pasan cosas

Alguna vez escuché una conversación de una particular extrañeza. Alguien preguntó qué pasaba en CasaMario (eso fue antes de tener conocimiento de la existencia de un lugar llamado así ni tampoco de sus actividades) y su interlocutor contestó, automáticamente, casi sin pensarlo, “pasan cosas”. Comprobé, como muchos otres que pasaron en los últimos años por la casa de la calle Piedras al 625, que efectivamente pasaban muchas cosas ahí adentro, eso sí, con una sensación en la que se mezclan lo indefinido de la propuesta (para el caso esto viene a ser un halago, por aquello de lo inter, lo trans, lo fronterizo, lo invisible), la constatación de lo precario (en la propia construcción, en la casa venida a menos, pero también en lo efímero de las acciones artísticas convocadas, lo que es también un halago) y cierta tendencia a formular conceptos, conceptos y más conceptos (algo razonable y siempre necesario, aunque con notoria tendencia a desbocar construcciones discursivas y todo tipo de textos, paratextos y postextos, si esto último es posible).

CasaMario podría definirse como un lugar en movimiento, como un fermental espacio para desarrollar proyectos artísticos vinculados a un territorio concreto. De hecho, en los años en que empezó a funcionar como comodato (la movida empezó en 2013, en un bajo) hasta el presente, nada puede objetársele como nodo interdisciplinario y activador, aunque sí desde la perspectiva de un espectador tradicional, o de un simple ciudadano curioso, que puede quedar afuera, literalmente afuera del juego. Y esta percepción no es casual, ya que esta relación tan cuidada por la decimonónica tradición museística y de exhibiciones se ve problematizada desde los emisores (en este caso el núcleo organizador de CasaMario y los dispositivos creados por ellos), de modo que también deviene en “estado de conflicto”, o por lo menos generador de dislocaciones que hacen -en definitiva- más interesante el no-tan-simple acto de mirar.

Este otoño de 2019 se juega una movida ambiciosa. CasaMario ocupa el espacio del Centro de Exposiciones SUBTE y esto implica que la sensación de “pasan cosas” se traslade a un espacio convencional de exhibición de artes visuales. ¿Qué se encuentra el paseante al bajar la escalera de Plaza del Entrevero? Con una casa tomada por un colectivo de artistas, o más bien con un espacio en el que se exhibe parte de la memoria y registro de lo que pasó y sigue pasando en CasaMario desde el 2013 hasta la fecha. Es un espacio en conflicto, con accesos no muy claros, con recorridos discontinuos, un foro con una charla en pleno proceso, alguna puerta cerrada y un agujero en una pared para ingresar a la sala 2. Se acumulan obras de distintos autores, pero el concepto de autoría se dispersa en una sensación de ruido (aunque resalten obras de Ernesto Vila, Elian Stolarsky o de algún otre que pueda identificarse ante la ausencia de indicaciones) y lo que en definitiva emerge son temas, o capas, o incluso podría hablarse de conceptos.

La experiencia en el SUBTE intervenido por CasaMario es la de perderse y volverse a perder cuando se intenta encontrar una línea. No hay mapas, aunque hay referencia a ellos, como es de esperar, en las obras de Paola Monzillo. Hay una pared graffiteada con frases de odio tomadas de foros virtuales. Hay escenas de un rito extraño a orillas del Pantanoso. Pero lo que más hay, y emerge, y se vuelve evidente, son -como se dijo- conceptos: casas ocupadas, arte en movimiento, historias de migrantes, precariedad, identidades poco claras y rastros de comida peruana. Seguramente todo esto sea lo que quisieron mostrar o subrayar los curadores Lourdes Silva, Niklaus Strobel, Sebastián Alonso. Es posible. Lo cierto es que la ocupación no se agota en lo exhibido (como debe ser si se trata de Proyecto CasaMario), por lo que se recomienda informarse en la web del colectivo para enterarse de las acciones de cada semana, de todas las cosas que pasan y pasarán, de la lista de artistas expositores y de los equipos que desarrollaron los espacios “Cocina”, “Diarios del odio”, “Performance art proyects in the urban space” y “Cárcel Pueblo”.

