Federica Presa es Haydée.
Así de simple. También vale lo otro, porque ella, Haydée, respira
recuerdos y no pocas historias de Federica, la actriz que está en su
cuerpo y su voz. Potencialmente Haydée es
la obra, lo que el espectador vive en presente, espiando a ella, a
esa mujer que está en su cocina, hablando, cavilando, dándole
vueltas a las cosas de la vida. Ser mujer, o más precisamente estar,
habitar esa cocina de clase media, en un barrio que bien podría ser
Chacarita -donde fue pergeñado el montaje teatral, entre Federica
Presa y el dramaturgo y director Patricio Ruiz-, mientras un bebé
llora y ella -Haydée- se niega a darle teta mientras recuerda su
infancia.
Potencialmente Haydée
es una obra que asoma como una
de las sorpresas de la temporada. Estrenada en Buenos Aires hace tres
años, llegó finalmente a Montevideo, excelente carta de
presentación para una joven actriz uruguaya que emigró al vecino
país en el año 2007. Lleva varias funciones con entradas agotadas
en La Gringa, y ahora en el CCE, donde este sábado 7 de noviembre se
cumplirá la última presentación de una Haydée que ha sido
definida por el crítico Jorge Dubatti como "la Medea
argentina".
***
¿Cómo fueron llegando
-Patricio Ruiz y vos- a la creación de un personaje como Haydée?
Haydée fue la que llegó
a nosotros. Patricio dice que ella le hablaba en su cabeza, desde el
marco de la puerta de su cocina, en su departamento en el barrio de
Chacarita. En ese mismo lugar fue donde se ensayó la obra... No hubo
texto hasta el final. Hubo páginas que Pato escribía por semana y
montábamos. No sabíamos a donde íbamos a llegar; él escribía, yo
memorizaba y montábamos. Nos juntábamos tres veces por semana con
esta modalidad. Y juntos descubrimos quién era Haydée, que también
somos nosotros. Sí sabíamos del post-parto, de la ausencia de
Sebastián -el personaje masculino al que se hace alusión-, también
de su resentimiento social y de la obsesión por la ortografía como
forma de integrarse al mundo, como dice el personaje. Ahora, en
retrospectiva, pienso que eso fue lo mejor que nos pudo pasar, porque
eso exige estar siempre en el presente. Me acuerdo que el día que la
terminamos de montar, que estábamos los dos solos en la cocina,
dijimos "wow, es muy poderosa".
¿Es verdad que
integraron alguna que otra historia de sus respectivas familias?
De alguna manera, con
Patricio hay mucha transferencia de que lo que es del uno es del
otro, y crecimos un poco juntos también, solos, en Buenos Aires.
Hemos pasado vacaciones con la familia de uno y del otro, y obvio que
nuestros familiares son referencias que pusimos a la hora de
ensayar... y sobre todo sus miserias. Mi mamá odia que diga esto,
pero es verdad: las miserias son constelaciones, en cada desgracia
hay mundo. No pasa eso con los logros. La abundancia no es creativa,
la carencia sí.
¿Cuánto exige un
personaje como Haydée, en sus altos y bajos, en las claves de entrar
y salir del humor, de lo siniestro, en estar sola en el
escenario/cocina?
Esta obra es una partitura
de acciones que tengo muy incorporada, atravesada por la sonoridad
absoluta. Exige muchísimo desde lo vocal, porque transcurre en la
quietud casi absoluta y desde lo físico no pasa mucho. Exige una
dicción perfecta, para la cual estoy muy concentrada. También exige
estar más que ser, estar ahí todo el tiempo como Federica y como
Haydée. Generar empatía, retener al espectador… El humor lo
fuimos ganando con las funciones. Es fundamental la pausa, el remate,
los platillos de Haydée. Todo eso se aprende con las risas del
público. La obra funciona cuando hay humor, porque la tragedia tiene
que estar siempre atravesada por comedia. Y además porque la obra
sin humor es un bajón inteligente... En cuanto a lo siniestro, lo
más siniestro es lo que el público se provoca a sí mismo, lo que
quiere ver, lo que comprende; ella está buceando en su soledad, pero
está siendo vista. Es peligroso sí, pero también es muy valiente.
En ese sentido, yo siento que no estoy sola, que ese texto me
contribuye y ampara mucho.
¿Escapar o adaptarse?
¿Cómo es el dilema de la mujer contemporánea?
