Deluxe
era una buena banda, aunque un tanto recurrente en su formato de pop
español buscando un algo diferente, un qué se yo original entre los
paradigmas noventeros de Los Planetas y La Buena Vida.
Hace algunos
años, tal vez cinco o seis, el compositor y cantante del grupo -el
guitarrista gallego Xoel López- se hartó del continente y se vino
al sur, al sur de todo, para mostrar sus canciones en formatos menos
eléctricos y replantearse caminos creativos.
Pasó
por Montevideo, por Buenos Aires y armó “la caravana americana”,
que fue una especie de circo itinerante en el que se mostraron en
ambas márgenes del Atlántico sus nuevas canciones y las de sus
nuevos amigos, entre otros Franny Glass y Pablo Dacal. Se quedó a
vivir en la capital argentina, le escribió una canción (le salió
una muy entrañable, más honesta que las que escribieron otros como
Joaquín Sabina o Benjamin Biolay) y entre otros trabajos produjo el
excelente cancionero El
podador primaveral de
Franny Glass.
Xoel López, cargado de experiencias, de nuevos sonidos, dejó que el viaje calara un tiempo prudente y publicó su disco de corte, de cambio. Bien lejos de Deluxe, le puso la firma más personal al cancionero Atlántico, un disco a descubrir, a navegar, porque en él se concentra y se expande un torrente de sonidos que fusiona todo lo que se supone que es “atlántico”: la melancolía rioplatense, el folk del sur, aires tangueros, paisajes rurales, pero también cadencias gallegas y un poco de sicodelia de autor.
Xoel López, cargado de experiencias, de nuevos sonidos, dejó que el viaje calara un tiempo prudente y publicó su disco de corte, de cambio. Bien lejos de Deluxe, le puso la firma más personal al cancionero Atlántico, un disco a descubrir, a navegar, porque en él se concentra y se expande un torrente de sonidos que fusiona todo lo que se supone que es “atlántico”: la melancolía rioplatense, el folk del sur, aires tangueros, paisajes rurales, pero también cadencias gallegas y un poco de sicodelia de autor.
Atlántico
es mucho más que “el disco americano de Xoel”. Esa sería una
definición superficial. Es un caleidoscopio, una aventura musical
que demuestra que reinventarse puede ser, más que una necesidad, una
forma de incitar a los demonios de la canción. Y hablando de
canciones, vale el ejercicio de empezar por la última, “El
asaltante de canciones”, un work
in progress que
hipnotiza, desde esta época, con pócimas de Almendra y Serú Girán.
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