el disco que soñó un tal carbone


¿Por qué se sigue celebrando, más de treinta años después, la edición del compilado de rock uruguayo Graffiti? ¿Qué es lo que lo hace un disco emblemático, capaz de sortear con dignidad el paso del tiempo y la dificultad de pertenecer a un formato descartable y poco prestigiante como una 'ensalada'? Graffiti es un disco, además, al que se suman otras problemáticas: fue grabado a las apuradas y suena bastante mal, varias de las bandas convocadas estaban por debajo de un nivel mínimo de decoro técnico y tiene una de las portadas menos afortunadas que se recuerden.
Se pueden tentar un abanico de explicaciones que inevitablemente pasen por el contexto sociopolítico (la transición de dictadura a democracia) y la necesidad de desahogo de una generación que necesitó ser parricida en lo cultural y en el terreno simbólico (había que sacarse de encima a Silvio Rodríguez y a Mario Benedetti, por poner dos grandes ejemplos no-tan-simbólicos). Pero no debe olvidarse -entre otros factores- el atrevimiento artístico y performático de un puñado de nuevos grupos musicales, varios de ellos recién formados, y tampoco debe olvidarse el concepto común de buscar un nuevo sonido, epigonal, a la postre reproducido a los ponchazos y con máxima precariedad en Graffiti, que buscaba desesperadamente parecerse a lo poco que llegaba del punk, del postpunk, de la new wave, también de la movida madrileña, y al mismo tiempo sonar bien diferente al canto popular, pero sobre todo al rock argentino, al pop que se escuchaba en las FM y al rock de los 60 y 70. Esta 'desesperación' nuevaolera complicó un poco más las cosas; porque a la poca experiencia y conocimiento técnico de los nuevos artistas se sumó la dificultad de comunicación con músicos más veteranos y, muy especialmente, con los que se encargaron del trabajo de grabarlos.

El concepto compilado
Más de treinta años después, con una industria del disco sobreviviendo a otras reglas y contextos, y con una escena musical que está muy lejos de un revisionismo de esos tiempos (más bien todo lo contrario, a excepción de un buen puñado de ochenteros peocupados en conservar la memoria, con una pizca de insufrible nostalgia, y de esto no se salva el autor de esta nota), el sello Bizarro desempolva el Graffiti y lo vuelve a colocar en las bateas. En formato vinilo siglo XXI, por supuesto.
La decisión de reeditar Graffiti obliga a reflexionar sobre este compilado 'raro', devenido objeto de culto. Una línea a seguir podría ser el caracter único de su éxito como muestrario de nuevas bandas. Sin contar la serie que abrió el propio Graffiti, de discos colectivos producidos y editados por Orfeo (el 2, el 3 y el 4, y hubo más, pero son apenas recordables y ninguno tuvo la suerte comercial que el primero), se recuerdan al menos dos intentos, posteriores y fallidos, de patear el tablero con un compilado.
El sello Perro Andaluz con el casete Criaturas del pantano, año 1993, lo intentó con una 'ensalada' de rigurosa curaduría de rock garagero, que ofreció entre otras cosas las hoy arqueológicas primeras grabaciones de Chicos Eléctricos, Buenos Muchachos, La Hermana Menor, Trotsky Vengarán y Neanderthal, además de la inclusión de Cadáveres Ilustres. Y algunos años más tarde, entrando en el 2000, lo volvió a intentar el sello Koala cuando seleccionó las bandas más interesantes de la llamada generación Perdidos, en un cedé con el nombre Perdidos en el que aparecen grabaciones de Elefante, Sordromo, Gnomos, Samurai Porno y apenas se salva del cernidor del tiempo la mítica versión de "Gris", el himno absoluto de Loop Lascano.
La práctica del compilado generacional volvería a ser utilizada por el sello y luego colectivo Esquizodelia, y también por Estampita Records, como práctica de difusión de nuevas bandas indie, pero estos emprendimientos de descarga libre no tuvieron (y tampoco era su cometido) éxito comercial. Todos estos intentos no hacen otra cosa que resaltar la singularidad del disco Grafitti, sus cualidades como oportuno y novedoso producto cultural parricida, pero sobre todo por la constatación de una figura que cobra mayor importancia con el paso de las décadas, que es ni más ni menos la del productor artístico y ejecutivo, roles que recayeron en el tantas veces discutido Alfonso Carbone.
Graffiti fue un disco cien por ciento soñado y pergeñado por Carbone, encargado del sello Orfeo y que tuvo en los años 80, bajo su supervisión, la edición de casi toda la música uruguaya (no solamente del rock, aunque sus gustos privados simpatizaran con un sonido postpunk que buscó difundir y apoyar en lo local). El compilado no era entonces un formato raro. Funcionaba en la industria como plataforma en paralelo a la de los simples de 7'', pero en el mercado local devino en el único camino de difusión de novedades porque, precisamente, no funcionaban los simples (cuentan como ejemplos los proyectos abortados de Los Estómagos y Ácido en este formato). Orfeo seguía el modelo de Llena tu cabeza de rock y otras series similares, por cierto muy abundantes en los años 60, 70 y 80, que alimentaban -muy especialmente- las cajas de vinilos de los deejays.
Un compilado como Graffiti demostró entonces ser la mejor manera de testear una movida incipiente, de la que Los Estómagos era por entonces el único y solitario emergente, banda postpunk de la ciudad de Pando que había publicado un primer disco con producción ejecutiva de Carbone y edición de Orfeo. Los deejays, además, podían sumar más canciones de rock nacional para acompañar el inesperado éxito en bailes de "Fuera de control", canción de Los Estómagos, publicada en el disco Tango que me hiciste mal, que funcionó durante 1985 dentro del espacio de rock argentino de los bailes juveniles. De hecho, la mayor parte de la edición del elepé debut de Estómagos fue vendida entre la fuerte clientela de deejays, lo que no es un dato menor.
El asunto con Graffiti, publicado en diciembre de 1985, es que inmediatamente a su salida, y ahí viene lo inesperado, se liberó de su concepto funcional (como testeo y como producto para deejays), para convertirse en un emblema generacional y en punto de inicio de una movida rockera local que tuvo a las bandas que eligió Carbone como principales protagonistas hasta, por lo menos, el año 1989. Ahí vienen las razones socioculturales mencionadas al comienzo, también las meramente artísticas (canciones que fueron verdaderos bombazos radiales), y por supuesto las que atañen a la idea del productor, que son las que profundizaremos.