Creo que es un poco las
dos. A mí, como mujer, me gustaría hacerme más la boluda, ser más
sútil, y no tan intensa, de tanto carácter, porque te marginás
también. Sobre todo en relación a los hombres. En ese sentido,
practico el adaptarme, porque de otro modo me voy a quedar sola. Yo
diría que menos discurso y más acción. Las mujeres tenemos que
aliarnos más entre nosotras, tener menos hostilidad... Haydée, por
ejemplo, es una mujer que no quiere dar la teta y que tampoco quiso
ser madre y sin embargo ahí está. ¿Quién no estuvo en un lugar en
el que no quería estar? La maternidad también tiene un lado oscuro,
como todo. Haydée también es víctima de un sistema que empuja a la
mujer a espacios heredados del cristianismo y del machismo. Mucha
gente mayor no tiene empatía con ella, sí con la actuación, pero
no con Haydée. También está la violencia, que yo la veo mucho en
la calle. Estoy viviendo en el Bajo, en Ciudad Vieja, y veo a muchas
mujeres de mi edad que están postergadas, y una mujer postergada se
llena de ira y se destruye. Las feminidades han sido violentadas,
como diría Patricio, y esa violencia se lleva encima. Haydée la
lleva a su manera, y mis vecinas también, fumando pasta base y
destrozándose en la calle... ¿Qué es peor? ¿Y cuál es la
solución? No me voy a poner muy moralista, ni nada, porque es entrar
en un terreno en el que me tropezaría con todo. Ser mujer es hermoso
y muy difícil.
¿Qué papel juegan los
recuerdos en el presente de la escena?
Los recuerdos están en
juego todo el tiempo. La obra, en mi memoria, tiene un recorrido de
imágenes asociativas que yo las veo cuando voy diciendo, sin hacer
esfuerzo por eso. Mi hermana, cuando vio Haydée, sufrió mucho,
porque es madre y porque la obra también habla de nosotras. Yo todo
el tiempo pienso en ella, y sin embargo la relación de Haydée y su
hermana y lo que cuenta de ella no tiene nada que ver con mi hermana
y conmigo. Pero sí hay una historia de separación, de dicotomía
campo y ciudad, los errores de los padres, las frustraciones y
algunos lugares que nos son comunes a todas las familias. Mi mamá
dice que no le gusta nada ser la mamá de Haydée, porque hoy a ella
le tocan algunas frases del texto que hace dos años le daban risa,
pero tampoco es la mamá de Haydée... Todos nos fuimos apropiando de
ella... Mi mamá y mi hermana la vieron mil veces, y la percepción
les cambia cada vez, porque ellas cambian también.
Y vos también vas
cambiando...
Por supuesto. Van a hacer
tres años desde que Haydée arrancó, en una versión corta, y
también yo cambié. Pasaron muchos amores que dejan lo suyo, y en
Uruguay se me resignifica, porque yo también me exilié y de alguna
manera me repatrié con la obra. La palabra arraigada, que es una
palabra que en el texto suena fuerte, también hoy a mí me hace
sentir integrada al mundo. Mi padre no vio Haydée y vio todas mis
obras, pero tampoco es casual, porque como padre verme ahí debe ser
fuerte y además nosotros tenemos un vínculo que ya ha trascendido
todo, de mucha complicidad.
¿Qué cosas te ha
deparado esta obra, incluyendo la posibilidad de presentarla en
Montevideo?
Yo no me animaba a volver
a Montevideo. Estaba en mi apogeo actoral, ascendiendo sin pausa,
después de mucha resistencia y trabajo, y ser actriz acá, que nadie
me conociera, me resultaba imposible. Pero tampoco me animaba a
volver y no actuar, porque me iba a morir de tristeza. Y así fue que
volvimos juntas. Haydée me permitió un reconocimiento en mi propio
país que no deja de emocionarme. Tanta generosidad, la prensa, los
críticos, el público. Es mucho el reconocimiento, y es maravilloso,
para mí. Eso es el éxito, ser libre en las propuestas por las que
uno pone el cuerpo y defenderlas ahí, en el escenario, como en la
vida. Yo en eso soy muy militante, como actriz, y por eso vivo
siempre de otra cosa. Hay que rebuscárselas todo el tiempo, porque
ser actriz es muy marginal, como ser mujer, acá o en Buenos Aires.
Es una elección sólo para los que no podemos dejar de serlo.
¿Cómo llegaron
-Patricio y vos- a descubrir el final de la obra, lo que no debe
haber sido fácil de resolver?
Es como decís. Nos pasó
que llegamos al final sin planearlo. Y eso que sucede ahí, en la
cocina, cada uno interpreta a su manera; hay gente que lo desacredita
por surrealista y hay otra que llora o me habla de cáncer, y nunca
pensamos en eso, ni en nada parecido. Nosotros no definimos nunca
eso. De hecho, con los años que llevamos presentándola, hasta
dudamos de si está realmente en la cocina, y de si hay bebé, o si
Haydée ya está esquizo y esto pasó antes. Lo que sí tengo claro
es que no es una asesina. Y si el bebé está ahí, efectivamente, lo
van a salvar. Quizás sí se muera ella.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas))
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