la que no es francesa


Figura de la escena francesa de la última década, Keren Ann abandonó definitivamente el folk y el aire de chanson en uno de los discos más elegantes del año 2011.


El asunto de la identidad no le va fácil. Ella nació en Israel, su padre es judío-ruso, su madre holandesa-javanesa, publica sus discos en París –la ciudad de su adolescencia-, va y viene por la escena de la música sin repetir fórmulas, y hace rato que se desprendió del corsé de la nueva chanson, esa que le abrió en los primeros dosmil un camino en la música junto a estrellas ahora tan internacionales como Carla Bruni y Benjamin Biolay. (A propósito, se consigue por Montevideo, en edición de PopArt, el doble de Biolay, sencillamente estupendo).
Keren se dio a conocer con La Biographie de Luka Philipsen, un disco tan frágil como emocional, entre el folk y el jazz. Después publicó La Disparition y en el 2003 se mandó con Not Going Anywhere, un cancionero pegadizo que terció entre los primeros discos de Biolay y Bruni, cuando se empezó a usar lo de las tapas vintage recordando la nouvelle vague y toda una generación empezó a reescribir a Gainsbourg antes que el glam de Charlotte empezara a opacar la imagen paternal de Serge. Folk sofisticado, con un toque de bossa nova y tal vez cierta afectación en la producción vinculada a la elegancia electro de Air o Daft Punk. Pero había un detalle: Keren se sentía más cómoda cantando en inglés, y lo hizo a partir de su tercer disco, y sus referencias empezaron a volar más cerca de Bristol y los grandes combos triphop de los noventa, como Portishead y Morcheeba. Un disco tras otro la alejaron de la tradición francesa y la fueron ubicando entre los buenos discos que cada tanto nos regala Beth Gibbons, seguramente junto a Jane Birkin las referencias claves para entender el estilo melancólico y refinado de la nueva estrella.



101 es el sexto álbum de Keren Ann. Es sencillamente uno de los discos más entrañables de esta temporada. Tiene canciones perfectas: “Run with you” con los susurros de Ann sobre orquestaciones al estilo banda sonora de los 50, la deliciosa “Sugar mama” dando el toque hitero del disco, y el cierre endemoniado de “101”, esa extensa enumeración descendente, de fina poesía y frágil interpretación, que encadena una canción inolvidable. En la portada de 101, aparece Keren –en riguroso blanco y negro- con un revólver en su mano derecha. Once años después de la fragilidad de su debut, es una femme fatale que da en el blanco y domina el arte de la canción.

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