Marcel
Keoroglian, Roberto Suárez y Daniel Melingo son tres hombres solos
que viajan al pueblo de Mal Abrigo a pasar la fiesta de fin de año.
Ese es el punto de partida de Una noche sin luna,
primer largometraje de Germán Tejeira, de la productora Rain Dogs.
La
rueda del tiempo impone rituales. Uno de ellos es la celebración por
la llegada del año nuevo. Esa noche es especial. Está cargada de
deseos y expectativas, pero también de frustraciones contenidas, de
silencios y -como sucede en los tres hombres solos de Una noche
sin luna- de viajes inesperados,
fuera del contexto cotidiano. Los tres hombres llegan al pueblo de
Mal Abrigo por distintas circunstancias, demostrando que el pasado
nunca termina de pasar y que la maldita rueda del tiempo suele hacer
bromas un tanto ácidas: una pinchadura en una carretera, un público
que no aplaude, un apagón que detiene una noria. Hay tiempo -sin
embargo- para la ternura: un amor inesperado y áspero en un apartado
peaje, una canción que pega en la cara, una historia que le cuenta
un padre a su hija.
Todo
sucede, en el primer largo de Germán Tejeira, con la dulce aspereza
de una canción de Tom Waits. Y de las mejores, como volver a
escuchar el disco Rain Dogs,
entero, en penumbras y dejando paso a las historias mínimas (y
poderosas) que desarrollan en la pantalla Roberto Suárez (el mago
que nunca llega al pueblo y se tropieza con otra alma solitaria),
Daniel Melingo (el presidiario que sale por esa noche, contratado
para cantar en la fiesta de un club) y Marcel Keoroglian (el taxista
de la capital que viaja con el propósito de visitar por unas pocas
horas a su hija, sumándose a la cena de la nueva familia de su ex).
Y cuando todo termina, y la
palabra "fin" nos quita despiadada de la magia de la
ficción, el director de la película muestra las cartas, con
valentía y fina poesía, para mostrarnos las verdaderas cartas de su
juego. Ya no importa lo que pasó, o tal vez mejor no importe, porque
el tiempo sigue adelante, proponiendo otras buenas historias de las
que nada sabremos. Y lo que no vemos, cuando se trata de buen cine,
suele ser lo más importante de los relatos.
Germán
Tejeira lleva más de una década metido en el cine, en una historia
muy movida que comenzó a andar en los tiempos de la ECU, junto con
su colega y amigo Julián Goyoaga. Escribieron y dirigieron varios
cortos, entre ellos Gol, Tanto tiempo y
Matrioshka, en los que
aparecen Suárez y Keoroglian, dos actores que se han vuelto a la
medida de las producciones de Rain Dogs. Algo similar sucede en el
caso de Melingo: una canción del cantante argentino cerraba la
primera versión del corto Gol. Una
década después, Tejeira cumple uno de sus sueños: fotografiarlo
mientras canta en la cantina de un club.
***
Una
noche sin luna cuenta de tres
hombres que pasan la fiesta de un fin de año lejos de sus
respectivos contextos, en un pueblo alejado de la capital. Todos por
diferentes razones. Los tres son hombres solitarios. ¿Qué te llevó
a escribir y filmar esas historias?
El
año nuevo tiene eso de que hacemos un balance del año que pasó, de
la vida, y planificamos para el que viene creyendo que algo va a
cambiar. Es una noche en la que nos falta gente, en la que tenemos la
sensibilidad más abierta. Al otro día, con el aguinaldo quemado en
cuetes y la panza a la miseria, nos damos cuenta que otra vuelta de
calesita empieza, pero estamos tan jodidos como en la vuelta
anterior. Quería escribir sobre ese estado de ánimo. En el proceso
fueron apareciendo los personajes y sus historias, tres hombres
solitarios con la contradicción de tener que festejar.
