Es el lugar del
viento. O bien el lugar donde el viento golpea un poco más fuerte
que en el resto de la ciudad. Así es nuestra plaza, la plaza que
aprendimos a mirar de costado, a correr rápido para evitar una
lluvia inesperada. Para varias generaciones de montevideanos no se
trata precisamente un lugar feliz. Guarda todavía el ritmo marcial
del mausoleo, el paso gélido de desfiles militares en blanco y
negro, las palomas cómplices, las palmeras fuera de contexto, el
retrogusto a tierra de nadie, una simbología de la que apenas logran
escapar tres edificios que están ahí, marcando el ritmo de
diferentes tiempos: el rascacielos Salvo, el fallido modernismo del
Ciudadela, el descuido inacabado de la Torre Ejecutiva. Y en el
centro de la plaza, en el punto cero de la identidad uruguaya, el
bronce de un Artigas que no se despeina con el viento de una plaza
que poco a poco vamos encontrándole uno, dos, tres o más dilemas.
Algunas de las obras
seleccionadas en el Salón Nacional de Artes Visuales refieren a la
plaza, o a los emblemáticos edificios que la rodean: Torre
Yerba
(Javier Abreu); Planeta Salvo
(Alfredo
Ghierra), La siesta (Federico
Arnaud), El otro prócer (Diego
Velazco). Hay otra obra que dialoga con ellas, un posible bonus-track
que toma la imagen del Palacio Legislativo, la obra Agraciada
(Gabriel
Lema). De algún modo, estas reinterpretaciones proponen una mirada
diferente de la plaza Independencia y su entorno.
TORRE YERBA
"Torre
Yerba es la obra más barata, en cuanto a su realización, entre
las que participan del Salón Nacional. Es una provocación
explícita. Es mi postura con respecto a las políticas culturales en
Uruguay. No solo de este último gobierno 2009-2014, sino de todos
los gobiernos que he conocido. Y no se trata de decir sacamos a este
y ponemos al otro. Esa ha sido la política llevada a cabo hasta el
momento y estoy cansado del pensamiento en blanco y negro. Quiero
imaginar y encontrar el color en los grises". (Javier Abreu)
LA
SIESTA
"El
edificio Ciudadela,
proyectado por el arquitecto Sicero y finalizado en el año 1963,
sigue su eterno letargo de mastodonte testigo de todos los defiles
militares. El último
sueño de un país
próspero, que mira a
su futuro esperanzado, se hace añicos bajo los aires acondicionados
y el ámbito privado
eclosiona como una colmena de vidas y oficinas. Es un
ejemplo de cómo la modernidad se cae por su
propio peso y se vuelve disfuncional con el tiempo. Esa es la suerte que corre nuestro edificio Ciudadela,
que se erigió como
un icono moderno en la ciudad, cuya forma pura y transparente terminó
desnudando aún más
su decadencia que su rival ecléctico,
el Salvo. Quizás
ambos llegaron a destiempo,
a un país que los
condenó a una vejez
prematura... Nuestra
posmodernidad, en los
hechos, es una
modernidad que no pudo ser. Este
proyecto, La
siesta,
se enmarca en una serie iniciada en el año 2002,
en el que detuve la mirada en el paisaje y la
arquitectura de nuestra ciudad buscando descifrar signos que dieran
cuenta de la realidad económica,
social y anímica que
estábamos viviendo.
La piel de los edificios es un estupendo testimonio de memoria
colectiva y ningún
otro más que el
Ciudadela denota la belleza, el encanto de la decadencia. Al igual
que los impresionistas,
pretendo simplemente dar cuenta de lo que veo y quizás
la obra en sí me
acerque más a la
realidad que a la verdad".
(Federico Arnaud).
PLANETA SALVO
"Planeta
Salvo es una obra de largo desarrollo,
porque primero tuve que hacer en China los snow balls, enviando con
paciencia fotos y finalmente dibujos del Salvo, para recibir a cambio
muestras en 3D que fueron mejorando con los meses. Luego, tuve que
resolver la maquinaria que haría girar la gran esfera, concebir el
montaje, realizarlo junto a Santiago Larracharte, Rodrigo de Freitas
y Bruno Chebi. Y encima sortear un accidente que sufrió la obra el
día antes de la inauguración y terminar de resolver el problema
media hora antes de la apertura. Como corolario de todo esto, pienso
que no hay nada como llevar adelante una idea contra viento y marea y
no cejar en el empeño. De otra manera me dedicaría al arte
conceptual y no me preocuparía por crear objetos". (Alfredo
Ghierra).
