Clara
cuenta sobre una historia de amor. Intensa. Una de esas en que "la
burbuja parece ser invencible". Pero todo eso ya pasó. Está
roto y quedó un agujero de los grandes. Ahora es tiempo de
replegarse, de analizar; tiempo también de buscar desvíos, y entre
tantos posibles desvíos, Clara se dispone a escribir una obra
unipersonal que se llame Terrrorismo emocional,
que tenga humor, que sea peleadora, que sirva esa experiencia para
que Josefina Trías la lleve a escena y haya lugar para que se
escuche "Ámbar violeta", sí, la hermosa canción de Fito
Páez del disco Ciudad de pobres corazones (tocada
en vivo, piano y voz, por Leandro Aquistapacie). Pero sobre todo que
haya tiempo y espacio para que la actriz la rompa, literalmente, en
cada uno de los fragmentos en los que Clara busca y rebusca en la
memoria, expiando el dolor y contándonos historias que pegan fuerte
y hacen reir, o las dos cosas a la vez, y entonces será el
espectador el que tiene que decidir aquello de reir o llorar, y por
suerte la mayoría se decide por partirse de risa con la historia de
cuando le cuidó el gato al vecino o la del novio anarquista o la
salida con un chico que conoce en Tinder, para que Clara sienta ahí,
en el escenario, que todo eso del dolor y del desamor y de la
honestidad brutal, y de seguir creyendo en el amor, tiene más que
sentido. "El amor es la única cosa que no va quedando
negociable. No se olviden de eso. El amor. Es nuestro".
Terrorismo
emocional es un gran texto de
Josefina Trías, armado en varias unidades y pequeños relatos en los
que monologa, a veces recuerda y otras veces dialoga con sus padres.
En la escena, apoyada por un montaje de Bruno Contenti que cuida lo
esencial -la voz y el cuerpo, el personaje y sus objetos íntimos, la
voz y un piano como apoyo sonoro-, Trías se la juega por entero,
pone el cuerpo, no esconde nada, se muestra transparente, y clara,
como ese personaje que sabe mostrar varios gritos y angustias
generacionales. Desde la voz de una mujer que no calla y pelea, desde
la honestidad de esa escena llamada "Rabia", uno de los
centros discursivos de la obra, donde Clara se manifiesta
contrahegemónica y no quiere responder con la misma moneda y grita
que, en todo caso, "la revolución está en recuperar el
lenguaje, descolonizarlo".
***
¿Qué
significa ese pasaje en la obra? ¿Lo sentís como un centro, o un
contrapeso?
Josefina
Trías: "Rabia" es el momento si se quiere más de
denuncia de la obra. Sería como una denuncia moral. Terrorismo
es una obra que reivindica el amor y la honestidad como valores que
hay que pensar todo el tiempo, porque creo que a veces se nos escapa,
como generación, el tener más claro qué queremos. Pero más allá
de no saber, cosa que le pasa a Clara y que no es ningún delito,
"Rabia" igual protesta contra el no cuidado del otro. Haya
o no haya amor, del otro lado hay un otro. La posmodernidad nos ha
liberado un poco de esa responsabilidad y supongo que eso es con lo
que Clara no está tan de acuerdo.
Después
de esa escena viene "Invierno", en donde aparece explícito
lo metateatral y Clara le cuenta a su padre que está escribiendo una
obra de teatro...
J.T.:
Los diálogos con el padre fueron las escenas que más intervine
durante el proceso de ensayo, porque necesitaba más elementos para
construir esa cosa de la obra dentro de la obra. Tanto el humor como
el tipo de vínculo entre Clara y su padre, si bien esta totalmente
deformado, es un guiño a la relación que yo tengo con el mío. Mi
padre, de quien soy muy amiga, es un tipo fascinante, y estuvo al
igual que mi madre muy presente durante todo el proceso. Aparecen
varias cosas ahí. Por un lado, es un homenaje a ellos, pero desde el
punto de vista político venía muy bien para laburar el choque
generacional, la relación padre-hija, el edipo. Son muchas cosas.
¿Cuánto
tomaste de los mecanismos de la autoficción, y cómo fue ese proceso
creativo en el desarrollo de escritura y después el montaje?
J.T.:
Lo interesante de la autoficción es que una es la que decide hasta
dónde llega y dónde empieza la ficción. La gente cree que hay más
verdad de la que en verdad hay en la obra. Fue fundamental en todo
esto la participación de Bruno, porque además de ser el director
hizo un trabajo alucinante de dramaturgismo. Hicimos un laburo de
mesa increíble que nos hizo obtener un conocimiento de la obra muy
profundo. Bruno aportó significado simbólico mítico, y entre los
dos analizamos punto por punto como dos obsesivos. Y por otro lado,
tuve toda la libertad para improvisar y proponer. Fueron siete meses
'mano a mano' en mi cuarto. El propio proceso, por lo intenso y lo
obsesivo de la obra, nos hizo pensarla hasta el último minuto. De
hecho, diez minutos antes del estreno estábamos corrigiendo el
último texto sobre el escenario
¿Qué
te pasó desde el primer momento que hiciste este texto con público?
Por un lado, parece una obra generacional perfecta, peleadora,
feminista, ideal para mujeres menores de 30...
J.T.:
Seríamos injustos si dijéramos que es una obra que solo le llega a
nuestra generación... De hecho, aún no podemos creer nada de lo que
pasa, con la sala llena siempre, las devoluciones, las críticas.
Todo ha superado ampliamente las expectativas. Ahora bien, es cierto
que a los primeros que habla la obra es a nuestros cogeneracionales,
y que hay un plus para las mujeres, pero hasta ahí, porque la prueba
es que se han acercado hombres muy emocionados a charlar sobre la
obra y eso es hermoso... porque, evidentemente, la separación es un
tema universal.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 07/2018))
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