Adrián Biniez,
el director de la entrañable Gigante,
decidió para su segundo largo filmar su barrio -Escalada- y
homenajear a su equipo de fútbol. Los últimos partidos de un
apasionado mediocampista, capitán de Talleres, arman una historia
de alta factura emotiva.
La música y la
bohemia llevaron a Adrián Biniez a radicarse a Montevideo, hace ya
unos cuantos años, y terminó dirigiendo una de las películas más
sensibles de la factoría Control Z, la
del guardia de seguridad de un supermercado que se enamora de una
compañera de trabajo a quien observa por las cámaras y no encuentra
la forma de acercarse a ella. Se llamó Gigante y
obtuvo un gran premio en Berlín, uno de los festivales más
prestigiosos del circuito cinéfilo.
Seis
años después de aquella aventura, estrena su segundo largo como
director, una muy buena película que revela que el gusto por las
historias mínimas y entrañables viene a ser una marca de estilo.
Esta vez el escenario pasó a ser el mundo del fútbol, el de cancha
chica, y de Montevideo se trasladó a Remedios de Escalada, una
localidad bonaerense que está más allá de Lanús, donde Biniez
vivió infancia y adolescencia, antes de cruzar el charco y -como
todo emigrante- pasar a tener dos patrias. "Cuando
filmé Gigante
hacía
no más de cinco años que vivía en Montevideo, así que el
extrañamiento era todavía grande", recuerda el director.
"Había muchos lugares a descubrir y todavía tenía una imagen
de porteño recién llegado: todo me parecía hermoso. Ahora, mas de
una década después, no todo me parece divino pero tengo mucho mas
apego y afecto por la ciudad... En cuanto a filmar Escalada, el
extrañamiento está en las antípodas del de “recién llegado”.
Viví veintinueve años ahí y todo me es muy familiar -diría
demasiado-, por lo que opera en mí otra clase de distancia".
Una pareja
explosiva
El 5 de Talleres
tiene dos protagonistas, casi
indivisibles. El jugador, el número 5, el Patón, amado por la
hinchada y con fuerte ascendencia en sus compañeros. Es el centro
del relato, pero la historia que quiso contar Biniez le agregó una
compañera que lo sigue a todas partes, que le banca la cabeza y
trata de evitar por todos los medios una (casi) inevitable depresión.
Además del jugador y su novia, aparecen otros varios entrañables:
familiares, compañeros de equipo, el dt, dirigentes, hinchas. Todos
en un tono cotidiano, en un retrato -como pocos se han hecho en la
literatura y el cine rioplatense- sobre el fútbol, sobre el
deportista que decide retirarse y se sabe un laburante del fútbol,
un chico de barrio que no está preparado para hacer otra cosa y ni
siquiera terminó el colegio.
Uno
de los grandes aciertos de Biniez está precisamente en la elección
de la pareja protagónica: Esteban Lamothe y Julieta Sylberberg. Son
dos grandes intérpretes, que además duplican su química al ser
pareja en la vida real. "A Julieta la conocía de antes, y me
parecía una actriz del carajo, pero verla en un corto en el Bafici,
donde fui jurado, me convenció del todo. Después se dio una cosa
muy linda: Esteban, como es pareja de Julieta, había leído el guión
y le gustaba, y se lo encontró a Epstein (coproductor y editor de la
película), en el festival de Valdivia, y le dijo que él podía
hacer el papel mejor que cualquiera... Dice que se animó a decirle
eso porque estaba medio copeteado", cuenta Biniez. La pareja
resultó explosiva en la acción del rodaje. "Cada vez
que ensayábamos aparecía algo que parecía fresco y espontáneo,
pero que era una suma de detalles que agregaban a la escena y la
enriquecían", agrega el director.
Pasión
futbolera
El 5 de Talleres
se estrena este fin de semana en
Montevideo. La tercera gran emoción para Biniez que viene de dos
grandes momentos: el estreno en sala en Buenos Aires, momento de
compartir con el elenco y el equipo técnico, con amigos y conocidos,
y sobre todo el estreno en la sede de Talleres de Remedios de
Escalada. Allí se dieron dos funciones de la película. La vieron
unas mil personas, según estima el director. "Armaron una sala
de cine en el gimnasio y un túnel inflable para entrar a la sala.
Fue hermoso y muy emotivo. Había gente del club de noventa años y
los pendejos que hoy juegan en las divisionales inferiores".
Entre las primeras repercusiones, Biniez destaca una columna escrita
por Hugo Lamadrid -ex 5 de Racing Club-, que fue a verla y se mandó
una reseña en la que recomienda la película a todos los jugadores y
gente del entorno del fútbol.
Si
bien el director afirma no haberse inspirado en literatura futbolera
para la película, destaca la lectura del libro The Damned
United, de David Peace ("lo
mejor que leí sobre el tema") y el programa argentino Atlas,
una pasión. A la hora de las
influencias, prefiere citar a colegas variados, aunque tienen en
común el pulso del cine de autor: Rohmer, Stoll, Godard, Caetano...
El Uruguayo
"A Escalada voy
cinco o seis veces por año desde que vivo en Montevideo. Toda mi
familia y amigos viven allí, pero aún así, filmar es muy raro y
bizarro, más que nada al encuadrar en lugares que conozco desde mi
infancia. Lo más raro de todo fue que los que no me conocían de
antes me decían El Uruguayo”
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