Los aciertos de Carbone
Alfonso Carbone, como curador del disco Graffiti, tuvo algo más que buena intuición y olfato discográfico. En primer caso, en su búsqueda de un concepto más pop y de música más aceptable para bailes, cerró la puerta a las bandas de hardrock y jazzrock que venían trabajando fuerte desde unos años atrás, alentadas por el programa Meridiano juvenil y que tocaban periódicamente en el Teatro El Reloj o en el Templo del Gato. Polenta, Crisol, Excalibur, Cuerpo Luminoso, y también los más nuevitos de Ácido, no podían entrar al Graffiti por estar alejados de toda posibilidad nuevaolera.
Todas esas bandas tenían recorrido, seguían la tradición del rock predictadura, venían del linaje de Días de Blues y Psiglo, pero eran 'viejas' para el paradigma Graffiti, y es momento de precisar que la referencia a Graffiti es por el pub de Carrasco que empezaba abrir espacio a Los Estómagos y otras nuevas bandas. Era el nuevo rock, o el nuevo pop, y por eso el olfato de Carbone tampoco detectó en su radar a dos bandas que empezaban a mostrarse en otros circuitos pero acaso tenían un poco de blues, que también venía a ser mala palabra para los postpunk. Por esa razón es probable que no aparecieran Níquel y La Tabaré, ni tampoco, aunque por otras razones estéticas, El Cuarteto de Nos y Los Terapeutas, que también empezaban sus viajes musicales. De hecho, estas cuatro bandas, tendrían en esos años desencuentros varios con la familia Graffiti y con la movida posdictadura, tanto con músicos como con el público.
Carbone extremó entonces su idea nuevaolera al máximo. Pidió y escuchó decenas de casetes mal grabados hasta encontrar a cuatro bandas que acompañaran a Los Estómagos y Los Traidores, que fueron sus primeras bazas y apuestas mayores. Se sintió más que satisfecho al encontrar a los Zero, porque abrían el mapa sonoro a un intento tecno, y se la jugó por dos bandas con mínimo repertorio y experiencia: Neoh 23 y ADN, que en sus demos podía intuirse cercanías a la new wave y alejadas del punk purista (del que Carbone buscaba también alejarse). En sus planes contaba Estados Alterados, pero se separaron antes de grabar, y fue en esos mismos días -por intermedio de Orlando Fernández y Gustavo Parodi- que le llega a Carbone un demo de Los Tontos.
Graffiti es esa mezcla postpunk que pergeñó Carbone. Y tuvo cuatro bombazos radiales casi instantáneos: el "Cambalache" pistolero de Los Estómagos, que tenía todo para ser el gran hit y la gran polémica; la melancólica y de pátina tanguera "La lluvia cae sobre Montevideo" de Los Traidores; la deforme y pegadiza "Riga" de Zero, apoyada en la potente voz de Leo García; y sobre todo el himno pop, la canción del puré, que abrió la alocada y fugaz obra de Los Tontos. El disco tenía más, por supuesto, aunque los Neoh 23 tuvieron que esperar a grabar "Estamos mal" para ser tenidos en cuenta por el gran público y ADN pudo mejorar su performance de la adrenalínica y un tanto fallida "Cajas cromáticas" en el muy buen disco propio Cerca del fuego. Pero esas son otras historias. O no tanto, porque los discos individuales que grabaron cada una de las bandas del compilado Graffiti, en los años que siguieron, se deben al hecho de haber estado en el lugar y en el momento correcto y formar parte del disco soñado por Alfonso Carbone, un disco que debe ser analizado como un gran y oportuno disco 'de productor', un disco pop que sigue siendo clave para entender varios de los caminos que tomó el rock en este lugar del planeta.

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