"Hice un trabajo en el EAC en dónde 'asesinaba' a al crítico de arte Nelson Di Maggio", cuenta el artista y curador Gustavo Tabares. "Tiempo después, en la Bienal de Salto, expuse una serie de dibujos-retratos de críticos, curadores, gestores y políticos vinculados al arte, llamada 'Nuestro Norte sigue siendo el Sur'. Ahora, el planteo de KONKURSO tiene que ver con la competencia en el arte, el funcionamiento de los certámenes y las cuestiones relacionadas con el poder". Y enfatiza: "La situación en nuestro medio no es la mejor y la de los concursos deja muchas dudas". La colectiva Konkurso puede verse en el
Centro de Exposiciones Subte, entre julio y agosto de 2014. Se exponen obras, entre otros, de Rita Fischer, Pablo Conde,
Diego Masi y Gabriel Regal.
La
historia de los concursos atraviesa casi todas las actividades
humanas. Sirven para medir conocimientos, talentos, méritos,
atributos y la mayoría de las veces son mecanismos aceptados para
seleccionar a los mejores y otorgarles un premio, una validación
ante un colectivo. Todo concurso que se precie debe tener reglas
claras, en lo posible brindando igualdad entre los
concursantes-competidores y demostrando transparencia en su
funcionamiento interno y arbitrajes.
Videoinstalación de Rita Fischer. |
¿Cuál
es entonces la pertinencia de los concursos en el mundo del arte? En
primer caso, más allá de la paradoja de medir lo que no se puede
medir (es lo que sucede a la hora de intentar valorar creaciones
subjetivas), los concursos permiten -entre otras cosas- promover a
nuevas figuras, legitimar el gusto hegemónico y marcar el paso de la
construcción permanente de un canon más o menos móvil.
Hay
otra circunstancia que no debe olvidarse y es que los concursos de
arte, en tanto terreno simbólico, ofician de territorio metafórico
de las contradicciones, absurdos y paradojas que encierra todo
intento de búsqueda de los mejores. En definitiva, los concursos,
como sistemas de discriminación que premian y castigan, cometen -en
su intención altruista- continuos e inevitables errores de
diagnóstico y de evaluación. En el mejor de los casos, como se
expresa en los concursos de arte, vendrían a oficiar de juegos más
o menos lúdicos de gustos de camarillas, de discursos
preestablecidos, de corrientes subjetivas de opinión y construcción
de tendencias estéticas.
En
estos días, en la sala mayor del Subte, se presenta la exposición
Konkurso, con curadoría de Gustavo Tabares, que desde el
vamos engloba una evidente contradicción: exposición y concurso son
conceptos muy diferentes, aunque es verdad que pueden ser
complementarios. Se pueden hacer exposiciones como resultados de
concursos; de hecho lo son los Salones Nacionales. También es
posible pensar concursos emergentes de una exposición, y es el caso
del ejercicio curatorial que propone Tabares, que implica una acción
artística propia, acompañado de un colectivo de artistas que
seleccionó para de alguna manera provocar y desarrollar una crítica
al sistema de concursos de arte en nuestro país.
Tabares
arma su konkurso utilizando
algunos mecanismos "aceptados" en el mundo del arte y
seguramente en la mayor parte de los concursos no precisamente
artísticos: propone las reglas y selecciona a los
expositores-competidores entre sus amigos. Plantea, y aquí la
propuesta discordante, que la "selección final" sea
colectiva, intervenida por los expositores y el público. La
exposición en el Subte genera inmediatas reacciones en quienes
interpretan la obra. Hay quienes se divierten con el juego, pero
otros -especialmente los vinculados al ambiente artístico- se
muestran incómodos y rápidamente establecen ciertas fisuras en el
concepto o en lo mostrado. A las preguntas curatoriales, oponen
cuestionamientos de que el propio Tabares ha sido jurado y ha
participado como artista en otros concursos, al igual que varios de
los artistas participantes del konkurso. Probablemente
estas reacciones sean las que paradójicamente legitimen el hecho
artístico y al mismo tiempo acierten en definir a la acción como un
acto punk tardío o un arrebato generacional fuera de tiempo, ya que
todos -artistas y curador- tienen más de una década de trabajo
sostenido y están lejos de ser artistas sin espacios de legitimidad
en la comunidad. Incluso, puede citarse que en el 2005, en otra
colectiva crítica llamada Márgenes-Salón de los
rechazados y formulada por
Rulfo, actual coordinador del Subte, se presentaron obras del propio
Tabares, además de Lacasa, Focaccio y Porro que participan del
presente konkurso.
Bueno
o malo, pertinente o no, divertido o crítico, el "salón
Tabares", montado en un espacio municipal, no se aleja demasiado
de ser una muestra en pequeño de lo que suelen ser los Salones
Nacionales (el de este año incluye obras de algunos de los
konkursantes),
especialmente en mostrar obras más o menos conocidas (algunas
incluso ya vistas), sin mayores novedades estéticas pero varias de
ellas de una consistente factura técnica y alto nivel artístico.
Entre la obras expuestas en Konkurso destacan especialmente la videoinstalación de Rita Fischer, el contexto exacto para la obra "Premio desierto" de Diego Focaccio y la escultura de grandes dimensiones del flaco Gustavo Fernández. También siempre está bueno "tropezarse" con obras de Porro, de Massi, de Finkelstein y con esculturas como las de los tres perros a lunares que concita las mayores miradas en la mitad del salón, junto a la "hiperburocracia" planteada por Jauge.
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