#########################################################


¿Qué es para vos CasaMario, como herramienta para accionar arte y tomas de posición político/generacionales/estéticas, pero también como vivencia personal?

Lourdes Silva: Nosotros ocupamos un bien inmueble en el casco antiguo de la Ciudad Vieja. Durante algunos años estuvimos allí en régimen de comodato y desde hace un año nos hacemos cargo de un alquiler. Generar todo este movimiento supuso cuestionar nuestro lugar en el barrio, nuestra condición de trabajadores de la cultura y de campos vinculados a las ciencias humanas y sociales, tanto como investigadores, docentes, obreros, vecinos, y muy especialmente una interpelación a lo que estamos haciendo: para qué públicos/usuarios nos dirigimos, a partir de qué lógicas de producción y sensibilidades actuamos, y desde cuáles planteos estéticos y éticos nos estamos posicionando. Si bien el proyecto se presenta a partir de la imperiosa necesidad de pensar las prácticas colectivas y colaborativas en arte contemporáneo, esa primera definición, con el pasaje de los años, con la experiencia ganada y con el espectro traumático que esta clase de propuestas suele tener, se ha ido amplificando a otros territorios por nuestras propias trayectorias vitales e intereses. Después, pensar en qué es CasaMario para mí, me supone realizar casi una especie de pacto autoficcional, porque ha sido también un dispositivo narrativo sobre el yo, y más especialmente sobre un yo pluralizado. Es imposible, creo, singularizar el proyecto solamente desde una lógica identitaria, y creo, básicamente, que es una potencia activa que le interesa sacudir el territorio y la territorialidad, sacudir a los humanos que estamos siendo, ensayarnos políticamente, también equivocarnos. Por último, y siendo fiel a los procesos de trabajo en CasaMario, creo que uno de los elementos más significativos que tiene el proyecto es su cualidad sincrética, su generosidad, su capacidad para habitar con otros y visualizar, cada vez con mayor claridad, que no solo es necesaria la conjunción entre profesionales y artistas, sino que se torna urgente generar prácticas que habiliten a la clase obrera a participar de lo que hacemos y producir herramientas juntos, que promuevan la emancipación, la autonomía. Quizá la práctica artística sea uno de los caminos. Creo, por suerte, que no es el único, y que en esa vastedad de acciones, discursos y afectos, nos movemos y empujamos.

¿Cuáles son las propuestas de CasaMario en el SUBTE?
L.S.: CasaMario, en el SUBTE, habita, reside, propone un dispositivo de montaje, un programa público y un programa pedagógico, que intentan narrar/mediar/dislocar lo que han sido estos cinco años de trabajo en colectivo, pero también proponer una mirada proyectual y por momentos abisal de lo que está sucediendo en nuestra ciudad, en nuestros vínculos y en nuestros modos de producción de la subjetividad. El programa público procura, de alguna manera, transducir lo que fue el programa de Activaciones en Proyecto CasaMario, en el cual se realizaron seminarios, talleres y performances, con invitados nacionales e internacionales, a partir de la discusión de tópicos que interesan al Proyecto y a cierta contemporaneidad. Durante nuestras catorce semanas de residencia en el SUBTE, las actividades son múltiples, variadas y simultáneas en muchos casos: se come, se discute, se baila, se recorre, se investiga, se discute y un vasto etcétera, que propone hacer de la situación museal un espacio de encuentro, que excede a lo “expuesto”. Modificamos también la espacialidad del SUBTE, proponiendo un montaje absolutamente móvil, donde la mayor parte de las piezas son modificadas, cambiadas de lugar o directamente desaparecen. El montaje propone reflexionar sobre la composición de lugar desde el nomadismo y también desde un sedentarismo que se agita en la necesidad de lo nuevo, aunque lo nuevo, en muchos de los casos sea un recuerdo, una huella, un resto.