Tanto
Marcel como Roberto trabajaron en cortos anteriores de Rain Dogs:
Gol, Tanto tiempo y
Matrioshka. ¿Qué te gusta de trabajar con ellos? ¿Qué
verdades te permiten contar?
Marcel
y Roberto, además de grandes amigos, son dos artistas generosos,
profundos y apasionados. Conocen del riesgo y del rigor del trabajo y
sienten la camiseta de los proyectos. En la pantalla tienen una
mirada caudalosa que deja ver que la vida pasó con fuerza por ellos.
No son dos blanditos, son dos tipos que se paran frente al lente, y
si tienen algo que decir, la cámara se prende. Sé que hablo desde
el amor fraternal y no soy nada objetivo, pero son dos actores, bien
distintos entre sí que tienen la pasión a flor de piel y la saben
transmitir.
¿Cómo
se fue dando el tratamiento del humor? Se vislumbra un gusto tuyo,
muy personal, por historias mínimas...
Disfruto
mucho de las historias de antihéroes, del que no sale en la foto
sonriendo, del que no baila cuando todos festejan. Esto no significa
que me gusten las historias depresivas; me gustan las que tienen
perdedores hermosos. En la película trabajamos un tono de humor
buscando que el espectador mire la película con una sonrisa en la
cara, sin un apuro por despertar carcajadas fulminantes. La idea era
trabajar un estado de ánimo de que “mañana con el año nuevo,
todo estará mejor”, y desde ese punto de partida buscamos que los
personajes pudieran tener objetivos más luminosos que la vida que
llevan.
Hay
un recurso que funciona muy bien, el de los apagones, que ofician de
disparadores de acciones, como la escena del padre y su hija
atascados en la montaña rusa.
Me
gusta mucho una frase de Mario Delgado Aparaín que dice que el mayor
acontecimiento cultural que puede ocurrir en una ciudad es un apagón,
porque no hay más remedio que buscar una vela y sentarse alrededor
de la mesa y mirarse por primera vez en el día. En la película, los
apagones funcionan así, como un momento en que los personajes se
sienten en una situación de contingencia, de fragilidad y eso los
lleva a cambiar la curva hacia donde iban, tal vez para llegar a un
punto posiblemente mejor.
Las
dos mujeres que coprotagonizan la película tienen mucho silencio.
Hay mucha cosa no-dicha en ellas, tanto en la ex del taxista como la
chica del peaje. ¿Cómo se complementan esos silencios con las
historias de los hombres solitarios?
Nunca
lo había pensado, pero los casos son diferentes. En el primer caso
-el taxista y su ex- es tanto lo que se conocen que prefieren no
hablar de ciertas cosas y la situación entre los dos está dada. Lo
mejor es no hablar del pasado e intentar pilotear el presente
buscando cuidar a su hija del problema entre ellos. En la segunda
historia -la del mago y la chica del peaje- funciona un tanto al
revés: no saben por donde empezar, sienten una gran tensión e
incomodidad el uno del otro.
¿Cuánto
hay de vos en esta película, en lo que querés y también en lo que
no querés mostrar?
A
nivel de los personajes muchas de sus miserias son mías, también
muchos de sus deseos y frustraciones. Para no mostrarme mucho en esta
entrevista, y por decir una, al igual que ellos, no disfruto para
nada de los años nuevos, me remueven muchas cosas. Pero hay mucho
también de Julián (productor, montajista y consejero de cada cosa),
de Alfredo (director de arte), de Magela (directora de fotografía)
del resto del equipo y del elenco. El cine es una fiesta colectiva y
eso es lo más poderoso que tiene.
Padrino
musical
"El
imaginario de Tom Waits, los personajes que viven en sus canciones,
la noche, la magia, los parques de diversiones viejos y
descangallados y los espectáculos de pueblo, los olores a fierros y
tierra, la ternura, el humor, lo ominoso, la crudeza, me emociona
profundamente y me hace sentir en el mismo barrio". (Germán
Tejeira)
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