Asegura el maestro Cesar Aira que todo lo que aplica en sus geniales novelas, relatos que muchos leen como "raros" (deberían decir, en todo caso, "excéntricos"), es lo que aprendió en su tedioso trabajo de traductor de best-sellers. Tan simple y relativo como eso. Un proceso similar es el que dice haber aplicado el uruguayo Gonzalo Paredes en la escritura de los relatos de Smith, libro que aparece y se confirma como una de las gratas sorpresas literarias de este año dos mil catorce.
Paredes refiere su "técnica"
a seguir las burdas fórmulas de los policiales norteamericanos de
los años 40 y 50, en los que la resolución argumental sumaba
disparates, desatinos y "manotones de ahogado" que los
escritores debían dar para resolver la trama y mantener así la
atención del lector. Este recurso implicaba luchar contra el
aburrimiento, proponer siempre sorpresas y vueltas en la trama, en
pos de provocar una desnaturalización que al ajustarse a subgéneros
como el policial, romance, novelistas de cowboys o ciencia ficción,
posibilitó aquellos tiempos de oro de toneladas de ediciones de
bolsillo. Sin entrar en variantes del cine popular, de la
inverosimilitud igual a entretenimiento "realista"
hollywoodense, ni tampoco del interminable bestsellerismo, un posible
revés de la trama es lo que encuentra Paredes en los relatos del
señor Smith, un personaje tan mediocre como genial. Es un resultado
similar a lo que sucede con la liberación de la imaginación
"aireana", atribuible también a Mario Levrero, otro ávido
lector de policiales, lo que no es ninguna casualidad.
Smith,
un personaje en principio anodino, opaco, poco dado a utilizar la
voluntad ni tomar decisiones, es ideal para el experimento de
Paredes, que lisa y llanamente lo hace funcionar como una bola de
flipper en escenarios donde suceden continuos imprevistos. Comparece
entonces una forma excéntrica del realismo, a veces a tono del
policial, resultado de un uso del lenguaje sobrio, seco, sin vueltas
y un andamiaje típico del bestsellerismo. Y un humor elegante,
absurdo, que se potencia con lo que también es marca de fábrica de
otros lúdicos del lenguaje como Aira, Levrero y debe sumarse a
Maslíah... con obras radicales como la novela Zabahorias:
un finísimo dominio
de la observación de la condición humana. Nada más y nada menos.
Hay que leer a Paredes, porque detrás de la fórmula, al
desenmascararla, ofrece muy buena y disfrutable literatura.
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