la otra historia

Uruguay fue el primer país en reconocer el genocidio armenio. El mismo estado uruguayo todavía no ha reconocido que en su propio territorio, en 1831, se produjo un acto de genocidio contra la nación charrúa. Esa brutal paradoja es la que expone el documental El país sin indios, al apropiarse de la frase que tantas veces repetimos y nos inculcaron desde la escuela, con la intención de llenarla de contenido y que oficie, desde el presente, como un búmeran identitario: “el país sin indios” deja de ser entonces una falaz constatación inocua y de descripción historiográfica cínica para significar y potenciar el horror del exterminio y la necesaria visibilidad contemporánea de las culturas originarias y de sus descendientes.
El país sin indios documenta rastros charrúas en el Uruguay actual a través del testimonio de los descendientes Mónica Michelena (profesora de Matemáticas) y Roberto Rivero (trabajador rural). Esta línea narrativa, muy bien desarrollada y con alta empatía y emotividad, se complementa con una capa más fría de reportaje-político sobre el tema, en abordajes relativos al debate antropológico y también a investigaciones arqueológicas (aparece, entre otros, José López Mazz), sin descuidar el registro de acciones de la organización indigenista Conacha o ejemplos del pensamiento eurocéntrico en el humor prejuicioso de la murga Agarrate Catalina y en la manipulación del discurso histórico de Julio María Sanguinetti y Lincoln Maiztegui.
El equilibrio entre el plano testimonial y la necesidad de exponer un legítimo reclamo político desequilibra un poco el resultado formal del documental, sobre todo en la discutible validez ensayística de El país sin indios. Porque, se sabe, el cine político, en su urgencia y en su necesidad de estructurar un relato simplificado y directo, no puede profundizar argumentaciones que podrían incluso ser más contundentes. De todos modos, los realizadores Nicolás Soto y Leonardo Rodríguez logran momentos de alta intensidad y sobre todo consiguen lo esencial en este tipo de cine político: poner en la agenda un tema controvertido, en una sociedad -como la uruguaya- que ha negado sistemáticamente parte de su origen y a la que le cuesta reconocer buena parte de las reivindicaciones indigenistas. Sin ir más lejos, Uruguay todavía no ha firmado el convenio 169 de la OIT sobre los derechos de los pueblos indígenas.
Desde el estreno en el festival Tenemos que ver, la película de la dupla Soto-Rodríguez ha tenido una inesperada buena taquilla con una buena performance en Sala B del Sodre y presentaciones en ciudades del interior (esta fin de semana se exhibirá en Minas, el 8 de agosto en Carmelo y el próximo 28 de agosto en la montevideana Sala Zitarrosa). Pero, y lo más importante, abrió el debate del tema en los medios, lo que motivó entre otras cosas que sus dos protagonistas -en particular Mónica, dirigente de Conacha- hayan tenido no pocas entrevistas.

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¿Cuánta es la importancia que tiene el documental para poner el tema en la agenda política y en el debate público?
Mónica Michelena:
Considero que el documental va a poder instalar finalmente el tema indígena en la agenda política, dado que su impacto en la opinión pública ya se está sintiendo. El documental tiene la cualidad de que no sólo expone nuestra mirada sobre el tema sino que muestra además la mirada de algunos académicos y sutilmente aparece también la visión de la sociedad.

¿Qué reacciones que no te esperabas ha despertado el estreno de la película?
M.M.:
No me esperaba justamente esa gran repercusión en los medios que ha tenido El país sin indios. No me esperaba tampoco la respuesta de la gente, de llenar las salas donde se ha presentado, lo cual ha hecho que se mantenga en cartelera y eso es muy importante. Con la película se ha vuelto a hablar de nuestra temática, incluso ha generado algunos debates en la opinión pública, cosa que vemos con muy buenos ojos, porque creemos que este tema no sólo nos pertenece a los charrúas actuales, sino que le pertenece a toda la sociedad uruguaya, y es la misma sociedad la que puede lograr hacer cambiar la mirada sobre este tema y por ende lograr que se reescriba la historia.