EL OTRO PRÓCER
"Mi
obra surge a partir de que me entero, en una clase de Historia del
Arte, con Emma Sanguinetti, del concurso que se llevó a cabo en 1913
para hacer el monumento a Artigas. Luego también, con la profesora
María Emilia Pérez Santarcieri, cuando hicimos juntos el libro
Desde 1811, vuelvo a
encontrarme con el mismo relato y mi cabeza comienza a pensar en cómo
puede influir la decisión de un jurado sobre "la obra homenaje
a nuestro
referente
nacional"... Este
tipo de escultura, maneja las
masas, las conforma,
las consolida,
y nos dice: Ahora,
éste
es Artigas, y no
otro".
(Diego Velazco)
bonus track:
AGRACIADA
"La obra
Agraciada es
un eslabón más dentro del imaginario de mi producción artística,
y la puedo considerar como el comienzo de algo nuevo que ni yo sé
cuál será su resultado, pues como decía Robert Bresson “no
existe arte sin sorpresa”. Cada obra que uno realiza cumple un
proceso de mutación desde el momento que una la piensa hasta su
concreción material. Es un proceso que se vive y que no es aislado;
antes de cada obra existen otras que influyen en el resultado final
de cada una, por eso cuando uno elabora una idea, ésta ya contiene
parte de las ideas anteriores. Podemos afirmar que cada una de ellas
son solo intentos, no obras terminadas. Esos intentos construyen un
camino, y es ahí cuando comenzamos a crear un mundo personal,
propio, que se aleja de las tendencias o estilos que pueden estar en
boga. En el año 2005, por ejemplo, realicé una exposición llamada
Recuerdos protegidos;
de ella surgen varias series, una de ellas llamada Héroes.
De
ahí en adelante, la temática sobre héroes sobrevolará mi obra de
forma permanente". (Gabriel Lema)
Conversaciones
en la plaza:
Federico Arnaud:
Es muy significativo que al menos tres de las obras acertadamente
cercanas en el montaje del Salón -Torre
Yerba,
El otro prócer y
La siesta-,
jueguen con iconos ubicados en la Plaza Independencia. Es probable
que ese sitio privilegiado de la urbe condense los diversos proyectos
de país.
Diego
Velazco: Una de las
características del arte contemporáneo es la revisión de lo
institucional, de lo
establecido, de los dogmas. Estos últimos años,
sobre todo desde que
comenzó el Bicentenario, se ha removido
la historia de nuestro
proceso como nación, nuestros símbolos, nuestros
héroes;
el Salón Nacional no escapa a esta etapa que está viviendo el
país.
De hecho,
el arte siempre manifestó lo que está viviendo el hombre
en su época.
Javier
Abreu: Por
supuesto que hay muchas obras de la plaza Independencia. ¿Cuál es
el problema? Es la plaza del pueblo, de mi pueblo. Los
norteamericanos usan su estatua de la libertad, el rock del Reino
Unido tiene a su reina y su bandera ¿O quieren que hagamos obras
sobre la muralla china?
Federico Arnaud:
La implosión
del Cilindro podría
marcar, para
nosotros, el comienzo
de una nueva era anteriormente
impulsada por la construccion de la Torre de las Comunicaciones,
pero supimos ver cómo
las crisis cíclicas
demoran esos procesos y los fragilizan antes de que se asienten en el
imaginario colectivo. Esta pregunta queda planteada en las obras
Derrumbe de
Guillermo Zabaleta
y en Nube de polvo
del colectivo Corto. Abreu, por ejemplo,
ironiza sobre la pauperizacion de la cultura uruguaya erigiendo
el actual edificio de
Presidencia con el envase de yerba Canarias. Y
la fotografia de Diego -El
otro prócer-
remata con un cuestionamiento sobre la construcción
política de José
Gervasio Artigas y su concreción
en el monumento emplazado en la plaza Independencia. El fotoshop que
propone sustituye el monumento del escultor italiano Angelo Zanelli,
que fue finalmente erigido en la plaza por el del uruguayo Juan
Manuel Ferrari. El monumento de Ferrari,
descartado por el jurado de la época,
aunque ambos fueron seleccionados, resulta la antítesis
del actual. Mientras la escultura
de Zanelli parece una burda adaptación
clásica del
Gattamelata de
Donatello, acriollizado,
la obra de Ferrari
propone un héroe
reflexivo en la loma de un cerro,
rodeado de figuras que recuerdan su frustrada gesta unitaria. El
fotografo se plantea cuál
hubiese sido nuestro imaginario como nación
si conviviésemos con
ese otro Artigas
verdaderamente criollo.
