funk caliente: de prince a beck


Hubo un largo tiempo dominado por Prince, ese extravagante hombrecito de Minneapolis que supo hacer valer lo 'chillón' en años tan austeros -pese a tantos raros peinados nuevos- como fueron los ochenta. Armado de un cóctel que incluía lo mejor de la historia del funk, buenas dosis de soul, una idolatría a prueba de balas hacia Jimi Hendrix y un obsesivo discurso sexual, que sólo tuvo rivales en la obra de Madonna y George Michael, cada aparición de Prince incluía polémica y, sobre todo, elegantes canciones. Más allá de la superficie chillona de su imagen, pronto se convirtió en uno de los pocos herederos del sonido Motown con credenciales para alcanzar la maestría, y no resulta exagerado afirmar que pocos artistas del pop contemporáneo poseen un sentido rítmico tan afinado.
Los problemas para Prince comenzaron con su exacerbada megalomanía y son por todos conocidos. Es así que el desgaste de su figura, y también de su música por culpa de una literal adicción a editar discos compulsivamente, provocó que su obra pasara a un segundo plano golpeada por novedades más provocativas. Pese a esto el trono que ocupara en los ochenta sigue vacante, ya que el asunto no está en encontrarle sucesor sino en comprender la baja de interés por el sonido prince frente al ascenso del hip-hop y sus mestizajes.

Fue en esos años noventa que florecieron Cypress Hill, House of Pain, Public Enemy y Beastie Boys, llevando la música negra rapeada a las pistas de baile y dejando como producto livianísimo al funk caliente de los discos de Prince. Más allá de la hojarasca y las ortodoxias pronto comenzaron las cruzas, los Beastie Boys por ejemplo brillaron con las aperturas de su hip-hop hacia el jazz y el hard rock, y apareció un nuevo genio: Beck Hansen. Más conocido como Beck, este muchacho que hoy tiene 28 años, después de firmar la notable canción electro-folk 'Loser' lanzó un maravilloso disco titulado Odelay en el que demostró un poderoso cóctel rítmico que hizo que muchos recordaran a Prince. Pero Beck también tiene sus laberintos megalómanos, así que pronto se supo de sus dos carreras paralelas: la del heterodoxo experimentador (Mellow Gold, Odelay) y la del depresivo folk lisérgico (expuesto en el alucinante Mutations). Y cuando todos esperábamos otro disco exitoso en la primera línea, llegó Midnite Vultures para patear el tablero: ahora Beck une lo retro y chillón de los setenta con riffs de guitarras hard, se quitó el hip-hop de Odelay, al folk sicodélico le agregó pianos y bases funk, y desde las letras hasta el diseño inundó su nuevo discurso con una discreta provocación sexual.
Al final de los noventa es muy interesante encontrar en Midnite Vultures un homenaje del más talentoso músico de la década a la obra de Prince, incluyendo una afinación vocal agudísima, en un disco que ha desconcertado a la crítica y a los seguidores de la primera época de Beck. Funk caliente y sicodélico, con cortes y quebradas a lo Beck, y una canción maravillosa como “Sex Laws”, en la que además vuelve a probarse como director de clip acertando en esa idea del relacionamiento erótico entre objetos tan cotidianos y vulgares como una plancha y una heladera.

(Publicado originalmente en Posdata, 14 de enero de 2000)

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