa, pensamos
que después de que Nostalgias
africanas estuviera
en el edificio de Lina Bo Bardi, en Avenida Paulista, viniera al
MNAV. Y se nos ocurrió que era mejor idea que estuviera junto a la
muestra de Pablo Picasso. Hay dos grandes razones para esta decisión.
Primero que el museo va a mantener la entrada libre, y solamente para
la muestra de Picasso se va a implementar una entrada con costo de
250 pesos en las salas 4 y 5. Esto implica que el público va a poder
recorrer el museo, con entrada libre y con la misma calidad
expositiva que la muestra de Picasso. Y, segundo, como es muy difícil
tener una muestra que Picasso y Torres García no absorban
totalmente, la excelencia de la muestra de Figari permitirá valorar
y acercar su obra a miles de personas, no solo de Uruguay. El público
podrá ver obras que nunca estuvieron reunidas. Hay obras de cinco
museos públicos y de once colecciones privadas, todas de primerísimo
nivel. Es una selección de Figari basada en el tema afrodescendencia
y negritud. Es un Figari increíble. Y si bien no teníamos a
priori ninguna conexión entre Picasso y Figari, pocos días antes de
inaugurar, a través de Thiago Rocca, un coleccionista privado nos
hizo llegar una carta en la que Figari le cuenta, a un crítico del
diario argentino La Nación, que cuando inauguró su primera muestra
en el 1925, en París, estuvieron Bonard, Derain y Picasso, que lo
reconocen como un camarada más. Dice Figari que a ellos les gustó su obra. Si se especulaba que quizás se habían podido conocer en la
casa de Jules Supervielle, que era algo más o menos de leyenda,
ahora tenemos una prueba de puño y letra. Y Figari, de hecho, vende
casi la totalidad de la obra expuesta, 56 de 60, y tiene un gran
éxito en París.
¿Por
qué se elige Montevideo para iniciar el proyecto Picasso
Mundo?
E.A.:
Picasso Mundo
es un proyecto de Laurent Le Bon, director del Musée National
Picasso-París. A Laurent le interesa especialmente difundir la obra
de Picasso y tiene dos grandes proyectos en desarrollo. El primero es
Picasso Mediterráneo.
No es una muestra
itinerante, sino que es una serie de exposiciones hechas a medida por
características o conexiones particulares, como que en determinada
ciudad que tiene una tradición de barro, por ejemplo, se piensa un
envío mayormente de piezas en cerámica. El planteo de Picasso
Mundo es
similar y busca tener en cuenta lugares
con los que haya alguna conexión, y que sean además ciudades donde
no se haya tenido ni se tenga acceso a originales de Picasso. El
primer destino es Montevideo. Ahí talla la figura de Jorge Helft,
que es un coleccionista de arte argentino que vivió muchos años en
Francia y llego a conocer a Picasso a través de su padre que era
marchand. Jorge vive ahora en Montevideo y fue el que hizo el
contacto, y el que decidió junto a Laurent elegir a Emmanuel como
curador, teniendo en cuenta que conoce perfectamente la obra de
Torres García en Barcelona y también la de Barradas. Era la persona
ideal. Pero al ser la primera vez que venía obra de Picasso a
Montevideo, se pensó en que no se podía hacer solamente con ese
núcleo curatorial de la conexión con Torres García, porque sería
solo para especialistas, y es por esa razón que se decide incluir
núcleos duros de cubismo, de surrealismo, e incluso de su última
etapa. Hay una obra de unos meses antes de que falleciera Picasso; es
un "músico" que no estará colgado, porque es una obra que pesa 120
kilos y tuvimos que hacer toda una adaptación a la pared para
exhibirla.
¿Cómo
fue el trabajo previo de la exposición?