Gabriel Lema: No es un hecho aislado que los artistas uruguayos recurran a la simbología uruguaya como motor creativo. Uno de nuestros artistas más representativos, como lo fue Blanes, es de hecho el principal creador de nuestro imaginario histórico y simbólico. Tomemos como ejemplo La revista de 1985, pintado en el año 1986: Blanes enmarca al dictador Máximo Santos, luciendo su banda presidencial, en un premonitorio escenario creado por la imaginación del pintor. Actualmente, la vinculación de las artes visuales con la simbología uruguaya no es tan diferente; no es por encargo como lo fue el cuadro pintado por Blanes, pero sí alimenta el interés de los artistas de abordar temáticas relacionadas a lo nacional, que son fuente de discusión a nivel no solo artístico, sino también histórico y social.
Simbología
contemporánea
Javier Abreu: Ser artista hoy es fijar posición, es decir acá estoy en este lugar que no es un rincón del mundo... Porque, para mí, el rincón es Noruega o Japón, y yo vivo en el centro. Y en este lugar pasan cosas desde las más cotidianas hasta las más globales. Hay, además, que dejarse de embromar con tanta teoría y conflicto con los millones que valen las obras de arte. Hay mucho resentimiento filosófico. El arte contemporáneo es un lugar increíble para contar y conocer historias. Muchas de ellas parten de lo cotidiano, pero siempre hay un punto que las hace universales, y es ahí donde como espectador se produce el diálogo. Hay que dejar la mochila de prejuicios en la puerta del Museo.
Alfredo Ghierra: Lo
mejor de esta época es la caída de todas las caretas. Es un tiempo
crudo, pero no por eso peor que otros tiempos. Al contrario, ese
derrumbe de la hipocresía en todos los campos permite tratar las
obras de arte con una libertad nunca antes vista. Pero claro, la
libertad puede ser una prisión; de ahí que el panorama no deja de
complejizarse y es difícil elaborar leyes generales que lo expliquen
todo. En cualquier caso, parafraseando a Portinari, si es que alguna
vez dijo esto a través de una puerta cerrada a un periodista en su
exilio montevideano, el arte es arte y lo que no es arte es una
mierda.
Gabriel Lema: Creo
que las opiniones vertidas sobre este último Salón han redundado en
la relación del arte con “la política vulgar” y no con “la
política”. El acto creativo es político. En un análisis que
realiza el crítico Ricardo Boglione, divide muy acertadamente las
temáticas que se repiten en varias de las obras presentadas, dejando
al descubierto el interés de apropiación de una franja
significativa del arte nacional. Esa relación con el entorno que el
arte uruguayo ha establecido, es un reflejo directo del ser político
contemporáneo y una traducción visual de su vivencia subjetiva con
la realidad. Pero no debemos olvidar que “una imagen artística no
pretende despertar asociaciones, sino tan solo recuerdos de la
verdad”, como bien dijo Andrei Tarkovsky.
Javier Abreu: Siempre tuve la
sensación de vivir un tiempo especial. Hechos dramáticos como la
vulnerabilidad -real y simbólica- de las Torres Gemelas, o la crisis
del 2002, dejan en claro que todo puede pasar, pero también para
crear y comunicarte con el otro.
Alfredo Ghierra: Tal
vez sea una reacción a la globalización imperante... algo así como
pensar y redefinir la aldea que habitamos, el pedacito de mundo que
nos toca. Además, esto va inmerso en una condición bastante
uruguaya que tiene que ver con nuestra posición geográfica entre
dos gigantescos países como son Brasil y Argentina y nuestra
necesidad de diferenciarnos ante la avalancha de sus respectivas
culturas.
Federico Arnaud:
Estamos pasando por un periodo
de agotamiento. Los valores de aquel Uruguay que confiaba en la
cultura europea están
llegando a su fin. Es el fin tambien de una clase social que se
identificaba con ellos: la
clase media. Nuestro futuro,
como bien plantea Abreu, estará
poblado de viejos y de jóvenes
pobres. Vamos construyendo una cultura que necesariamente se irá
modificando con esa nueva realidad. Está
en nosotros zurcir el
manto de retazos y avanzar hacia una sociedad más
integrada y más
solidaria. Las artes visuales no son ajenas a esto.
Javier Abreu:
Algo curioso que sucede es cuando leo ciertas reflexiones sobre el
“arte actual” y citan a Duchamp. Me da mucha gracia, porque el
mingitorio sucedió hace cien años. Y pasaron muchas cosas en un
siglo. Las ideas políticas, filosóficas y culturales han cambiado
ciento ochenta grados. La sociedad y el mundo eran otros. Hola, siglo
veintiuno... ¿Quién se acuerda de Duchamp?
2 comments:
muy bueno, felicitaciones
Hola queria saber si las bolas de nieve con el Palacio Salvo se venden.
Saludos
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