¿Qué emociones -personales y colectivas- mueve el haber estado presencialmente en Salsipuedes en una de las escenas de la película?
M.M.:
Hemos estado en Salsipuedes muchísimas veces desde 1997, y siempre nos mueve emocionalmente cuando pisamos ese lugar, que para nosotros es un lugar sagrado, porque es un gran cementerio charrúa. Nos hacer recordar de la deuda histórica que tenemos con nuestros ancestros, todos los uruguayos, y también hace que reafirmemos nuestro compromiso a seguir con nuestra lucha de reconocimiento del genocidio charrúa por parte del estado, y más allá de esto el propio reconocimiento a nuestra existencia actual como Pueblo Charrúa.

En la película aparecen las posiciones del expresidente Sanguinetti y del historiador Lincoln Maiztegui. ¿De qué manera esas miradas, hegemónicas en los siglos XIX y XX, empiezan a reescribirse? ¿Sos optimista de que vaya procesándose un cambio de relato?
M.M.:
Soy optimista en que la película, junto con todo el trabajo de las organizaciones indígena previo, ayuda a que se comience a reescribir la historia oficial. Pero será un proceso que llevará un tiempo. Con la partida de Renzo Pi y Vidart, por ejemplo, va perdiendo peso lentamente la visión esencialista que ellos tenían sobre nosotros y que se ocupaban de instalar en la escena pública. En mi caso, me metí a estudiar antropología en el año 2007 con el único propósito de lograr tender un puente entre el movimiento charrúa y la academia y eso se ha logrado gracias a la apertura de algunos profesores antropólogos de la facultad.

¿Cuánto aportan a romper el mito hitos culturales como la obra Salsipuedes de Alberto Restuccia?
M.M.:
Muchos han sido los que han contribuido a cambiar esta visión, desde Restuccia con su obra Salsipuedes, del año 1984, que fue un hito importante en mi vida y en la de muchos charrúas que comenzamos a despertar a la salida de la dictadura, hasta el propio trabajo de visibilización que ha llevado adelante el Consejo de la Nación Charrúa. Uno de nuestros hitos fue en el año 2011, cuando promovimos una campaña hacia una mayor identificación de la población indígena en el Censo 2011. Se obtuvieron resultados alentadores, ya que dicho Censo arrojó que el 5 por ciento de la población uruguaya declaró tener ascendencia indígena, mientras que un 2,4 por ciento identificó que la indígena es su principal ascendencia. Los departamentos con más ascendencia indígena son Tacuarembó con un 8 por ciento y Salto con un 6 por ciento.

¿En qué ha avanzado la lucha de los descendientes en los últimos años? ¿Qué cosas se han conseguido y de qué manera se está rompiendo el camino del olvido y la indiferencia?
M.M.:
Han sido varios los logros obtenidos durante treinta años de movimiento charrúa. Uno de ellos fue la repatriación de los restos del cacique charrúa Vaimaca Perú, desde Francia. Otro de los logros fue consolidar la unión de las agrupaciones y grupos organizados de charrúas del medio rural y del medio urbano de diferentes puntos del país, a través de la fundación del CONACHA, en el 2005, ya que el hecho de tener una sola voz ante el estado uruguayo es mejor para lograr incidir de una manera más eficaz ante el estado. Consideramos también un avance de participación en instituciones estatales, la incorporación de una referente del CONACHA en la Unidad Étnico Racial de la Cancillería, como asesora honoraria en Asuntos Indígenas, desde junio del 2014, siendo éste el primer y único caso de una persona indígena participando en un organismo público de nuestro país. Sin embargo, dicha unidad no cuenta con presupuesto y está actualmente casi inactiva.

Sigue estando en el debe la ratificación del Convenio 169...
M.M.:
Sí, uno de los objetivos principales nuestros es la ratificación del Convenio 169 de la OIT sobre los derechos de los Pueblos Indígenas. Hemos logrado hacer incidencia en espacios de las Naciones Unidas, como el Consejo de Derechos Humanos, en pos de su ratificación, pero aún falta mucho por andar para que se concrete.

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