El
otro es el personaje, pero también el propio actor. En un notable
juego de espejos y verdad escénica, Roberto Jones compone en La
memoria de Borges uno de sus
grandes trabajos actorales. El unipersonal le valió el
Florencio a Mejor Actor en el año 2008 y desde entonces suele volver a escena cuando menos se lo espera.
El
juego es típicamente austeriano, una paciente música del azar que
se va gestando entre aparentes causalidades. Un joven actor uruguayo,
llamado Roberto Jones, es convocado a interpretar a Jorge Luis Borges
en un documental producido por la BBC. Año 1983, el siguiente de la
guerra de Malvinas, circunstancia que condiciona la nacionalidad
uruguaya del intérprete y varias de las locaciones.
Es
en el Cerro de Montevideo, en una brumosa escena, que el director
inglés decide que aparezcan juntos, en el documental, el Borges
joven y el Borges anciano. La prueba de cruzar tiempos, de colisionar
ficción con documental, utilizando la figura del "otro" y
con la sola consigna de que hablen, da como resultado una pequeño
diálogo que funciona muy bien para la poética de la película.
Esa
misma escena, sumada a un episodio anterior, de Jones asistiendo en
los primeros años 70 a una conferencia del escritor en Buenos Aires,
es la que da pie al juego literario de Hugo Burel, quien con esos
datos y la vuelta de tuerca del actor en busca del otro, escribe La
memoria de Borges, un unipersonal en el que comparecen dos
personajes -Roberto Jones y Jorge Luis Borges- y un actor, que para
el caso es el mismo Jones, ya veterano, al final de su carrera,
entregándose a un ejercicio de autoficción que exige precisión y
un oficio milimétrico para alcanzar la verdad de la actuación.
"La
escena en el Cerro", recuerda Jones, "es una de las tantas
que la dirección tomó de los momentos en los que Borges y yo
conversábamos libremente durante el rodaje. Obviamente me habían
dado la pauta de tener como referencia el cuento 'El Otro'. Y como
Borges me había comentado que gustaba mucho de la música
folclórica, además de su fascinación por el mundo orillero de
guapos y compadritos, cuando le pregunto qué ve, refiriéndome al
sol que se desvanecia en aquel atardecer y me dice "una enorme
mancha dorada", enseguida me vino a la memoria la milonga de
Zitarrosa y se la silbé". La referencia de Jones es a uno de
los momentos más íntimos que tuvo con Borges, que quedara
registrado en el documental de la BBC y es retomado por el director
escénico de La memoria de Borges,
el experiente Álvaro Ahunchain, quien es la pieza que termina de
armar el juego.
"Se
la silbé y él quedó muy agradecido", recuerda Jones, en su
memoria particular, que se funde en el juego de memorias y otredades
de la construcción del personaje, con la frágil conciencia de quien
se sabe construyendo el encuentro con un otro que a veces es Borges y
a veces su propio espejo, el Jones de la película, el que le silbaba
a Borges una melodía de Zitarrosa en un atardecer montevideano. "Ese
silbido fue usado muchas veces como fondo musical en la película de
la BBC y fue decisión de Álvaro de colocarlo hacia el final de la
obra... Si alguien podía estar pensando que todo lo que todo lo que
estuvo viendo y escuchando era pura ficción, con esta toma queda
documentado el hecho real de mi conexión con Borges, que es el
motivo central que posibilita la historia dramática".
La
potencia dramática de La memoria de Borges es
posible que se cierre ahí, en esa circularidad ingeniosa que Burel
sella con estilo similar al del neoyorquino Paul Auster, en aquello
de que todo texto existe antes de ser escrito, de ahí su necesidad y
su aparente azar. Pero no es eso todo lo que sucede en escena, porque
el talento de Jones excede la circularidad borgeana de la anécdota
para proponer un gran trabajo actoral que reflexiona sobre el arte de
construir un personaje. "El trabajo del actor es un viejo
oficio", precisa Jones. "El actor es el centro del arte
dramático, es el punto de unión entre el autor y el público. Es el
mensajero del pensamiento de los grandes filósofos de la Humanidad.
Si bien el actor entretiene para enviar un metamensaje creado por el
dramaturgo, es en definitiva un acto de libertad entre seres humanos
que han acordado comunicarse entre sí, con la finalidad de verse y
así poder cambiar, obteniendo mayor libertad y mayor purificación".
El
oficio
"La
actuación es un espejo donde la sociedad se mira y reflexiona sobre
sí misma. Una sociedad sin arte dramático es una sociedad ciega que
no puede autogenerarse ni progresar. El actor es un mago porque debe
hipnotizar al espectador. Un maestro porque transmite conocimientos.
Un médico, porque intenta sanar las dolencia morales y éticas de
la sociedad. Es un arte vivo, imposible de suplantar por la máquina.
El actor y el público, tomado como individuo colectivo, crean el
hecho teatral, experiencia de comunicación esencial y espiritual, que
es única e irrepetible por su condición efímera". (Roberto
Jones)
No comments:
Post a Comment