¿Se puede un
artista despojar de su pasado? ¿Es necesario que lo haga? ¿Cuánto
cuesta, y cuánto duele, romper con identidades anteriores? ¿Es
posible acomodar diferentes lenguajes aprendidos y luego desechados?
No son cosas que se piensen habitualmente cuando se disfruta de un
buen show musical, pero resultaron inevitables en las presentaciones,
en La Trastienda, del montevideano Riki Musso y de los escoceses
Belle and Sebastian.
Riki,
resurrecto con las nuevas canciones del disco Formidable,
viene demostrando que él, en solitario, suena irremediablemente a
Cuarteto de Nos, mientras sus excompañeros se mimetizan cada vez más
en una singular distopía, involuntaria, que los acerca a una idea
mítica de Peyote Asesino siglo XXI. Debe aclararse que Riki pelea
para abandonar el concepto "solitario", al mando de una
banda. Debe aclararse, también, que pese a todo lo que se ha
escrito, y dicho, las canciones nuevas de Riki no "pegan" tanto con las canciones que él firmó y publicó con la banda ("Manfredi",
"Soy un capón") ni con las deformidades de sus discos solistas.
Hay discursos
diferentes en los dos tiempos de Riki Musso: en las viejas canciones
hay parodia musical, hay un humor más directo; en las nuevas prima
el disfrute musical, entre textos más complejos y una banda que
suena muy pero muy bien. La evidencia es la de que Riki es un artista
nuevo, con pocas canciones (un solo disco), y un montón de hits anteriores que
parecen no sintonizar del todo con la nueva idea. Pero, y al mismo tiempo,
siempre es él, no hay vuelta, y hace muy bien en reapropiarse de las
viejas canciones que, es más que cierto, son lisa y llanamente
funcionales para hacer andar el show. Tal vez -sugerencia explícita- debería armar un
disco "formidable" de reversiones, actualizando a sus
nuevas herramientas temas dispersos que compuso con el Cuarteto,
algunos de sus discos solistas y alguna joya que seguro guarda
inédita. Sería un posible camino para equilibrar ese juego de
identidades que se le ha vuelto, a Riki, difícil de amalgamar. Y de agrandar el repertorio. Y, para el público, disfrutar plenamente de un gran artista que, en su
reconversión solista-nueva banda, lo tiene todo para desarrollar una
carrera con entera libertad artística y expresiva en el campo del
rock, lo que no es nada fácil de encontrar.
¿Qué
sucedió unas noches antes, en el mismo escenario de La Trastienda?
Los escoceses brindaron un primer show montevideano, a un público
que mayoritariamente los venía esperando desde hace años. Padrinos
del indie-pop, del twee, incluso del anti-folk, llegaron a Montevideo
a presentar un disco que es -de alguna forma- todo lo contrario:
Girls in Peacetime Want to Dance
suena a viaje synth-pop eufórico, luminoso, con planteos musicales
que los acercan a un tecno pop ochentero bailable.
El de Belle and
Sebastian fue, como el de Riki, un show que combinó dos tiempos
musicales diferentes. Los escoceses no tuvieron más remedio que
dedicar la mitad final del show al viaje en el tiempo, pese a que no
sería lo indicado en cuanto a relato musical (fue un show que empezó
arriba y terminó muy abajo).
No es fácil, para
artistas inquietos como Riki Musso y Stuart Murdoch, adaptar sus
cabezas musicales a los vaivenes del tiempo y esas falacias críticas
sobre la identidad autoral que terminan complicándolo todo. Pero lo resuelven, a su manera, y con ganas de seguir dando buenas canciones.
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