E.A.:
El proyecto demandó dos años de trabajo. A principios de 2017 se
habló por primera vez de la posibilidad de hacer la muestra, se
cruzaron las invitaciones formales y nos pusimos a trabajar entre los
museos. Por supuesto que hay un interés central por parte del estado
francés y del estado uruguayo. Aquí el desafío lo toma el
Ministerio de Educación y Cultura, a través de la ministra Muñoz,
que es la principal impulsora y quien firma un convenio marco en el
cual el estado uruguayo se obliga a cumplir con determinadas cosas y
pagar determinados honorarios y seguros. Entre otras cosas, el museo
mejora sustancialmente lo edilicio: queda con muy buena iluminación,
con buenos recursos de seguridad, con mejores accesos, y con el
conocimiento de llevar adelante este tipo de proyectos. Todo eso
queda, y es también una gran inversión que obliga a todos a pensar
que si durante 180 años ningún museo público pudo cobrar una
entrada, y ahora, con una entrada, podemos viabilizar proyectos como
este, hay que pensar seriamente
la posibilidad de desarrollar proyectos similares. Porque con la
muestra de Picasso le estamos sacando una carga al estado, se
acercaron esponsors privados, se cobra una entrada para los que
pueden pagarla, y además se ofrece un día a la semana de pase libre
y el acceso gratuito a miles de estudiantes de primaria y secundaria.
Es una inversión. No se busca un rédito. Lo que se busca es
reinvertir y hacerlo posible, porque es una exposición muy cara,
sobre todo en seguros.
¿Cuál
es tu próximo desafío al frente del MNAV?
E.A.:
Voy a cumplir nueve años en el museo y llevo organizadas 173
exposiciones. Si alguien me hubiera dicho hace cuatro años que iba a
hacer una exposición de estas características, hubiera dicho que
no, que en Uruguay este tipo de cosas son casi imposibles. La
fe y el arte,
la colección de obras del Vaticano
que se presentó en 1998, fue una de esas grandes muestras. Hay otras
que se soñaron y no se llegaron a hacer, de las que cuenta Kalenberg en el artículo que escribió para el libro de los 100 años
del MNAV. Pero mi próximo desafío en el museo no va en este
sentido, sino en el de mejorar las políticas que estamos llevando a
cabo en las publicaciones. Estamos haciendo catálogos, pero también
queremos hacer libros sobre arte nacional, libros que sean
independientes de las exposiciones. Nosotros tenemos la obligación
de hacer catálogos y libros de nuestros artistas. ¡No podemos
esperar a que Francia o Alemania dentro de 100 años hagan un
catálogo sobre Lacy Duarte! No, lo tenemos que hacer nosotros, y
ponerla en valor si realmente reconocemos que es una artista
valiosa. Y si hicimos con su obra una gran exposición, y está muy
bien el catálogo, todavía falta: hay que invitar a gente que piense
y que investigue a desarrollar discurso teórico. Parece de
perogrullo, pero la verdad es que el noventa por ciento de los catálogos
que publicó el museo antes de 2011 eran de artistas internacionales. El museo no
tenía, hasta el 2011, un libro sobre su propia historia. No se
conocía la historia del edificio, de sus directores, de cómo se
crearon las colecciones. Era insostenible. Entonces, seguir avanzando
en la política de publicaciones, es un gran desafío. Y otro desafío
es poder, desde el museo, situar exposiciones de artistas uruguayos,
ya sean maestros o contemporáneos, en el exterior.
¿Te referís a proyectos como el de Figari en el MASP, o la
experiencia de Torres García en Nueva York?
E.A.:
Exacto. Hay que tener en cuenta que el MASP de Sao Paulo es una de
las instituciones más importantes hoy por hoy en América Latina. Y
que después de llevar a Figari al MASP, viajará al Museo de Bellas
Artes de Buenos Aires en junio, con una muestra que se llamará Mito
y creación. También
como museo estamos colaborando con obra de Torres Garcia en una
exposición que se está haciendo en Santiago. Hay mucho trabajo para
hacer, porque el museo debiera estar enfocado no solo como plataforma
de llegada, también es una plataforma ideal a partir de lo que ya
armamos y la difusión de las publicaciones. Esos son los principales
desafíos. En cuanto a mi gestión, voy a cumplir los 10 años al
frente del museo y me gustaría aplicar este conocimiento para ir
preparando los relevos, porque creo que las generaciones más jóvenes
tienen que acceder rápidamente a estos puestos. Me gustaría pasar
esa experiencia. Siempre se dice, por ejemplo, que no hay críticos y
curadores jóvenes. Ahora hicimos un convenio con Bellas Artes para
interesados que quieran trabajar con el acervo del museo. Hay que dar
lugar a ese tipo de proyectos. Necesitamos curadores y críticos jóvenes.
Necesitamos formar gente, darle acceso a esta que es nuestra
principal pinacoteca. Es fundamental.
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