¿Qué vivencias has tenido como curadora en esta residencia-expositiva?
L.S.: Las vivencias son vastísimas a nivel de producción, curaduría, montaje, gestión, comunicación. En CasaMario somos un grupo base de pocas personas y un conglomerado de colaboradores sin los cuales sería imposible realizar lo que realizamos. Más allá de la meticulosidad y de cierta épica que significó en nuestras vidas estar realizando esta exposición y especialmente continuar con CasaMario a lo largo de los años, esta acción en el SUBTE es para mí una conexión algo esquizo con la posibilidad y la imposibilidad. Queremos mucho lo que hacemos, y lo hacemos porque queremos; puede sonar a cliché, pero es realmente así, tiene algo de pulsión y muchísimo de convicción, de trabajo y tenacidad.

¿Qué grandes temas y problemas identificás en el arte uruguayo contemporáneo?
L.S.: No creo que pueda responder esto de una manera escueta y global al mismo tiempo. Entiendo que uno de los grandes problemas que tiene esta ciudad y este país, en relación a las prácticas artísticas, es su condición de centro y periferia mantenida desde sus orígenes nacionales. Creo también que hay una ausencia notoria de proyectos de investigación que trabajen desde la invención y creación de atravesamientos y agenciamientos disciplinarios, y que urge proponer marcos epistemológicos críticos para el estudio de las prácticas contemporáneas en arte, localizandoo aquellos sitios donde emergen singularidades. Por otra parte, creo que el quehacer artístico se encuentra bastante alejado de la reflexión académica, del devenir comunitario y de la producción colectiva, lo cual termina por generar prácticas de tipo egotípicas, parcelarias, poco dialógicas y por momentos muy hipotéticas y expeculativas teóricamente. El trabajo en el territorio pareciera ser algo relegado a las ciencias sociales, y la extensión universitaria también, lo cual es un grave error. La práctica artística, su condición de producción y de recepción excede los espacios de exposición, las instancias museales, las salas, o por lo menos eso es lo que me interesa hacer: hacer del museo una plaza.

Migrantes, casa tomada, Puerto, Ciudad Vieja, identidades resbaladizas, conceptos dislocados... ¿Cuáles de estos temas dirías que atraviesan el montaje de CasaMario en el SUBTE?
L.S.: Todos estos puntos que señalas son trabajados en el montaje que proponemos. Algunos de manera más alegórica, otros de formas más directas y algunos a partir de ciertas gestualidades sutiles que en su hilvanado construyen un relato mayor. Creo que todo este montaje supone un tejido, hay algo de lo arácnido, y obviamente del pensamiento en red, rizomático, desterritorializado, no identitario. Está la voluntad, también, de construir una pequeña utopía situada, lo que Foucault llamo heterotopias, o espacios otros, esos emplazamientos en lo real, pero que poseen algo de imposible, de irrealizable: una yuxtaposición de elementos que no parecieran tener una relación directa entre sí. Asimismo, el montaje del Subte, se propone como una imagen borrosa del tiempo y de los modos que encontramos para construir relatos, para hacer de la memoria un lugar presente. Recorrimos nuestro propio acervo, seleccionamos, redibujamos una comprensión de los vestigios, de los gestos que subyacen. El barrio, la migración, las políticas inmobiliarias, cooperativas, patrimoniales de la Ciudad Vieja, las modificaciones en la bahía, los cambios a nivel de diseño urbano sustentados en lógicas funcionalistas, con una profunda mirada eurocéntrica y semiocapitalista son aspectos que refulgen permanentemente en este montaje.

######################################################


Trabajo colectivo
"Un conjunto de personas decididos, cada una con su mochila de herramientas diferentes, puede convertirse en un aparato altamente productivo, que cuenta además con resultados sorpresivos para sus propios integrantes. Esa dinámica es hoy empleada en el mundo entero para crear riquezas. Sin embargo, para que genere algo más que un producto, para que supere una lógica simplemente mercantil, hay que darle una vuelta de tuerca más. Buscar lo desconocido. Confiar en los otros. Hacer cosas que uno no domina. Dejarse llevar. Y de vez en cuando –pero no necesariamente– acordarse de las herramientas que se quedaron en la mochila". (Niklaus Strobel, uno de los curadores de Proyecto CasaMario en el SUBTE)
-->

No comments:

LAS MÁS LEÍDAS